Everett Ephraim Goodweather

Everett nació en un aislado y apartado pueblo de Maine llamado Saint Andrews. Era el hijo mayor de la familia más importante y destacada del pueblo, los Goodweather, ricos y dueños de una de las mayores empresas madereras de Maine. Era un chico despierto y vivaz, que comenzó a disfrutar de las delicias de la vida a una edad ciertamente temprana. Podía permitírselo, era un muchacho rico y todas las jovencitas de Saint Andrews se derretían por él, ya que también contaba con un físico atractivo.

Aunque enamorado de una joven granjera de las altas colinas de Saint Andrews (Lanore), Everett fue obligado a casarse con 20 años. Desposado con Evangeline, la hija de un bien posicionado empresario del pueblo. Una muchacha de condición enfermiza, demasiado joven y de carácter sumiso. Apenas contaba ella con 15 años cuando se casaron, y Everett continuaba con su aventura y romance secreto con Lanore, hasta que Evangeline quedó embarazada y dio a luz a una pequeña preciosidad de ojos verdes y escaso pelo rubio. Por su parte Lanore también quedé embarazada, pero el honor y la culpabilidad impedían que Everett reconociese al niño como suyo. Y despechada y furiosa Lanore convocó a mil demonios y bestias del inframundo que atentaran contra la vida de Everett y su familia. Pero solo la escucho un cruel vampiro que la despojo de su vida humana cuando se encontraba en el sexto mes de embarazo, llevándola consigo al mundo inmortal y provocándole el aborto de la criatura.

El desdichado amor de Lanore se convirtió en su oscura obsesión, y fue a visitarlo muy pronto, pues la neonata quería vengarse de él, quería que sufriese por haber perdido a su bebe, quería que jamás olvidase que la abandonó y la dio de lado. Aquella noche Lanore irrumpió en el despacho que ahora pertenecía a Everett, pues su padre había muerto y la empresa le pertenecía a él ahora. Con una ira que la antigua Lanore jamás habría tenido, la vampira lo acusó y le obligó a pedirle perdón de rodillas. Pero eso no le bastaba. Quería su vida, y la tomó, extrajo de él hasta el último aliento, pero lo amaba demasiado y antes de que su corazón diese el ultimo latido llena de arrepentimiento le devolvió la vida dándole su sangre de beber. La experiencia había sido lo mejor que ha ambos le sucedió jamás.

Juntos escaparon, matando al maestro de Lanore, eran dos neonatos que ardían de pasión el uno por el otro y disfrutaron hasta la extenuación de sus cuerpos… Pero no era amor… no lo era… Todo había sido una ilusión de su humanidad, solo había pasión entre ellos dos. Y llego el momento tras cuarenta años, que se aburrieron el uno del otro. Hacía tiempo que Everett formaba parte de la hermandad Brotherhood y escalaba puestos rápidamente en ella. Prácticamente se ignoraban y un día Lanore partió y jamás la volvió a ver, tampoco la buscó. Él estaba centrado en otra vida, deseaba encontrar la manera de vivir en paz, no quería tener que matar humanos cada vez que la sangre le llamaba… No quería ser el monstruo que vivía en las pesadillas de los mortales… Y cuando Delancre, con los hijos de Caín, intentó convocar a Mammon Everett estuvo el primero a pie de batalla.

Lucho por los vampiros que vivían en anonimato y paz, lucho por aquellos que respetaban la vida. Lucho por él, por su ambición, por los vampiros y la humanidad. Libró a Nueva York del mandato de los Hijos de Caín y fue declarado príncipe y cabecilla de la hermandad.

Hace 11 años acogió a su vasalla Temperance, hija de la espiritista Mathilde que se perdió junto con Delancre en otra dimensión. La protege y guarda de los otros vampiros, se alimenta de ella y nunca ha dejado que nadie la poseyese.