¿Un golpe de suerte? {libre}

A pesar de la hora, las calles estaban iluminadas por todos aquellos carteles brillantes que se encontraban a cada lado de la calle. Había nieve por todos lados y tuvo que ajustarse la bufanda un poco para que el viento frío no se le colara por un travieso hueco que había quedado en su nuca. Tuvo un escalofrío y decidió apurar el paso. Quería llegar a su casa en aquel instante, odiaba cuando su turno se alargaba y tenía que quedarse más tiempo. Claro que el pago de las horas extras no le venía nada mal, pero en aquellos momentos prefería el calor de su hogar, a la fría calle a pesar de que sus bolsillos estuvieran un poco más cargados.

Una nube blanca salió de su boca cuando suspiró cansada. Su vida se había vuelto monótona desde que habían llegado a Nueva York para instalarse. Aquel trabajo de camarera no le gustaba para nada pero era lo único que había encontrado en aquel momento que tuviera un horario flexible y que no fuera en un lugar de mala muerte.

Pasó por un callejón y escuchó un pequeño ladrido seguido de un llorisqueo. No se lo pensó dos veces y volvió sobre sus pasos, asomando la cabeza para ver de donde provenía escuchó nuevamente aquel sonido y el suave rasquetear. No podía creer que alguien fuera tan desalmado como para abandonar a un pobre animal con aquel tiempo. Cerró los ojos y respiró hondo calmándose a la vez que decidía ir por el pequeño animalito. Le partió el corazón encontrarlo en aquella sucia y pequeña caja. En cuanto la vio comenzó a llorar más fuerte, como pidiéndole que lo sacara de allí. No debía tener mucho tiempo de nacido y aquel frío no le iba a hacer bien. Se quitó la bufanda y agarrándolo con uno de las manos enguantadas lo envolvió. El pequeño se removió incómodo primero, sin saber que era lo que sucedía, pero luego sintió como se acurrucaba entre su brazo y su pecho.

—Pobre pequeñín —susurró observándolo y acariciando la cabeza suavemente con un dedo—. ¿Quién fue el malvado que te dejó aquí. No tienen corazón —parecía una loca hablándole a un perro que claramente no le entendía. ¿Qué haría ahora? Al parecer era un perro de esos que crecían bastante, no podría tenerlo para siempre en su departamento.

Una fuerte ráfaga de viento sopló, helándole hasta los huesos. Ahora que no tenía más su bufanda podía sentir más el frío. Tuvo un pequeño temblor y sus dientes castañearon. Era momento de largarse de allí. Con el pequeño Siro en brazos, así había decidido llamarlo segundos atrás, dio la vuelta y se dirigió hacia la salida del callejón donde se podía ver la nieve iluminada.

Dobló sin levantar la vista, observando al cachorro y no vio que alguien iba directo hacia ella. Su instinto hizo que protegiera al pequeño de la caída antes que a ella misma, sin importarle terminar sentada de un golpe en el suelo.

—Mierda —exclamó desde el suelo frunciendo el ceño.

Se mordió el labio inferior molesta y levantó la mirada para mirar a lo que había chocado. Parecía que la suerte no estaba de su lado aquella noche y se empeñaba en impedirle llegar a su casa, que era todo lo que quería hacer.

Luego de una reunión hacía escasas horas, justo cuando la noche daba su inicio… una de esas reuniones cuando dan reportes y se planean estrategias… valla situación más aburrida… tediosa, en realidad… luego de eso, decidió salir a buscar algún aperitivo… llevaba un vestido negro, largo, de corsé en la cintura con encajes en color morado oscuro… un collar de plata con un zafiro como adorno… y un par de argollas en sus orejas delicadas, que hacían juego con el fino adorno de su cuello, igual en plata y con los bellos zafiros… la verdad no eran adornos usuales… y remarcaban la belleza nata de la vampiresa.

La noche estaba bastante helada, los inviernos en Nueva York eran siempre así, largos y de un frío pronunciado, que pueden llegar a calar los huesos con facilidad… aunque claro, ella no sufría por algo como eso, por lo contrario, disfrutaba ese tipo de clima, ya que durante el día la luz del sol se pronunciaba tenue y el calor; bueno, era algo por lo que no debía de preocuparse… para un ser como ella, de baja temperatura corporal, el clima helado era el ideal para residir.

Con paso ligero comenzó a caminar por las calles, un tanto desoladas a esas horas… la mayoría de los mortales se encontraban descansando en su hogar, ya que no faltaban más que unas escasas horas para que el sol hiciese su entrada campante… antes de que eso sucediese debería de estar en un cómodo refugio, cosa que no le sería difícil de lograr, porque gracias a lo aglomerada de la ciudad, siempre se encontraban hoteles, cabinas, habitaciones… siempre disponibles para ser alquiladas… era simplemente idóneo para los momentos cuando el implacable sol les alcanzaba lejos de su lugar de residencia.

Era un panorama agradable a la vista… todo teñido de aquel cristalino blanco y aquellas abundantes luces artificiales tiñendo las calles y edificios de distintos colores… luces remarcadas sobre las baldosas, azules, amarillos, rojos… todo anunciando que los sitios estaban abiertos… y si no simplemente las lámparas de luces amarillas que acostumbraban iluminar las calles pavimentadas, cubiertas ahora por una gruesa capa de nieve… probablemente en horas cercanas al amanecer, pasaría una de esas ruidosas y enormes máquinas barredoras a encargarse de limpiar las calles para que los autos pudiesen pasar sin mayor problema… llevando a los mortales a sus muchas actividades y trabajos comunes.

Siguió su recorrido, doblando una esquina que la llevaría a la zona de tabernas… es probable que ahí lograría encontrar alguna presa incauta… que antes de ella es probable también presa del alcohol, aunque realmente esperaba topar con un poco de suerte, y encontrarse con algún pobre mortal que se ajustase a sus gustos exigentes.

Apenas doblaba la esquina cuando un palpitar acelerado la hizo poner sus sentidos alerta, era un aroma poco agradable… olía a lobo… a cachorro a la vez… ésta presencia lobizona la hizo parar en seco, y justo en ese momento el ser dueño de esa mescla de aromas estuvo frente a ella… no llegaron a chocar, pero el toparse con ella de improviso al parecer había ocasionado que cayese de golpe al suelo…
Estando ahí en el suelo frente a ella pudo entender porque había una mezcla peculiar… esa lobezna cargaba con un cachorro de perro… y el protegerlo la había hecho caer sentada de golpe… le miró de forma un tanto despectiva… los lobos no eran de su completo agrado, pero… es verdad, la plática que había llevado a cabo con los suyos hace poco la obligaba a cambiar un poco su actitud hacia ellos…

-Puedo ayudarla?...

Le cuestionó fríamente, mientras la observaba… extendiéndole su fría y blanca mano, cubierta apenas por un guante de encaje negro, para ayudarle a ponerse en pie.

Menudo golpe el que se había dado. Lo primero que su mente pensó fue en el cachorro, sus ojos se dirigieron rápidamente a él, antes de mirar a quien tenía enfrente.

La voz fría y con un deje despectivo le llamó la atención, haciendo que su ceño fruncido se pronunciara más. Alzó la vista y la imagen que se encontró no le agradó para nada. Ahora entendía a que venía aquel trato. El aspecto de aquella mujer no daba lugar a dudas: era un vampiro. Y podía saberlo porque cada célula de su cuerpo se lo gritaba, le pedía a gritos que le arrancara la cabeza. Sin embargo con un leve chasquido aplacó un poco aquellas ansias.

No tomó la mano que le ofrecía para levantarse, un gesto bastante grosero por su parte pero le importaba una mierda. Que su líder hubiese echo un pacto con los vampiros no significaba que tuviera que hacerse amiga de estos, tampoco caerles bien. Apoyó la mano libre en el suelo ayudándose a ponerse en pie, quedando frente a la vampira. Instintivamente apretó más contra ella al pequeño cachorro, como si estar frente a esa criatura pudiera hacerle algún mal, y cuanta razón tenía, nunca sabía que podía esperar de los vampiros.

—Estoy bien —dijo de forma brusca una vez se levantó. Lo correcto en este caso sería disculparse, después de todo había sido ella quién no vio por donde iba. Pero que le partiera un rayo si le pedía perdón a un vampiro.

Una ráfaga de viento frío soplo haciendo que el insípido aroma del vampiro llegara a ella. Arrugó la nariz en una mueca de desagrado ante aquello. Cada vello de su cuerpo se erizó frente a su enemigo natural. Era difícil tener que mantener la calma, si no fuera por como había sido entrenado por su padre, no podría aguantar las ganas de transformarse y allí sí, no habría nada que la parara.

En su cabeza resonaron como eco las palabras de su líder. El pacto debía mantenerse y para aquello, todos tenían que convivir con los vampiros como si fuesen humanos normales, así podrían seguir manteniendo la fachada. Chasqueó la lengua y alzó una ceja, observándola. Parecía una dama bastante distinguida por la manera en la que iba vestida. Seguramente habría salido a buscar alimento.

—Falta poco para la salida del sol —comentó como si nada viendo más allá de ella el horizonte—. ¿No deberías esconderte?

En su voz no había no había curiosidad, tampoco preocupación, era un simple comentario.

El seño fruncido en su rostro denotaba que el desprecio era mutuo, bueno, nada de extrañarse, a pesar de ser razas hermanas, o más bien por lo mismo, un encuentro resultaba la mayoría del tiempo como algo un tanto desagradable… no obstante, las circunstancias a las que se enfrentaban ambas razas en la actualidad, los llevaba a la necesidad de entablar relaciones diplomáticas para buscar objetivos de mutuo beneficio.

La mujer no quiso tomar la mano que la vampiresa le ofrecía, cosa que sin lugar a dudas le disgustó, pero en su rostro no se pudo percibir un solo gesto que lo evidenciara… aquel rostro de apariencia marmórea parecía inmutable ante todo, sereno y frío cual hielo polar… toda ella solía ser de esta forma. La mujer se apoyó sobre su mano libre y se puso en pie, quedando frente a la vampiresa, que la observaba fijamente sin perder un solo detalle de sus acciones… entre las cuales estuvo el tomar al cachorro que tenía entre sus brazos con más fuerza, lo que dejaba entre ver lo que sus instintos le decían al estar ante un vástago.

Era una criatura depredadora, su naturaleza y la de todos los suyos era esa, siempre lo había sido, y sí, más de alguno renegaba de su naturaleza, no obstante cuando los instintos apremian no hay voluntad que valga para hacerles frente, la conciencia se nubla y el cuerpo busca aquello tan preciado para poder seguir en pie, para poder seguir existiendo… el no hacerlo no es una opción… la única visible es entregarse a los brazos del fuego, o del implacable sol; cuando aún un halo de voluntad se halle presente.

La joven pronunció palabra de forma un tanto brusca, respondiendo a las palabras que la vampiresa había pronunciado hacía un momento, una ráfaga de viento tras de Azuka hizo su vestido moverse, al igual que sus cabellos apenas un poco, puesto que iban amarrados en un bello peinado, dejando solamente una pequeña parte de sus cabellos en libertad de movimiento… la lobezna arrugó su nariz, al parecer el aroma que la vampiresa expedía no le era muy agradable que digamos, lo que era natural, así que no le ofendió su gesticulación.

El acelerado corazón de aquella licana dejaba ver que la sangre le hervía, sin lugar a dudas sus instintos asesinos estaban a flor de piel… y el deseo por atacarle apenas si era controlado… ah, sí, los de su raza al igual que la propia contaba con fuertes instintos, no obstante para los licanos solían ser más fuertes, y todo el tiempo se encontraban frente a los mismos, luchando para no convertirse en presa de su naturaleza… para los jóvenes era usual dejarse llevar, ya que solamente con muchos años de existencia el controlarlos a la perfección era posible.

Escuchó su cuestionamiento, y si era verdad que el sol estaba próximo a salir, afortunadamente los inviernos de new york difícilmente dejaban escapar un par de rayos de sol, por lo que encontrar un refugio sería algo fácil y sencillo de conseguir… si claro, la ventaja de estar en una ciudad con una aglomeración exorbitante, una habitación de hotel sería sumamente factible de conseguir antes de que el sol apremiase contra ella con fuerza.

-Agradezco la preocupación…

Dijo con un leve dejo de sarcasmo en sus palabras, con su voz fría, un tanto gutural, pero fina y femenina a la vez.

-Pero le aseguro que no es algo por lo que deba inquietarse…

La miró apreciándola un poco más, analizándola… poseía cabellos castaños y ojos azules, a decir verdad era bastante bella y de figura femenina… algo poco usual en los de su raza, ya que la mayoría de hembras licanas solían tener apariencia bastante tosca, muy similar a la de sus varones, que por poco y no eran físico culturistas, pero bueno, como en todo siempre existen sus excepciones.

Aquella lobezna esbozó una media sonrisa, y ante aquel comentario la vampiresa solamente alzó una ceja levemente, dejándose en claro con aquellas palabras que ella no gustaba de los de su especie, cosa natural ciertamente… es más, quedaba muy en claro que sentía cierta repulsión por los de su estirpe, cosa que no la alarmó, no podía culparla, ella tampoco se veía encantada ante los licántropos, pero, el juego debe marchar de la forma más adecuada… y eran necesarias nuevas y fuertes piezas en aquel ajedrez.

La vampiresa escuchó al animalito ese emitir un pequeño gemido, de seguro por el frío, ya que a pesar de estar cubierto, la noche estaba ciertamente demasiado helada… la licantropa se encogió de hombros, probablemente resignada ante algún pensamiento, a saber cuál sería?... Azuka no estaba interesada en indagar en su mente, era claro que desprecio, repulsión y rabia reprimida era lo único que encontraría ahí.

La joven dijo aquella frase de forma directa y agresiva, con un dejo de sarcasmo en sus palabras un poco leve… parecía hasta cierto punto no desaprobar la idea de que se alimentase… y bueno, ¿con que derecho lo haría?... los suyos después de todo, al perder la cordura solían alimentarse de los mortales, sin diferenciar muy bien si se tratase de algún amigo, siendo guiados simplemente por los instintos.

Luego de una pequeña pausa y escuchar su segundo comentario expresado casi en un murmullo, esta teoría le fue confirmada, pero si… su dejo de bondad, un tanto irónico para ellos no podía faltar, pero bueno, siempre solían tenerlo… aunque no todos, algunos licántropos poseían un nivel de maldad superior inclusive al de muchos vampiros.

El odio entre ambas especies era tan antiguo, su padre… el ser que le había regalado la inmortalidad le había platicado sobre las viejas leyendas… una de éstas hablaba sobre la raza hermana, enemiga por elección… es probable que las nuevas generaciones no estuviesen al tanto de esto, pero, al menos ella sí conocía éstas viejas leyendas, que se perderían en el tiempo, junto con los inmortales que dormitaban perdidos.

Según contaba la leyenda, los vampiros eran la raza original, pero, algunos de estos inmortales, sufrían por su condición vampírica… imploraron a los dioses, a la madre luna que les quitase el castigo eterno de no poder volver a ver la luz del sol… y dicen que así fue, pero como retribución, durante las noches de luna llena, todos aquellos instintos que fueron reprimidos, eran desplegados con furia y sin marcha… transformándose en enormes bestias que solamente buscaban sangre y carne para saciarse.

-Procuraré elegir la más adecuada…

Fue lo único que pronunció, aún sin quitarle la vista de encima… no tenía pensado retenerla demasiado tiempo ahí… ya que el amanecer estaba demasiado próximo, por lo que debía de conseguir una presa adecuada, que llevaría hasta una habitación de hotel, donde podría disfrutar de ella hasta vaciarla completamente, pero muy lentamente… así tendría en que entretenerse durante las horas de sol.

Observó un gesto en el rostro ajeno… si bien por naturaleza eran enemigas, al parecer esa noche que anunciaba un próximo amanecer no sería puesta para una batalla campal, que probablemente no hubiese resultado bien para ninguna de las dos… dejarlo pasar de tal manera, era probablemente un golpe de suerte, ya que bueno… hasta cierto punto el mantener la cordialidad con sus contrarios era necesario, puesto que las alianzas con ellos serían simplemente necesarias para salir airosos en aquella guerra que se aproximaba.

El animalillo que la lobezna tenía entre sus brazos parecía algo inquieto, y la mujer que lo sostenía, dedicando una fría mirada pronunció unas cuantas palabras quizá igual de frías que su manera de observarla… dando a entender que no tenía mayores intenciones de continuar con aquella pequeña platica que estaban manteniendo, y bueno, la vampiresa de igual manera tenía algo de prisa, ya que después de todo el amanecer estaba por caer, y tenía aún una presa que capturar antes de que esto ocurriese.

Acto seguido la mujer aquella comenzó a caminar, pasando de lado de la vampiresa, quien no se inmutó, ni se movió si quiera cuando ella afianzó sus pasos… una vez estando de espaldas, la escuchó hablar una vez más… la vampiresa ante tales palabras esbozó una medio sonrisa, porque en sus adentros sabía que tal muestra de cordialidad estaba solamente disfrazando las palabras de odio que querían salir disparadas en su contra, acompañadas quizá de un par de zarpazos y mordidas, pero bueno, las normas actuales lo impedían.

-Nos volveremos a ver…

Musitó con suavidad, pero con la suficiente fuerza para que aquella licantropa la escuchase, para posterior a esto, con velocidad vampírica desaparecer de aquel sitio, dejando en el ambiente no más que su aroma como prueba de que estuvo ahí alguna vez, y sus palabras resonando en la mente ajena… al igual que ese aroma que probablemente le parecía desagradable….