Un poco de Paz {privado}

18/02 2013 00.30

-3° Celsius

Tenía frío aquella noche, cuando terminara aquella noche, empezaría el bendito festival de invierno. Temperance odiaba aquel evento, aunque nunca había tenido la obligación de asistir, siendo menor de edad y casi una niña, no era llamada, pero ahora, EL príncipe había pedido que fuera, que fuese su acompañante, pero a Temperance la idea no le gustaba demasiado, pero no objetó, no era parte de su personalidad sin contar que se había vuelto mucho más obediente desde la llegada de Odette. Comprendia que ahora la vida de la niña dependía de ella y que lo que hiciera podría asegurar la vida de la niña o ponerla en peligro.

Lástima que su epilepsia estaba fuera de control, el día anterior había tenido un ataque que la lanzó a la cama casi todo el día. Lamentaba que no pudo ayudar a Odette aquel día, pero no podía consigo misma, su cuerpo pesaba y el calor en su frente le hacía doler la cabeza. Nuevamente aquellas imagenes desconcertantes, esa sensación de a que algo pasaría, pero nadie tomaba en atención sus palabras. Decían que estaba sobre actuando, o que su personalidad impresionable estaba alterada por los ataques del mes pasado y de navidad.

Pero no era eso, algo más terrible pasaría, algo que no podía determinar y eso la frustraba demasiado. Abrió los ojos, estaba demasiado oscuro aún, ¿cuanto había dormido?, no sabía que día era, por lo menos, no debía ser la noche de la fiesta, porque ya hubiera entrado Ursula a levantarla y vestirla cual muñeca.. y tocarla... cada vez la tocaba más, la empujaba por la pared y presionaba su boca ne busca de un beso. Temperance se afligía, aquello no podía aguantarlo, pero era parte de vivir ahí. Se giró, el cuerpo le pesaba un kilo, su que cuando quedó de espaldas, soltó un quejido y se quedó con los ojos mirando al cielo, muy abiertos, esperando algo, a pesar de no poder saber que era.

Spoiler:

Everett se encontraba de caza. Siempre lo hacía solo, no quería que ningún otro vampiro pudiese hablar de él o sus costumbres. Él era un vampiro de la vieja escuela, se alimentaba directamente de humanos… Había brotherhoods que preferían alimentarse de bolsas de donación, sin embargo ese no era su estilo. Aun así no mataba al humano en cuestión, usaba su carisma para hacerle olvidar el trauma que pudiese suponer aquello para el humano, porque sí… Cuando se alimentaba y el humano tenía miedo, la sangre sabia mejor… Pero no era un monstruo y no arrebataría la vida de nadie, mientras no fuese necesario.

Era su costumbre al regresar a casa hacerlo como un vampiro lo hubiese hecho hace 15 años, entre las sombras, trepando por cornisas y ventanas. Así hasta llegar a la terraza de la habitación de Temperance, olió el ambiente de fuera, todo estaba sereno esa noche… ¿Demasiado sereno?

Abrió delicadamente la puerta de la terraza y se adentró en la habitación, no quería despertar a Temperance. La habitación estaba climatizada a 21ºC y aunque la temperatura no afectaba al vampiro si notó el impacto del cambio de temperatura. No fue lo único que notó… Ella estaba despierta.

—¿Por qué estas ya despierta, Temperance? –susurró. Olió el ambiente… No, no había tenido un nuevo episodio de epilepsia, eso lo alivió. Se sentó al borde de la cama y acarició su cabello. —¿Que es lo que te preocupa? –su voz casi era un arrullo.

Cuando quería Everett podía llegar a ser tierno, y ahora lo quería. La notaba algo alterada, y por al menos una noche aquella humana merecía tener un poco de paz.

lo podía percibir, no por alguna habilidad en especial, o algún mensaje de los fantasmas, sólo... solo podía percibirlo cerca, aunque podía ser que fuese más la costumbre que tenía a su presencia, y como debía calmar su corazón cuando lo escuchaba entrar en la habitación, como un ladrón en la noche, y se colocaba entre sus sábanas y se quedaba a su lado, compartiendo parte de la noche y del tiempo que el vampiro le concedía a su vasalla. POr eso sabía que estaba trepando por su balcón, y la brisa que entró en la habitación sería él abriendo las ventanas.

Lo esperó, con los ojos abiertos ¿iría en busca de su sangre? No se sentía lo suficientemente fuerte como para aguantar una mordida. Cerró los ojos, apretándolos, no intentaba hacerse la dormida, Everette se daría cuenta que estaba despierta y fueron sus palabras que le demostraron lo que había pensado. El vampiro se sentó a la orilla de su cama, y buscó acariciarla, ella sólo abrió sus ojos cuando sintió sus dedos helados rozando su frente,

-he dormido mucho ya, señor - sonrió, y se levantó para sentarse en la cama, y girar su rostro hacia el vampiro. Se notaba cansada, habían ojeras que marcaban su rostro claro, ladeo un poco su carita, y con los parpados a media hasta, -no me gustan mis sueños, me están perturbando cada noche... - se abrazó así misma, -hace unos días... sentí la voz de mi madre... eso es imposible, ¿pero si fuese posible? si ella está por ahí... ¿eso significa que Mammon también esta´libre?- mordió su labio inferior, y comenzó a temblar, como si fuese a tener otro ataque, pero buscó calmarse, no podía haber otra opción -tengo miedo... miedo de ese Festival ¿debemos ir?, no quiero que vaya Everett, por favor - tomó sus manos en un movimiento brusco -no vayamos... por favor... no... no - se encogió de hombros, besando sus manos, rozándolas con sus mejillas, y volviendo a temblar.

Everett se inclino un poco sobre ella, tenía fiebre… Se dio cuenta cuando la acarició. Estaba pálida y ojerosa, estaba débil y él sabía cuando el miedo de un nuevo ataque la acosaba. Temperance estaba siendo minada por su don, y era triste ver su belleza eclipsada por ello. Era una criatura hermosa, indefensa en un mundo que evidentemente no era el mejor para ella. Se preguntaba si alguna vez el entorno que la rodeaba terminaría por acabar con ella. No, no podía concebir aquello por que el juró protegerla, y mientras viviera y ella estuviese bajo su amparo así sería.

Frunció el ceño, Temperance debía estar delirando, pero no notaba en ella la fiebre suficiente para que aquello sucediese. Everett negó, negó con rotundidad. No había cabida para aquello, era simplemente imposible, si Mammon hubiese sido liberado todos lo hubiesen sentido… Mammon, Delancre y Mathilda… si el portal se hubiese abierto, los tres serian libres y querría decir que el fuego azul habría sido llevado a cabo por alguna espiritista. Y no era así… por que la última vez… había sido terrible. Negó una última vez. Everett la tomo por los hombros para que se calmase.

Everett se puso momentáneamente de pie y se quitó su chaqueta y el jersey, quedando en una fina camiseta interior y en los pantalones de pinza color negro. Tomo a Temperance y la abrazó, la atrajo hasta sí, hasta que la muchacha estuvo pegada a él. El cuerpo del vampiro estaba frio, él no acostumbraba a aparentar ser humano, era un vampiro y estaba orgulloso, por lo que nunca activaba su organismo… Su temperatura era la de un cadáver. Pero Temperance tenía fiebre y eso le ayudaría, la abrazo en silencio durante un minuto y acaricio su sedoso cabello. Al final termino por romper aquella atmosfera de miedo, que ella había creado por sus sueños y sus pensamientos oscuros.

— No… no, no, no… ¿Te estas escuchando, Temperance? No, pequeña… –Everett la arrullaba y le hablaba en un tono consolador . —Tu madre no puede estar hablándote… Ella no está… no está en esta dimensión, Temp. –explicó, como tantas otras veces le había explicado. —Mammon sigue en el mismo lugar que hace 12 años… no permitiré que sea liberado. –esa sentencia era firme y tristemente significaba que su madre también permanecería allí.

Everett suspiro, conteniéndola en sus brazos, ella temblaba, necesitaba algún consuelo, alguna tranquilidad. El vampiro beso su cabeza y la movió para que lo mirase a la cara. Hablo con seriedad.

—El winter festival nunca había sido tan importante, querida. Nunca se había invertido tanto dinero y nunca había sido tan necesario. –articulo cada palabra como si necesitase que ella se lo gravase a fuego. —Los atentados del avión han alzado pequeñas revoluciones por la ciudad. Los humanos deben tener una “prueba” de que no somos monstruos… La coexistencia es necesaria… Por ello mi presencia es tan importante, soy el Gobernador para todos, el príncipe para los vampiros. Y tu debes acompañarme, eres mi símbolo… somos la prueba de que la paz entre las razas es posible… –Y estaba claro que Everett no iría comentando por el mundo que ella era su vasalla. Casi como una pertenencia, pero sin serlo.

La pegó a él nuevamente.

—Créeme… No sucederá nada, te sorprenderá la seguridad que hemos organizado. Será una noche digna de recordar. –Everett la soltó un poco tumbándose en la cama y la llamó a su lado para acurrucarse con ella. — Todo va a salir bien… Debes estar bien… –la abrazó con fuerza, la calidez que la fiebre le aportaba a Temperance hacía que el frio cuerpo de Everett se tornase menos frio y a la vez él ayudaba a mitigar esos grados de mas que ella tenia.

Estaba decaída, pero a pesar del cansancio, no podía dormir, sus ojos verdes se resistían a cerrarse para poder dormir más. Dolor de cabeza, mareos, y otra vez esa sensación de estar perdida completamente. Era como si su cuerpo comenzara a desaparecer y sólo quedaba su alma helada y perturbada. Había mantenido las manos del príncipe entre las de ellas, mientras se iba deshaciendo en sus pensamientos, pero fue el abrazo de Everett que la trajeron a la realidad, deteniendo la destrucción en la que se estaba sumiendo. Los brazos de Everet y su aroma la rodeo por completamente, pegándola a su helado torso.

La fiebre dejó de acosarla, el hielo que significaba ese abrazo la iba calmando lentamente. Suspiró profundamente, apoyada más en el cuerpo de él. No lo abrazó, y se acomodó mejor para que él la abrazara, se sentía más real al rozar su piel con la helada piel del vampiro. Buscaba con más ansias su presencia, acercándose y sujetando con una de sus blancas manos su camiseta. Besó su pecho, justo en medio de su plexo, dejándose acurrucar por el vampiro que mostraba mayor interés en ella, Ursula no tenía razón, Everett la protegía, volvía a sentise en calma.

-Everett...- sólo se permitía llamarlo por su nombre cuando estaban solos, Se volvían a separar, el príncipe y le decía que estaría todo bien y que su madre no estaba en este mundo. Que todos los que estaban en esa noche del infierno, estaban encerrados en otra dimensión. Temperance, movió la cabeza de lado a lado, deseaba a su madre cerca, quería a su madre. Lo miró, y sus ojos se llenaron de lágrimas, porque realmente deseaba estar con ella. Por favor, podía ver fantasmas y no podía ver el fantasma de su madre!, era una crueldad.

- no... no sabe... no... sabes... - mordió sus labios, y aunque el intentó volver a abrazarla, ella se apartó y volvió a recostarse en la cama. Pasó su mano por su frente, estaba sudorosa y los mareos volvieron. - a veces recuerdo como era, pero no sé si es parte de mis recuerdos o de sueños, busco su aroma, pero aquel día, era su voz, estoy segura, era su voz la que impidió que me atropellaran- se puso de costado, con su mano sobre su estomago, y una cerca de su cara.-imaginé por un momento que estaba de vuelta, pero luego... recodar en donde estaba me llenó de miedo...- soltó un apesumbrado suspiro.

-sé que si todo aquello se repite, sólo habrá guerra, mas muertes y no quiero mas muertes Everett, no quiero ese mundo para mi hija- tenía a Odette, pero se sentía tan vulnerable a su entorno que comenzaba a darse cuenta que había sido una estúpida idea el haber traído a aquella preciosa niña a ese mundo de vampiros -tengo miedo y a pesar de que se que el Winter Festival es tan importante y lo importante que soy ahí, para ud, desearía no ir... desearía no participar... - se encogió de hombros, y miró hacia la oscuridad de la habitación-pero iré...porque... ud me lo pide, - tomó la mano de él, y entrelazó sus dedos, apretando su mano. Era de él, se lo había dicho a aquel vampiro, le pertenecía, y sus deseos no podían importar, frente a lo que el príncipe le pedía.

Everett intentaba calmarla como podía. Aquellas situaciones solo las vivía con Temperance, era a la única humana que le permitía aquel comportamiento, la única humana a la que le dedicaba tiempo cuando las aflicciones de la vida le hacían decaer, ya que a los demás los encantaba con su carisma o delegaba el problema en otro… Era un hombre ocupado… Pero ella era su protegida, y no solo por eso, después de 12 años sentía cariño y respeto por Temperance.

Ella se desasió de su abrazo y Everett dejó escapar un suspiro agotado. Había pasado demasiado tiempo desde que dejo de ser humano, se perdía en un mar de emociones humanas que ella le transmitía. Cerró los ojos y se llevo una mano hasta ellos cubriéndolos, como si le doliera la cabeza, pero no era posible, claro… Se irguió levemente, apoyándose en los codos. Al ver sus ojos llenos de lagrima el vampiro no pudo evitar ablandarse, nunca había soportado ver a una mujer llorar, era un rastro del humano que un día fue. Ella perdió tan niña a su madre… Podía comprender el tormento que debía ser no poder verla, saber donde estaba y no poder hacer nada por ella, eso debía ser lo que le hacía creer que la escuchaba. Pero Everett creía que no podía ser. Solo la podía escuchar si el portal estaba abierto o si era tremendamente poderosa, y Temperance no había dado muestras de lo segundo… A menos no de momento.

—Lo lamento, Temperance… Lo sé, es duro… Pero ella no está. Porque el portal está cerrado, puedes estar confundiéndola con otra alma…–Everett recogió una lagrima que se escapaba por las mejillas de Temperance y se la metió en la boca saboreándola. Frunció el ceño al oírla… ¡Ah, la niña! —El mundo nunca ha sido un lugar digno para criar los hijos de nadie, yo no pedí esta guerra…–Everett suspiró como un padre que quiere explicar algo su hijo, pero su terca infantilidad no le deja ver mas allá.

Sus dedos se entrelazaron y Everett quedó mirándola, repentinamente recordó a aquel neófito que la había mordido alimentándose de ella, una pequeña corriente de ira aun le recorría cuando recordaba aquel lamentable suceso, en el que casi había matado al vampiro y Temperance había quedado muy debilitada. Si, no había más que aquello, él deseaba que ella fuese su icono, la que fuese agarrada de su brazo aquella noche. Y no había más que hacer. Podría haber decidido ir con una de esas chicas del servicio humano, algunas habían pasado por su habitación en alguna ocasión, la mayoría unas colmilleras, sedientas de acción y de un poco de sangre… Bufó solo de pensar en llevar al festival a una de esas… No, sería Temperance y no había mas que hablar. No era un sacrificio tan grande.

Everett besó sus dedos y la atrajo hasta sí mismo, besando su calenturienta frente. Ella debía tomar algo o enfermaría mas. —Temperance… ¿Has tomado antibióticos? Si hay fiebre, hay infección… Debería llamar al doctor, que te haga un nuevo chequeo. –el vampiro se irguió, llamaría al médico personal de Temperance, ese viejo de mirada añorante era el mejor en su área, siempre sabía como tratarla. Y eso agradaba al vampiro.

El beso helado del vampiro vino a calmar en algo la fiebre de la joven, que a pesar de que su cuerpo ardía, sentía un frío terrible. Jaló de las mantas para cubrirse, pero no era suficiente, el frío calaba sus huesos. Por ese momento, deseó que Everett fuese un humano, así su calor la reconfortaría, pero era sólo el frío de un cadáver. Jaló de sus ropas, para que estuviera más cerca, esa manía que había agarrado en el último tiempo de jalar de las ropas, para que quién la abrazara, no se alejara. Lo bueno, que sólo hacía aquello con dos personas, Everett y Vladimir, pero ninguno de los dos la abrazada con comúnmente. Cada uno de ellos tenían sus mundos y sus preocupaciones como para detenerse a abrazar siempre a la jovencita que había carecido de tanto amor en su infancia, luego de la muerte de su mamá.

-nadie pedio esta guerra... ah... que frío hace- se acurruca contra el pecho del vampiro, encogiendo sus rodillas y sentándose en las piernas del Príncipe, imaginando que tenía calor, que su corazón latía y eso la reconfortaba - Everett. sólo... sólo cree en mí una vez... sé que no estoy bien... que todos dudan sobre mi inteligencia o sobre mi salud mental... no lo hagas tú también por favor, sé que he oído la voz de mi madre... advirtiéndome de una muerte segura... y así fue ¿bueno?- apretó sus manos ahora, para que hiciera más intenso el abrazo de los dos.

Todos pensaban que Temperance era retardada, o autorista, o estaba loca. Quizás tenía algo de las dos últimas, pero de la primera, nada. Temperance era bastante inteligente, desarrollando un gusto exquisito por la música, aprendiendo a tocar varios instrumentos, pero su mayor placer era tocar el cello, el que tocaba en su habitación, descalza, interpretando bellas canciones a la noche y las estrellas. Estaría tocando en algún conservatorio, o quizás sería ya reconocida, pero Everett la protegía y no deseaba que se le alejara demasiado. Era de él, después de todo ¿no?.

-no... no quiero medicamentos por favor, no quiero médicos ni... ni hospitales, no quiero nada... y no me de de su sangre, jamás vuelva a hacerlo, por favor, por favor, se lo suplico, nunca más me vuelva a dar de su sangre, no quiero caer más en mi dignidad - sonó con una voz apagada, una suplica que no había podido darle. Esa fiebre se debía en parte a su estado más frágil como al estado de abstinencia que estaba experimentando por la necesidad de sangre, aunque eso jamás reconocería. Los días estaban pasando y era ahora que de su cuerpo, se iba yendo la esencia del vampiro, bajando las revoluciones y dejando su cuerpo más débil de lo que ya estaba, pero Ursula le dijo que sería el último día así, que ya para el festival estaría perfecta para ir con el príncipe, ser su compañera.

-Ursula dijo que estaría bien, que estaré como nueva para el festival, y nada impedirá que vaya - se encogió de hombros, y su respiración se fue haciendo más y más agitada; su cuerpo se iba envolviendo en un sudor helado y pegajoso.

Lo notó. Sabía que ella tenía frio, y que a su lado lo sentiría hasta en el tuétano. Pero el no podía darle calor corporal, lo sentía por ella, sentía pena de verla así. Pero era lo que era, un vampiro, y no podía cambiar su condición para comodidad o bienestar de nadie. La observó cubrirse con las mantas, él prefirió no hacerlo para así que su fría piel no le afectara. Tenía fiebre y su temperatura le venía bien, mas la sensación de frialdad que ella tenía no se podía combatir con aquello. Lo jalo de la ropa, pegándose a él con necesidad y él la acogió consintiéndole lo que a pocas, pues ella era su protegida. Su brazo la rodeo, procurando que sus pieles no se tocaran, solo por encima de la ropa. Estaba siendo delicado, él siempre lo era, delicado, educado y cortes. Pero en este caso no lo estaba haciendo por cuestiones sociales, sino porque le salía de adentro.

Everett tomó el regulador a distancia de la mesilla auxiliar de Temperance y subió 5º más la temperatura. Ahora seria agobiante dormir a 25ºC para cualquier humano, pero ella tenía demasiado frio y había dormido lo que tenía que dormir ya. Soltó el mando control con parsimonia y la miró a los ojos conteniendo un suspiro. Cerró momentáneamente los ojos.

—Temperance, aquí nadie duda de tu inteligencia. –le dijo con lentitud, pues era cierto. Pero también lo era que algunos vampiros la consideraban una pobre muchacha demente. —Pero t u madre no está, y deberás asumirlo de una vez… Te creo, creo en lo que puedas haber oído, Temperance. Pero por todos los dioses que han existido… Confía un poco más en mi también tú. Soy el príncipe de los vampiros, el gobernador de Nueva York para los humanos, no soy un necio… y estoy preparado para lo que pueda acontecer. –Everett fue tajante, y normalmente hubiese empleado un tono cortante o autoritario. Pero lo dijo con tono gentil.

Hacerla sentir mal no era su objetivo. Ella era una muchacha exquisita, deseada por muchos brotherhoods, pero era suya y nadie más que él la podía tocar o decidir qué hacer con ella. Atendió su ruego y no le haría tomar mas medicamentos. Pero un ramalazo de ofensa cruzó su rostro, el estaba orgulloso de ser lo que era un vampiro, y no podía concebir como ella podía haberle dicho aquello. Apretó la mandíbula y con suavidad tomo sus manos moviéndola para que lo soltara. Se levanto de la cama acercándose al ventanal. Su habitación tenia buenas vistas.

— Estabas en peligro, no quiero imaginar que te podía haber pasado si no llego a dártela… Pero tranquila, no quiero ofenderte haciéndote beber de mi, Temperance. No volverás a probar una sola gota. –casi había sido un juramento. Su sangre era fuerte, en 157 años se había envejecido y sabía que el delicado estado de su vasalla le haría sentir síndrome de abstinencia, poco, pero lo sentiría. Mas aquellas palabras de la joven humana, habían resultado las equivocadas.

Aparto la cortina, para poder ver mejor mas allá. Había humo en las chimeneas de las casas mas cercanas, aunque era tarde hacia demasiado frio como para que los humanos que habitaban cerca las apagasen. Así que Nueva York por aquella época parecía siempre un poco más gris y melancólico. Aquello le gustaba, le recordaba a Saint Andrews, su pueblo de origen. Evoco algunos recuerdos al contemplar el escenario.

— Al menos deberías tomar algo caliente, eso te reconfortará -le dijo sin volverse a mirarla.

La nueva temperatura de la habitación hizo que se sintiera más reconfortada, era agradable ser envuelta por ese calor, aunque su cuerpo precisamente estuviese ardiendo. Sin embargo que él se fuera de su lado, la hizo temblar, y lentamente se fue recargando en la cama, cubriéndose con las mantas, y observandolo con los ojitos llenos de lágrimas. Temperance se había dado cuenta que lo había ofendido, pero había sido sincera, sólo eso. Ahora se lamentaba de aquello. mejor se hubiera quedado callada y así, el príncipe no la hubiera soltado.

Apretó los ojitos, porque sus pestañas se habían humedecido. Como le dolía aquello, cuando el príncipe desaparecía y la recluía a un rincón de su vida. Ursula siempre lo mencionaba, como un bicho en su oreja, llenándola de inseguridades y de miedos. Ahora, aquello se confirmaba, y recordaba las palabras de Ursula : "eres sólo un juguete del príncipe, y ahora, ya le eres aburrido... sólo una niña aburrida, para él, pero para mí..." Murmuraba en el oído de la chica, y ahora casi podía sentirla decir eso mismo.

Temperance, se puso de pie, , saliendo de la cama. Su lánguida figura queda levantada, un poco tambaleante, y lo queda mirando con sus manos cerca de su pecho, entrelazadas. - sólo en ti confío, en nadie más, sé que sólo tú puedes cuidar de mí, y de mi hija, eres toda la familia que tengo, mi padre, mi hermano... mi compañero... y también sé quien eres, eres Everett, quien a quien acompaño cuando necesita alguien que lo escuche, quien me cuida de mis propias enfermedades... la persona que está conmigo ahora, eso eres tú... perdón por haberte ofendido... pero comprendeme, siento que manteniendome limpia, puedo conservar algo de mi dignidad, porque veo... como quedan quienes se hacen dependientes de la sangre de un vampiro, y ya soy lo suficientemente penosa para... para seguir dando pena... Everett- desea acercarse, pero teme que él la aparte más de él.

- siento que si caigo más, más desinteresado estará de mí... que a larga, tendrán razón que se aburrirá de mí, de su muñeca, y quedaré en el olvido, y eso no lo quiero, no... - se abraza asi misma - temo mucho el dejar de ser util para ud, o... parte de su vida, sólo lo veo algunas veces en el mes, - baja la cara, las lagrimas salen de su ojos, sus mejillas rojas, debe tragar saliva para poder deshacer el nudo que tenía en la garganta -¿ya no me desea... cerca?- pregunta, quería una respuesta y algo de seguridad, tan mermada por las cosas que le habían pasado.

Everett contemplaba el paisaje. Le hubiese gustado fumar un cigarrillo, era uno de los hábitos humanos que década tras década había conservado. Notaba el cambio de emociones que se daba en Temperance, sabía que ella se sentía mal y eso le hizo fruncir el ceño, estaba molesto, no quería aquello. Le parecía innecesario, odiaba aquella parte humana que les hacia ser seres con poca confianza en sí mismos. Temperance creía muy poco en ella. Parecía que toda su confianza la portaba en él. Eso agradó a su orgullo, era gratificante, muchos humanos lo hacían… Confiaban ciegamente en ciertos vampiros, poco le importaba a él los humanos que pudiesen confiar en él, pero con Temperance era distinto, él lo sabía.

Contuvo el aire al sentirla acercarse, no quería ceder y girarse para mirarla. La situación de la joven humana le daba pena, una huérfana con salud débil, propensa al malestar siendo frecuentes sus ataques… Pero ella, ella como humana no le daba pena, para nada. Ella era inteligente, delicada, toda una dama, y en cierto modo una superviviente. Estaba rodeada de depredadores. Porque podía ser que los brotherhoods no mataran a los humanos al alimentarse, podía ser que desearan la convivencia pacífica, pero eso no les hacia menos vampiros, eso no les hacía menos peligrosos.

Entonces escuchó aquellas disparatadas ideas. Su cuerpo se tensó y se giró volviendo a respirar, la miro con fuego en los ojos y se acercó a ella alzando su rostro para que lo mirase bien. Ella no lo había visto así muchas veces, era pasión, era ira, eran emociones fuertes, las de un hombre orgulloso, celoso y posesivo. Tal vez no eran grandes cualidades para un humano, pero los vampiros eran seres distintos. Pueden parecerse a ti, hablar como tu… Pero un vampiro no es humano y jamás podrán asemejarse en ciertos sentidos. Las emociones de un no muero eran mucho más intensas, delirantes tal vez. Emociones tan intensas que llevarían a la locura a cualquier mortal.

Con un brazo la retuvo para que no retrocediese. Con el otro sostenía su rostro, ese hermoso rostro que cambiaba cada vez más al rostro de una mujer adulta. Su nariz arrugada como la de un león, ese gesto hacia que sus labios estuviesen entreabiertos y sus colmillos se asomasen, pero no quería decir que la fuese a morder.

—¿Tendrán razón, Temperance? –dijo con voz ronca, la de un monstruo. —¿Quien tundra razón? Siento que tu vida aquí sea tan miserable… mi muñeca… –bufó. —Tu utilidad para mi se aleja de lo productivo. Jamás he tenido intenciones de utilizarte para un fin claro. No eres mi objeto, pero no soy humano. No puedes esperar que te trate como lo haría un humano. –su voz era un rugido, ronca y tajante. —Yo juré una noche protegerte, y lo haré. Lo juré sobre mi vida… No se quien te mete esas estúpidas ideas en la cabeza. Pero dame su nombre y el castigo será tan grande que jamás volverá a hablar…–sus brazos la retenían con fuerza.

El vampiro se inclinó besándola. Muchas veces lo había hecho, tiernos besos que no significaban nada, pero esta vez era distinto. Era un beso agresivo, pasional, brusco y ardiente. Jamás había sido besada así, pues era pura y virgen, aunque no estúpida. —Lo que yo deseo, lo que yo piense o sienta, va mas allá de tu entendimiento… no eres una retrasada, ni estás loca. Pero deberías ser inmortal para llegar a entenderlo. –la soltó y su gesto se relajó. Volvía a parecer el mismo Everett de siempre. Con su mirada gentil y su sonrisa fácil.

Y como un mar en tormentas, Everett se abalanzó contra el frágil cuerpo de Temperance, ella intentó dar un paso hacia atrás, pero de hacerlo, caería en la cama, y el vampiro ya la tenía apresada entre sus grandes brazos. La pobre chico temió, no era difícil termerle a Everett, él era implacable, orgulloso como pocos, no por nada había llegado tan alto en la hermandad, porque no lo hizo precisamente negociando. Tragó saliva, las piernas de Temperance temblaron y por poco sintió que su cuerpo desfallecía, porque sus piernas temblaron, y soltó un ligero gemido de agonía. Había hartado a Everet, y ahora, se deshaceria de ella.

Mostró sus dientes, la joven contuvo el aliento, pensando que simplemente bebería toda su sangre, y la transformaría en un fuego azul, mejor utilidad seria ella en ese estado. Aumentó su angustia, no podía dejar de pensar en Odette, su pequeña hija, que sin su madre, tendría el mismo fin. El miedo no era por ella y su fin, sino por el de la niña, el destino de ella que Temperance marcaba con sus actos.

Sin embargo Everett habló, jalándola, sosteniéndola y buscando su mirada. Temperance abrió los ojos y recibió el reclamo del vampiro. Muda, solo seguía su voz, el rugido de animal que ordenaba los pensamientos de Temperance. Vida Miserable, muñeca... protección, vida.. castigo. Todas aquellas ideas la golpearon, y soltó otro gemido de dolor esta vez, pero no hacia ni el intento de escapar.

Everet la volveria a tomar Temperance habia soltado más lágrimas, cuando él la besa con pasión, estremeciendo el pequeño cuerpo de la vasalla. Jamás la había besado así, tomado con tanta posesión. Temperance abrió sus labios, y su boca saldría al encuentro de la furia del vampiro. No sabía hasta que punto aquella reacción de ella, de aceptar el beso, era un acto reflejo, y hasta que punto lo había correspondido. Si su cuerpo reaccionaba, no era ella quien lo mandaba. Se besó con él, y el calor volvió a sus mejillas, en una mezcla de fiebre y otro tipo calor, el que experimentaba su cuerpo virginal ante el roce de otro ser.

Al soltarla, ella se tambaleo, mareada, pestañó unas cuantas veces, era la fiebre, el miedo a ser abandonada una vez más. Ya no buscó separarse de él, sino que lo sujetó de las ropas. Sintió el sabor a la sangre en los labios, esos colmillos habían lastimado su boca, dejando el sabor a sangre en ambos. Temperance a duras penas levantó la vista, que lucía perdida, desencajada, pero aun presente, la chica hacia reales esfuerzos en estar con el vampiro, a pesar de que su cuerpo sucumbía ante la necesidad de sangre y los deseos de no volver a tomarla.

- no... no sé como es que tratan los humanos... sólo he conocido vampiros, y los conozco...- exclama, sujetándose de mejor manera de los brazos desnudos del vampiro -pero también sé... que no pierden el sentido de las cosas... por eso pregunto... ¿que soy para ti?- ella exigía esta vez, subiendo sus manos por las mejillas del vampiro, tocándolo con las llamas de los dedos -y no castigue a nadie... es más, si ha de hacerlo, hazlo conmigo, porque al final, soy yo la que hace oído a aquellas palabras, Everett....- su respiración se vuelve más agitada, pero las lágrimas habían cesado -nunca pido nada para mí... hasta ahora... concédeme eso, Everet... concédeme... el conocimiento... el saber... que soy para ti... - movió la cabeza de lado a lado, le costaba mantener el hilo de sus ideas, y hablaba despacio. -creo que necesito... frió... - deja salir aquella frase cuando ha cerrado los ojos bajando la mirada, temblando completamente, al sentir frío y calor al mismo tiempo.

Saboreó su boca, había arañado la de Temperance con los colmillos y el regusto de su sangre, dulce y cálida, era dueña de su lengua. La sangre de Temperance no era una cualquiera, era exquisita, del tipo de sangre que te apetecía tomar y no parar hasta acabar con toda. En esos minutos de posesión, en los que Everett había mostrado parte de su temperamento, parte de la sombra del oscuro vampiro que había en el, ella había demostrado lo frágil que era, lo sintió, ella le tenía miedo. Aquello era sabio, pero no necesario, nunca la dañaría, pero claro era normal que el miedo floreciera al verlo así, era un mecanismo de supervivencia ante una posible amenaza.

La reacción de la muchacha había sido la esperada, lo beso por reflejo, porque lo temía en parte. Pero también lo correspondió por otro lado, las mejillas de la mortal se habían encendido, su cuerpo generaba un nuevo calor. Él lo reconocía, la reacción de un cuerpo que deseaba otro. No pudo evitar sonreír con presunción, no necesitaba que ella lo dijese con palabras para que fuera probado.

Ella lo sujetó, se agarro a él y el vampiro no hizo nada para desasirse de ella. Al contrario, rodeo su cintura, llevo una mano a su espalda. Parecía sujetarla, así sus piernas no le fallarían y para él no implicaba ningún esfuerzo. Sus ojos le mostraban lo perdida que esa pobre mortal podía sentirse. Everett guardó la compostura, no haría nada que pudiese desembocar en que Temperance quedara catatónica, algunas veces ella se iba y tardaba en regresar… Eso era muy preocupante. Incluso habían pedido al médico que observase si podía tratarse de una catatonia derivada de la esquizofrenia, pero ella no lo padecía… Era otra cosa, derivados de su epilepsia… ¿Quien lo sabía? Muchas cosas no eran lo que parecían.

Temperance había sido muy poco exigente a lo largo de su vida entre las paredes de aquella mansión. Cuando era niña, a veces mostró los rasgos de la exigencia caprichosa de un crio de su edad, pocas sin embargo. Y cuanto más años pasaban menos exigía ella, hasta el punto de que jamás pedía nada para sí. La abrazo con delicadeza terminando de juntar sus cuerpos, si ella pedía frio, frio tendría. Su temperatura podía ayudarla. La miro a los ojos, buscando algo, algo esclarecedor, no sabía el que, pero lo buscaba igual. “¿Qué es para ti, Everett Ephraim?” La voz de su padre sonó en su cabeza, eso le impacto… Era algo que había dejado de recordar hacia más de 100 años, el viejo jugaba a ser la voz de su conciencia cuando Everett era humano y a veces su voz lo asaltaba en los primeros años de neófito, cuando dudaba entre si algo estaba bien o mal.

¿Qué era ella para él? ¿Qué era?... No lo sabía, esa pregunta lo hacía sentirse confundido, y no habituaba a ello, no le gustó la sensación de no saber algo con certeza, de no saber algo de sí mismo. —Temperance… ¿Qué importa eso? No eres mi objeto, no eres mi muñeca, si eso es lo que te inquieta. –dijo con el ceño fruncido manteniendo el abrazo. —Eres mi protegida… mi vasalla para los demás… eres mi… mi…–Everett guardó silencio y cerro los ojos, no podía responder aquello, no sabía que pensar, no era una pregunta que jamás hubiese esperado y no conocía con certeza su respuesta.

No encontró una respuesta, sino una frase a medio terminar y una respuesta en negativo, diciéndole lo que no era, pero no una respuesta completa y satisfactoria. La chica respiraba agitada, sujetándose de las ropas del vampiro, esperando que en último momento respondiera, pero no lo hizo, Everett se le quedó viendo, afirmándola, sin palabras en la boca, entonces Temperance reconocería en ese gesto del vampiro la duda. Everett no respondía no porque no quisiera, sino porque simplemente no tenía respuesta alguna para ella. solo tenia claro, el vampiro, dos cosas, que era su vasalla y su protegida, pero algo perturbaba a Everett, por algo las palabras no salieron de su boca.

Temperance prefirió retroceder, no quería empujar al vampiro a una respuesta que no quisiera, o que ella no quisiera oír. Meció su cabeza, de lado a lado, todo le daba vueltas, era como si le hubieran hecho beber cicuta. La movió y se recargó otra vez en el pecho del vampiro.

-no... sabe- susurra, y levantó la cara, el cabello se le pegaba a las sienes por el sudor, así como su delgada camiseta, ya humedecida por la fiebre. Temperance sonrió, y con sus dedos temblorosos acarició la mejilla del príncipe. La fiebre no bajaba, al contrario, seguía subiendo y contra el cuerpo del vampiro, se sentía igual como un carbón, la frágil figura de Temperance.

Así la llevaría al baño, aquellos conocimientos eran conocidos desde hace mucho tiempo, incluso cuando él era humano. Cuando la fiebre era alta, lo más importante era bajarla. Cargaría el desfallecido cuerpo de Temperance, ella parecía ir y venir en la consciencia, apretando las ropas de Everett. En el baño, el vampiro daría las laves del paso de agua, y el agua helada cayó en la tina de cerámica. Helada, pero no demasiado congelada, porque el cambio muy brusco de temperatura podría ser aún más catastrófico para ella.; pero de seguir la fiebre así de alta, tendría un nuevo ataque de convulsiones que la alejara definitivamente de él.

Cuando la tina tuvo la suficiente agua, colocó a Temperance en ella, la joven no se movió cuando su cuerpo hizo contacto con el agua tibia, apenas movió su cabeza, pero luego abriría los ojos, quedándole viendo fijo, con aquellos grandes ojos verde oscuro, que parecían estar hecho de esmeraldas. Abrió los labios, pero luego los cerraría, había vuelto a irse, flotando en el agua.

Un quejido, y volvería, a verle, pero esta vez con más intensidad en la vista, iba volviendo. Su pecho temblaba, todo ella temblaba, mostrando la desnudez de sus miembros, bajo la enagua que se transparentaba por el agua. Era una mujer, por fin lo era, con una cintura pequeña. caderas, pechos, y un rostro sublime. Tembló una vez más, la mano hacia el príncipe sujetándolo de su ante brazo - sólo... deseo... ser su familia... su amiga... sé que los vampiros prescinden de estas cosas...pero no quiere... decir que no pueda tenerlo- sonrió, la fiebre iba bajando, y ella parecía verse menos perdida.

Ella retrocedió y él mostro entonces un gesto muy humano, la pena. Sintió pena por no poder responderle con algo que la satisficiese, pero no podía hacer más, y eso era frustrante. Ella estaba enferma, cada vez parecía ir a mas, temía por el resultado que aquel encuentro nocturno pudiese tener en ella. Al fin y al cabo las emociones que Temperance vivía acababan por repercutir en su salud. Hacía tiempo que no la veía plenamente en buena forma, era lamentable.

La observo tambalearse, estaba sudorosa y parecía algo confusa, esa clase de confusión que provocaba una enfermedad. Se recargó en él y la sostuvo y su imagen sonriente y sudorosa acariciando su mejilla le pareció tierna y a la vez hiriente, pues podía llegar al alma. Su piel humana era una llama, parecía prendida y la fiebre no remitía.

Por ello la cargo en sus brazos, no podía dejar que aquello fuese a más. La portó hasta el baño y abrió el grifo del agua fría, templándola levemente con un poco de agua caliente, necesitaba algo que contrarrestase aquello y el agua fría siempre había sido un buen remedio casero para la fiebre elevada, como la que ella estaba padeciendo. Su rostro siempre sereno, reflejaba ahora preocupación. Temía que esa noche Temperance se le fuese de las manos y nunca mas regresase.

La tina se llenó, mientras é susurraba palabras de consuelo, trataba de arrullarla, de animarla a volver al mundo consciente del que ella se había ido. Cuando la metió en el agua ella no reaccionó y Everett no pudo evitar apretar la mandíbula enfadado, ¿por qué tenía ella que padecer aquello? Temperance abrió los ojos y como si estuviese vacía lo miro con aquellas dos esmeraldas que la naturaleza había colocado en sus ojos. Parecía reaccionar, pero como si fuese una vana ilusión volvía a irse, como si no hubiese sucedido. Y entonces volvió.

Everett no dijo nada, por temor que fuese solo una cuestión de segundos el que volviese a perderse en ese otro mundo de inconsciencia, pero ella agarro su antebrazo y él se arrodillo en el suelo quedando a su altura y acarició su rostro, dedicándole una sonrisa que parecía esconder un furtivo miedo a que ella terminarse por irse y no volver. Inclinado en la tina mojaba su mano para pasarla por el rostro de Temperance y refrescar la fiebre.

—Desde el momento en que te recibí en mi despacho hace 12 años, eres parte de mi familia, Temperance. Eso no cambiará… –le susurró aun acariciando su rostro mojándolo con delicadeza.

Sus ojos recorrieron el bello cuerpo de Temperance que se trasparentaba bajo la fina enagua. Pero se centro en sus ojos que era su rasgo más hermoso y el alma de la muchacha. Él sabia que Temperance había aprendido a ser una muñequita de refinadas costumbres, con una máscara que cubría su verdadero rostro, ella era buena ocultando emociones y reacciones en su rostro, había aprendido tal vez de el mejor en aquel arte, él mismo. Pero todo lo que quería ver, lo encontraba en sus ojos. —Lo nuestro va mas allá, querida… ¿Qué es una simple amistad en nosotros? Cuidaré de ti… ¿No lo he hecho siempre, péqueña? –se comportaba de manera más cercana, esperaba que eso la reconfortara.

Le sonrió al vampiro que la sostenía en el agua, mojando su rostro para bajar aquella temperatura. Temperance debía comprender que un ser como Everett no haría aquello por cualquiera, ni aliado, ni compañero, ni amigo, no lo haría. Cuidarla, socorrerla cada vez que enfermaba y hacer de todo cuanto estuviese en sus manos para que no se fuera lejos. Cerró los ojos separándose un poco de él, sólo para poder sentarse en la tina, y pegar su cabeza en el regazo del vampiro.

Lo que ambos tenía, ahora se hacía más claro, iba más allá de los convencionalismos de esa sociedad paranóica. No faltaba decir etiquetas ni fundamentar los porqué, sólo estar ahi, porque ahora sabía la chica que no era una cosa para el príncipe o una carta de presentación de poder, o un mero favor que le hacia a una amiga que le había salvado la vida. Levantó sus mojados brazos y rodeo su talle masculino, dándole pequeños besos en su abdomen plano. Restregó un poco más su cabeza contra el vampiro, el frío de su cuerpo de inmortal la calmaba.

- lamento dudar... o debí hacerlo, siempre estaremos juntos, por lo menos, lo que dure mi vida de mortal, lo quiero mucho, - lo había vuelto a mirar, ya mucho más tranquila, con la fiebre retrocedendiendo, y con su espíritu más calmado, podía sonreír, pero jamás la huella de la soledad y la tristeza se iba de sus movimientos. Se había vuelto taciturna como cualquier vampiro, porque nunca había conocido lo que era ser un humano. No comprendía sus sentimientos, actuaba y se movía por la vida como una sombra, donde no fuese notada, en donde los sentimientos no existían, porque los demás no los sentian. Así había aprendido a apagarlos, y volverse lo que era. Sólo su pequeña hija le sacaba sonrisas de verdad, mas nunca se ha escuchado una carcajada de ella, o un grito de rabia, o cualquier cosa que demostrara que había algo más que una bella muñeca.

- ya estoy bien... ejem... me está dando frio- se rie, tímidamente, poniéndose de pie, pero no logra estabilizarse, tambaleándose y quedando entre los brazos del vampiro - ¿me juras que todo estará bien, Everett?- preguntó, volviendose a separar de él, con la toalla en sus hombros.

Everett no retiraba los ojos de la muchacha. Que delicada como una rosa había amenazado tantas veces con marchitarse, pero aun se mantenía fresca y hermosa, al menos por el momento. La muchacha beso su abdomen y el acaricio su pelo, que estaba mojado en las puntas. No le importo que su ropa se mojase al Temperance apoyarse en él. La temperatura no es lo que puede molestar a un vampiro. Era gratificante ver como su estado mejoraba poco a poco… Estaba mortificado y en parte se culpaba de que ella cayese en picado de esa manera, pues las emociones influían lo que más en la salud. El vampiro recorrió su rostro con la yema de los dedos, ella era un pájaro… De una rara especie, de esplendido plumaje, de esos que encandilan con su virtud y de esos que morían con una facilidad pasmosa, porque eran delicados como flores.

Tan solo era una niña, había tantas cosas que ella no comprendía… La miro con ternura, era como tener a su hija en brazos. La diferencia radicaba en que había ciertas cosas que a su hija no quería hacerle… Sin embargo a Temperance… Suspiró negando. —No anuncies tan pronto la muerte. No alcanzas ni dos décadas, Temperance… Sabes que también yo lo hago–el vampiro beso su frente.

La muchacha declaró su mejoría y Everett asintió extendiendo sus brazos para ayudarla a salir pero ella no se pudo estabilizar y cuando iba a caer él la tomo entre sus brazos. Ella se separo, preguntándole si todo estaría bien él sonrió. Y la tomó en brazos nuevamente besándola como con anterioridad en el cuarto, con la misma pasión, pero con cuidado de no lastimarla con sus colmillos. Entre sus brazos la cargo sin responder, la llevo al cuarto y la colocó sobre la cama. La observo un instante y se dirigió a su armario tomando un blusón de los que ella solia usar, en un tono verde menta y lo llevo hasta la cama, amaba verla con ese color. Entonces tomo cuenta de que la muchacha debía mudar su ropa interior. —Debes cambiarte, y lo mejor es que descanses, pequeña mariposa… Estas débil…– beso su frente.

Caminó hacia las puertas de la habitación y se giró para mirarla una ultima vez.

—Buenas noches, Temperance.

En el baño, el príncipe tomaba entre sus brazos a Temperance, acariciando su mejilla, su rostro e inclinándose para besar sus labios con la misma pasión de antes. la joven respondió, pero no fue como cuando tenía fiebre, donde ella misma respondió con esa pasión física que desconocía, sino que con trémulo desconocimiento, y pasmosa frialdad, que respondía más a gratitud y a una reación maquinal que a verdadero deseo por besarlo con pasión. No conocía que era aquello, y ella misma, desconocía lo que su cuerpo podía provocar en otros. Deseos carnales, pasión física, sexo y amor, eran conceptos que escapan de su comprensión, o inquietud.

Pero aquel beso fue dulce, a diferencia de tantos otros, Temperance acarició sus cabellos mientras el la sujetaba para seguir con el beso. Confiaba en él, y no dudaba en sus actos, no así en sus intensiones. Confiaba que nunca la forzaría a nada, porque Temperance no era idiota, sabía que los vampiros deseaban a las mujeres, u hombres {no se cuestionaba el sexo con el que compartirías a cama} y ejecutaban sus, a veces, sórdidos deseos sexuales, justo antes de consumir su sangre. Pero ella tenía suerte, ningún vampiro, de la orden por lo menos, se atrevería a tocarla, sabiendo que eso le costaría su existencia.

Fue hacia la cama, y Temperance, recibió en las manos la camisola que el príncipe le entregaba -buenas noches... mañana estaré lo más lista que pueda estar para acompañarlo, prometo no defraudarlo - le dijo, comenzando a sacarse la ropa mojada antes de que el príncipe saliera, cuando él se girara, la vería sólo con la braga blanca, y la camisola cayendo por su delgado cuerpo.

-me recuperaré para mañana - le dice, cuando se vuelve a meter a la cama, y con la toalla que había traído del baño, secó su cabello. Esa noche lograría dormr, pero en la madrugada, despertaría nuevamente en pesadillas que presagiaban lo que pasaría sólo horas más tarde.