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Sipnosis
Memento Mori
Tras el festival

Fue un mes de locura, el que transcurrió luego del Festival de Invierno, luego de los cepelios de las víctimas, el poder quedó en las manos del Gobernador, Everett Goodweatherm tendría el control total sobre la ciudad, pero Azuka había logrado parte de su objetivo: Los rumores de que el gobierno de Washington ya no estaba tan convencido de compartir el poder con los vampiros; la situación se estaba saliendo de manos, y los cainitas y garras rojas parecían estar ganando la partida. Pero ninguno de los artífices de la destrucción, pensaron que los berkeser se volverían un problema para todos, porque los vampiros que no fueron asesinado por ellos, se transformaron en berkeser, que se han transformado en una manada que deambula por las alcantarillas atacando a quien se les enfrente o quien esté en su menú del día.

Humanos y Vampiros ya no tenían una alianza tan sólida como antes, y las desconfianzas estaban surgiendo.

Mientras que en medio quedaban los licanos, o por lo menos, parte de ellos, Fenrir y Fianna, pero quien padeció la peor parte fueron los Fenrir que en el atentado perdieron a su líder, del que jamás encontraron el cuerpo. Quedaría en manos del nuevo líder de los Fenrir y de Gissiel Earhart, determinar el destino de su clan y tradiciones, pero entre los licanos, se sabía la atrocidad cometida por las Garras Rojas, comandados por Arthur Redclaw, que se habían vuelto muy fuertes.

Por su parte, los rebeldes, el pequeño grupo de disidentes ya no parecían estar tan solos en su lucha, el gobierno de Washington los contactaría extra oficialmente para conseguir sus fines: controlar la ciudad, de una o de otra manera. Etienne LeBlanc, tendría que decidir..

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Under the sensual moon (Phersefone)

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Mensaje por Invitado Dom Ene 20, 2013 4:39 am

Aquella habitación se envolvió en una penumbra, iluminada solo por aquel frágil hoz de luz de la plateada luna llena. Victoire reposaba en su cama, con un aire aburrido, cubriendo con la manta su cuerpo desnudo. Ladeó el rostro a su derecha, admirando la menuda figura a su lado. La castaña cabellera de la humana, sobresalía alborotada entre las sabanas. La rubia se incorporó con sigilo y velocidad, tomando sus cosas y retirándose del lugar con un aire divertido, luego de aquella cena. Sus pasos son lo único que resuenan contra el frío mármol del piso. Las criadas le dedican miradas de reproche, seguramente pensando que debería sentir vergüenza por haber estado con una mujer. Victoire se divierte con los prejuicios de las personas, por suerte para ella, cuando se trataba de beber sangre, esas cosas eran las de menos. Se sitúo en el medio de aquel elevador, y se retiró de la residencia con gracia. Le gustaba esa parte de la ciudad. La alta sociedad, los adolescentes de ese lugar vivían sumidos en una eterna juventud y lucha por poder, que cuando llegaba el momento de organizar fiestas y todos terminaban ebrios o drogados, Victoire aparecía, sedienta ofreciendo diversiones más allá de lo imaginable.

Hace no mucho que recién había llegado a la ciudad. El rastro de Schmertterling la guío hasta allí. Su única misión era, hacerle saber que contaba con 'un ángel de la guarda' por decirlo de algún modo. La última vez que lo intentó, su inadaptado padrastro intentó matarla. Maldito bastardo, la chica se llevó de manera automática la mano al abdomen, donde el loco cazador había empuñado aquel filoso cuchillo, antes de amenazar con hacerla añicos. Al menos, ella no fue la única con una herida, pues ella le cortó la cara, a la altura de la mejilla. Un golpe de suerte, fue lo que la salvó. Aquel cazador atestado de enemigos fue puesto en caza, y muchos deseando su cabeza en aquel lugar, serían capaces de asesinarlo o peor, depositar su furia sobre la pequeña hija. Se mudaron, huyeron, como cucarachas escurriéndose en la oscuridad luego de ser descubiertas, aferrándose con todo su ser a la esperanza de encontrar algún refugio seguro del cual no lo fuesen a espantar.

Se detuvo, en algún local nocturno. Pasó con aquella galantería y porte que robaba las miradas de aquellas víctimas inocentes. Se sentó en el rincón más lejano, abriendo un libro para poder entretenerse en algo mientras tanto. La noche era joven, y ella no debía hacer nada. Jugueteaba con el collar que nunca se quitaba, ese con el que un día despertó y se dio cuenta que era vampireza. Ese que le proporcionaba el poder ir por las calles por el día, protegiendo su vida de los peligrosos rayos solares.
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