Un angel? no, es un vampiro(vladimir)

Los lunes no se abría el bar, no porque no hubiera quiénes comienzan la semana gastando sumas casi ridículas por un trago, claro que había alcohólicos enfundados en un fino traje sastre con la billetera destinada a vaciarse en mi establecimiento pero darle algo de restricción con un día cerrado a la semana sólo hacía elevar la demanda y prestigio del "Helldone", mañana seguramente estaría a desbordar de criaturas de todo tipo con un buen nivel económico. El bar estaba solo ahora, las sillas sobre las mesas, la barra impecable, los vasos vacíos y en silencio. Yo vivía en la parte de atrás, dormía durante las primeras horas de este lunes que sabía como todos los lunes a monotonía, nadie quiere hacer nada al saber que por lo regular hay que laborar desde muy temprano. Para seres como yo hoy tenía el mismo sabor agridulce de los días: eternidad y la búsqueda de algo con qué hacer honor a la inmortalidad.

Me vestí como de costumbre, colores oscuros en el pantalón de vestir y la camisa planchada con pulcritud. El cabello lo llevaba normalmente largo, arreglado pero sin abusar de la goma para peinar. Luego de un día lleno de lo mismo, poesía, alcohol y humo de tabaco salí a dar un paseo bajo la lluvia. Ni el invierno tan crudo que sólo Nueva York podía ofrecer podía hacer competencia con las temperaturas bajas en mi mortecina piel, la lluvia no me turbaba en lo absoluto. En la calle me saludaron algunas personas y devolví el gesto, unos eran como yo, otros eran hombres y mujeres normales. No había distinción, se movían con el pasar del tiempo y no eran relevantes en mi vida.

Mis pies me guiaron inconscientemente a un templo, la iglesia de San Patricio me invitaba a pasar y no me pude negar a los principios que seguían tan presentes en gran parte de mi manera de ser. Otros vampiros ya habían hecho burla de mi cercanía a Dios, de la manera en que acogía todavía los símbolos religiosos, poco me afectaban sus palabras, así de poco como me afectaba ver una imagen religiosa. Compré al pasar un rosario de cristal para apoyar en los gastos del templo, llevándolo conmigo hasta el interior donde el silencio se imponía aún con la lluvia de afuera. Avancé por el pasillo tratando de hacer el menor ruido posible.

Una joven me hizo frente sin haberla notado hasta que clavó sus impresionantes ojos azules en mí, la miré con un gesto confuso e intentando comprender por qué me estiraba aquella prenda suya. La acepté con una sonrisa de medio lado y la escuché decir que se preocupaba por el estado en que las lágrimas del cielo me habían dejado. Tomé su mano cuando terminó de hablar y parecía querer alejarse, le obsequié un beso en el dorso, mirándola serenamente.

-Muchas gracias, doncella encantadora.- dije con voz grave, más profunda de lo normal por el esfuerzo de mantenerla en un susurro en consideración al lugar y por rodearme al cuello la bufanda con aroma dulzón, lleno de feminidad.- Es usted muy brillante tanto por su inteligencia como por la luz que irradia. Llamarme ángel ha sido lo más halagador que alguien me ha dicho pero lamento decepcionarla, bella dama. Acertó con su primera suposición.

Tomé el mentón de la hermosa mujer de facciones rozando en la divinidad y susurré a su oreja.

-No me tema, alguna vez fui un hombre de Dios y creo que soy yo quien está en presencia de un verdadero ángel, ¿sería mucho atrevimiento preguntar por su nombre?

La escuché con atención, enternecido por sus gestos que hacían más que evidente su alma de niña: inocente, llena de curiosidad por el mundo, por la vida e incluso la muerte. Sonreí un poco más marcado cuando agachó el rostro y la vi sonrojarse, aunque ella no lo creyera de si misma para mí era un ser de luz que el mundo no merecía pero estaba aquí como una chispa de esperanza, de confianza en las buenas intenciones, los corazones sinceros y demás virtudes que lograban un equilibrio entre tanta maldad en el mundo y sobretodo en New York.

-Odisea... su madre no pudo haber escogido un mejor nombre para usted.- presioné un poco con mi mano la suya que apenas hacía contacto en mi mejilla y la mantuve ahí cerca, atrapada en la frialdad de mi piel.- Tengo el presentimiento de que es precisamente eso lo que le espera a todo el que tiene el gusto de conocerla. Mi nombre es Vladimir, Vladimir von Dunkel y espero que me crea cuando le digo que tiene tantos dones que no puedo enunciarlos todos en un mismo momento.- solté su mano que seguía en contacto con mi rostro y la tomé entre las mías.- Espero que no se ofenda pero me gustaría hacerle compañía.- me senté junto a ella,sin soltarla y le dediqué una sonrisa por lo que dijo de mi cabello.- A usted le quedan bien esas mejillas sonrosadas, .- me atreví nuevamente a besar su mano antes de soltarla.

-Conozco de ángeles, señorita Stain y si usted no es uno de ellos, entonces no existen. Conozco de Dios y aunque tengo cierto resentimiento con él sé que todos tienen derecho a la santidad sin embargo he dejado de aspirar a ello. Verá, si me permite contarle un poco sobre mí, yo fui sacerdote antes de ser el demonio que soy ahora y no me siento precisamente digno de la gracia nuevamente pero nunca me he alejado, tenemos una relación en la que trato de comprender sus motivos. Llevo más de cien años con vida y no los entiendo.

Me dí cuenta de que podía estarla aburriendo con tanta palabrería, cosa que me hizo negar mientras sonreía con tristeza. Solté su mano y sujeté con más fuerza el rosario que acababa de comprar, elevando la vista hacia el altar.

-Odisea.- dije en un susurro.- ¿qué ve en mí? No soy un ángel, linda, sin tapujos he de confesarte que he llegado muy bajo dominado por ésta naturaleza, he matado y roto más mandamientos de los que están por escrito. No lo digo para que me tema, sería lo menos que deseo, sino para que decida si puede seguir sentada a mi lado o prefiere marcharse.

Podía irse o quedarse y conservaría esa imagen de infinita bondad, seguiría siendo para mí la persona más dulce que pude haber conocido pero no podía retenerla teniendo una idea de algo que no era yo.

Escuché como sus palabras fluían con la ingenuidad de un ser libre de pecado; Odisea debía ser la persona más vulnerable a los peligros que el mundo ofrecía, no parecía estar envuelta en algo tan truculento como la señorita Brunswick, no, la joven de los ojos de mar reflejaba una sonrisa sincera, tenía la mirada llena de ilusión y eso quería decir que mantenía la fe en que todo podía mejorar empero era comprensible que encontrara la situación del mundo deprimente y su temple no le permitía dejar que pasara sin preguntarse por qué todo aquello sucedía. Era una flor que podían deshojar con facilidad porque no tenía espina alguna y eso me preocupaba. No quería que alguien se aprovechara de su buen corazón, nadie merecía estar tan cerca de ella como ahora yo lo estaba y efectivamente estaba considerando que ni siquiera yo era acreedor de ese lugar.

Afortunadamente o quizá el futuro diría después que era un infortunio, percibía cierto grado de cariño de ella hacia mí, no iba a negar que era fácil quererla también pero tampoco lo diría, esas confesiones tienen dos filos y no me perdonaría el herirla, simplemente sonreía por sus dulces afirmaciones o preguntas, era increíble que de verdad lograra sentirse bien en mi compañía.

-Desconozco el efecto que tengo en las personas, estoy bien siempre y cuando no lastime a nadie.

Cuando habló acerca de Dios quedé estupefacto; cuánta sabiduría emergía de sus preciosos y rosados labios, en verdad comprendía el misterio que tanto tiempo y esfuerzo costaba a los hombres para darle su lugar a ese ser divino, yo mismo en mi preparación como presbítero tomé años de filosofía y teología para llegar a esa verdad que ahora ella enunciaba con una credibilidad asombrosa, no podía más que admirarla por su cordura, porque decía exactamente lo que necesitaba escuchar para no seguir enemistado con el creador, quizá no iba a dejar de sentir algo de resentimiento pero era sorprendente saber que lo que creía perdido seguía por ahí y Odisea me regresaba un poco.

-Tiene toda la razón, si tuviera todavía la capacidad de que mi corazón se exaltara probablemente estaría desbocado en éste instante. Ha dicho algo de lo más profundo en cuanto al misterio de Dios, creo que usted ya no lo cuestiona porque ha comprendido que es incompresible y eso es señal de que ha trascendido, señorita. La admiro, la admiro de verdad.

Negué con la cabeza cuando mencionó que era algo “rara”, no me lo parecía, algo diferente, algo especial, eso sí era pero no “extraña”. Fascinante sería una mejor palabra para describirla. Asentí a sus conocimientos sobre los brujos, no tenía mucho que decir al respecto, simplemente seguí sus palabras porque escucharla se había vuelto sublime, encima de todo ella parecía ser tolerante con los de mi especie porque se dirigía a nuestra naturaleza como algo que no estaba maldito, encontrando similitud en nuestros arrebatos con los humanos. No hacía una distinción, no les temía y eso podía ser tanto bueno como malo para ella.

Me llevó al altar después de esas bellas palabras refiriéndose a mí, no le importaba que hubiese matado, que bebiera de alguien más y se empeñaba a decir que no era el demonio que yo mismo me creía. Debajo del ángel con que tuvo la bondad de compararme colocó una ofrenda para mí, seguía cada uno de sus actos en silencio, halagado, impresionado y cuestionándome por qué alguien habría de tratarme tan bien. Una vela no era lo que me protegería eran sus buenos deseos, sus intenciones llenas de paz y su esencia llena de pureza. Noté el apretón que hizo bastante notorio hacia el sacerdote que me veía con un poco de desconfianza: me estaba defendiendo y eso era totalmente inusitado. Quedé mudo por ello y tuve algo de dificultad en volver a hablar, antes tenía que sacudir mis pensamientos, me abrumaba a mí mismo con preguntas innecesarias y ahora debía contestar las suyas que al notar por dónde iba su curiosidad me sentí algo alarmado. Sujeté su mano con fuerza, hice la señal de la cruz frente al altar y la llevé por el pasillo nuevamente a ocupar una de las bancas, estando ahí tomé su rostro con ambas manos y le dí un beso en la coronilla, prolongando mi estancia en ese sitio con los ojos cerrados. Era mi manera de agradecerle tanto cariño.

-Es usted maravillosa.-me aparté para comenzar a explicarle.- En vida respeté mucho las normas de mi preparación y ordenamiento sacerdotal, no tuve a nadie por aquellos años, ninguna mujer ocupó mi mente o corazón. Antes de aceptar el celibato tampoco consideré un futuro… amoroso. Crecí en un hogar sin amor, no tenía el ejemplo de una pareja convencional y desde niño me aparté de las personas. Sabía que no quería tener hijos porque dudaba de ser un buen padre de familia con todo lo que me pesaba el hogar que tuve así que ser sacerdote me llenó muchos vacíos emocionales y existenciales.- Hice una pausa.- Cuando pasó esto, convertirme en lo que ahora ve frente a sus ojos, todavía continué varios años, décadas o quizá más bajo esa creencia, tenía la misma ideología de un sacerdote sólo que ya no lo era pero…-sonreí con algo de pena y no pude sostener la mirada de esos orbes infinitos.- No quiero que se decepcione de mí ya que tantos años, más de un siglo que es lo que he vivido me llevaron a pasar por los brazos de mujeres que fueron quitándome poco a poco algunas virtudes, no puedo decir que me enamoré, eso es lo más crudo pues así como llegaban a mí así se iban. Hasta que conocí a Dana. –Tragué saliva y dudé un poco en continuar porque Dana era algo bastante reciente, lo encontraba como un insulto a lo que fuimos.- Ella me quería y creo que también la quise, era la mezcla perfecta entre intelecto, humor y dulzura, sin mencionar lo bella que era y digo que Era porque dejó todo lo que me gustaba en ella cuando comenzó a amarme por ser un vampiro y no por ser yo. Eso fue doloroso, eso fue el fin pese a que estuvimos cerca de un año juntos, hace algunos días le dije adiós. Ni antes ni después de ella ha habido alguien más, señorita Odisea. Nadie.

Tenía ligeras sospechas del por qué su mirada se había vuelto más expresiva cuando le hablé de Dana, notaba que a través de aquellas ventanas directas al alma se debatía en una serie de pensamientos y sentimientos que no me diría de buenas a primeras, era algo privado, algo delicado sin embargo me atrevía a suponer que algo de eso me confería. No dije nada, tampoco dejé que mi instinto me controlara para huir como siempre lo hacía de las personas buenas por miedo a herirlas, ella misma había dicho que yo era alguien que prefería sufrir a hacer daño y era verdad porque ahora mismo sentía el impulso de despedirme para evitar romper algo en Odisea pero no lo haría, permanecería a su lado porque develaba partes de mí que nadie me había hecho ver aunque creía que en ocasiones estaba siendo algo deslumbrada por idealizaciones en las que me ubicaba casi como un ente celestial toda la sinceridad con la que hablaba no me dejaba dudar de ella y sus aseveraciones hacia mí.

Las relaciones carnales eran materia de adultos, decían, pero yo me sentía un poco apabullado con el tema y más en frente de una dulce mujer quien me hablaba de la esencia del contacto íntimo como un momento de comunión, de comprensión y le quitaba todo rastro de morbo. Sonreí todavía apenado no era algo que ella quisiera saber de mí pero era algo que yo quería compartirle. En verdad me gustaría pasar horas y horas hablando con ella porque era alguien que se encargaba de desnudar la verdad con tanta facilidad que seguramente descubriría gran parte de mí que sólo un ángel puede ver. Sólo ella.

Era una pena escuchar el infortunio que tuvo que afrontar al ver a su madre volverse adicta a los vampiros, quedé asombrado de que después de eso no me odiara por ser de la misma naturaleza de quien sucumbió a su madre, Dana estaba a punto de hundirse en lo mismo y me había dolido que me pidiese de mi propia sangre pero era más difícil aceptar que seguramente la iba a conseguir de alguien más. Noté las manos de Odisea algo inquietas y su voz a punto de quebrarse, estaba siendo fuerte para evitar que las lágrimas comenzaran a correr por sus mejillas rosadas.

-Eso es algo que yo tampoco comprendo, creo firmemente que los humanos son mejores que nosotros en muchos aspectos, no deberían destruirse por un vampiro y lamento mucho lo que le ocurrió a tu madre y te agradezco que no perdieras la luz con tal incidente.-la abracé rodeándola con un brazo con aire protector.- Gracias por no temerme, no defraudaré su confianza.

Su sonrisa me hizo ver que el trago amargo había pasado de momento, tal vez después le preguntaría más sobre ello pero aquí no era quizá el mejor lugar. Me separé del abrazo un tanto sorprendido pero divertido, me hizo gracia su visión joven de mí e incluso la manera en que apostaba sobre las jóvenes que asistían a la iglesia. Ciertamente se acercaban a mí pero nunca expresaban otras intenciones o al menos eso creía yo.

-Oh, no, no sé realmente si las feligreses me veían con otros ojos, espero que no, imagino que es algún tipo de pecado de haberlo hecho.-palmeé el dorso de su mano invitándola a ponernos en pie, pensativo con lo que dijo sobre Dana negué un par de veces.-No quiero que vuelva. La eché para siempre, de haberla amado no me hubiera importado tenerla a mi lado y luchar por ella. No la amaba.-aseguré con un dejo de frialdad.-Ni ella a mí, al final fue porque era un vampiro, puedes no creerlo pero es verdad. No vale la pena.- me encogí de hombros y avanzamos a la salida, dediqué las Buenas Noches al párroco y dejé una importante ofrenda monetaria en el contenedor para la colecta. Salimos y el frío apremiaba un poco más por la lluvia que había dejado de caer.

Ella ya estaba hablando de despedida y yo creí que apenas comenzaba, después de todo era humana y la noche tenía otro significado. Escuché sus palabras y la frené alzando una mano.

-No tenemos que decirnos adiós todavía.-recibí su beso en la mejilla y la noté evidentemente apenada por ello.- No se preocupe, no me molestó el beso pero deberá disculparme, toma bastante tiempo para que yo me atreva a regresar el gesto.-le confesé. – ¿Me aceptaría ir por un trago? La invitaría a algún lugar más juvenil pero he de admitir que no soporto mucho ruido ni mucha gente, ¿qué dice Odisea?

Al verla mejor sentí una especie de déja vu lo cual no era curioso pues tantos años de vida te hacen inevitablemente recordar eventos que al cruzarse por primera vez en el camino pasaron desapercibidos. Frunci el ceño tratando de recordar algún encuentro esporádico con ella o la imagen de alguien que me llevara a la confusión. Como un resplandor llegó a mí el día del anticuario, la muñeca de alas rotas y la chica de cabello dorado.

-Es usted.- susurré.- La chica que quería el ángel del ala rota.- dije un poco emocionado y asombrado por las casualidades.- ¿Recuerda? En la tienda de antigüedades, le juro que pretendía comprarla para buscar a la bella dama que la dejó con una mirada tan triste en el rostro y ahora la tengo de frente. Vaya, el destino siempre sabe lo que hace.

Me provocó una gran alegría que aceptara aquella invitación, me sentía un poco culpable por sugerirle ir por un trago por su condición inmaculada a mis ojos pero si la trataba como si fuese de cristal, sobreprotegiéndola como me inspiraba a hacerlo, seguramente le molestaría no dejarla valerse por si misma. El que transmitiera toda esa paz con una sonrisa o con una mirada sin más era simplemente muestra de lo fuerte que era, de la tenacidad con la que se enfrentaba a la vida aun habiendo pasado tragos amargos. No era yo nadie para decir que necesitaba de mi protección pero quería hacerlo y quizá yo necesitaba de la suya también. Si me acogía la calidez de su espíritu incluso podía sentirme cómodo y no sólo eso, sino hasta feliz como cuando se disculpaba por las palabras que fluían con una rapidez increíble de sus lindos labios, cuando incluso en situaciones complicadas como hablar de Dios o hablar del amor salía airosa y hasta me dejaba pensando, reflexionando en un punto de vista que no había considerado.

Descubrí que había tenido pareja anteriormente pero no por ello le quite ese velo de pureza con el que la seguía viendo y no refiriéndome a pureza física sino más bien algo espiritual, un alma sin corromper, hubiese sido raro que no se enamorara anteriormente y por eso en temas de amor hablaba con tanta seguridad, sabía lo que quería de esa experiencia, no era para nada banal o superficial y añadía un elemento más a las cosas que comenzaban a encantarme de ella. Odisea no tenía ni una pizca de maldad, le deseaba lo mejor a Dana aun con el antecedente de lo que le ocurrió a su mamá y era admirable. Invitarla a beber un poco no disminuiría sus virtudes, quizá ella acrecentaría las mías. Ella era especial, sin duda.

-No puedo creer que tardara en reconocerla puedo excusarme con que ese día estaba un poco distraído con el ataque que le dio a mi compañera. Padece epilepsia, ¿sabe? No importa cuántas veces pasen siempre me preocupa su estado luego de que sufre uno de ésos. Es una...amiga bastante cercana.-le dije.- Me da gusto que su amigo le entregara la muñeca, con gusto le ayudaría a reparar su ala rota, nadie merece ser incapacitado de volar, estoy seguro que ella le agradece mucho por verla perfecta aunque no lo sea y no es la única yo también le doy las gracias.

Sentado a su lado en esa banca mientras hablaba un poco más de su vida personal me embargó una pena tremenda por aquella pregunta, sentí que me tomaba de la mano y en ese roce me cayó todo el peso de lo que acababa de plantear pero con su rostro: ¿Qué tal si algo le sucediera a ella? Seguramente su recuerdo iría conmigo toda la vida eterna y no era justo ser privado de su compañía. Un nudo se formó en mi garganta.

-Cierto, es lo más difícil pero me imagino que lo es aunque no vivas por siempre, una despedida duele en el momento que alguien parte y nunca duele más que en ese momento, lo que viene después es una autoflagelación emocional, llenarse de recuerdos que te amargan la vida.-la miré fijamente.- ¿Odisea su padre sigue con vida? ¿Qué otros familiares tiene? .- me interesé por saber.

Nos pusimos de pie cuando la nieve comenzaba a caer, dejé que me sacudiera el cabello y yo hice lo mismo con unos copos que se acomodaron en sus hombros, ajusté la bufanda que me había dado para seguir andando en dirección al bar. La miré de reojo y luego volví todo el rostro.

-Es usted hermosa también, Odisea, demasiado tanto en cuerpo como en alma. ¿Le importaría si vamos a mi bar? Soy dueño de uno desde que vivo en Nueva York, sólo que hoy está cerrado para el público así que está solo pero es el lugar donde me siento más tranquilo, sucede que vivo ahí.- sonreí.- Sin embargo podemos ir a algún café o lo que le parezca mejor si es que no quiere estar a solas conmigo. Lo entiendo.

Decir que se encontraban en mí vestigios de humanidad era algo que me podía hacer sentir tranquilo conmigo y a la vez un tanto confundido, no sabía hasta qué punto un vampiro tiene que dejar atrás lo que fue para comenzar a ser alguien nuevo y asi volver a nacer a la sombra de la muerte. Sin embargo existían pequeños detalles que tardaban en extinguirse, quizá era que simplemente no quería deshacerme de ellos porque en verdad no eran pequeños, eran capaces de atar toda una vida por una migaja de paz.

Lo que Temperance provocaba en mí era difícil de explicar, le había dicho a Odisea que era una amiga cercana, lo de cercana fue verdad pero dudaba de que se tratara de una amistad, hacía mucho tiempo que ese sentimiento se me impidió al igual que los demás que caracterizan a los hombres. Interés era una manera muy cruda de decirlo, atracción era simplemente imposible y para evitar pensar mucho en ello porque no era ni el momento ni el lugar sonreí en respuesta a sus afirmaciones sobre mi compañía con la vasalla del Príncipe. Tal vez a Temperance le había llegado a irritar mi preocupación por su vida, por sus problemas al igual que muchos otros caballeros de blanca armadura que morirían por los mismos ideales que yo perseguía pero no quise contrariar a Odisea y al hacerlo tampoco quería imaginar la posibilidad de que debía de alejarme del frágil pajarillo encerrado en una jaula custodiada por cuervos.

El camino hacia el bar fue muy ameno, escucharla resultaba encantador porque siempre tenía algo interesante que decir, yo prefería el silencio de mi parte pero prestaba total atención a su charla en relación a sus raíces irlandesas, la desventura del deceso de su padre y las prácticas peculiares de una tía llamada Sarah que me arrancaron una sonrisa irónica, brujas y magia, no era tan descabellado creer en ello porque hasta hace algunos años los vampiros también eran parte de relatos para antes de dormir y éramos tan reales como el suelo que íbamos pisando cada vez más cerca de mi establecimiento nocturno.

-Nunca se sabe en qué momento la realidad extiende sus horizontes y quién sabe tal vez en un futuro no muy lejano los unicornios decidan acercarse a nosotros. Le prometo que si eso sucede la llevaré a conocer uno.-volteé a verla de reojo.- Ya llegamos.

Frente a nosotros se alzaba el bar que en verdad no era muy impresionante por fuera.




Saqué un llavero del interior de mi gabardina para girar todos los cerrojos con los que intentaba asegurar tanto el negocio como mi modesto hogar detrás del almacén. Invité a pasar a mi dulce compañera y volví a cerrar la puerta. Al encender la luz de un tono siempre azulado la dejé ver el interior del lugar.





La llevé a una habitación exclusiva que había sido usada por muy pocos clientes, más que nada vampiros, porque el servicio era incluso mejor que en el resto del bar y el ambiente mucho más privado. No se mezclaba a varios clientes, si uno sólo lo solicitaba se le reservaba la sala completa. Le indiqué que podía sentarse en las sillas de la barra mientras iba detrás de la misma para buscar en el congelador las bebidas que empleábamos para preparar coctéles. Saqué varios vasos de cristal -en esa sala sólo se usaban cubiertos nuevos- y los fui llenando con variedad de bebidas sin alcohol.


-Hay jugo de arándanos, jugo de naranja, jugo de piña, jugo de mango, agua mineral, limonada,- señalé cada uno de los vasos que llené hasta la mitad de dichas infusiones.- Puede tomar lo que guste.

Halagado por sus palabras sentí algo parecido a un bochorno, quizá en vida me pude haber sonrojado por más ridículo que pareciera en un hombre pero es que no era para nada usual que una chica tan dulce, bella y amable profiriera tantos cumplidos a un simple caballero. No estaba acostumbrado a dicho trato, no me sentía incómodo pero el efecto me hacía sonreír levemente. Me causó intriga que se dispusiera a pedirme algo, apoyé los brazos en la barra y seguí los movimientos de sus labios al hablar.

-Adelante, pida lo que quiera.- al enterarme por fin de lo que la perturbaba de cierta manera me tomó por sorpresa su intención pueril, solté una risa nerviosa, una risa sin malas intenciones, una risa que me hacía sentir algunas décadas más joven y creo que incluso le quitó algo de solemnidad a mi rostro que en ocasiones tenía la expresión inmutable de un hombre viejo pero Odisea hizo que me sintiera como un muchacho nuevamente. Tomé sus mejillas con mis manos frías, la atraje para verla directo a esos ojos hermosos y profundos.- No me rio de lo que dijiste,me rio porque me impresionaste.- me di cuenta que le comencé a hablar sin formalidades, seguramente estragos de la chispa de jovialidad que esa risa sincera me llenó, no le di importancia, tal vez cuando pasara el episodio repararía mi manera de dirigirme a ella.- Dije que podías tomar lo que quisieras y eso incluye mi mejilla, no te preocupes, no me molesta.

Se fue borrando la sonrisa de mi rostro cuando la distancia desaparecía entre sus tembloros labios en dirección a mi mejilla. Admiraba con encanto los efectos que tenía Odisea conmigo, me hacía sentirme curioso, expectante y me enternecía la inocencia de sus acciones tan dulces como su mirada, esa mirada llena de amor a la vida, de dulzura en la cual podría tomarme el lujo de perderme. Perderme sin culpa, hundirme sin angustia pues no estaba prohibido admirar la belleza y experimentar paz. Qué diferente era de cuando veía la tristeza en los ojos de la vasalla del Príncipe cuando se me oprimía el pecho y desaparecía rastro alguno de esperanza sólo con la preocupación por su bienestar.

La calidez en sus labios me provocó cerrar los ojos, cada segundo que se encontraba prendida de mi piel era como una revelación, como si se me iluminara algo dentro de la mente; era la luz natural de la presencia de Odisea que inundaba la oscuridad acumulada en mi interior. Irradiaba vida, irradiaba todo lo bueno y estaba en un momento de comunión con su contraparte, el opuesto directo de su naturaleza benevolente, de su pureza e integridad. Mi inocente compañera, mi invitada de honor, la bella joven que con ese contacto ingenuo había dado inicio a la certera odisea que sería intentar andar tras sus pasos.

Su abrazo no me lo esperaba y por desgracia fue tan corto que no pude estrecharla con la fuerza que ardía dentro de mí. Desconcertado porque se alejó casi al instante le dediqué una mirada de confusión. No me había incomodado,al contrario, me había llenado de dicha pero estaba marcando una barrera que no iba a traspasar por respeto aunque lo quisiera. Respecto a la lluvia azul asentí mientras daba un trago largo de whiskey, recobrando la calma que su lejanía había perturbado.

-Para serte sincero me siento bastante bien ahora y aunque siempre he estado bajo la luz azul ahora en verdad parece una lluvia sanadora pero sólo porque tú lo has hecho posible.- le sonreí con algo de timidez.- Y sí, te estoy hablando de tú.- admití y decidí dejar la formalidad con la que trataba a los demás para hablarle de cierta manera especialmente.- Ha sido infinitamente grato conocerte, no quiero perderte de vista fácilmente. Sabes dónde encontrarme pero no sé si me permitas buscarte.-fui al otro lado de la barra- Podremos vernos cada que quieras, me gusta mucho hablar contigo, eres muy inteligente pero tienes una fe que nisiquiera en mis tiempos de sacerdote pude alcanzar.

Sin embargo mis palabras no eran suficientes, Odisea se estaba proponiendo marchar, el semblante en su rostro cambió, parecía triste aunque sonreía con amargura. ¿Qué estaba pasando por su mente? Aún me encontraba bajo el hechizo de sus labios contra mi piel ausente de calor. La voz se me atoró en la garganta, no podía sacar ese grito que pedía, lo hubiera hecho de no ser porque intentaba comprender sus motivos, dar con el problema ¿qué había hecho mal? ¿acaso la ofendí? Hablaba de luciérnagas y estrellas polares pero yo sólo veía a una chica que remembraba la grandeza del ser humano como criatura perfecta de la creación, veía que ella era más brillante que cualquier estrella y como era de esperarse la oscuridad, la sombra que era yo no podía existir en su presencia. Sí, seguramente era eso y naturalmente se alejaba.

-Espera Odisea.-la alcancé en la puerta con un embrollo en la cabeza pero afortunadamente podía dirigir mis pasos hasta llegar a ella y tomarle el brazo.- Lo lamento, no sé qué fue lo que hice pero de verdad me complace tu compañía.- La abracé de un rápido movimiento aunque algo torpe, midiendo cuánta fuerza podía emplear.- No soy ninguna estrella polar, sólo soy un vampiro, soy Vladimir y no hay nada de especial en ello, sólo tú eres la que brilla Odisea.- me aparté un poco aunque no del todo.- Discúlpame, no quisiera retenerte si no lo deseas, además la noche está ya muy entrada. Podría ir contigo a tu casa o tú dime qué podemos hacer...