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Sipnosis
Memento Mori
Tras el festival

Fue un mes de locura, el que transcurrió luego del Festival de Invierno, luego de los cepelios de las víctimas, el poder quedó en las manos del Gobernador, Everett Goodweatherm tendría el control total sobre la ciudad, pero Azuka había logrado parte de su objetivo: Los rumores de que el gobierno de Washington ya no estaba tan convencido de compartir el poder con los vampiros; la situación se estaba saliendo de manos, y los cainitas y garras rojas parecían estar ganando la partida. Pero ninguno de los artífices de la destrucción, pensaron que los berkeser se volverían un problema para todos, porque los vampiros que no fueron asesinado por ellos, se transformaron en berkeser, que se han transformado en una manada que deambula por las alcantarillas atacando a quien se les enfrente o quien esté en su menú del día.

Humanos y Vampiros ya no tenían una alianza tan sólida como antes, y las desconfianzas estaban surgiendo.

Mientras que en medio quedaban los licanos, o por lo menos, parte de ellos, Fenrir y Fianna, pero quien padeció la peor parte fueron los Fenrir que en el atentado perdieron a su líder, del que jamás encontraron el cuerpo. Quedaría en manos del nuevo líder de los Fenrir y de Gissiel Earhart, determinar el destino de su clan y tradiciones, pero entre los licanos, se sabía la atrocidad cometida por las Garras Rojas, comandados por Arthur Redclaw, que se habían vuelto muy fuertes.

Por su parte, los rebeldes, el pequeño grupo de disidentes ya no parecían estar tan solos en su lucha, el gobierno de Washington los contactaría extra oficialmente para conseguir sus fines: controlar la ciudad, de una o de otra manera. Etienne LeBlanc, tendría que decidir..

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Mensaje por Invitado Mar Mar 12, 2013 3:55 pm

Zona cero
Central Park
Medianoche
1 de septiembre 2014



Un resoplido, inhala, exhala, inhala, exhala…. Respira.

Se agacho encorvándose un poco mientras posaba una mano en un costado y así aplacar un poco el dolor del flato. No era mala corriendo, la verdad tenia buena velocidad debido a los constantes entrenamientos, pero escapar de unos cuantos perros infernales no era cosa fácil, le doblaban en rapidez y ferocidad, claro estaba. Suspiro. En primero lugar, sabía que no debía estar allí, en cierta medida había salido a hurtadillas con la fiel vigilancia de algunos espíritus y la compañía del más leal, aquel que nunca la abandonaba. Kami refulgía en la oscuridad como un espectro cadavérico, sus elegantes patas negras se apoyaron sobre la graba del suelo con una delicadeza y elegancia envidiable, acaricio su gatuno lomo suavemente en forma de agradecimiento por ayudarla a llevarla hasta allí. Para ser justos con la verdad, Lilith ya había intentado ir, sin ser vista, pero la vez anterior se había encontrado con una barrera impenetrable de seres demoniacos, demasiado poderosos para una mujer convaleciente en busca de algo que había dejado abandonado en su departamento.

Pero... ¿Por qué el afán de esconder algo? Pues porque lo que iba a buscar, era realmente valioso si lo que quería era información y recuperar algunas cosas que en su adolescencia había dejado atrás por creerla innecesarias. Por demás, lo valioso que era le hacía tener constantemente un poco de cautela, no podia caer en malas manos. Con gran decisión volvió a acariciar el pelaje negro como la noche más oscura, venir con él había sido un acierto, puesto que era silencioso, nadie advertía su presencia debido a nivel de energía espiritual, aunque podía ser igual de improbable como recordar el lugar exacto donde había ocultado los artilugios, pero el hecho más importante era su indudable sentido de rastreo y percepción extrasensorial, los gatos en vida eran maravillosos captores de energía y una vez en el otro plano, no tenían comparación, por algo se creía que eran los guardianes del mundo de los muertos. Eso le recordó inevitablemente a la mujer de sus sueños, que dos años antes le había instado a protegerlos y dejarlos escondidos bajo sellos mágicos.

Los recuerdos se agolpaban en su mente llenándola de información que creía haber olvidado, sueños que en su momento no le habían parecido más importantes que una ida a la Universidad o una clase de Historia antigua.

Entre pensamientos, ya había llegado a su destino y la soledad del lugar la sobrecogió casi como si no reconociera aquel piso de madera pulida y los grandes ventanales que mostraban una imagen caótica de Central Park. Sin embargo todo dentro de ese departamento no era como lo recordaba, estaba roído, molido y semi destruido, había un ambiente hostil desde la entrada, pero no importaba en realidad porque hacía mucho sabía que aquel lugar ya no podía llamarle su hogar.

Subió al segundo piso de un dúplex abierto que mostraba lo que antes había sido su habitación, y contó los pasos hasta llegar al rincón junto a un gran espejo de pared que no reflejaba más que polvo. A simple vista absolutamente nadie habría sospechado que bajo ese suelo se escondía algo de suma importancia. La tela negra sucia de polvo seguía casi intacta, tal vez un poco roída de ratones, pero el libro estaba en perfectas condiciones, lo mismo para una daga de plata, un diario de vida con cerradura y una brújula descompuesta que no marcaba al norte.

-Por fin…

Tomó el libro y lo acarició con la yema de los dedos, la cubierta de cuero negro estaba algo áspera, pero el aroma a libro viejo le trajo recuerdos de su infancia, en la mansión cuando se escabullía a la biblioteca y refugiada por horas, leía sin parar los libros prohibidos de su ama, el castigo luego nunca era lo esperaba. Abrió la tapa y le recibió un símbolo rúnico llamado "Candado". Un poderoso hechizo de magia blanca con runas qué anulaba absolutamente cualquier intentó de corrupción.

Leyó la primera página mientras sus ojos grises apreciaban la aparición de las letras como pequeños mosaicos de tinta que formaban las runas qué le componían. Se quedó absorta por la lectura mientras acariciaba distraída el pelaje negro de su mascota espectral.
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