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Sipnosis
Memento Mori
Tras el festival

Fue un mes de locura, el que transcurrió luego del Festival de Invierno, luego de los cepelios de las víctimas, el poder quedó en las manos del Gobernador, Everett Goodweatherm tendría el control total sobre la ciudad, pero Azuka había logrado parte de su objetivo: Los rumores de que el gobierno de Washington ya no estaba tan convencido de compartir el poder con los vampiros; la situación se estaba saliendo de manos, y los cainitas y garras rojas parecían estar ganando la partida. Pero ninguno de los artífices de la destrucción, pensaron que los berkeser se volverían un problema para todos, porque los vampiros que no fueron asesinado por ellos, se transformaron en berkeser, que se han transformado en una manada que deambula por las alcantarillas atacando a quien se les enfrente o quien esté en su menú del día.

Humanos y Vampiros ya no tenían una alianza tan sólida como antes, y las desconfianzas estaban surgiendo.

Mientras que en medio quedaban los licanos, o por lo menos, parte de ellos, Fenrir y Fianna, pero quien padeció la peor parte fueron los Fenrir que en el atentado perdieron a su líder, del que jamás encontraron el cuerpo. Quedaría en manos del nuevo líder de los Fenrir y de Gissiel Earhart, determinar el destino de su clan y tradiciones, pero entre los licanos, se sabía la atrocidad cometida por las Garras Rojas, comandados por Arthur Redclaw, que se habían vuelto muy fuertes.

Por su parte, los rebeldes, el pequeño grupo de disidentes ya no parecían estar tan solos en su lucha, el gobierno de Washington los contactaría extra oficialmente para conseguir sus fines: controlar la ciudad, de una o de otra manera. Etienne LeBlanc, tendría que decidir..

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Noche Tranquila ¿cita a comer fresas? {Vladimir}

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Noche Tranquila  ¿cita a comer fresas? {Vladimir} Empty Noche Tranquila ¿cita a comer fresas? {Vladimir}

Mensaje por Temperance Brunswick Dom Sep 23, 2012 12:28 pm

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Vaya tiempo había vivido, pero estaba contenta, realmente sus alas se habían sanado, y había volado lejos y de la mano de una sola persona, a la persona a la que pertenecía, esta vez, por absoluta decisión propia. Es verdad, habían sido dos meses increíblemente intensos, sobre todo el primer tiempo cuando pensaban que los iban a matar, pero Temperance, tras haberse encontrado con Pietyr había hecho algo realmente valeroso, si se consideraba su situación. Sin avisarle a Vladimir, había ido a enfrentar a Everett.

No fue un buen encuentro, discutieron como nunca, y él la sujetaba para hacerla entender que estaba en un error, y no fueron pocos us ataques contra la que era su vasalla para protegerla, pero Temperance no dio pie atrás en su decisión, ella había escogido ya y si deseaba retenerla, volvería a escapar, pero estaba ahí precisamente para aclarar las cosas con una persona importante en su vida, Everett, por cualquier razón que hubiese él tenido, era para Temperance su tutor, su amigo, y ahora, su hermano, y era por ese cariño que se presentaba ante él para decirle que estaba bien ahora, que amaba a una persona pero que no lo había abandonado, haciendo presente lo que le había dicho a Pietyr, de que no abandonaría a las personas y que tenía responsabilidades. AL final de aquella charla, Everett debió comprender, aunque no volvió a mirar a Temperance con cariño, sino que con gran desprecio, aunque en el fondo, se sentía solo. Temperance suspiró, deberia vivir con aquellos ojos era el costo de su felicidad.

Felicidad, eso era en lo que vivían ambos, aunque Vladimir no dejaba de estar inquieto, habían otras preocupaciones que lo acosaban, a pesar de que Temperance le había hecho entender que ahora eran protegidos por los Brotherhood. Sin embargo, a pesar de esto, ambos eran felices. Se pasaban las noches juntos, hasta que Temperance se dormía sobre su pecho, luego de haber visto películas, reído de los manos argumentos o que la chica, sollozara con películas demasiado emotivas.

También Temperance había empezado una carrera musical, interpretando pequeños conciertos con su cello y pronto comenzaba a ser conocida en la ciudad, Vladimir le había dado demasiadas razones para vivir, y para estar saludable, es más, desde que vivía con él, no había vuelto a tener un ataque de epilepsia.

Esa noche lo esperaba, había llegado de su última presentación no muy lejos de donde estaban viviendo, y estaba en la cama, sin más vestimenta que una camiseta blanca y sus bragas color negras. Sentada en la cama, con las piernas dobladas, comía fresas que deslizaba por sus labios, mientras leía ávidamente un libro sobre historia. Había devorado todos los libros que tenía el vampiro y que podía llevarle, y también había podido comenzar a comprar libros, lo que la tenía muy feliz.

Pasaba una página y apoyaba sobre sus labios la fresa, más entretenida leyendo que disfrutando del sabor de la fruta, y cuando recordaba lo que tenía entre sus dedos, le daba un mordisco, dejando que el juego se deslizara por sus dedos y lamiendo con una sonrisa la dulce gota de juego que bajaba por su blanca piel.
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Mensaje por Invitado Jue Oct 04, 2012 4:30 pm

Sobreviviendo, habías estado meramente sobreviviendo uno junto al otro a la sombra del Festival. La cortina de humo que se levantó esa fatídica noche de blanco había alcanzado a cubrirlo todo por semanas, meses y seguramente dejaría una mancha en la historia de todo el que estuvo presente. Sobrevivir se trata a veces de perder todo para ir en busca de migajas, dejar de lado la cordura y dejar actuar al ingenio, un poco de locura que nos permite ver pasar las horas con sus complicaciones sin morir en el intento. Cuidando de Temperance no hacía más que procurar su subsistencia, abandonándome sólo para ella pero nunca me había dado cuenta que lo que necesitaba era a mí y en esos momentos, al principio, no se lo podía dar. No porque no quisiera, sino que estaba cegado por la preocupación, la angustia y una agresividad latente ante cualquier amenaza luego de que la apartaron de mi lado a pesar de que viviéramos juntos desde que volvió a mi lado habiendo develado lo evidente, cuando por fin nos sinceramos por admitir un lazo que nos unía que ni el tiempo o la sangre podrían quebrantar.

La amaba, era la verdad absoluta, la razón de mi existencia. La amaba y temía perderla, ya era yo viejo en muchos asuntos pero al enamorarme de ella me sentí tan inexperto como nunca. Temperance era una bella flor que se abría frente a mis ojos, la luz le iluminaba el rostro, su salud era estable, quizá un poco mejor que sólo eso pero comencé a notarla mejor luego de que hizo aquello que, en un principio cuando recién me dijo, me desmoronó al pensar en lo que pudo suceder. Luego de que ella enfrentó al Príncipe había sido el fin de ese capítulo amargo donde se le trató como rehén -por más que ella no lo quisiera ver así- y daba inicio verdaderamente a lo nuestro donde lo que le ofrecía esperaba fuera suficiente para tratarla como se merece. Se me fue un peso de encima, debía admitir pero le hice pensar en que no me gustaría que se volviera a arriesgar. No le haría prometerlo, no la iba a controlar, simplemente quería que supiera cómo me afectaba. Temperance era libre con sus decisiones, con su vida y si había aceptado pasarla conmigo no tenía más que corresponderle día a día con más intensidad.

Me permití volver a sentirme tranquilo cuando ella me contagiaba su calma. Ella me sacó de ese abismo en el que me estaba hundiendo por pensar en esto o aquello y al tomar su frágil mano me dispuse a sujetarla por siempre. Estaba orgulloso de ella en todos los sentidos, la admiraba por su gran fortaleza, su talento, su esencia y ni que negar de su belleza. Quizá nunca se dio cuenta en ese sitio con Everett que en lugar de haber sido parte de la muerte en los vampiros bien pudo haberles inyectado dosis de vida como lo hacía a diario conmigo, que poco a poco me sentía más humano.

Entré a la habitación luego de haber cruzado la entrada y asegurado la misma, estuve afuera en busca de un regalo para ella; esa noche había caído en cuenta que dejábamos de sobrevivir y estábamos disfrutando de cada instante de la vida. Fui a las pocas florerías que abrían hasta tarde y conseguí un gigantesco ramo de rosas rojas que me tapaba la visión, tapaba mi sonrisa sólo de haber pensado en ella todo el tiempo que estuve fuera.

-¿Me has echado de menos, preciosa?-dije aún sin verla, buscando a tientas la cama para sentarme a su lado. El lugar tenía un dulce aroma a fresas.

Cuando aparté el ramo para entregárselo la encontré en todo su esplendor: bella, etérea, tangrácil... me dejó boquiabierto y al seguir la humedad de su barbilla por efecto de las fresas pude notar la ligereza de ropas que llevaba mientras leía sin darse cuenta de su impacto en mí. Una pena casi pueril me invadió los sentidos haciendo que sonriera de lado. Me aclaré la garganta.

-No sé cuáles son tus flores favoritas. Espero te gusten éstas.-atiné a decir aunque seguí con esa sensación que no podía explicar. Era amor en conflicto con la atracción que sentía por ella. La mujer. La Diosa. No sabía cómo actuar ante mis propios deseos intentando enervar, la miré con profundidad y aquella fresa en sus labios a medio morder lucía particularmente apetitosa. Acercándome lentamente la tomé por la mejilla subiendo mi mano para apartar su cabello por detrás de su oreja antes de ir por esa fresa que me llamaba a cerrar mis labios en torno a ella, tan cerca de los de Temperance. Mordí lo que mis dientes alcanzaron de la fruta, disfrutando la cercanía de mi amada sin consumar algún contacto más que el de mi mano detrás de su nuca.
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Mensaje por Temperance Brunswick Jue Oct 04, 2012 5:26 pm

Los dedos de la joven bailaban sobre las hojas, y la saliva con la que mojaba su dedo índice no se secaba cuando ya lo volvía a mojar para dar vuelta la hoja. Tenía esa manía de no dejar de leer hasta cuando algo realmente poderoso la alejaba del mundo de los libros y traía su consciencia al mundo real y material. Sus ojos abiertos, con las pupilas dilatadas como dos gemas de onix brillante, en donde las palabras se consumían cada vez que pasaba su vista por una de las palabras.

La puerta sonó, y ella ya volvía otra vez a echar una frutilla en los labios, presionado aquella roja fruta con sus labios dulces, imaginando con lujo de detalles cada escenario que el narrador se encargaba de describir de una manera excelsa, y plena para captar a las mentes que se han descubierto nuevas maneras maneras de sentir, los sentido que Aristóteles llamaba los sentidos del alma. Los pasos se iban acercando, y ella seguía con sus ojos pegados en el libro, pero ya sabía quien era, y sonrió mientras se despedía de los personajes, bajando el libro lentamente para recibir con la más brillantes de las sonrisas a su amado.

Vladimir apareció en el dintel de la puerta, alto y aun desgarbado, tal como lo amaba, pero eran rosas ahora lo que lo acompañaban y cubrían su rostro. Temperance no reparó en realidad en las rosas, sino en que no podía ver la cara de su amado, por eso mantuvo la fresa cerca de sus labios, como si el instante y ella, estuvieran expectantes y estático, hasta cuando el vampiro se mostrara. A tientas el vampiro se acercó a la cama, hasta sentarse en la cama y depositar en las manos de la joven el gran ramo de flores. Temperance en realidad no supo que decir, levantó un poco sus manos, y rozó con sus dedos los pétalos rojos de las flores, contendida y contemplativa, tal como si fuera un niño al que le han mostrado algo nuevo.

Levantó la mirada, brillante y media acuosa, la verdad era la primera vez en que le regalaban flores, y de ahí el no saber como actuar, si reír, emocionarse, lanzarse a sus brazos, o hacerlo todo a la vez. Su crianza recatada se colocaba en pugna ante sus deseos de desenfreno.

-mucho amor, pero me hacían compañía- exclamó rozando con sólo las yemas, una de las rosas -nunca... me habían regalado rosas...- se encogió de hombros, y lo miró de una manera cándida que impulsaba a abrazarla, pero aquellas ropas, aquella imagen de Venus, le daba aquel aire más pasional que lentamente se iba apoderando de aquella mujer que se mostraba día con día ante los ojos del vampiro.

Y cuando sonreía Vladirmir, Temperance amaba más, porque verlo tranquilo, en paz, pagaba todos los sufrimientos que ambos habían pasado, y todo aquel tiempo en que estuvieron separados, sin saber que se necesitaban mutuamente con desesperación sobrecogedora.

La fresa reposaba en sus labios, y Vladimir se fue acercando a los labios de Temperance, aquella cercanía hacía estremeserse a la chica, que sentí mil mariposas en su vientre. Bajo la mirada, apenada por sus propias reacciones , y cuando lo sentía ya tan cerca, acariciada por su masculina esencia, sólo cerró los ojos, y disfrutó de aquella provocación de tenerlo tan cerca, pero aún sin probar de sus labios. Temperance, soltó una risita nerviosa, y tomó otra fresa, Vladimir estaba en sus redes, atrapado por aquella mano que se colocaba en su hombro, sujetando sus ropas, sin ejercer fuerza

-las que tu me regales... serán mis preferidas, pueden ser azucenas un día, rosas al otro, jazmines y violetas... lo que me gusta son las flores que tú me quieras regalar - le susurró, zafándose de su agarre como una ninfa traviesa, y colocándose de rodillas en la cama, deslizando la fresa húmeda sobre los labios de él -pero más me gusta... esto...- se inclinó sobre él, y besó sus labios, sólo un roce, que se fue intensificando, aún sin tocarse ambos, sólo sus labios que danzaban a un son especial, juntándose para únicamente sentirse el uno al otro.
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Mensaje por Invitado Dom Oct 07, 2012 7:25 pm

Temperance reía, convirtiendo ese momento en el instante más valioso en el día. Como luna llena en la noche más oscura, el sonido que llegó a mis oídos estando tan cerca de ella me iluminó hasta el último rincón haciéndome verdaderamente dichoso. Era todo lo que deseaba, saber que se encontraba en una dulce calma y más si lo lograba al tenerla en mis brazos. Una risa ligera tenía tanto dominio sobre mí que apenas pude notar cuando atrapó uno de mis hombros, sin necesidad de aplicar fuerza porque ambos estábamos conscientes del grado de pertenencia que tenía sobre mí.

Ni siquiera el cesto de frutillas podían mitigar la delicada esencia de mi amada, ella era fresca como la brisa, su piel tersa tenía un perfume que desacreditaba un campo lleno de flores en plena primavera, estaba perdido en el mar de sensaciones que experimentaba tan próximo a su cuerpo inmaculado, era una experiencia superior a la que vivía al velar su sueño y teniéndola dormida bajo mi brazo, me encontraba extasiado porque era la primera vez que podía entregarme a ella sin preocuparme por lo que sucedía detrás de nuestros muros. Dije que sí sin hablar cuando escuché acerca de las flores que serían de su elección, dibujando mi respuesta en un ir y venir de arriba a abajo con la barbilla, atrapado de pronto por los movimientos que aquella fresa tenía en mis labios. Me estremecí con gusto, cerré los ojos sin ver venir -pero tal vez deseando- lo que aquella preciosa ninfa haría a continuación.

Me invadió con esa calidez que tanto amaba en ella por el hecho de recordarme la vida, sin embargo me estaría mintiendo si dijera que no se trataba de algún otro tipo de calor que si bien no podía expresarlo con mi temperatura corporal, quedaba de manifiesto al sujetarla con la fuerza que lo hice luego de sentirla contra sus labios, marcando cada centímetro con los suyos, esos labios de durazno que iban fundiéndose en mí.

-Temperance...-me separé un poco con su nombre en un susurro antes de buscarla de nuevo- Amor...-la admiré con esa expresión tan angelical que me conmovió, sus mejillas elevadas en tono por la situación y esa belleza incorrupta. Atrapé su labio inferior entre los dientes, era una necesidad que debía urgir antes que todo, no lo pensé, simplemente lo hice y con los ojos cerrados disfrute de tenerla así. - ¿Te molesta?-pregunté sin liberarla, sintiéndome torpe por ello pero no iba a liberarla de entre mis dientes aún, a menos que lo pidiera. Pasé un brazo por su espalda, bajando por cada vértebra como si fuese una escalera, la atraje a mí y ésta vez fueron mis labios los que mimaban el de ella.

Estaba nervioso, claro que sí pero también emocionado, decidido aunque a la vez temeroso por las reacciones de la doncella que temblaba levemente frente a mi. Deseaba estar con ella, hoy más que nunca. A decir verdad nunca lo había concebido por las circunstancias que hubo entre nosotros pero ahora era distinto... ahora podía asegurar que mi vida era ella y quería volver a experimentar el palpitar de un corazón dentro de mí.
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Mensaje por Temperance Brunswick Lun Oct 08, 2012 6:36 am

El beso se fue tiñendo de los colores una pasión que había sido largamente esperada y aguardada y comenzaba con Vladimir que en un acto ya fuera de su control, atrapaba entre sus dientes el carnoso labio inferior de la joven que aún sabia a fresas, tal como los labios de él. Sentiría un gemido y como el cuerpo de la joven se estremecía ante su ya menos casto beso. Los dedos helados el vampiro viajaban por su espalda, por cada vértebra hasta su cintura y la pegaba a él, sin mayor resistencia que el vaivén entrecortado de la respiración de la doncella.

Temperance movió sus brazos, y se colgó de su cabello, sus risos que se enredaban entre sus largos dedos, no jaló, sólo acariciaba su nuca, y se unía más a él en el beso que la dejaba sin aliento. No respondió nada a su pregunta, no era el momento para hablar, sino para dejar que su cuerpo hablara por ella. Movió sus torneadas piernas y rodeo la cintura del vampiro con ellas, atrapándolo y seduciendolo. Bajó un poco más, pero siguieron besándose, ahora más fogozamente, Temperance, lo abrazaba y recorría sus brazos hasta el borde del sueter negro que llevaba el que jaló hacia arriba para poder sacarlo, mirándolo con unos de asustada pero con la certeza de que era lo que deseaba.

-te amo... y sólo a ti... podré amar...- murmuró cuando sus boca se separaron y logró articular palabras que murieron en los labios del vampiro. Sonrió, y pegó su frente a la de él, tomando las manos de Vladimir, y colocándolas en el borde de su camiseta, él último bastión antes de su desnudez.

-yo... yo...- estaba nerviosa, pero realmente deseaba estar con él, estaba segura de lo que sentía y de cuanto lo amaba. Mordió su labio inferior, y la mano que sujetaba la muñeca de Vladimir tembló, mientras los ojos verdes de la chica e fijaban en él vampiro esperando su siguiente movimiento, ver si él también estaba preparado o no, o si deseaba otra cosa, ella sólo lo seguiría, todo podía seguir su curso natural, porque tanto les había costado estar juntos, que esperar un poco más, no era inconveniente.
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Mensaje por Invitado Jue Oct 11, 2012 4:33 pm

No hicieron falta palabras para obtener mi respuesta, de hecho su manera para replicar me había dejado impedido de decir cualquier otra cosa, estaba hipnotizado por el danzar que tenía su cuerpo, esos movimientos delicados que tenían gran peso y un gran efecto en mi estado ya bastante embriagado de ella. Sus manos se hundían en mi cabello, adueñándose de mi hasta en el mínimo detalle; al halar con premura, al enredarse en mí... era un ritual que ella parecía guiar y yo, con mis años de experiencia, me sentía tan vulnerable a su pasión femenina como nunca había visto.

Al sentirme despojado de mis prendas superiores me sentí ofuscado por los pasos agigantados que estábamos dando, me quedé inmóvil al recibir sus dulces declaraciones de amor que terminaban en un beso. Lentamente correspondí. todavía con la conciencia queriendo hacerme frenar aquello. ¿Por qué? No estaba seguro. Miedo, tal vez, de que era ella tan frágil, era tan pura y eso... eso simplemente me daba vueltas por la cabeza, entonces nos miramos fijamente cuando me invitó a descubrir el regalo de su cuerpo desnudo, esas miradas ardían pero reflejaban dudas que solo los amantes primerizos comparten ante una situación de tal magnitud. La sacudida que dio mi mano era el resultado del conflicto en el que me debatía, intentando acallar las reacciones de mi cuerpo ante tal mujer que era la misma que amaba sin medida, que adoraba al grado de no permitir que ningún tipo de corrupción llegase a tocarla. ¿Quién te ha dicho que hacer el amor es algo corrupto, vampiro estúpido? Me reprendí mientras sabía que eso era lo que queríamos. Ninguna de las relaciones pasadas en mi vida tenían comparación... pero no era yo un ser digno de ella, no tenía sus cualidades casi divinas sin embargo nos amábamos, con imperfecciones y defectos ante su majestuosidad.

Negué lentamente y solté el borde de su blusa, lentamente me acerqué a ella para tomarla por la nuca e irla recostando suavemente en la cama, colocándome encima sin dejar caer mi peso sobre ella, la besé largamente en los labios, acariciando sus mejillas, bajé los labios por su cuello y la sentí estremecer al contacto con el frío en ellos. Volví a mirarla a los ojos antes de seguir descendiendo, pasé apenas rozando el sitio donde se encuentra el corazón, por encima de la ropa notaba como los atributos de mi amada se tensaban por mi presencia, mordí mi labio ante tal reacción y supe que poco a poco perdía el miedo a desearla. Llegué a la altura de su vientre y con los dientes sujeté la blusa hasta descubrir su ombligo, sonreí al admirar la belleza de su piel blanquecina... quizá necesitada de color.

Alcancé con la mano más próxima del tazón de fresas una de ellas y la mordí para dejar expuesto su interior húmedo, la coloqué sobre la piel del vientre plano de Temperance y dibujé un rastro levemente rojizo, creando un contraste exquisito... Qué podía decir, vampiro a fin de cuentas, seducido por insinuación de sangre pero más que nada por la ilusión fabricada encima de la dueña de mis fantasías. Volví a la altura de su vientre y adherí mis labios a la porcelana que recubría su cuerpo entero, degustando de su propio sabor mezclado con el rastro de aquella frutilla, recorriendo lentamente el camino trazado para ser andado por una lengua ansiosa de llegar a mucho más. Iba subiendo intercalando besos discretos con el jugueteo de ese órgano impaciente por probar cada vez más. Me frené cuando llegué a la altura de sus pechos, aspirando el aroma que se intensificaba en esa zona, aún cubierta por la blusa. Levanté la mirada en busca de la suya para conocer si debía continuar... además que si cruzaba esa delgada línea lo inevitable iba a suceder.
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Mensaje por Temperance Brunswick Jue Oct 11, 2012 5:07 pm

Su cuerpo se había acoplado al del vampiro, sus caderas se rozaban a cada beso que se daban, intensificandose al paso de cada segundo en que sus pieles se juntaban y degustaban. Eran días en que se veían, se sentían en una intimidad que no dejaba de ser de admiración a tal grado que no lograban tocarse como hasta ese momento, pero ambos eran humanos, o por lo menos lo habían sido, y cuando el amor está presente en dos personas, son sus pieles las que claman por el roce del otro, la comunión de dos almas que se habían encontrado en el más difícil de los panoramas, haciendo que su amor surgiera incluso ante las adversidades que los acosaban.

Temperance se encogió de hombros cuando el vampiro la detuvo, pensó que no deseaba seguir, que la había rechazado, y era su cuerpo de mujer quien suplicaba por sentirse viva, junto al cuerpo del hombre al que amaba con devoción. Su mirada baja, ya sentía pudor de ver su torso desnudo y blanco como el marfil. No, era imposible seguir viéndolo sin sentir el pudor de su inexperiencia . Quizás a ese amor le faltaba carne y deseo. quizás... sólo debía retroceder para no acosar al hombre que aún la ponía en un pedestal.

Y así se sentía la joven, como si estuviera sobre un pedestal y una cúpula de cristal cayera sobre ella, en donde Vladimir la colocaba para protegerla de todos, de todo, y de él inclusive, pero Temperace ya era un ser presente, su alma, corazón y cuerpo, se habían alineado para sólo estar con quien la había alcanzado en medio de las estrellas y los mundos donde escapaba. Suspiró agitada, sintiendo calor en su interior, pero que podía controlar, siempre había logrado controlar lo que sentía.

Sin embargo todo iría cambiando, Vladimir la fue recostando en la cama, muy lentamente, su cabello quedaría desparramado en la calma, hebras oscuras perfumadas de fresas, y que el vampiro acariciaba con besos que aumentaban en la pasión. Sí, era carne y deseo lo que había entre los dos, cuando por fin sus almas y cuerpos se reconocían , y dejaban sus pilares y pudrideros para reunirse en el lecho que había sido testigo de su amor contemplativo y contenido.

Gimió en sus labios, un gemido ahogado, aún cargado del pudor que sentía ella ahora, al encontrarse de frente con lo que nadie había logrado despertar en ella, a pesar de que intentaron tocarla, intentaron forzarla a sentir, pero no, porque al amor no se le puede obligar, este fluye con fuerza cuando desea hacerlo, y ahora, entre ellos dos, Temperance lograba liberarse del último de sus grilletes; del sello que colocó en su cuerpo y femineidad para evitar que lograban poder sobre ella.

Gemía y más acelerada fue su respiración a medida que el vampiro descendía por su cuerpo pequeño y vibrante, sin dejar de acariciar sus cabellos, desordenándolos y alzando su torso cuando el llegó a su vientre y comenzó a jugar con su lengua y la fresa. Un sonrisa traviesa escapó de sus labios, y acarició sus mejillas, dejándolo subir cuando el vampiro descubría su piel. Era un cosquelleo, un temblor interno que hacía estremecer cada miembro de su pequeño cuerpo, que consciente de lo que deseaba, se dejaba consumir por la pasión que le susurraba al oído que moriría si dejaba de sentirlo, de besarlo.

Vladimir subió y se detuvo a medio camino, sus pezones florecían como pimpollos bajo la blusa que ya comenzaba a incomodar. Ahí, en ese instante decisivo entre los dos, sus miradas se fundieron en el fulgor del momento. Abrió sus labios rojísimos, sus mejillas bellas y sonrojadas; pero no dijo nada, las palabras no era necesarias, sólo los actos, los hechos, y ella era sólo bailaba al son de sus deseos y los labios de Vladimir.

Rozó con su pulgar el labio inferior del vampiro, que a pesar de su condición, estaban cálidos. Era su alma de la que ahora emanaba aquel fuego. Lo sujetó con fuerza por la nuca y lo jaló hacia ella con la certeza de lo que deseaba hacer. Besarlo... besarlo... besarlo...

Y así fue, lo besó con pasión, sus manos ahora tocaban sus hombros marcados, los músculos cincelados que delineo con sus dedos que comenzaban a tener mayor confianza. Lo rodeo con sus piernas, su muslo ahora se juntaba con el costado del vampiro. Sus manos bailaban por su espalda, recorriéndola, y buscando, ahora sedienta, los labios del vampiro. Susurró ahogada un te amo en los oídos del vampiro antes de besar su cuello y buscar mimar sus hombros con sus labios.

- deseo... ser tuya... y fue lo que dijo al final, antes de volver a sus labios, para dar rienda suelta a las inconmensurables ganas que tenía de sólo ser de él.

Se besaron apasionadamente, no hubo lugar para las dudas mientras por fin consumaban el amor que tanto los llenaba y las deba vida. Temperance fue de él y Vladimir de ella, y se juraron amor eterno mientras sus cuerpo se unían. Temperance, dormiría sobre el desnudo pecho del vampiro, abrazada al amor de su vida.
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