Veredict (parte 1, Everett)

Pietyr observó la gran rabia del Príncipe. Cuando éste se le avalanzó, él no hizo ningún esfuerzo por detenerlo. Sus palabras habrían sido como un lacerante cuchillo y estaba en todo su derecho de estar enojado. No hizo gesto por el dolor, ni por los guardias ni nada.

Así como Everett Goodweather absorbió todo aquello que él le había confesado, así también Pietyr escucharía paciéntemente al vampiro regente.

Ese era un momento decisivo, y él lo sabía. Cuando Everett hubo terminado, él se puso de pié al instante. Si había alguien que entendiera la violencia era Pietyr, y en ese momento tan importante, Everett Goodweather debía entender que no estaba tratando asuntos con un sujeto de su "corte" ni con un neófito insolente.

Ambos eran Señores de la Noche. Era tiempo que actuaran como tales:

- Disculpas Príncipe... pero creo que hablamos en términos diferentes (Pietyr lanzaba su mirada hacia Everett tan fírmemente como el regente hacía con él, la misma furia reprimida detrás de sus ojos, la misma paciencia, el mismo semblante). Yo no temo por mí, así que ¡escúcheme! ¡y hágalo bien! pues no habrá oportunidad de repetirme...

Su voz era tan fría como la de él hace unos momentos. Aún seguía hablándole de Usted, y sin ningún rastro ni de sarcasmo, ofensa ni burla.

- Mis palabras no están sujetas a discusión, ni mi vida... o muerte sujetas a condiciones. ¿Habría venido a confesarle todo eso si temiera por mi suerte? ¿Acaso no he sido yo quien ha venido hacia Usted, a pesar del obvio peligro que conlleva hacerlo? No, mi Príncipe. Mis actos no se venden. Me niego a crear las herramientas de nuestro fin. Los fuegos azules son peligrosos.

Había mucho que aclarar, de frente. Y sin embargo, la amenaza de Everett de "sentenciarlo" había activado un viejo mecanismo en él, uno al cuál estaba siempre atado, ya fuese por voluntad, gusto o destino: Honor Marcial.

- Si mis palabras lo decepcionan, podemos batirnos en duelo. Si lanza un desafío con gusto lo contestaré, cuando sea y donde sea... incluso ahora... (su mirada mostraba esa misma furia de guerrero, sin aminorarse por las promesas de muerte y condena... pero debía continuar, pues no era todo lo que había por decir). Y antes que su sed de sangre le arrebate la razón, considere esto: la misma Temperance Brunswick me advirtió de los peligros de interactuar con los espíritus de los Muertos sin el debido cuidado. ¿Cómo espera poder controlar el incontenible poder de los demonios?

Pietyr estaba en guardia. No se notaba pues no se había movido desde que se levantara. Todo su cuerpo estaba listo para un enorme y glorioso baño de sangre. Muerte y Honor. Sólo una leve brisa fría movía sus ropas, rasgadas y dañadas gracias a la explosión, y gracias a eso, un pequeño "folder" se escurría de su largo abrigo. Era un sobre sellado con un documento dentro. Casi se había olvidado de eso, pues era un informe que había preparado las noches anteriores. Dentro, habían algunos detalles que él había considerado prudente recopilar y anotar, acerca del gran incidente del Winter Festival. Pietyr lo dejó sobre una pequeña mesa, pero no hizo mención de ello, no era el momento aún:

- Estoy resuelto (añadió). Ni Mammon, ni los fuegos que él comanda serán liberados por mi mano. No hay nada que pueda hacer para convencerme de lo contrario, ni amenazas, ni promesas. Yo también soy un Señor de la Noche y he cumplido con el deber de informarle de mis hazañas. Otros inmortales no tendrán la misma consideración, ni las mismas intenciones... y los hay, estoy seguro.

El momento había llegado. Era un movimiento atrevido cuestionar al Príncipe y contrariar sus órdenes. Sabía lo difícil, sino imposible que sería salir de esa habitación con "vida". Sabía que tendría que conjurar todas las fuerzas que poseía, tanto materiales como espectrales para luchar contra sus hermanos. Sabía que sus espadas estaban confiscadas lejos de él, y que sus manos serían sus únicas armas. Sabía que muchos de los reclutas no estaban preparados para enfrentarlo, y otros sí eran dignos adversarios, empezando por el poderoso vampiro frente a él.

Y aún así, Pietyr von Abel no se retractaba. Ya sólo faltaba decir:

- Haga, entonces, lo que deba. Si he de morir por mis responsabilidades, que así sea...