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Sipnosis
Memento Mori
Tras el festival

Fue un mes de locura, el que transcurrió luego del Festival de Invierno, luego de los cepelios de las víctimas, el poder quedó en las manos del Gobernador, Everett Goodweatherm tendría el control total sobre la ciudad, pero Azuka había logrado parte de su objetivo: Los rumores de que el gobierno de Washington ya no estaba tan convencido de compartir el poder con los vampiros; la situación se estaba saliendo de manos, y los cainitas y garras rojas parecían estar ganando la partida. Pero ninguno de los artífices de la destrucción, pensaron que los berkeser se volverían un problema para todos, porque los vampiros que no fueron asesinado por ellos, se transformaron en berkeser, que se han transformado en una manada que deambula por las alcantarillas atacando a quien se les enfrente o quien esté en su menú del día.

Humanos y Vampiros ya no tenían una alianza tan sólida como antes, y las desconfianzas estaban surgiendo.

Mientras que en medio quedaban los licanos, o por lo menos, parte de ellos, Fenrir y Fianna, pero quien padeció la peor parte fueron los Fenrir que en el atentado perdieron a su líder, del que jamás encontraron el cuerpo. Quedaría en manos del nuevo líder de los Fenrir y de Gissiel Earhart, determinar el destino de su clan y tradiciones, pero entre los licanos, se sabía la atrocidad cometida por las Garras Rojas, comandados por Arthur Redclaw, que se habían vuelto muy fuertes.

Por su parte, los rebeldes, el pequeño grupo de disidentes ya no parecían estar tan solos en su lucha, el gobierno de Washington los contactaría extra oficialmente para conseguir sus fines: controlar la ciudad, de una o de otra manera. Etienne LeBlanc, tendría que decidir..

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Bajo la sombra de unas alas

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Mensaje por Invitado Jue Feb 21, 2013 5:21 am

5 de Junio - 23:42 de la noche
Calle del Fuerte humano y Bar de Helena Gray.


Tras varios minutos de silencio lúgubre, Mikhail terminó por asentarse sobre el tejado de un viejo edificio bastante agrietado y deteriorado. Se encontraba agachado, en cuclillas, sobre el borde, extendiendo el vacío ante él. Desde arriba podía ver gran parte del Fuerte, así como varias luces de distintos hogares, algunas personas por la calle y como siempre militares
-¿Es así como debe ser, Padre?- murmuró entreistecido, con la capucha de su chaqueta gris y andrajosa cubriéndole la cabeza. Se llevó una mano a la barbilla, rascándola, pensativo. No encontraba motivos por más que los buscaba para permanecer ahí, en ese lugar ¿Por qué no retornar? ¿Por qué obedecer los designios de Quien no está?

Sus alas, invisibles al ojo humano, se replegaron sobre él, como si se acunara entre ellas
-Es triste... ¿Es aquí donde muere la Virtud? Tantos años desde aquel combate...- negaba con la cabeza para sí mismo. No se percataba de que su monólogo estaba siendo escuchado por una fémina que se hallaba tras él, de brazos cruzados. Una mujer joven, de cabellos rubios y ojos verdes como la esmeralda, muy parecidos a los del mismo Mikhail -¿Aún con esos pensamientos, Mikhail?- el ángel giró la cabeza y la observó por encima de su hombro, aún consternado, triste. -Lo que ahonde en mi corazón no te incumbe, Gabriel- se puso en pie tras aquellas palabras y estudió con mayor parsimonia todo lo que se extendía bajo sus pies. El Fuerte, ese lugar de pobreza creciente que cada vez gozaba en menor medida de cualquier tipo de lujo o capricho. Se mordió el labio inferior mientras su compañera se acercaba, preocupada, apoyando su mano sobre su hombro izquierdo -Michael...- éste agitó su hombro con pereza, sin intención de parecer hiriente o despreciando la preocupación de aquella hermana celestial -No me llames así, ya no- se giró despacio y la encaró, fijando sus ojos en ella, manteniendo una especie de duelo entre aquellos orbes que compartían casi el mismo color -Mikhail, Michael... ¿Qué mas da? Es el mismo nombre, oculto tras otra lengua humana distinta. Si realmente quisieras dejar de ser quien eres, tendrías otra etiqueta en tu alma- a pesar de que creía lo contrario, fue Mikhail quien apartó la mirada de su acompañante -Quizá haya olvidado lo que soy- con un paso firme hacia él, Gabriel consiguió que volviese a mirarla. Mikhail no obstante, retrocedió, aproximándose aun más al abismo -Quieres olvidarlo, Michael. Quieres creer que nuestro Creador nos ha abandonado, que la humanidad ya no goza de su gracia, que el Usurpador está en lo cierto al no ayudarles ¡Ellos necesitan ahora más que nunca a sus guardianes!- la angustia en la voz de Gabriel no quedó oculta, pues pretendía precisamente que le hiciera ver, tras tantos años, el dolor que les causaba a ella y a los demás sus dudas sobre Dios -...Solo necesito meditar un poco más, Gabri...- le sostuvo entonces la mirada con más determinación que antes -Medita pues, Michael...- éste bufó -Pero deja de llamarme así de una vez. Michael desapareció cuando Él se marchó, se fue con él, para no regresar... de la misma manera- se dio la vuelta y se posicionó tan al filo del precipicio que, si no gozara de la fuerza y equilibrio digno de su raza, ya habría caido y muerto al tomar tierra -Soy Mikhail, os guste o no. Michael, aquel que en su día fue el Jefe de los ejércitos de Dios ya no está... Solo me diferencio de ti y en los demás en el aspecto físico y en mis pensamientos, mis emociones...- la chica rubia suspiró apesadumbrada. Sus alas que parecían pasar inadvertidas, se abrieron en señal de vuelo -Todos somos iguales, Mikhail... No olvides las Virtudes que representamos, luchamos contra el pecado y contra la perdición de la humanidad en esta tierra devastada por el caos. Refugiate en tus sombras si así lo deseas, compadécete de ti mismo, tente la piedad suficiente para poder tenerla sobre Su obra... Y no hagas algo de lo que te puedas arrepentir- cuando el ángel estuvo a punto de volver a mirarla, ella ya había desaparecido.

Completamente a solas sobre ese tejado, permaneció inmóvil como una estatua durante varios minutos, incansable. Varias patrullas avanzaron por las calles inferiores mientras la noche parecía volverse más oscura conforme la luna ascendía en el plano astral
-¿Por qué nos abandonaste...?- se dejó caer entonces como una pluma hasta pisar terreno humano, en el que aterrizó con gracia y agilidad, sin hacerse el menor rasguño. Deambuló entre las calles nocturnas encapuchado y permitiéndose el lujo de llevarse a los labios un cigarrillo. Comenzó haciéndolo por asemejarse a tantos humanos como había conocido, pero empezaba a tomarle cierto gusto a pesar de que el sabor era repugnante ¿Estaba empezando a pecar al sucumbir ante el pecado del vicio? Aquella idea le hizo escupirlo tan rápido como le asaltó aquel pensamiento tenebroso. Necesitaba un lugar donde sentarse y pensar, un lugar donde se viera camuflado y nadie le atacase... ¿Quizá aquel bar que se extendía ante él, sobre el que no había reparado hasta ese mismo instante...?
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Mensaje por Invitado Vie Feb 22, 2013 1:47 am

Empezaba a anochecer y yo acababa de despertar. Es lo que tiene trabajar en el turno de noche de uno de los pocos bares que consiguen atraer a clientela en esta época, clientela desorientada y borracha, claro. No era un suplicio para mí tener que hacer aquello. Hacía ya un par de años que trabajaba en Anker’s por la noche, así que el día se había convertido poco a poco en mi tiempo de sueño. Si que era tedioso marchar trabajar sabiendo que solo te encontrarías a los mismos borrachos de siempre, esos que matarían a su madre por que el bar abriese una hora más, esos que te lanzan miradas lascivas para después vomitar en la esquina que acabas de limpiar. Pero como he dicho, ya todo se basaba en la costumbre para mí. Además, no podía quejarme. Trabajaba menos horas de lo normal, ganaba un sueldo suficiente como para sobrevivir en la ciudad y, como sabía que el jefe jamás encontraría a otro que tuviese valor para trabajar a esas altas horas de la noche tras la catástrofe, podía hacer cuanto desease en el bar; desde servirme yo misma todo lo que quisiese hasta llevarme un plus de la caja registradora. Todo en clandestinidad, claro.

Salí rápido de la cama. Me vestí con una camiseta negra de mangas cortas ceñida al cuerpo, unos vaqueros azules y mis botas negras. Me maquillé los ojos de color negro por todo su alrededor, como solía hacer. En resumen, daba la pinta de una mujer dura, como en realidad soy. No es que me vuelva loca además, ponerme pulseras de pinchos y otros accesorios parecidos, pero en un lugar como al que iba a trabajar, mejor ir así que con vestidos y faldas.
–Ag, joder- dije, al mirar el reloj que había sobre la mesa de noche y entender que era más tarde de lo que pensaba. No comí nada, ni si quiera me duché. Tomé el bolso y salí del pequeño ático en el que vivía para tomar el coche y llegar rápido a Anker’s. No me demoré demasiado en abrir las puertas del bar y colocarme tras la barra para empezar a servir cervezas a los mismos de siempre, quienes ni si quiera saludaban al entrar. Unos se sentaban al otro lado de la barra, y otros en las pocas mesas del lugar, cada uno manteniendo una charla con el de al lado hasta que el alcohol empezase a hacer mella en ellos. Sólo me dirigían la palabra para pedirme más bebida o para dedicarme algo asquerosamente grosero. Por lo que me senté sobre la misma barra, tomé mi móvil y me puse a juguetear con él hasta que volviesen a pedir algo. Si… así eran mis días, rodeada de capullos incompetentes.

Había pasado la media noche, y aquellos inútiles ya se hallaban cantando y balbuceando cosas incomprensibles. Tomé del bolso el paquete de tabaco y me encendí un cigarrillo. Acto seguido se acercó uno de los borrachos casi tambaleándose
–Helena, guapa, si me bebo…toooooooda la cerveza de este bar y te la pago entera. Enterita- decía abriendo los brazos -¿Te desnudarás aquí para que pueda verte?- sonrió de forma repugnante, dejando ese olor de aliento borracho en el aire. Sostuve el cigarro entre los labios, tomé un vaso de caña y le serví cerveza – Claro que sí, Jerry. Cogerás tal cogorza que me verás sin necesidad de que me quite nada, sin que esté aquí incluso- sonreí falsamente y solté una colilla en la cerveza. Estaba tan borracho que ni se dio cuenta, pues se la bebió toda de un trago –Serás capullo…- dije bastante consternada por ver hasta donde eran capaces de llegar. Decidí salir a la puerta para seguir fumándome el cigarro, pero sin quitar ojo del bar. Poco tardarían en empezar a pelearse.
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Mensaje por Invitado Vie Feb 22, 2013 2:24 am

Con las manos en los bolsillos de la chaqueta y cabizbajo, decidío entonces dirigirse hacia el umbral de la puerta. Allí se había colocado una joven chica, bastante hermosa pero con pintas bastante rebeldes. Fumaba un cigarro echando algún que otro vistazo al bar. Al pasar por su lado, le llegó de lleno el hedor de la nicotina quemándose en ese papelillo liado con tabaco en su interior. La miró de reojo, deteniendo el paso -Buenas noches- no esperó respuesta cuando continuó decidido a entrar en el antro, aunque poco tardaría en arrepentirse.

En el interior de dicha sala se mostraban unos modales y hábitos muy alejados a los que solía compartir con sus hermanos eones atrás. Se quedé sorprendido ante el despliegue de palabras soeces, gestos obscenos y alguna que otra provocación estúpida, calumniándose entre ellos para iniciar una pequeña batalla campal
-Buenas noches, caballeros- sus palabras hicieron que uno a uno se fueran callando y fijándose en él. Pudo sentir en poco tiempo los ojos de cada criatura viviente dentro del bar estudiándole por completo, como si fuera un ente extraño. De hecho, lo era, pero no lo sabían.
De entre dos corpulentos hombres, aparecieron dos mujeres con un aspecto similar a la chica que fumaba en la puerta, pero mucho más demacradas, desfavorecidas y delgadas
-¿No nos saludas a las damas...?- la que habló se colgó de su hombro con un brazo mientras la otra reía con una jarra de cerveza en la mano. Todo lo que le rodeaba apestaba a alcohol y los presentes estaban más descuidados que los mismos edificios de la Fortaleza ¿Qué les pasaba a los humanos? ¿Por qué eran tan débiles? ¿Por qué se arrojaban a la autodestrucción en lugar de combatir el mal que les acecha tras las murallas? -Por supuesto, buenas noches a vosotras, señoritas- miró por encima del hombro para comprobar si la de la puerta lee miraba, aunque tampoco le dio demasiada importancia. Cada mirada perspicaz y pícara de los presentes empezaban a tornarse pequeñas sonrisillas perversas que prefirió obviar, por lo que se dirigió a la barra.

Se las apañó para sentarme en un taburete un tanto inestable, cojo de una pata y húmedo de algo que prefería no saber. Observó detenidamente el local y a los presentes, todo estaba hecho una ruina. Es más, Mikhail quedó totalmente absorto en sus ideas de cómo semejante edificio podía mantenerse en pie cuando estructuras más imponentes habían caido con facilidad ante la guerra que propició el estado natural y actual de las cosas que rodeaban a todo ser viviente en ese planeta. Suspiró agotado y miró al de al lado, un hombre gordo y con el rostro grasiento, con el pelo descuidado y una barba aun más dejada que el resto de su aspecto físico. Parecía oler a gasolina y aceite de coche, además de a cerveza y whiskey barato
-¿Dónde está el camarero? ¿O el encargado?- preguntó con desgana, cada vez con menos interés por permanecer en el lugar. Su compañero de asiento le miró con expresión cansada y ojos profundos, cargados de ojeras -¿Es que estás ciego o qué, muchacho? Maldita sea esta juventud...- Mikhail arqueó las cejas, con curiosidad. Ese hombre, a pesar de su enorme descuido físico, no aparentaba tener más de 30 años, justo los que él mismo aparentaba. Además, le fue irónico el comentario, dado que no recordaba cuantos milenios llevaba existiendo -Perdone, no quería...- el rechoncho hombre hizo un ademán con la mano, despreciando sus palabras -Bah, cállate de una vez. Déjame beber tranquilo... Cuando la chica se termine el cigarillo regresará, supongo... Esa tipa es peor que los mismísimos chupa sangres ¿Me oyes? ¡Peor!- no comprendió el ángel, si quería que lo dejara en paz ¿Por qué le seguía hablando? -Sí... es peor, ella no es una chupa sangres, es una chupa pollas... No me extrañaría con esa carita de buena debajo de ese pote barato y sus pintas de zorrón ¿Qué se cree?- parecía enormemente molesto, pero a pesar de todo, no alzaba la voz, como si temiera que le oyese -Disculpe... ¿De qué habla?- el hombretón dio un enorme trago a su bebida y se limpió las barbas hediondas con la manga de su camisa de cuadros -Mira... primero, deja de llamarme de usted ¿Quieres? Me pones nervioso y no me gusta que me pongan nervioso. Segundo, esa niñata es la única que abre de noche... a los demás parece darles miedo. A mi me lo da, desde luego. Ni loco trabajaría en este momento, podrían asediarnos esos engendros hijos de Satán- sonreí ante la colosal borrachera del individuo -¿Pero no te da miedo beber hasta altas horas de la noche? No se diferencia mucho en trabjar- me miró con los ojos abiertos como platos, espantado -¡Por Dios misericordioso, tienes razón! ¡Es lo mismo!- vociferaba como si la revelación fuese de proporciones bíblicas -¡Eh, este tipo piensa! ¿Pues sabes qué? La diferencia está en que tampoco tengo trabajo, ni familia, lo perdí todo cuando estalló esa maldita guerra, así que el poco dinero que consigo es para beber y ahogar mis penas. Si me muerde uno de esos cabrones, explotará, he oido que el alcohol hace estragos en su interior, es como el ácido- reveló aquella información con orgullo a pesar de ser totalmente falsa. Ciertamente desconocía el efecto del alcohol en el cuerpo de un vampiro, pero dudaba demasiado de que fuera como el ácido. No pudo evitar reir un tanto, cosa que le ofendió y mucho.

Encolerizó en menos que canta un gallo y propinó al ángel un empujón que lo derribó de su asiento, debido a la cojera del taburete. Los demás hicieron corrillo a su alrededor y entre ese hombretón gordo y otro más que apareció de la nada, alto, ataviado con una chaqueta de cuero desgastada y una cara llena de cicatrices, comenzarón a golpear a Mikhail con odio y saña, como si golpeasen algo que llevaban muchos, muchos años deseando destruir. El ángel se limitó a cubrirse con sus brazos y encogerse de piernas para reducir el daño de los impactos, los cuales la mayoría fueron hacia su espalda y cabeza, algun puntapié incluso llegó hasta su boca, por lo que no empezó a gotear sangre en el suelo por nada. Los demás solo coreaban y gritaban eufóricos, deseando ver la muerte de alguien que no fuera uno de ellos, que no fuera un conocido. Una muerte que no les doliese y con la que poder desahogarse
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Mensaje por Invitado Vie Feb 22, 2013 4:37 am

Justo cuando casi terminaba de fumarme aquel cigarrillo, me sorprendió ver como llegaba y se adentraba al local, un hombre un poco mas mayor que yo, moreno, que nunca antes había visto. Lo más sorprendente de todo es que saludo con educación ¿En serio? ¿Quedaba gente así? ¿O venia ya borracho de si casa? Fuese lo que fuese, no le respondí. Si entraba Anker's era para perder muy pronto los modales. Una lástima. Parecía un hombre serio y concentrado a primera vista. Aquello no me desanimó, claro está. Un hombre mas luchando provocaría grandes progresos... aunque sí, si todos los borrachos a los que estaba desatendiendo lo hiciesen.

Me terminé el cigarro con bastante tranquilidad, dejando salir de entre mis labios el último aliento cargado de humo, por el momento. Tiré la colilla al suelo y la pise levemente. Quedé absorta en el panorama que frente a mis ojos se extendía. Tenía diez años cuando la catástrofe ocurrió, por lo que no llego a recordar con claridad como eran las calles lisas y los edificios sin grietas... Ni si quiera recuerdo a las familias paseando sonrientemente. Crecí básicamente rodeada de problemas, con un padre triste, una madre con depresión y un hermano desaparecido y/o muerto.
-Estamos de mierda hasta el cuello...- comenté en voz muy baja. Presentía que algo iba a cambiar nuevamente en la ciudad, y seguramente a peor. Me giré para entrar en el bar, y me sorprendió y me llenó de ira comprobar como aquellos miserables habían formado un coro para apalizar a alguien -¡Eh! ¡Eh! ¡¿Que os dije sobre montar peleas en el bar?! ¡Hacedlo en la puta calle, aquí me mancháis el suelo!- apenas me hicieron caso. Me acerqué con intención de eliminar aquel disturbio, y pude comprobar, que a quien le estaban propinando cada golpe era a aquel hombre educado. Y lo mejor de todo: no se estaba defendiendo ¿De donde salía ese finolis? Tomé a Jerry por el cuello de su asquerosa y mugrienta camisa, y tiré de ella hacia atrás para retirarle. Dio un par de pasos hacia atrás, pero aún el hombre se resistía. Acabé por tomar un vaso de cristal de la barra y golpeé con este su cabeza, sin dudar y sin remordimiento alguno, creando así un silencio memorable. Evidentemente, a ese hombre un vaso contra esa cabeza tan dura no le iba a hacer nada. Pero estaba tan borracho, que la confusión se apoderó de él -¡Sois unos miserables capullos! ¡¿Queréis pelear?! ¡Id a la calle y hacedlo! ¡Ah, no , cierto! ¡Que sois unos cobardes... Cobardes que no se atreven a pelear y formar escándalo en la calle porque le tienen miedo a unos chupa sangre! Eso sí, para pelear aquí si que tenéis pelotas... Porque es la única forma que tenéis de mostrar coraje mientras que otros se están dejando la piel por arreglar el mundo.- me dirigí hacia aquel hombre que se hallaba en el suelo y le ayudé con fuerza a levantarse - Marchaos ya, no os pienso servir nada más. Id a llorarle por más alcohol a vuestras putas- dije con rudeza, dirigiéndome a todos los allí presentes Tiré del brazo del hombre para que él no se uniese al grupo de marcha -Espera, voy a darte algo para ese labio-

Registré en mi bolso, el cual se encontraba en un asiento tras la barra, y saqué un pañuelo el cual le ofrecí desde el otro lado. -Ten. No querrás salir con eso sangrando...- comenté entrecerrando los ojos. Estaba nerviosa por lo sucedido, por lo que me vi impulsada a tomar otro cigarrillo y fumármelo allí mismo. Le tendí la caja de cigarros, por si quería alguno. Aquel hombre me intrigaba, era raro, no parecía ni de la ciudad. No se había defendido, si fuera peligroso lo habría hecho...pero, no es bueno descartar nada -¿Por que no te has defendido de esos capullos? Estaban borrachos, con un simple puñetazo los hubieses derrumbado a todos- le dí una calada al cigarro y dejé salir el humo de entre mis labios Oh... no me digas que eres al que todos los niños de la clase pegaban a la salida comenté irónica, pero sin reír. -¿Quieres algo? Es tarde. Sólo puedo darte una copa antes de cerrar... es demasiado tarde como para estar aquí sin correr peligro- Me senté sobre la barra y esperé a que decidiese.
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Mensaje por Invitado Mar Feb 26, 2013 3:38 am

El ángel sentía cada golpe sobre él como un recordatorio de el lugar en el que estaba. Ya no se hallaba en el paraiso de su Padre ni se encontraba entre hermanos. Estaba en la Tierra, en el planeta elegido. Estaba solo, exiliado por su propia mano de los cielos y repudiado por los pocos hermanos que rondan su cercanía debido a sus pensamientos herejes, solo Gabriel intentaba devolverlo a la senda correcta, solo ella... y tampoco lo intentaba con demasiado fervor. Pensó en ese mismo instante y se preguntó dónde había quedado la humanidad y la razón que separa a los humanos de los animales.... ¿Dónde quedó, además, el bondadoso corazón del hombre y la mujer que los diferenciaba de los demonios? Ya no existía esa diferencia, ya no quedaban más que sombras en sus almas.

Sintiendo cada vez menos dolor, tentado por demostrar que él no era uno más de ellos, que no era un individuo simple al que se puede medrar en grupo, sintiendo el calor de la sangre santa en sus venas ardiendo, clamando el perdón a un Dios que ya no existe mientras abría los ojos, aún en el suelo, a punto de deshacerse del grupo de atacantes malhechores y deshacerse así del tormento que soportaba desde hacía años cuando regresó descendió para ayudar a los que ahora le herían... mas hubo una luz en las entrañas de las tinieblas.

Las voces de una mujer y sus bravuconerías así como sendos empujones y tirones de cuello de camisa hicieron que me dejasen en paz ¿Le había ayudado? Fascinante. Mikhail lentamente comenzó a erguirse, llevándose una mano a los labios. Era la hipotética dueña del bar a la que el borracho de antes había insultado, la mujer de la puerta, la que le había ayudado. Despachó a toda clientela del local, quedándonos a solas, pidiendo que aguardara para darme algo para el labio, lo cual resultó ser un pañuelo.
Alterada, se encendió otro cigarro mientras el ángel se posicionaba de nuevo en pie, dándose suaves y ligeros toquecitos con el paño para limpiar una sangre que ya no estaba debido a su extraordinaria cicatrización, pero debía fingir
-Mil gracias, chica- suspiró tremendamente apesadumbrado. Sentía toneladas de acero en su interior, su espiritualidad y su propia alma angelical habían estado cerca de la diabolización y sus alas, invisibles para la camarera, parecían ser más oscuras del color gris que portaban las alas de los exiliados, perdiendo ese toque similar a la plata y adaptado a un color sombra -¿Defenderme?- sin atreverse a moverse, Mikhail respondió a la muchacha -Eran más que yo...- negó con la cabeza -Hacerles frente, por muy borrachos que estuvieran, hubiese sido peor. Además, estoy seguro de que si existe un Dios ahí arriba preferirá que tengamos misericordia- dejó el pañuelo sobre la barra, despacio y sonriente. Esas palabras, aunque en ese momento no creía demasiado en ellas, las dijo a propósito para tantear la reacción de la muchacha ¿Y si había dado por suerte con alguien que merecía la pena? ¿Y si ella era su redentora así como él podría ser su juez? Él buscó la mirada de la joven y la observó detenidamente con sus ojos color esmeralda -¿Trabajas aquí todas las noches? Parece que eres consciente de que el Fuerte está protegido y regido por este gobierno militar...- se tomó la libertad de acercarse a ella lo suficiente para no intimidarla -¿Qué puede existir en este lugar...?- aún hundido en su propia espesura, hablaba sin mirar directamente a la mujer, ya no. Dio una vuelta de 360 grados con los brazos abiertos, abarcando el bar -¿Qué puede hacer que los humanos sientan... miedo?- se percató de sus palabras y decidió autocorregirse rápidamente -¿Por qué tenemos miedo?- sonrió irónico, contestándose a si mismo en su mente y regresando a la realidad, a sabiendas de lo excéntrico que estaría pareciéndole a la muchacha -...Creo que me han dado más fuerte de lo que pensé- rió -Será mejor que me marche y te deje cerrar...- volvió a recolocarse la capucha y salió entonces del bar, dejando en el interior a la camarera, con sus propias ideas de tan extraña situación.

Hubo silencio en la calle, o eso parecería desde el interior de cualquier hogar o lugar, pero el cargador de un par de pistolas hicieron que Mikhail entrase de nuevo por esa puerta, de espaldas, cuando hacía escasos segundos se había marchado
-¿Por qué...?- un par de hombres que no habían estado con anterioridad en el tumulto formado en Anker's entraron tras el ángel, armados con unas pistolas semi automáticas del calibre 45 ¿De dónde las habrían sacado? Eran típicas del ejército, más concretamente, SOCOM. -Fíjate... creo que hoy nos llevamos dos- miraron a la muchacha para luego reparar de nuevo en Mikhail. Ambos hombres se separaron y uno apuntó a la mujer mientras el otro se encargaba del ángel -Pobrecilla la niña...- dijo el que retenía al celestial -¿No sereis amigos, no? Nos es más fácil cuando no teneis nada por lo que protegeros mutuamente- el ángel no entendía absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo ¿Quiénes eran y por qué los amenazaban con pistolas tan imponentes? ¿A dónde pretendían llevarlos? Buscó las respuestas en la camarera, pues con anterioridad demostró soltura y descaro suficiente para hacer frente ¿Mostraría imprudencia e insolencia al enfrentarse a un hombre armado? El ángel gris se tomó unos segundos para meditar la mejor solución y que no le llevase por el camino más fácil y siniestro -No teneis por qué hacer nada, señores. Dejadla marchar, ella solo trabajaba aquí y yo soy un cliente extraviado- ambos miraron a Mikhail con expresión incrédula, al borde de la risa. Llevaba desde el comienzo de la guerra en esa tierra y aún no se acostumbraba a lo que la catástrofe les había hecho cambiar a la humanidad o al menos en su gran mayoría. Como respuesta solo recibió un golpe seco en la cabeza con la empuñadora del arma, que le hizo caer de rodillas, consciente gracias a su divinidad -Bien hecho, Charles... Me da mal rollo cuando se ponen a hablar de forma educada y coherente, nos están esperando. Vamos bomboncito, si te portas bien te dejaré darme un besito antes de irte con Ellos- la intentó tomar del brazo, mientras Mikhail esperaba solo tener un motivo de alto peso para poder hacer algo sin cuestionarse nuevamente su identidad como Hijo de Dios y anterior jefe de sus ejércitos.
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Mensaje por Invitado Mar Feb 26, 2013 4:43 am

-Ahórrate las gracias. Si no quieres meterte en peleas, evita venir aquí y ya esta- aclaré. Me seguía intrigando a aquel hombre. Ni que decir tiene que en todo momento me mantuve alerta por si actuaba de alguna forma sospechosa. Escuché sus palabras sin apenas atención, sólo con la suficiente como para entender lo que quería decir y dejar ver media sonrisa en mi rostro mientras seguía fumando -¿Dios? ¿Estando el mundo como esta crees tu que ahí arriba hay un Dios que prefiere que nos portemos como monjas de la caridad? En serio, no, no vuelvas a esta tasca ni a ninguna otra- dije sin dar crédito alguno. No continué con las expiaciones, pues esperé que entendiese hasta donde quería llegar con eso. El hombre, se aventuró a preguntar si trabajaba en el lugar cada noche. No respondí, es más, me bajé de la barra y empecé a colocar en su sitio las sillas y las mesas sin dejar de escuchar a aquel sujeto, pues estaba empezando a divagar de una forma que hacia mucho tiempo que no veía en un borracho, esa forma divagar de que a cada pregunta le daría mil respuestas con el mismo sentido. Suspiré con pesadez y me giré para pedirle que se marchase. Pareció leerme la mente, pues en ese mismo instante recapacitó y decidió marcharse. Puse los ojos en blanco, fui hacia el otro lado de la barra y empecé a lavar los vasos.

Justo en ese mismo instante, oí como dos hombres llegaban al bar
-Esta cerrado- dije seria y cortante. Me giré, pues aquellos hombres entraron obviando mis palabras. Iban armados y sabía a que venían. -Marchaos de aquí- dije alertada y buscando con la mirada el armario en el que tenía la pistola. Apareció de forma inesperada el hombre al que acababan de agredir en el bar. No, no se había dejado nada ¿Que hacía aquí? Uno de los hombres se encargó del moreno, y el otro se acercaba a mi a paso lento. Volví a fijarme en el armario donde tenía la pistola. Se encontraba entre aquel hombre y yo, y por suerte, aún no se había dado cuenta de mis esporádicas atenciones a aquel mueble. Aproveché el instante en el que golpearon al muchacho para abalanzarme al armario, abrirlo y tomar el arma. Pude llegar hasta él y abrirlo, pero no tomar el arma; pues uno de los hombres se había adelantado y me había tomado del brazo con bastante fuerza como para que se me quedara marcado, y llevarme hasta él, como si de un abrazo se tratase -Hija de puta... armas en el trabajo...muy bonito- Iba a dirigir su otra mano hacia mi cuerpo para aprovecharse de él, y solo por ese deseo de poder aprovecharse de una mujer, salió perdiendo. Dejó mi otro brazo libre y pude coger el cigarro que tenía aún en la boca para dirigirlo hacia su ojo e irritarselo, lo suficiente como para distraerle, coger el arma, y dispararle a un pie. Acto seguido hice lo mismo con el que se encargaba del moreno. Cabe decir que lo hice casi sin pensar, la bala podría haber llegado a su pierna en vez de a la de su captor, supuse que tenía un ángel de la guarda para haber sobrevivido de mi inexperto disparo - Marchaos de aquí de una puta vez. Decidle a vuestro jefe que la próxima vez seré yo quien le cause dolor - ambos hombres se quejaron de dolor, pero fueron lo suficientemente cobardes como a pesar de la herida que llevaban en los pies, salir arrastras de la tasca al comprender que estaban en desventaja -Puta, voy a volver a por ti y te juro que lo vas a lamentar- nada más oír esto, disparé al suelo para asustarles y que se marcharan del lugar a toda prisa.

Guardé el arma en el armario, tomé el bolso y cerré las puertas del bar una vez el moreno hubiese salido
- Eres un capullo con suerte- dije, sin ánimo alguno de ofender - Espero que tengas coche, deberías irte a casa cuanto antes, porque van a volver y te aseguro que van a buscarnos. No estaré para ayudarte otra vez- saqué las llaves del coche del bolso, pues tenía el coche aparcado justo en la puerta. Sólo tuve que pasar por delante de él y abrir la puerta del asiento del conductor. Tiré el bolso en el asiento y aguardé un segundo a entrar. Era consciente de que lo había hecho todo de forma muy precipitada, y que salía corriendo del lugar o correría peligro, y que más me valía estar segura de que no me siguiesen a casa... pero claro, eso era algo que no podía saber. Por otro lado, si ese hombre vivía lejos y no tenía coche, estaría dejandole a su suerte. Pero tampoco me fiaba tanto de él como para llevarle en el coche ¿Que hacer? No sabía quien era, ni como era, ni como se llamaba ni nada por el estilo. Tampoco se había ganado a pulso mi odio y mi desprecio, en ningún momento había tenido un comportamiento extraño. -Si no tienes coche y vives cerca mía - hice un signo de comillas con las manos bastante despreocupado -Hagamos una cosa, te dejo en un punto medio. Nunca aparco el coche demasiado cerca de casa, si te pilla cerca de la tuya, te llevo- dicho esto, me metí en el coche. Si que dejaba el coche cerca de casa, lo que no quería es que lo supiese. Tomé mi segunda pistola de la guantera y esperé a que entrase en caso de no tener coche -Que sepas que si intenta algo raro, a ti te disparo en peor zona- metí el arma en la cintura del pantalón, donde no pudiese tomarla sin llamar la atención.

Giré las llaves y puse el coche en marcha. El ambientador de pino comenzó a tambalearse levemente. Suspiré, incrédula de lo que estaba haciendo
-Si eres católico, reza por que no te encuentren estos dos mientras duermas esta noche- comenté de soslayo. Por supuesto que yo también corría peligro, pero tanto como yo, todos los habitantes de Nueva York. Sólo que yo me había atrevido a negarme a convertirme en bebida de chupa sangres... al menos yo no dormía por las noches, no me descubrirían dormida. Giré el volante para salir de donde estaba aparcado y pisé el acelerador -¿Donde te dejo?-
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Mensaje por Invitado Miér Feb 27, 2013 1:09 am

La escena se resolvió con relativa facilidad cuando la camarera optó por la via rápida y más fácil: atacar antes de ser atacados. Mikhail no se sorprendió demasiado cuando comprobó que había armas en el bar, muy posiblemente para defenderse de tipos como los que entraron e intentaron "llevárselos", pero el ángel aun no comprendía a dónde ni para qué.

Armada de valor al empuñar la pistola, la muchacha hirió a ambos y los echó de mala gana, sin arrebatarles la vida. Ello hizo que el ángel sonriera, proyectando sobre su mente la posible realidad de lo que anteriormente sopesaba, ella podía ser diferente, podía quedar resquicios de esperanza en un joven corazón inquieto y temeroso. Sí, ella tenía miedo y lo podía sentir, lo podía ver, casi lo podía tocar en el ambiente. Nos quedamos a solas una vez los asaltantes decidieron marcharse, no sin antes asegurar que regresarían a por ella, algo que ni siquiera Mikhail dudó que harían, de modo que la muchacha guardó rápidamente el arma y se apresuró a salir del recinto, siendo seguida muy de cerca por el ángel.

Se dirigió hacia un coche que parecía ser de su propiedad, tiró su bolso hacia dentro. Aconsejó que se marchara cuanto antes del lugar, pero reparó en que el aparente humano podía no tener medio de transporte y se ofreció a acercarle si vivía cerca de donde dejaba el coche
-Es una oferta muy de agradecer, señorita...- alargó la palabra dando a entender que no conocía su nombre -¿Qué te hace pensar que no diré que vivo cerca de ti, solamente para montar en el coche?- sonrió sin ningún tipo de malicia, simplemente le hacía gracia la situación y que fuera tan bondadosa a pesar de todo. Quizá su ambiente celestial ayudara, quizá su estampa segura y calmada le hacía ver a la joven que no representaba ningún peligro real, pero aun así, se maravillaba con la luz que había dentro de esa apariencia dura. Optó por montarse a su lado en el coche mientras ésta sacaba una segunda pistola de la guantera y la advertencia no tardó en llegar, cosa que no sorprendió al ángel -Bueno, si pretendiese hago estaría haciéndolo ya ¿No? Hemos estado solos durante un pequeño lapso en el bar y no he hecho más que hablar sin sentido aparente. Alguien que pretende aprovecharse hubiese ido directo a por ti- se colocó cómodamente en el asiento y esperó a que la chica arrancara.

Ya en marcha, ella comentó respecto al catolicismo y rezar, algo que provocó risas, nuevamente, por parte del ángel
-Católico, rezar... claro que sí, lo hago a menudo, aunque más que católico simplemente soy Creyente- la miró, estudiándola -¿Y tú? ¿Rezas, haces algo con lo que adorar a un ente superior, a tu creador? ¿Crees o has creido en Cristo, el hijo del Santo Padre?- preguntaba fingiendo ser un predicador, obviamente sobreactuando -Dejando las bromas a un lado, sí que suelo rezar por su vuelta...- miró las calles del Fuerte, oscuras, húmedas y sucias -¿No te da la sensación de que nos ha abandonado la criatura que más debería amarnos?- preguntó con un dolor tan amargo en sus palabras que casi parecía hablar de su propio padre, de hecho, lo hacía -¿Tienes alguien por quien vivir, muchacha? ¿Familia, amigos, un amor correspondido?- volvió a mirarla -La soledad y la desconfianza solo nos convierte en... Demonios- sonrió con misticismo, escrutando el alma de su acompañante que llevaba el volante del vehículo, sin pretender asustarla -Respecto al destino, tu aparca y donde pares, tomaré mi propio camino. Ha sido una muy rápida y agetreada...sobretodo para ti, estarás deseando descansar...- tanteaba disimuladamente a la chica, esperando respuestas no muy claras ni concisas, pero lo suficientemente directas para saber guiarse hacia su corazón. No pretendía conquistarla ni muchísimo menos, no le interesaba lo más mínimo su físico, que a pesar de ser excelente, era tan secundario o terciario como la situación actual de una hormiga obrera. Mikhail estaba intentando aferrarse a su interior, a su espíritu, a su buena voluntad. Habría algo que la tormentase, algo en lo que poder ayudarla, algo con lo que poder trabajar en ella y poder descubrir cual es el camino que deseaba seguir realmente. Sus dudas cada vez iban en aumento y la misma desconfianza sobre si mismo empezaba a pudrirle por dentro. Al menos, la avaricia y la lujuria no se estaban haciendo presa de él al estar en compañía de semejante mujer, a solas, en un coche en plena noche.

Esos sentimientos encontrados, ese lado oscuro que combatía con el luminoso le mantenía inquieto, frotaba sus manos constantemente y se revolvía en el asiento buscando comodidad. Esperaba no llamar demasiado la atención de la joven con sus actos, pero no podía evitarlo
-¿Por qué te arriesgas trabajando en ese lugar a estas horas? ¿Son típicos esos ataques? ¿A dónde querrían llevarnos?- intentó desviar la atención de la chica a esas preguntas, que realmente le interesaban -Siento ser tan entrometido, pero comprenderás que aun esté algo nervioso. Si para ti ha sido ajetreada, para mi a sido dolorosa- no podía evitar reir aun, pues era demasiado alegre en ocasiones que no debía. Se llevó la mano al labio como señal de los golpes recibidos en el bar por los clientes. No obstante, ya no tenía ni una cicatriz -¿Estarás bien trabajando ahí a partir de ahora? Quizá mirar otras opciones sean más seguras... aunque te vales muy bien por ti misma- dio un par de palmadas a la guantera, refiriéndose a la pistola -Tiempos oscuros para una muchacha oscura- decía entre risas, a pesar de que parecía denotar cierta sabiduría en sus palabras, casi parecía que hablaba un hombre mayor con personalidad juvenil que un simple chico de 30 años al que habían golpeado y amenazado -Pero ¿Quién sabe? Los caminos de la vida son tan inescrutables como el probar si realmente existen los demonios, los ángeles, los magos... ¿Crees en ellos?- sonrió suspicaz -Existen "Esas" criaturas al menos...- la escrutaba de nuevo, esperando ver alguna reacción con alguno de esos temas. Hacía muchísimo tiempo que no se entusiasmaba con un alma en concreto y se había encaprichado con la camarera, cosa que no debía, pues son emociones que no corresponden con sus virtudes. Ella, por otra parte, no tenía ni idea del combate épico que se libraba en el interior de Mikhail -Por cierto, no me he presentado, me llamo Mikhail- sonriente como siempre, inclinó ligeramente la cabeza con un gesto elegante y respetuoso, guardando silencio quebrado por el motor del vehículo, que parecía el reloj que indicaba que el tiempo que pasaría junto a ella cada vez sería menos reducido hasta llegar al hogar. Mikhail, de igual forma, ya tenía planeado que para ella, iba a ser una noche bastante extraña y movida... Había dado con el peor de los ángeles en la Tierra en ese mismo momento

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Mensaje por Invitado Miér Feb 27, 2013 3:22 am

No quité vista de la abollada y destrozada carretera mientras conducía, pero tampoco quitaba el oído de las palabras de aquel hombre. Estaba alerta, en tensión por si intentaba lo más mínimo, y ya empezaba a arrepentirme de lo que acababa de ofrecerle. Comenzó a preguntarme cosas sobre religión como si de un predicador se tratase, y lo peor de todo es que en ningún momento estuvo borracho, por lo que lo estaba diciendo consciente pero no sabía si cuerdo. Parpadeé un par de veces y a parte otro par mi mirada para dirigirsela a él, incrédula -Pues bien por ti, si lo crees- comenté aliviada cuando comentó la palabra ''broma'' en sus frases, aunque no dejase de lado aquel tema. -¿Vuelta?- reí con pesadez - Ese de quien hablas no existe, jamás existió. Lo siento si te ofende, pero si de verdad existiese jamás nos hubiese abandonado a nuestra suerte en un mundo como este. Mucho menos hubiese permitido que tantas personas muriesen o dejasen de ser ellas mismas- comenté seria, sin apartar la vista de la carretera. No creía en Dios, nunca tuve la oportunidad de creer en él. Cierto era que los vampiros existían y que por ende, podríamos creer en su historia. Pero tras todo lo que había pasado era difícil, más aún si la única persona a la que quería en este mundo me la habían arrebatado justo el día en el que quedó claro que nadie jamás nos ayudaría.

Giraba por una glorieta justo en el momento en el que el moreno me preguntó algo que sobrepasaba el límite debido entre dos que se acaban de conocer y que, yo al menos, no deseaba seguir con esa relación más de media hora más
-No voy responderte a eso- dije cortante, con un tanto de rabia en las palabras. No porque me sintiese triste por estar sola, por no tener a nadie por quien sobrevivir, sino porque detestaba hablar de ello. Me encantaba estar sola, adoraba mi soledad, pero no me gustaba tener que ir contándoselo a la gente. De la forma en la que preguntó y de la forma en la que respondí, quizás diese a entender que estaba enamorada de alguien que no me correspondía o que tenía un amante indeciso, así que me mordí la lengua deseando que no preguntase más. Evidentemente no le devolví la pregunta, no me interesaba lo más mínimo saber de su vida. Por suerte cambió el tema y me dijo que parase donde solía hacerlo. Y menos mal, porque lo estaba deseando.

Sin embargo, mi desesperación aumentó cuando encontré una calle cortada, la cual solía tomar, a causa de un levantamiento del relieve de la misma. No sabía exactamente que podría haber ocurrido en ese lugar mientras estaba en Anker's, pero seguramente sería por lo obvio. Fue bastante oportuna e irritante la pregunta que me dirigió el hombre en ese mismo instante en el que me llevé las manos a la cabeza y cambié de sentido para tomar otro camino
. -¿Tu eres de aquí?- pregunté exasperada - Trabajo en Anker's porque soy la única que tiene valor para hacer el turno de noche sin temer ataques como el de hoy. No me pagan mal y puedo hacer cuanto me plazca, pues no van a echarme. No encontrarían a nadie que quisiese el puesto. En cuanto a los ataques... no debes salir mucho a la calle ¿verdad? Desde que la ''paz'' se instauró, muchos hijos de puta, cobardes, han decidido aliarse con esos chupa sangre. Buscan a gente indefensa, quienes no puedan con ellos, para llevarle sangre a esos cabrones y tener así un trato de favor con ellos. Los muy imbéciles no saben que en cuanto necesiten beber desesperadamente los secarán a ellos...- se interesó por si volvería a la tasca a trabajar, la verdad es que sabía que no volvería - Volveré, eso seguro. Y me beneficiaré del bar hasta que en vez de dos vengas tres a por mi. Entonces ya me las ingeniaré. Tampoco es que abunde el trabajo ene esta ciudad, no creo que encontrase otro... por lo que, mi única fuente de ingresos es esa, y hay que sobrevivir- Me resultó irónico el comentario que soltó sobre ''muchacha oscura'', no pude evitar sonreír como si estuviese ofendida -¿Oscura?- no dije nada más, ni si quiera me vi con ganas de responderle con cualquier frase ingeniosa. Me terminó de sacar de mis casillas la última pregunta que me dirigió, cuanto menos sospechosa -¿Que, que?- dije irritada y sorprendida. Sin duda era un capullo con suerte, pues acababa de aparcar en mi sitio, si no, le hubiese echado por la puerta a su suerte. Quité las llaves del coche y abrí la puerta de mi lado mientras el hombre se presentaba, además de ser raro, tenía un nombre raro. -Bájate- le dije con voz imponente. Empezaba a inquietarme desde esa última pregunta y no deseaba malgastar mas tiempo con él. Puse el seguro del coche, me guardé las llaves y al menos ese día, no dejé la pistola en la guantera. Sabía que estaba esperando a que me presentase, pero no, no iba a darle ese placer si quería dormir tranquila -Adiós, Mikhail- dije, con un rintintín casi imperceptible, pero que le indicaría que no estaba dispuesta a presentarme. Me metí las manos en los bolsillos y me marché del lugar.

El piso en el que vivía estaba a apenas quince pasos alejado del coche. Me aseguré perfectamente de que nadie me seguía antes de entrar en él y subir las escaleras hasta el pequeño ático que tenía por hogar. Saqué las llaves de casa, las cuales se complementaban con un llavero de Totoro que me gustaba bastante, y que dejé en el posa llaves en forma de buda dorado que tenía sobre la mesa de la entradita. Cerré la puerta detrás de mi y me posé en la misma para suspirar de cansancio. Mi casa era bastante pequeña, pero apañada para mi sola. La cocina estaba en la misma estancia que el sofá, el televisor y el escritorio con el ordenador. Todo decorado de colores apagados y muchas, muchas velas de colores. En principio porque la luz se iba bastantes veces, y segundo, porque me encantaba el ambiente que causaban, además del aroma. Cave decir que en ninguna parte de la casa tenía ningún marco o foto, ni mía ni de nadie, no las necesitaba ni tenía con quien posar para una. Estaba un poco desordenada, tenía un par de libros en el suelo, a pie de sofá, que dejé la noche anterior sin querer mientras intentaba coger sueño. Uno de ellos era ''La metamorfosis'' de Franz Kafka, cuyo relato me había resultado muy similar a la situación actual. También tenía un par de platos sin fregar en el fregadero, pero no tenía ganas de ponerme a limpiar en ese momento. Me dirigí a mi habitación, bastante pequeña también, porque la cama, de matrimonio, entraba de pared a pared de milagro. Aún así me gustaba, porque el atrapasueños que tenía colgado en la cabecera de la misma le daba un toque muy relajante y hippie. Me desnudé tirando la ropa al suelo hasta quedar en ropa interior, tomé del armario unos pantalones muy cortos y una camiseta de tirantas, los cuales tenía por pijama, además de ropa interior limpia y una toalla. Llegué hasta el baño, me desnudé por completo dejando también la ropa interior por el suelo y me metí en la ducha, corrí las cortinas y comencé a ducharme, intentando así relajarme después de todo lo que había sucedido.
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Mensaje por Invitado Jue Feb 28, 2013 3:55 am

Desde el mismo instante en el que giró la primera esquina, Mikhail no tardó demasiado en hacer uso de sus habilidades para subir lo más rápido que pudo hasta uno de los tejados de los hogares colindantes para perseguir a la muchacha desde las alturas, para que ella no le viese. Deambuló agazapado, nuevamente con la capucha en la cabeza, vigilando y apartándose del borde del precipicio cuando pensaba que ella podría observar hacia donde iba. Lo más curioso, es que apenas tardó un par de minutos en llegar a su casa, prácticamente había aparcado el coche frente a la puerta -Eres una personita muy cauta, camarera- comentó para sí mismo, sonriente y rebosante de incertidumbre. Estuvo a punto de buscar la manera de descender cuando oyó el ruido de una puerta muy de cerca ¿Vivía acaso en el último piso? ¡En efecto! Se sorprendió a si mismo de la suerte que tuvo en ese mismo instante, mirando al cielo -¿Es posible que aún me ayudes allí donde estés, Padre?- murmuró con un brillo especial en los ojos, una claridad que hacía tiempo se había apagado.

Con sumo cuidado, se dejó resbalar por el tejado y asomó la cabeza por una de las ventanas. Inspeccionó ligeramente el lugar hasta que la vio aparecer, de modo que se apartó del cristal
-Es aquí...- aguardó entonces pacientemente, ventajas de ser un ángel, no conocía la desesperación ni las prisas. Esperó largo rato y volvió a mirar, sin vislumbrar nada que pudiera descubrirle. Optó por entrar con mucho cuidado por la ventana, abriéndola muy despacio -Discúlpame por entrar en tu alma sin permiso, chica... pero puedes ser mi última esperanza- se disculpó ante nadie, pues estaba solo en pleno salón. Se detuvo a estudiar con una mirada cada recodo del lugar, cada libro en el suelo y cada objeto que lo rodease. La falta de fotografías de sus familiares le hizo pensar que quizá estuviesen muertos y no quería recordarlo o simplemente que se habría peleado con ellos. Mikhail no era un detective ni era omnisapiente como Dios, pero sabía interpretar algunas señales obvias; estaba claro que la camarera no tenía contacto con su familia, no a menudo o no desea tenerlo.

A paso calmo, surcó el salón intentando no hacer ruido. Le llamó la atención el chasquido de gotas de agua sonando constantemente, como si lloviera. Interpretó que se estaba duchando, de modo que se sintió ligeramente más libre para husmear. Tomó del suelo uno de los libros, Metamorfosis se llamaba, de Kafka
-Metamorfosis... veo que hasta puedes llegar a tener un humor macabro, leyendo cosas de estas mientras tus iguales se metamorfosean también en vampiros...- esbozó media sonrisa, aun más intrigado por la forma de pensar de la joven. No parecía ser descuidada, no demasiado al menos. El llavero de aquella criatura de fantasía de carácter típico de anime japonés dio a entender al ángel que a pesar de toda esa coraza que llevaba por fuera, dentro debía de haber una muchacha femenina e incluso un tanto infantil, que no infantiloide -Sois una especie de lo más interesante...- susurró para sí, acariciando el llavero, denotando sus formas, como si fuera un enorme tesoro. En parte, para él lo era, significaba que la muchacha podría tener salvación.

Con la misma parsimonia pasó a la habitación de la chica, no sin antes tener cuidado. No tenía intención de comprobar cómo era su ropa interior ni ningún objeto de índole personal, pero si el hogar de uno era un reflejo de su alma, su propia habitación era el corazón de esa alma. Sus pesquisas le llevaron a clavar su mirada en cuanto cruzó el umbral sobre el atrapasueños. Desde que llegó a la tierra, había oido hablar de él. Se suponía que algunas etnias lo consideraban una red que atrapaba las pesadillas y dejaba fluir los buenos y dulces sueños
-Tiene uno...- se acercó y lo tocó con un dedo, le gustaba -Curioso objeto... ¿Sabes? Eres lo más parecido a un ángel que existe para los humanos- bromeó para sí y con el objeto, como si estuviese loco. Se tuvo que interrumpir no obstante al comprobar que dejó de oir la ducha desde hacía escasos momentos -No debe verme aquí- tan rápido como pudo, abrió la ventana de la habitación y salió por ella, subiendo nuevamente al tejado. Esta acción, hizo que el suelo y la ventana crujieran con estrépito en el silencio del hogar.

Mikhail aún combatía contra su propia imprudencia, por lo que regresó a la ventana del salón y entró nuevamente. Confiaba en que la chica estaría en su habitación, vistiéndose si no estaba inspeccionando el ruido. Sentía la corriente de viento helado que provocaba ambas aperturas abiertas. Se le ocurrió la feliz idea de jugar a las criaturas sobrenaturales, recordando la conversación en el coche y la reacción de la chica. La situación le inspiraba para ello. Dispuesto a ponerse manos a la obra y sobretodo para llevar a cabo una de sus más importantes labores, lo primero que hizo fue tomar los libros que había al pie del sofa y lanzarlos al aire, para que cayesen desperdigados por el salón, provocando ruido. Acto seguido, usó su velocidad aumentada para esconderse tras la puerta del baño, esperando que la chica pasara. Continuó con su infame juego de sombras cuando cerró la puerta del lababo con fuerza cuando salió del mismo, pasando otra vez a la habitación de la chica, no sin antes asegurarse de haberse llevado la pintura de ojos de la muchacha. Mientras confiaba en que ella investigaría esos ruidos, él dibujó la estrella de David en la pared, junto a la ventana y acto seguido, salió por la misma tras provocar otro fuerte ruido arrastrando la cama con una patada, poco, debido a la estrechez de la habitación, pero lo suficiente para un estruendoso chirrido.

Desde la cima del edificio, Mikhail sonreía divertido, imaginando lo preocupada que debía de estar la camarera sobre lo que debía estar sucediendo. Volvió a entrar, rodeando el tejado, por la ventana del salón y dibujó nuevamente con el rimel la misma estrella rodeada por un círculo y extrañas runas rodeándolo. Lo mismo hizo en plena puerta, terminando de gastar el maquillaje en dichas obras. Había sellado la entrada al hogar de la joven a los demonios. Parecía un corazón duro pero puro que podría ser corrompido si no gastaba el cuidado suficiente, por lo que decidió protegerla a toda costa de la influencia de dichas criaturas. Ahora ella podría dormir más tranquila que nunca aunque no lo supiera y lo dudase por las extrañas circunstancias que estaban ocurriendo en su hogar.

Para poner el broche final a su "divina" actuación, sopló casi todas las velas que había en el salón a excepción de una, junto a la que se colocó, frente al pasillo
-Kyrie eleison...- dijo en voz baja, pero lo suficiente para que ella pudiese oirlo, con un susurro forzado, fantasmagórico -Kyrie eleison...- su figura se veía delimitada por la luz anaranjada de la pequeña llamita de la vela, por lo que solo se vería de él media forma humanoide y encapuchada -Kyrie, spiritus vivifice, vitæ vis, eleison...- una vez hubiese terminado de llamar la atención de la muchacha y esta llegara a verlo, tan solo un segundo o dos, terminó por marcharse a la máxima velocidad que le permitía su escasa divinidad huyendo por la ventana, como si el viento lo hubiese arrastrado. La corriente de aire frio y húmedo de la noche no ayudaba a hacer la situación más reconfortante y hacía titilar la llama de la vela que terminó apagándose. En la habitación, el atrapasueños no dejaba de girar sobre si mismo una y otra y otra vez...
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Mensaje por Invitado Jue Feb 28, 2013 5:06 am

Mientras sentía el agua caer sobre mi rostro, no podía dejar de pensar en aquel hombre que acababa de conocer. No porque su presencia me hubiese marcado o hechizado como muchas novelas quieren dar a entender en tiempos en los que es casi imposible que eso ocurra, sino por su forma de comportarse, expresarse. No parecía un humano que hubiese visto con sus propios ojos el apocalipsis, parecía que se lo tomaba todo como tiempo pasado que jamás volvería, y entre los que luchan por instaurar la paz que siempre tuvimos, y los que se niegan a hacer nada esperando que sea otro quien los ayude, no sabría donde colocarle. Terminé de ducharme bastante rápido, porque estaba inquieta después del intento de secuestrarme y sabía que se repetiría más veces. Tomé la toalla que reposaba sobre el lavabo, me envolví en ella y me quedé paralizada. Me había parecido oír un ruido, pero al no oír otro similar sacudí la cabeza y terminé de secarme el cuerpo, aunque no los cabellos. Mientras me vestía con la ropa limpia, me pareció oír otro ruido, pero este mas fuerte y claro, provenía de mi habitación. Salí despacio del baño y me dirigí hacia donde el ruido se había provocado, intentando hacer el menor ruido posible, incluso intentando no tiritar por salir semi húmeda y con ropa tan corta del baño. Me asomé por la puerta, despacio, pero no había nadie allí. Dí un par de pasos mas hasta quedar completamente dentro de la misma, y me percaté de que la ventana estaba abierta. Jamás, jamás dejaba las ventanas abiertas... aunque quizás esa se me hubiese pasado. Suspiré, imaginando que quizás había entrado un pájaro y había salido al momento, o que quizás solo fueron imaginaciones mías. Y justo en ese mismo instante, oí como algo caía en el salón, de forma limpia y contundente. Me dirigí a paso rápido hasta el lugar, pero no había nadie, sólo los libros esparcidos por el suelo de una forma en la que yo no los había dejado -¿Que hay ahí?- pregunté llena de ira y en voz alta. Evidentemente, nadie respondió. Más bien, la puerta del baño se cerró provocando un leve portazo que me hizo girar sobre mi misma y definitivamente tener claro que había alguien en casa. Fui corriendo hacia el escritorio, abrí el primer cajón y tomé la pistola, siempre cargada. -¡Sal de donde estés y da la cara!- dije, sosteniendo el arma y dirigiéndome al baño. Abrí la puerta rápidamente, sin dudar y manteniendome alerta. Tampoco había nadie ¿Como podía ser posible? volví a oir otro ruido en la habitación, por lo que corrí hasta ella y una vez mas no encontré a nadie, pero si algo bastante peculiar: una estrella dibujada con lápiz negro en la pared -¿Serás cabrón? ¡ Te juro que como te encuentre vas a limpiarme la pared antes de que te mate!- Empecé a alterarme y noté como mi cuerpo me pedía a gritos un cigarrillo si salía ilesa de aquello. Me acerqué a la estrella y la rocé con mis dedos, llevándome parte de su tinta en ellos -¿Lápiz de ojos?- me pregunté a mi misma mientra frotaba los dedos unos con otros - Además me vas a comprar un lápiz nuevo... y te juro que no son baratos- No creía en los fantasmas, y estaba segura de que aquella estrella la había dibujado alguien, así que, aunque un poco asustada y bastante nerviosa, me dirigí sosteniendo el arma a la altura del pecho hacia el salón por si esa persona o criatura aún no se había marchado. Cuando casi había llegado , oí una voz y me quedé petrificada. Volví a oírla y entonces actué. Llegué al salón dispuesta a disparar a lo primero que viese, y claro que vi. Vi una figura humana aunque con bastante dificultad, pues fuese quien fuese había apagado todas las velas; y cuando fui a disparar, en ese mismo instante en el que tras solar el aire se aprieta el gatillo, aquella persona desapareció ante mis ojos.

Tardé bastante tiempo en reaccionar, y cuando lo hice, en la casa solo quedaba yo. No solté la pistola ni un sólo instante, ni si quiera en el que miré por la ventana para ver hacia donde había ido ¿Que podría haber sido? ¿Un vampiro? ¿Un vampiro volador? ¿un demonio volador? ¿Un algo con forma humana volador? A saber... pero fuera quien fuese, pude comprobar al volver a encender las velas con un cerillo, había dejado más estrellas en la casa
-Bien... a entrado en mi casa un fantasma enamorado del arte- dije, para después suspirar intentando aclarar mis ideas. Por supuesto que después cerré todas las ventanas, con pestillo además, y recogí todo lo que había quedado desordenado intentando darme una explicación a mi misma. Me encendí un cigarro que me fumé mientras tomaba un trapo húmedo e intentaba borrar aquellas estrellas, pero... no se borraban.

Aquella noche, fui directamente a la cama. No porque estuviese muerta de sueño, pues había levantado hacía pocas horas, sino porque la luz se había vuelto a ir, y ni podía ver la televisión, ni podía seguir buscando pistas sobre mi hermano o sobre aquellas puñeteras estrellas en internet, y ni tenía ánimos para leer nada. Simplemente me acosté, boca abajo, porque era mi única forma cómoda de dormir, y solamente de estrujarme el cerebro intentado comprender que había ocurrido, acabé durmiéndome.

Me desperté al día siguiente temprano, sobre las ocho de la mañana, pues no necesitaba más horas de sueño. Lo primero que hice fue comprobar si las estrellas aún seguían en su sitio, y sí, ahí seguían. Lo segundo, abrir la nevera e imaginar que desayunaba, pues estaba vacía y no había nada que llevarme a la boca. Lo tercero, al ver la luz del electrodoméstico apagada, comprender que la ciudad, o al menos mi zona, seguía sin luz. La incertidumbre y el hambre me reconcomían por dentro, por lo que acabé por decidí que aprovecharía el sol para salir a la calle, ir a la biblioteca abandonada a intentar buscarle un sentido a las estrellas y después a desayunar a algún lugar. Por lo que me vestí con lo primero limpio que encontré en el armario, que era poco. Un vestido de cuadros que llegaba por encima de las rodillas, unas botas negras bajas y una chaqueta bastante fina de color negro. En resumen, ropa que me daban mas pintas de chica amable que mujer dura, pero además de que no tenía más ropa limpia, para entrar en un sitio abandonado aquello era mejor. Metí en el bolso las gafas para leer y algo de dinero, y por supuesto y después de todo lo que había pasado, la pistola. Me peiné y medio maquillé, porque no tenía lápiz de ojos y necesitaría comprarlo.

Cuando todo estaba listo, salí de casa y bajé las escaleras hasta llegar a la calle. Una vez me encaminé a la biblioteca, me invadió una sensación muy extraña.
-Algo me dice que hoy va a ser un día muy largo-
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Mensaje por Invitado Vie Mar 01, 2013 2:55 am

Cuando el ángel se marchó del lugar, se tomó un larguísimo rato hasta llegar a su propia guarida, un pequeño piso abandonado que se encontraba a un par de manzanas de distancia del hogar de la camarera, de la que aún desconocía su nombre. Pensó en que podría haber aprovechado para mirar su DNI o algo con lo que enterarse del mismo. De igual forma, se encontraba sin demasiados ánimos. Cierto es que se había divertido un poco "asustándola" pero ¿De qué le servía? Se estaba dejando arrastrar por esa sensación de superioridad con respecto a los humanos... y no le gustaba lo más mínimo.

Subía las escaleras con desgana cuando un sobrecogedor aliento pareció acariciar su nuca. Mikhail se paralizó en el lugar, mirando a todos lados con solo sus ojos. Finalmente, salió disparado hacia su morada y cerró la puerta fuertemente tras él. Se dirigió a la pequeña cocina que tenía, la cual estaba conectada con el resto de la casa sin más paredes que para el retrete. Tomó cuando rápido pudo de un pequeño frasco un puñado de sal que esparció bajo la puerta en una fina linea perfectamente construida, sin aperturas
-In nomine patris et filii et spiritu sancti... Kyrie eleison...- recitaba nervioso alejándose de la puerta. Lo sentía, casi podía verlo, había algo tras esa puerta, algo le había seguido en las escaleras, algo lo estaba aguardando -¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué me has abandonado...?- se repetía a si mismo una pregunta dirigida hacia el mismísimo Dios mientras tomaba su antigua espada que colgaba de la pared en una funda rústica de cuero, la cual desenvainó -Sean cuales fueran tus designios, fueron cumplidos. Fuimos sometidos a tu voluntad de buen grado y nos dejaste solos a merced de la tentación...- blandió el arma con maestría, empuñando el mandoble con ambas manos, esperando a lo que fuese que intentara atravesar la puerta -¡Michael, tú y tu amor devoto por Dios es tan patético que se te olvida proteger las entradas a tu casa!- reía jocoso un muchacho más joven que él aparentemente, aproximadamente de la edad de la chica del bar -Nathanael...- el ángel se giró para encarar a uno de sus hermanos, perdido, poseido y tentado por los demonios. Mikhail pudo ver claramente como no había alas tras su espalda -¡Cuanto tiempo, Jefe! Aun tienes alas... y por lo que he oido, sigues esperando que Papi te responda ¿Eh? Creo que deberiamos conversar más a menudo, la última vez no te quedó clara- la tensión creció en el ambiente -No tengo nada que hablar contigo, Nathan- éste empezó a carcajearse -Ya lo creo que sí, pero no ahora. Pasaba por aquí y te vi entrar, así que decidí darte un susto y ver como reaccionabas. Ciertamente me has decepcionado, pero todo se puede arreglar, "Mikhail"- dijo con rintintín antes de dejarse caer por la ventana en la que estaba sentado, de espaldas. El ángel estuvo tentado de ir tras él, pero sabía que no le había ocurrido nada y lo peor, que volvería. Colgó nuevamente su espada y se tumbó en el sofá que tenía por cama y cerró los ojos, intentando hacer descansar el tan limitado cuerpo humano que poseía en la Tierra.

Al día siguiente y sin perder tiempo, el ángel se cambió de ropas y adoptó unas más alegres y vistosas para el día, una camiseta roja y unos baqueros un tanto descoloridos. Tomó las llaves de su motocicleta y el casco y se marchó hasta donde la tenía aparcada. Arrancó el vehículo, montó y tomó rumbo hacia donde la joven vivía. Desde la distancia la consiguió ver, alejándose sin tomar el coche
-¿Dónde vas...?- dijo para sí, siguiéndola desde lejos.
Estuvo tras su pista hasta que la vio entrar en la biblioteca, donde aparcó y se quitó el casco
-Biblioteca ¿Eh? No me extraña nada- mostró una media sonrisa al momento que se le ocurría una idea para aproximarse a ella sin parecer un acosador. No sabía cómo saldrían las cosas, pero debía hacerle confiar en él lo suficiente para que pudiese protegerla desde cerca.

Esperó a que pasara un rato desde que la joven entrase y la siguió por fin. Se aproximó a la bibliotecaria, una mujer madura, de unos 40 y tantos años, algo demacrada y con varias cicatrices en el rostro de cuya procedencia el ángel no dudaba
-Buen día- la mujer le devolvió una mirada cansada y triste -Supongo que es agradable que algunas personas sientan que los días son buenos, a partes de los que nos acechan...- Mikhail sintió la lástima y el pesar en su voz, así como un profundo dolor en sus ojos. Sintió deseos de intentar consolarla y sintió temor al desconocer cómo hacerlo ¿Qué le pasaba? ¿Estaba perdiendo la Virtud? -Eh... yo... Busco un libro de Kafka... Metamorfosis- la mujer asintió y buscó en unos archivadores hasta sacar un papelito que entregó al ángel, indicándole a donde ir. Este obedeció las indicaciones y terminó tomándolo para luego, disimuladamente, recorrerse los pasillos hasta dar con la camarera. No tardó demasiado en encontrarla, por lo que se sentó frente a ella, compartiendo mesa -Qué casualidad... Buen día, compañera de viaje- sonrió fingiendo timidez y nerviosismo -Parece que compartimos hábitos de lectura ¿Eh? ¿Qué lees?- se interesó por la lectura pero más le interesaba saber cómo reaccionó a toda la situación de la noche anterior y cómo lo estaría llevando ¿Asustada? ¿Nerviosa? ¿Desconfiada? -Yo estoy con Metamorfosis de Kafka- enseñó el libro, amigable -Y oh, bonito traje. Chica buena de día, dura de noche. Quizá por eso aquel tipo del bar dijo eso de ti...- dijo bajando la voz para que nadie le escuchara, aunque había muy poca gente en la biblioteca. A parte del miedo general que había, estaba bastante deteriorada y muchas estanterías estaban destrozadas así como libros en muy mal estado -¿Cual es tu verdadero tú?- esa pregunta tenía doble sentido, pues no era en absoluto pícara. Preguntó con seriedad, fijando sus ojos en ella y sin mostrar sonrisa o dudas al formularla. Para la chica podría preguntar sobre si realmente era dura y borde o si era tras esa fachada una mujer amable y comprensiva, pero la verdad oculta era la naturaleza de su alma y su raiz -Además... no me dijiste tu nombre, creo que he demostrado no ser una persona demasiado rara como para desconfiar de mi hasta ese punto- colocó el casco de la moto sobre la mesa y abrió el libro, fingiendo leer hasta que la muchacha le prestara atención. De nuevo sentía esa necesidad de ponerla a prueba, de sentirse más que ella... y debía obviar esas emociones pecaminosas
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Mensaje por Invitado Vie Mar 01, 2013 4:07 am

Tardé mi tiempo en llegar a la biblioteca. Soy una mujer tranquila por lo general, y no me doy prisas hasta que la situación no me lo exija, y para mi, la verdad, unas estrellas imborrables que alguien me había dibujado en la pared antes de desaparecer de la nada no requería ninguna prisa. Quizás fuese por mi negación a creer en espectros... pero después de ver todo lo que humanos y criaturas son capaces de hacer desde la catástrofe, ya poco me impresionaba. Nada mas llegar, y como siempre, obvié a la mujer que siempre se encontraba en la recepción ayudando a las poquísimas personas que encontraban aún entretenido buscar allí libros. Ella me conocía ya bastante de vista, y sabia que venía, me llevaba libros y después casi los devolvía todos... los que me quedaba para mi... que mas daban, nadie los echaría de menos. Ella encontró oportuno saludarme, y yo solo le dediqué una mirada inexpresiva. La verdad es que no entendía porqué seguía ahí trabajando, quizás fuese porque era lo único que le hacía recordar tiempos mejores. Poco me importaba. Subí las escaleras hasta el primer piso rápidamente. Como me encantaba leer y la biblioteca para mi era un sitio ya bastante conocido, podía imaginarme donde podría encontrar el tipo de libros que yo buscaba. Llegué hasta una sala donde todos los libros de cada estantería trataban del mismo tema, a lo que yo suelo llamar ''cosas raras inventadas para al final no darles sentido'', también llamado ''simbologia''. Comencé a buscar con paciencia entre las estanterías y acabé tomando cuatro libros, los cuales llevé hasta una de las mesas de lectura de la sala. Me senté, tomé y me puse mis gafas estilo nerd e intenté decidirme por cual empezaría a investigar. Al final acabé empezando por el que más tenía a mano, de carcasa negra y páginas ya amarillentas. Inspeccioné las páginas sin llegar a leerlas, pasándolas rápidamente intentando identificar en ellas la estrella.

Apenas había husmeado unas veinte páginas cuando noté como alguien se sentaba frente a mi. Alcé mi vista sobre las gafas. y ver a Mikhail, sonriente y dispuesto a entablar conversación conmigo me sentó como un vaso de agua fría cayendo sobre mi en plena mañana
-¿Compañera? La próxima vez que te encuentre entre las manos de algún adicto no te ayudaré. Piensate si ''compañera'' es el mejor término para seguir refiriéndote a mi- comenté borde y cortante, devolviendo mi vista al libro. De todas formas apenas pude seguir husmeando con atención, su presencia me distraía e irritaba con cada pregunta - ¿Que más te da lo que lea?- comenté como si estuviese ya acostumbrada a cortarle. Se ofreció a indicarme lo que leía, y nada mas reconocer el libro que tenía frente a él, me puse nerviosa -¿Y lees La Metamorfosis en esta sala en vez de en la de novelas? ¿Que quieres?- pregunté sin rodeos. Definitivamente me había visto y había venido a entablarme conversación en vez de a leer . Volvió a repetir ese comentario sobre la personalidad y la ropa, como si me conociese de toda la vida, y suspiré con muchísima pesadez cuando me formuló una pregunta de lo más peculiar que ni si quiera yo entendí, pero si lo suficiente como para entender que estaba intimando. Tomé mis libros de forma torpe y me puse en pie intentando que no llegase a leer los títulos - Será mejor que lea todo esto en casa, tranquila- recalqué esa última palabra. Por su puesto que no iba a contarle nada sobre mi ¿Que se creía?. Al final terminó por sugerirme que le confesase mi nombre, alegando haber demostrado que era de fiar -¿Y crees que añadiendo todo eso en vez de preguntármelo directamente conseguirás que me fíe de ti? No deberías ir hablándole así a la gente, hoy en día la gente procura no intimar con nadie- dejé la silla contra la mesa y dudé un poco sin querer. Definitivamente era humano, pues si no, no se encontraría en el lugar a esas horas. Tampoco podía ser adicto, si no, no se lo hubiesen intentado llevar la noche anterior. ¿Pero por que tantas ansias en preguntar? ¿Que quería realmente en un tiempo en el que lo que antes conocíamos como ''vida social'' había desaparecido? Los humanos habíamos aprendido a no fiarnos de nadie, a no intimar con cualquiera, a sobrevivir. Sin embargo él, parecía no conocer absolutamente nada de eso. -Que no hallas intentando nada por ahora no significa que no quieras intentarlo mas tarde- intenté desviar mi mirada de vez en cuando, un poco nerviosa -No voy a decírtelo, podrías ser un pervertido- comenté intentando excusarse. Quizás aquel comentario resultase absurdo, pues el mismo había visto como yo sola podía con dos hombres a la vez, y sabía que lo recordaría... la verdad es que ni si quiera sé por que dije aquello. No podía ser un pervertido. Incluso yo era capaz de dar peor imagen que él, pero, no, no quería incumplir las reglas que creé desde aquel día del apocalipsis. -Tengo que irme. No he desayunado nada, así que voy a buscar algo y a comprar lo que pueda. Además, tengo problemas en casa. Bastante cosas que limpiar para mi sola ... Léelo con tranquilidad. Es corto, pero bastante bueno- dije dirigiendo mi mirada a su libro. Los libros no me cabían en el bolso, por lo que tuve que llevarlos entre las manos mientras ya me dirigía escaleras abajo en dirección a la salida -Me llevo cuatro libros. Los traeré sin falta- comenté mientras cruzaba el umbral de la puerta para que la recepcionista me escuchase.

Una vez fuera, dejé mi mirada totalmente concentrada en una moto aparcada junto a la acera. Era bastante grande y bonita, hacía años que no veía un modelo así. Y juro por todo lo que existe, que de no ser porque recordé que Mikhail colocó un casco de moto sobre la mesa en la bilbioteca, y porque supuse que era suya y estaba demasiado cerca, la habría robado.
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Mensaje por Invitado Dom Mar 03, 2013 11:26 pm

Mikhail permaneció en silencio esbozando una media sonrisa durante el transcurso de esa especie de conversación que mantuvo con la camarera. Desde luego era una mujer dificil, indomable. El simple hecho de querer conocer su nombre estaba resultándole tan trabajoso como encontrar un demonio en una iglesia católica, por mucho que estas no tuviesen nada que ver realmente con el Verdadero Dios.

La chica permaneció estoica ante cualquier palabra del ángel, desechando cada pregunta o comentario para su propio beneficio y poder irse del lugar, alegando que quería leer en casa tranquila. Cometió el error no obstante de decir que no había desayunado, por lo que otorgó una nueva oportunidad sin saberlo al diligente ángel, que esperó unos momentos a que ella le sacase ventaja al marcharse para luego seguirla, dejando el libro de Kafka de golpe sobre el escritorio de la bibliotecaria
-¡Oye...! Que esto es una biblio...- se quedó callada la mujer, lanzando un suspiro y ojeando a su alrededor, viendo que no habia nadie más que no fuese ella, por lo que el ruido ya no molestaba a nadie.

Cuando alcanzó la puerta y cruzó el umbral, observó que la muchacha estaba observando su motocicleta. Mikhail se aproximó a ella con sumo cuidado y cautela intentando ser sigiloso hasta posicionarse a su lado
-Bonita ¿Eh? Importada desde tierras Niponas, ha aguantado muchísimos trotes, es algo vieja- comentó observando la moto que, obviamente, no le pertenecía. Más bien era una "herencia" del cuerpo que habitaba, de ese muchacho de 30 años que estaba a punto de fallecer cuando su entidad espiritual tomó posesión permanente del cuerpo -Dijiste que no has desayunado y yo tengo un transporte para dos, además, sigo interesado en saber quién eres. No me interesas lo más mínimo como mujer, sino como persona- inquirió, haciendo especial énfasis en la palabra "mujer" -Quiero decir, que las curvas de tu cuerpo para mi son igual de interesantes ahora mismo que las curvas del cuerpo de un pequeño escarabajo- la miró por el rabillo del ojo, no la estaba insultando ni despreciándola, de hecho era enormemente atractiva, hermosa y sensual, tremendamente provocativa por lo que recordaba de su escena en la noche anterior, pero él estaba muy por encima de eso -No te ofendas, pero como bien has dicho, lo que me interesa es por qué si no te puedes fiar de nadie, tú me ayudaste y te ofreciste a transportarme hasta casa o en su defecto, cerca. He de suponer que en tu interior no hay maldad aunque seas tan ruda ¿Cierto?- sonrió y se sentó sobre la moto. De una de las pequeñas maletas que había en la parte posterior justo al final del asiento, sacó unas gafas del tipo piloto y se las colocó, de cristal oscuro, cediéndole a ella el casco -¿Te apuntas a tomar algo con un desconocido que podría ser un pervertido? Míralo de este modo, si sigues encerrada en ti misma y no quieres contarme lo más mínimo, al menos te han llevado en moto, te ahorras la caminata, desayunas y encima me puedes robar la moto con esa bonita pistola de ayer- comentó irónico, burlón. Cualquier persona estaría exasperada con la actitud de la chica, pero él se divertía. Ella no le resultaba una tentación ni carnal ni sentimental, pero sí le provocaba una ligera inquietud que le movía a conocerla. Quería ver que había debajo de esa coraza, quería y necesitaba hallar en ella esperanza para la humanidad. Las personas evolucionan según el lugar en el que pasen el tiempo y por ello, a veces no se comportaban de manera muy diferente de los demonios o vampiros. De hecho, aún ni siquiera era pública la existencia de los licántropos para ellos -Además...- dejó las burlas y se puso serio de pronto -Quiero hablar sobre los tipos de anoche. Comprenderás que estuve implicado y quiero saber quienes son y por qué lo hacían. Me dio la impresión de que tú sabes algo respecto a ellos. Sube- los pensamientos sobre las criaturas y la inmundicia humana le recordó a aquel momento, por lo que aprovecharía esa oportunidad con la camarera. Arrancó la moto y giró varias veces el acelerador para que el motor profiriera unos rugidos monstruosos pero irresistibles ante el oido de cualquier persona amante de semejantes vehículos, rugidos de una bestia de acero que profetizaba la libertad de sentir el aire en el rostro mientras cabalgas la carretera, a pesar de que el viento actual estaba infestado de tristeza y dolor -Tú decides, no-compañera- sonrió nuevamente, expectante y deseando partir. A pesar de ser un ángel y poder moverse a velocidades increiblemente altas con respecto a los humanos y a poder usar sus alas, los inventos creados por la Obra de Dios eran realmente interesantes y se había enamorado de esa moto desde el mismo instante en el que la probó. Le recordaba de una manera muy sutil lo que era antiguamente volar en el reino de los cielos...
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Mensaje por Invitado Jue Mar 07, 2013 3:22 am

Me quité las gafas y las guardé en el bolso con su funda sin dejar de admirar aquella moto, y estuve a punto de terminar de hacerlo para marcharme a casa, cuando sin darme cuenta, Mikhail se colocó a mi lado y se percató de mi interés. -Créeme que sería capaz de robartela, si fuese de noche, no hubiese tanta gente en la calle y tu no estuvieses aquí, claro- comenté con pesadez. Poco me extrañaba en realidad que se hubiese acoplado a mi lado. Sugirió acompañarme a desayunar alegando estar interesado en mi persona. Negué con la cabeza sin pensarlo ni un instante, pues no permitía que ningún hombre intentase nada conmigo desde hacía unos años, y no podía permitirme intimar con ninguno levemente de ninguna manera. Al contemplar aquello, el hombre rápidamente aclaró que no tenía intención ninguna sobre mi como mujer, lo cual me extrañó. ¿Que quería entonces? Arqueé una ceja y le miré a los ojos cuando casi comparó mis curvas con las de un escarabajo. -Dejémoslo. Es mejor que no- dije, intentando excusarme y buscar una vía rápida para escapar de la situación en la que el hombre se estaba interesando por mi más de la cuenta.

La verdad de todo, en realidad, era que estaba deseando hacer una locura desde hacía ya más de seis años. Con locura no me refiero a poner mi vida en juego de forma considerable o las de otras personas. Con locura me refiero a, por una vez, olvidar las reglas, intentar obviar el peligro del mundo y hacer una vida normal, la vida que una mujer de veintiséis años tendría de no haber ocurrido absolutamente nada, de dejarme llevar y en resumen: pasarlo bien. Pero claro, allá donde mirase encontraba la cruda realidad ante mis ojos, recordaba lo que había sufrido y lo que estaba buscando, y nunca, nunca, me permitía lo más mínimo. Aquello era como dejar de fumar: llevas un tiempo suficiente sin fumar como para no volver a hacerlo nunca y no dejarte llevar, pero cuando alguien pasa por tu lado fumando y hueles el humo de tu vicio, lo echas de menos, aunque solo sea por un instante. Si, eso me ocurría, pero ni mis propias ganas ganaban a mi cabezonería.

Mikhail se sentó en la moto y me cedió el casco a pesar de la negativa
-No te ofendas, pero ya te he dicho que no. Tampoco es necesario que me devuelvas el favor de anoche, en serio- dije un tanto seria. Pero aquel joven, respondió de la forma que menos me esperaba, poniéndome en bandeja las ventajas y las desventajas de ir con él de una forma de lo más irónica y bromista, refiriéndose a su moto y a mi arma -La llevo en el bolso, te advierto- comenté esbozando media sonrisa pero sin intención de comunicarle nada. Y entonces, se puso serio, y aclaró que deseaba hablar sobre nuestro percance con aquellos adictos la noche anterior. Aquello me pareció más que razonable, aunque extraño. Estuve a punto de decirle que quizás otro día, o algo parecido pero... arrancó la moto y el rugido me provocó la misma sensación que el humo del tabaco a alguien que lo había dejado. Quería montarme en esa moto, disfrutarla y desconectar de tensiones aunque solo fuese un rato. Tomé el casco, me senté detrás de él y me lo puse mientras resoplaba. Coloqué el vestido bajo mis piernas de forma que no se moviese en cuanto el viento empezase a ir en nuestra contra y coloqué los libros entre las piernas, para poder agarrarme a Mikhail con una mano - Venga, vamos, antes de que me arrepienta- Sólo me quedaba esperar a saber cuanto me iba a costar el desayuno gratis.

Había montado muy pocas veces en moto, aunque sabía que con un poco de práctica lo conseguiría, no sabía conducir una. No me fiaba de Mikhail aún, pero confiaba en que no cometiese una locura en la carretera agrietada por muy excitante que eso me pareciese, por lo que me sujeté a él con firmeza intentando no sonreír aunque el caso impidiese que nadie lo viese. Llegamos hasta un establecimiento aún derruido donde servían café, y decidimos que era la mejor opción. Entramos en él y nos sentamos lo más alejados posible de las demás personas. No era un descubrimiento lo que iba a contarle, pero prefería hacerlo todo con cautela, por si las moscas. Justo cuando abrí la boca para comenzar a contarle lo que sabía, llegó un camarero bastante repipi al que pedí solamente un café. En cuanto se marchó, procedí
- Algo me dice que si no sabes que fue lo que ocurrió ayer, es que no eres de por aquí. Tampoco recuerdo haberte visto antes... de todas formas no es necesario que me lo digas, no me importa lo mismo que una hormiga- comenté imitándole para comenzar a hablarle en voz baja -Esta bien... No es que sea experta en esto, ni si quiera se si se del todo lo que realmente son y lo que pueden llegar a hacer, por lo que te contaré todo cuanto tengo entendido. Cuando la catástrofe ocurrió... no todos nos pusimos a trabajar para devolver las cosas a la normalidad y para expulsar a esos chupa sangre de este mundo, es más, desgraciadamente, ni si quiera la mayoría me consta que lo hiciese. ¿Sabes eso de ... ''Si no puedes con el enemigo únete a ellos''? Pues muchos de nosotros prefirieron seguir esa linea, como cobardes, antes de presentar un par de pelotas y luchar por lo nuestro. No se si...es por lo espectaculares físicamente que pueden llegar a parecer, porque son manipuladores o porque muchos hemos nacido estúpidos, pero muchas personas se han unido a los vampiros para asegurase la supervivencia. Algunos como meros esclavos, otros como adictos a ellos... el caso es, que obedecen cada palabra que esos vampiros les ordenen. Y cuando tienen sed, cuanto a pesar de servirles son capaces de secarlos, y porque pueden pasear libremente dentro de la fortaleza, secuestran a personas, se las llevan ante los chupa sangres. Como puedes ver, estar bajo el brazo temporal de un chupa sangre a muchos de ellos les hace sentir poderosos, y por ello, a veces se aprovechan de sus victimas antes de entregarselas a sus ''amos''. Entiendo que los vampiros simplemente los matarán para sobrevivir... no sé si antes de eso...- callé, acaban de traerme el café. Le dí un sorbo y me quedé observando al hombre. Definitivamente no tenía intenciones malas, quizá solo quisiese hacer amigos y su forma de hacerlos fuera intrigarse por sus formas de ser. A saber. -Esos tipos de anoche venían para utilizarnos de ganado, simplemente. Por eso siempre voy armada a cualquier parte, por eso no me fío de nadie. No son demasiados...pero... hay que andarse con ojo. Mucha gente acaba pereciendo por hacer locuras, y créeme que si vuelves a mi bar, estarás haciendo una- en ese justo instante, mi móvil comenzó a sonar con una de esas musiquitas tontas predeterminadas de los móviles. Rebusqué en mi bolso hasta sacarlo, y nada más reconocer el número, presioné el botón de colgar. En realidad siempre hacía lo mismo, fuese el número que fuese, porque siempre serían mis padres o en un raro caso como este el gilipollas con el que nunca me debería haber acostado. De forma disimulada metí el bolso en el móvil y suspiré con pesadez -En fin...- me bebí todo el café de un trago y crucé las piernas, estaba algo tensa. Dirigí mi mirada hacia los libros, los cuales se encontraban a mi lado de la mesa, y recordé que tenía cosas que hacer - Gracias por el café... debería volver a casa, tengo cosas que hacer en ella- dije para carraspear un poco después. Me puse en pie y le dirigí una mirada agradecida para después volver a tornarla seria - Es la última vez que hago esto, te lo aseguro- tomé los libros y los coloqué contra mi pecho de forma que parecía que los estaba protegiendo -No hace falta que me lleves, me apetece pasear- comenté rápida antes de que el hombre se pusiese en marcha. Justo en ese instante, me giré para marcharme, pero acabé por volverme y mirarle -Helena- nada mas decir esto, terminé por cruzar el umbral de la puerta y dirigirme a casa. Había salido a tomar café con un desconocido y alguien a quien no quería volver a ver me había llamado por móvil. Me encontraba inquieta, insegura, exasperada, un poco arrepentida y a la vez llena de energía por haber bajado la guardia un rato... pero definitivamente, el exceso de compañía me daba ansiedad.
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Mensaje por Invitado Jue Mar 07, 2013 4:38 am

La muchacha terminó cediendo a las insistencias del ángel, por lo que montó en el vehículo y dispusieron a partir hacia un lugar en el que desayunar. Mikhail no acostumbraba a ser un "Ángel del Infierno" aunque hubiese sido realmente irónico, tratándose de su verdadera naturaleza, por lo que circulaba con cierta precaución y cuidado, sobretodo porque esa vez iba acompañado.

Pararon en el primero que encontraron básicamente y tomaron asientos lo más alejados de la clientela, que no era mucha. Un camarero se acercó y la muchacha le pidió un café. Mikhail estuvo pensativo durante unos pocos segundos hasta que optó por tomar lo mismo que ella. Cuando se marchó el tipo, ella comenzó a explicar lo que ocurría al ángel. Evidentemente, él llevaba entre humanos desde el mismo momento en el que comenzó el gran conflicto y estalló la guerra, pero no estaba muy informado respecto a esa especie de crimen organizado que se ganaban la vida robándole la sangre a unos para salvar la propia. El celestial estaba embelesado escuchando a la joven, no dando crédito a lo que decía. Hubo un alto mientras el camarero servía los cafés y luego se marchaba, fue ahí cuando la joven prosiguió con la historia, terminando de explicarla y matizando que los de la noche anterior eran parte de dicho grupo y querían hacer lo mismo con ellos dos.

Mikhail bebía de su café continuamente, escuchando atentamente a la chica, meditando sobre lo que ocurría
-¿Y las autoridades? ¿Estamos en este estado militar para nada? ¿No son capaces de pillarlos?- el ángel se terminó el desayuno y reflexionó sobre sus propias preguntas. Se trataba de vampiros ¿Cómo iban a impedírselo? Demasiado tenían con custodiar la fortaleza día y noche para que no entrase ninguno de ellos personalmente -Entiendo...- se retractó -Entonces, definitivamente, no deberías volver a trabajar allí, al bar. Ya sabes... en cualquier momento podrían...- el móvil de la chica comenzó a sonar y esta lo apagó con relativa prisa y desdén, sin tan siquiera decirle al llamante que estaba ocupada. Dicho evento pareció espantarla, pues le surgió prisa por marcharse. Antes de irse, terminó por ceder su nombre al ángel, Helena. Hermoso nombre.

Cuando ella hubo salido del lugar, Mikhail se levantó y dejó al camarero un par de dólares muy gastados y casi andrajosos, como pago por ambos cafés. Al salir del local cuasi derruido, observó a la joven caminando dirección a su casa. Éste montó en su motocicleta y aceleró hasta posicionarse junto a Helena, desde la carretera
-Eres escurridiza e impulsiva. Me dices tu nombre y te largas ¿Para qué molestarte entonces? Anda, sube, te debo un paseo por acercarme tú anoche- volvió a tenderle el casco -Sabes que no aceptaré un no por respuesta- sonrió jovial y burlesco a la vez -Además.. esos libros... ¿Por qué te interesa? En su día, cuando era un adolescente alocado, dediqué gran parte de mis noches a estudiar diferentes símbolos, si te interesa puedo ayudarte...- comentó con un deje de precaución, pues no quería dar a entender nada extraño -Si quieres regresamos al bar, no es por intentar ir a tu casa ni nada- se excusó ciertamente nervioso y cada vez más, pues sabía que ella le notaría ese temblor en la voz -Tú me entiendes, hemos compartido encañonamiento de pistolas en un bar, salimos airosos por poco, hemos desayunado juntos aunque de forma muy breve... Creo que podemos ayudarnos un poco más- insistió sin ánimo de ser pesado -¿Qué me dices, Helena?- volvió a sonreir, un poco más calmado, esperando haberse explicado bien -Tú me dices si aceptas o no y si aceptas, dónde. Pero sólo con conocer los detalles de lo que te interesa, te podré ser una fuente útil de información... ¿O es que has visto algún símbolo extraño en algún lugar?- preguntó fingiendo sorpresa de forma magistral -Si es por hobby o porque te resulta interesante, te contaré lo que sepa. Si has visto alguno... me gustaría mucho echarle un ojo- hablaba con interés, denotándolo, haciendo ver a la muchacha que esos temas realmente eran de valor para él -En ocasiones he visto alguno que otro pintarrajeado por las calles y para alguien como yo, pueden resultar pistas importantes, formas de pensar... mensajes ocultos...- hablaba como todo un freak de lo paranormal, pero en los tiempos que corrían y con las criaturas que vagaban en las afueras de la fortaleza ¿Alguien iba a dudar de lo paranormal? -Bueno ¿Qué me dices? ¿Aceptas y me cuentas?- apretó el manillar de la moto para que provocara de nuevo ese rugido ensordecedor, grave y ronco, que llamó la atención de los pocos transeuntes que paseaban por la calle en el seguro amanecer, además de los militares que patrullaban -Ya sabes... que no tengo malas intenciones para contigo, Helena- aclaró mirándola a los ojos, esperando su respuesta, sus indicaciones y sus preguntas por los símbolos que él mismo había pintado para proteger su hogar. En ese momento disfrutaba como un niño pequeño en un parque de atracciones fingiendo ser que es quien no es... después de tantos años. Helena, esa muchacha indomable, iba a ser una notable compañera de viaje espiritual
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Mensaje por Invitado Vie Mar 08, 2013 4:03 am

No dude ni un segundo en acelerar mi paso, presa de la tensión, estaba ansiosa por llegar a casa y relajarme. Ni estaba costumbrada a tratar con gente ni estaba acostumbrada a que más de una persona quisiesen tratar conmigo en un mismo momento, no lo soportaba. Esquivé a un par de personas y varios niños en la acera, pero detuve el paso poniendo los ojos en blanco en cuanto oí el precioso sonido de la motocicleta. Me crucé de brazos y miré Mikhail, quien insistía en acompañarme en moto a casa -Te he dicho que prefiero pasear- comenté sin alzar la voz ni convertir aquello en un espectáculo. Me tendió el casco nuevamente negándose a aceptar mis negaciones, y seguidamente comenzó a interesarse por los libros que había tomado en la biblioteca. Al parecer entendía de simbología, y quizás supiese que significado tenía dejar tales estrellas en mi ático; de todas formas no le dejaría entrar en casa. Pareció leerme la mente, pues sugirió que podríamos hablar de ello en otro sitio con un deje nervioso. Se notaba que no tenía intenciones malas por el momento y que era una persona amistosa. Irritante. Volvió a sugerirme que subiera, apretando el manillar de la moto para emitir ese rugido tan provocador. Suspiré con pesadez e intenté buscarle el lado positivo a aquella situación, todo con tal de no mandarle lejos allí en medio. Sabía que no me dejaría ir andando, pero yo no le dejaría a él entrar en casa y eso no me lo podía discutir. Tomé el casco, me lo puse y me senté de la misma forma que la anterior vez -No hagas que me arrepienta de haberte dicho mi nombre- aclaré mientras me sujetaba a él y le daba un par de toques en la cadera para que nos pusiésemos en marcha. -Si estas intentando buscar una forma de ligar conmigo, la llevas clara-

Le indiqué que me llevase hasta donde le dejé a él la noche anterior. Una vez llegamos, le dí el casco, bajé de la moto, pero no me moví de la acera. -Hagamos una cosa. No quiero que entres en mi casa, pero si sabes lo que busco y tienes respuesta... esta noche volveré al bar, tengo que trabajar toda la noche. Comprenderé que no vayas porque es peligroso, pero si tan interesado estás... tú eliges- y era cierto, quería ir a trabajar para coger dinero. Por supuesto que si no iba, ni mi jefe se enteraría de ello y perfectamente podría quedarme en casa, pero mi vida era sobrevivir. -Nos vemos esta noche allí- dije, para girarme y marcharme a casa, esperando, que el hombre se hubiese marchado.

Entré en el piso y como siempre, subí por las escaleras. El ascensor estaba en pleno funcionamiento, pero era manía no usarlo. Llegué a la puerta del ático bastante deprisa, saqué las llaves y abrí la puerta. Dejé los libros y la llave en la mesa de la entrada, dejé el bolso y la chaqueta en el perchero y al dar dos pasos hacia delante, me di cuenta de que no estaba sola -Te he estado llamando ¿Por que no has respondido?- dijo el chico que se encontraba apoyado en el borde del sofá. Se trataba de John, el hombre con el que compartí sentimentalmente dos años de mi vida para acabar siendo inútiles. Guapo y atractivo , muchísimo, pero un auténtico desgraciado -John ¿Que cojones haces aquí? ¿Como has entrado?- comenté alterada -¿Perdona? Acordamos hacernos copias de nuestras llaves ¿O es que no te acuerdas?- comentó el joven esbozando media sonrisa - Pues dámela y te daré la tuya, ni si quiera la necesitas. Y márchate de una vez.- dije mientras retrocedía y abría la puerta para indicarle que su marcha estaba cerca - Si que la necesito. Helena, estás perdida, no sales, no hablas con nadie. Tus padres me llamaron para preguntarme por ti porque ni si quiera hablas con ellos. He tenido que venir aquí, porque estaba bastante preocupado por ti, para poder hablar contigo y convencerte- comentó formando un deje de preocupación en su voz. Lo mejor de todo aquello, era que le conocía tan bien como para saber que aquello era puro teatro. -¿Convencerme de que? ¿De relacionarme con un capullo como tú que solo tiene ojos para mi mismo y para el cuerpo de una mujer mientras se aprovecha de ella? Déjate de tonterías y dime que quieres comenté alzando la voz sin darme cuenta. John se puso serio, arqueó una ceja y entrecerró sus ojos, olvidando totalmente el papel de chico preocupado que estaba interpretando -Vaya, veo que no has perdido ese sentido del humor por el que me abandonaste- dijo, acercándose lentamente a mi -Ni fue el sentido del humor ni te abandoné. Te dejé, con tus amigos y tu egocentrismo porque te estabas convirtiendo en un autentico gilipollas. Pero no se que hago contándote esto si hace ya bastante tiempo que lo hablamos. ¡Márchate ya!- Evidentemente no me obedeció, se paró en seco, y me observó de arriba abajo expectante -¿Sabes? Cambiaste mucho, demasiado. Te volviste una estirada, parecías mojigata en la cama... supongo que eras más joven, menos preparada, yo que sé- no dejaba de mirarme de arriba abajo, incluso percibí asombro en su mirada cuando se daba cuenta de que llevaba un vestido. Me puse tensa pero en ningún momento sentí miedo ni temí por lo que quisiese intentar, porque jamás lo conseguiría -¡ Lárgate!- -Pero yo también he cambiado. Para bien. He venido aquí....porque quería demostrártelo- no apartó de su voz ni un segundo ese tono vacilante y seductor que siempre utilizaba para conseguir lo que quería. -Te estoy diciendo que te vayas, John. No pretendas que te escuche después de cuatro años. Lárgate de aquí y déjame en paz- -¿Y que vas a hacerme si no me marcho? ¿Vas a llamar a la policía para pedirles que me arresten? O...¿Me vas a morder? ¿Eres un vampiro a caso? ¿Como tu hermano?- aquello que dijo me puso histérica, monté en cólera y sin pensarlo, me abalancé hacia él y le propiné un puñetazo directo a su boca. Le tuve que pegar fuerte, porque se giró y sangró de la comisura de su labio. Tambien se cargó él de ira, lo comprobé en su mirada, esa mirada misma que puso cuando le dejé. Me tomó del brazo con muchísima fuerza y no me soltó, no me dejaba moverme bien -Venga ya, Helena. Vengo para hacerte un favor y me tratas así. Estoy seguro que te has llevado todo este tiempo sin acostarte con nadie... no me irás a decir que no disfrutabas conmigo- Le escupí en la cara para que no siguiese hablando, y con ello, solo conseguí despertar más su ira.
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Mensaje por Invitado Vie Mar 08, 2013 5:06 am

Finalmente el ángel la convenció, no sin antes llevarse una advertencia en que fracasaría si lo que estaba intentando precisamente era ligársela, cosa que le hizo gracia a Mikhail -Descuida, mujer. Si intentara ligar contigo usaría otros métodos más delicados que estar persiguiendote. En cualquiera de los casos, ya has montado en mi moto un par de veces, te he invitado a desayunar, me has salvado y ayudado... Apuesto a que sin intentar ligar he conseguido más que cualquiera que lo pretendiese- se carcajeaba mientras la moto en marcha surcaba las carreteras semi agrietadas hasta llegar a detenerse justo donde ella le dejó la noche anterior, pues se supone que él no debería saber dónde residía Helena -Bueno... hemos llegado- una vez la chica se bajó y declaró sus preferencias con respecto a la quedada para hablar de símbolos y pinturas rupestres, Mikhail decidió abandonar su obcecación por la mujer, dado que no podía irrumpir en su hogar a plena luz del día sin que se le viera claramente -De acuerdo, de acuerdo... Esta noche, en el bar...- asintió tomando el casco que previamente le había cedido a la camarera -Esta vez seré yo el que te proteja a ti, te debo una- sonrió amable mientras ella se marchaba, a sabiendas de que esa clase de frases son las que ella despreciaría por parecerle quizá cursis o peliculeras. A fin de cuentas, al ángel le importaba más bien poco portarse bien o mal con ella, pero estaba más que comprobado el hecho de que esa mujer no acostumbraba a tener compañía y si la tenía era para tratarla con malos modos, con comentarios soeces o para comérsela con la mirada -Pobre alma...- murmuró para si una vez Helena ya se había marchado. Apagó el motor de la moto y la bloqueó girando el manillar para que no pudieran llevársela a no ser que la cargaran en brazos, pensando en permanecer por el lugar, reconociendo la seguridad del perímetro del hogar de la muchacha. No obstante, un vocerío le llamó la atención.

Sin pensárselo dos veces, acudió cuan rápido pudo, haciendo uso de sus habilidades en cuanto a la velocidad, para llegar ipso facto a la puerta del ático de la muchacha. Se agazapó en la puerta y pegó el oido para oir la conversación con facilidad. Al parecer era un hombre, un hombre que ya conocía a Helena y que ella conocía. Hablaron sobre pasividad en la cama y sobre cuatro años pasados... ¿Una antigua pareja? La curiosidad se avivó aun más en Mikhail ¿Había mantenido una relación seria y larga? Entonces la muchacha no fue siempre ese muro impenetrable que ahora parecía ser. La conversación pareció terminar cuando un restallido casi imperceptible marcó el punto final. Mikhail reconoció que había sido un golpe, pero las palabras que irradiaban odio no eran de la muchacha, por lo que el ángel entendió que tras la provocación anterior, ésta le había castigado con un puñetazo o bofetada. Las consiguientes afirmaciones del desconocido terminaron por convencer al ángel de que sería buena idea entrar en escena, a pesar de la reacción de la muchacha
-¡Eh!- inquirió el antiguo arcángel mientras atravesaba la puerta, abriéndola con un fuerte empujón con el hombro -Más vale que la dejes en paz, amigo...- aconsejó, guardando las distancias, pues tenía a Helena tomada del brazo.

El hombre, de aspecto ciertamente gótico que acaparaba a la muchacha fulminó al ángel con la mirada para luego dirigirla con la misma fiereza a la chica
-¿Y este? ¿Tu nuevo novio? Te lo estarás tirando, imagino ¿Por qué te iba a proteger si no?- soltó el brazo de la muchacha con desdén, empujándola lejos de él -¿Qué vas a hacer, gallito? ¿Crees que tengo miedo de un tipo como tú? Mírate, si pareces un cachorro...- Mikhail esbozó una sonrisa pícara y miró a Helena -Mi intención no es darte miedo, sino que la dejes en paz ¿Estamos? ¿Qué te parece la idea de largarte de aquí de una vez?- a diferencia del chico, Mikhail se mostraba enormemente tranquilo, apaciguado, con templanza. Todas las virtudes no habían desaparecido ni flaqueaban en él, afortunadamente para la humanidad que le rodeaba, no había perdido la paciencia, diligencia y templanza, así como el autocontrol. Su punto débil era la propia Fe en Dios y en su misión -Mira...- apuntó a Helena con un dedo -He venido de buenas, zorrita mía, pero veo que tu novio me lo va a poner difícil- hablaba con una seguridad en sí mismo que preocupaba -Te podría haber concedido lo que deseases, Helena. Te podría otorgar lujos que ahora mismo este muerto de hambre no te podría dar ni aunque fuese el mismo jefe de un estado... Te podría haber tratado bien, como a una reina, podrias haber obtenido dones inimaginables nena... Además de que te habría dado caña día y noche, como sé que te gusta- hizo un gesto obsceno con las caderas de forma muy breve, provocando que Mikhail arqueara una ceja -Vamos a volver a vernos, putita... tú y tu cachorro vais a verme de nuevo, os lo aseguro... y no será para charlar- indignado, echó a caminar para salir del hogar. Al pasar junto a Mikhail, le propinó un empujón con el hombro, haciendo que éste chocase contra la puerta -Enclenque 'joputa...- los pasos del individuo se apagaban conforme descendía por las escaleras, quedandose el ángel con Helena a solas, una vez más -Vaya... He de suponer que por San Valentín te regalaba ramos de hachas en lugar de flores ¿No?- el ángel se sacudió la ropa un poco para quitarse las arrugas y el polvo que el ex novio de Helena llevaba encima y le había pegado -Esta es tu casa... puedo suponer- echó un rápido vistazo al lugar -¿Estás bien?- distraidamente, cerró la puerta tras él para evitar oidos curiosos o el posible regreso del ex, pero realmente lo hacía para fingir que se encontraba casualmente con la estrella -Oh... esto es... ¿Lo has pintado tú? ¿Por eso te interesan los libros?- fingió no saber nada del tema y su enorme calma hacía parecer que realmente no estaba enterado de nada. Tocó con la mano la pared y luego se frotó los dedos -Imagino que no... parece que has intentado borrarlas ¿Por qué? Si quieres... puedo esperar hasta la noche, pero...- dejó la frase en el aire para que ella entendiese lo estúpido que resultaría. De igual modo, tampoco explicó cómo había sabido lo que estaba ocurriendo... y estaba esperando, realmente, que ella preguntaría. En su interior, ya se estaba riendo y disfrutando de la situación
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Mensaje por Invitado Mar Mar 12, 2013 3:17 am

Encontré en su mirada las claras intenciones de devolverme aquel puñetazo que le había propinado y había causado que un hilo de sangre brotase de entre sus labios. Lo conocía lo suficiente para saber de que era capaz de apalear a quien tenía menos fuerzas que él, y empecé a hacerme a la idea de que me castigaría de alguna manera hasta que oí su voz. Mikhail, de alguna forma u otra, había aparecido en casa justo a tiempo. La reacción de John también me la esperaba, esa forma de recriminar que hombre con el que conversase debía de haber pasado por mi capa era típica. Me empujó lejos de él, de forma que choqué levemente con la encimera de la cocina. -¿Que cojones estas haciendo aquí?- pregunté nada mas caer en la cuenta de que había llegado a mi casa prácticamente sin problemas, porque había llegado bastante rápido. Poco tardó John en amenazar al recién llegado, quien se mostró tranquilo y sereno en todo momento. Definitivamente nunca le habían pegado una buena paliza, excepto la noche anterior. No podía explicarme que hacía allí, porque había subido y para qué. Pero de alguna forma, me había devuelto el favor que le hice. Seguramente, desconcertado y cobarde, John se puso a la defensiva y me advirtió de todo cuanto hubiese ganado de haberle seguido la corriente -Hablas como si acabase de dejarte, John. Hace cuatro años que decidí perderte de vista ¿A que viene todo esto? No pienso ser la puta que te espera cada noche en la cama si es lo que vienes a buscar. Así que márchate de una vez- dije, con un tono imponente y cabreado, que casi era un grito. Tras hacer un gesto obsceno y asqueroso con sus caderas y advertir que volvería a por ambos, aquel liante terminó por marcharse.

Cuando su presencia en el lugar quedó como un desagradable recuerdo en la estancia, me relajé y me llevé las manos a la cabeza suspirando e intentando dar respuestas a todo rápidamente, aunque fuesen equivocadas. Mikhail hizo un comentario bromista y al reparar en que seguía ahí, le lancé una mirada seria, que parecía estar totalmente afilada. Quizá al ver en mi este gesto, se preocupó y me preguntó si estaba bien. No le respondí. Fui al sofá y me senté, dejando caer mi cuerpo en él como un peso muerto. Volví a llevarme las manos a la melena y me serené todo cuanto estuvo en mi mano. Noté que se giró y cerró la puerta, y que aún así no se fue. Estuve a punto de gritarle, de preguntarle que hacía en mi casa, pero reparó en la estrella pintada en la pared
. -Genial...- comenté dejando los ojos en blanco. -No te esmeres mucho en buscarles un significado. Los dos ya sabemos quien ha sido...- dije bastante despacio. Me levanté de sopetón, fui al bolso y saqué el paquete de tabaco, para tomar un cigarrillo, encendermelo, y esperar que junto a su humo se marchasen mis preocupaciones. -Es muy capullo se coló anoche en mi casa y dibujó esto. Seguramente esperaba meterme miedo de alguna forma para que hoy me marchase con él- dije, cruzándome de brazos y caminando hasta ponerme de espaldas al hombre mientras este observaba la estrella. -Lo ha pintado con un lápiz de ojos, pero no se borra. Estoy cansada de intentarlo...- Seguí moviéndome por la casa, intranquila, dándome cuenta de que estaba en peor situación de la que esperaba. Quedé mirando por una de las pequeñas ventanas del salón. A penas de que era la hora en la que sol debía estar en lo más alto, no podía verse. el cielo estaba encapotado de nubes y nada más dirigir mi mirada al cielo comenzó a llover de forma leve, para después hacerlo con una fuerza que hacía parecer que las gotas de lluvia eran pelotas de béisbol impactando contra la ventana. ¿Podía ir el día a peor? Definitivamente sí, estaba lloviendo y necesitaba salir otra vez, pero había perdido todas las ganas solo de aquel sonido tan relajante. Abrí la nevera y saqué un par de latas de cerveza. Una la coloqué sobre la mesa y la otra se la cedí a Mikhail -Me has seguido ¿Verdad?-. le pregunté mirándole directamente a los ojos. Si antes no me fiaba de él, ahora muchísimo menos. Pero no podía hacer nada ¿Que iba a hacer? Ya sabía donde vivía y ya había entrado en casa. Estábamos los dos solos y podía intentar cualquier cosa -No se para que cojones has venido, no sé para que me has seguido. Pero sin duda has sido útil- comenté arqueando las cejas. Volví a sentarme en el sofá y abrí la lata de cerveza, la cual comencé a beber nada más terminar el cigarrillo -Si lo que quieres es robar.. aquí no hay nada que no puedas encontrar en una casa vacía- le dí un trago a la cerveza - Si lo que quieres es... yo que sé, algo conmigo. Podrías haber hecho un trato con el capullo aquel- dejé la lata en la mesa -Pero si lo que quieres es sobrevivir, lárgate en cuanto escampe. Porque el muy cabrón se ha largado con la llave de casa y va a volver cuando le de la gana. Seguramente esta noche, con ganas de cogerse una cogorza si no viene con ella de casa- Me puse en pie, mirando de un lado para otro, insegura de qué hacer, porque era la primera vez que me sentía tan atrapada de pies y manos -Intenta no cruzarte con él. Piensa que estas conmigo, y aunque entienda que no, te dará una paliza por haberle interrumpido. Es un cobarde, pero no duda en plantar cara a quien sabe que le puede y tu precisamente... no es que te defiendas muy bien- dije, entrecerrando los ojos mostrando no tener ánimos de ofenderle -Esta noche no iré al bar. Me quedaré aquí a esperas de que vuelva, no pienso dejar la casa sola. Ya me las apañaré con él. Como ya sabemos de donde vienen las estrellas, mi trato contigo se ha acabado- en ese preciso instante volvió a sonar el móvil. Le miré a los ojos porque seguramente los dos pensásemos que sería John otra vez. No dude en llegar hasta el bolso y coger el móvil, pero para mi alivio, era mi madre. De todas formas me encorajó recordar las palabras de John. Había sido ella quien le había llamado a él preguntando por mi ausencia. Apagué el móvil y lo lancé al sofá aun sabiendo que podría haberle dado al hombre de lleno. Tenía momentos de ira en los que no podía responder de mis actos. - Una llamada más y lo tiro por la ventana-

Me quité las botas allí mismo intentando acomodarme. Volví a sentarme en el sofá, tomé el mando del televisor y pulse el botón para encenderlo. Nada respondió. Seguía sin luz. Si, todo podía ir a peor. Aún quedaba por delante toda una tarde de lluvia con aquel hombre al que no entendía no más mínimo, para dar paso a una noche o madrigada en la que aquel capullo volvería y a saber con que intenciones -¿Sabes? Vas a contarme para que me has seguido y que es lo que intentas, despacio y detalladamente. Tienes tiempo hasta la hora de comer-
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Mensaje por Invitado Mar Mar 12, 2013 4:06 am

Una vez el tipo se hubo largado y Mikhail quedó a solas con Helena, ésta empezó a descargar su frustración de la manera más disimulada y silenciosa posible. Se dirigió hacia el sofá mientras el ángel aun fingía curiosear la estrella, pero lo único que hacía era comprobar que evidentemente no había borrado aunque fuese una pequeña porción de la línea y lo hiciera inútil. Ella comenzó a hablar de las mismas y a auto convencerse de que había sido aquel ex novio suyo el que las había pintado. De espaldas a ella, Mikhail sonreía con malicia ¿Cuanto podría aguantar mintiéndole tan descaradamente? Quizá para siempre, la chica era tan confiada en si misma, tan ciega, que no se percataba de que "tenía el enemigo en casa" como se suele decir.

En el exterior comenzó a llover y de forma atronadora, cosa que pareció molestar a la joven. Mikhail reparó en ella nuevamente cuando preguntó si la había seguido
-No suelo seguir a nadie, voy siempre a mi aire- comentó éste, desairado y despreocupado, como si estuviese en su propia casa. Husmeó un poco en la cocina y trató de tomar una pizca de sal de la forma más silenciosa que su virtud como ángel le permitía, para trazar una fina linea bajo la puerta con dicho material mientras susurraba para sí unas palabras en latín. Estaba formando un segundo escudo en la puerta que impediría entrar a los demonios, todo esto cuando perdieron el contacto visual.

Helena comenzó a enumerar unas cuantas posibilidades de la presencia y persistencia de Mik, pero como siempre, se equivocaba. Antes dijo incluso que había resultado ser útil, palabras que le provocó risa al hombre
-Claro que puedo serte útil, pero te empecinas en estar en soledad, completa soledad- comentó aproximándose a ella, mientras la lluvia arreciaba en las calles. La chica adivrtió al ángel de todo lo que podía suceder con respecto al agresor, su antiguo ex, pero no sintió evidentemente ni el más mínimo miedo ni preocupación -Le escribiré una carta de amor, quizá eso le apacigüe- comentó sarcástico, sonriente -Quizá sepa defenderme mejor o peor, pero un hombre no es comparable a varios que se reunieron a mi alrededor en tu bar- se excusó a sabiendas que no tenía por qué, ya que aquella paliza fue intencionada, dado que no se le permite hacer daño a los humanos y ello le arrastraría de cabeza al Infierno. Añadió además que no iria al bar, cosa que al ángel le pareció bien, de modo que no tendría que andar protegiéndola de más desalmados. Finalmente el móvil volvió a sonar.

Mikhail reflexionó y pensó que podía ser de nuevo su ex pareja, pero tampoco le pareció demasiado eficaz llamar tras haber estado en la casa de la chica. Una continua amenaza termina por acostumbrar y el miedo se atenua hasta que se pierde, por lo que intentó pensar en más gente que no fuera ese tal John.
-¿Otro ex?- se burló, pícaro -Parece que estás hecha una rompe corazones- se cruzó de brazos, observándola. Había intentado encender la televisión y no funcionó, de modo que dedujo que carecía de luz eléctrica ¿Por qué? ¿Problemas en el generador tal vez? Sus pensamientos se interrumpieron cuando ella ordenó que le contase detalladamente por qué la había seguido. Se había mantenido en pie en todo momento, tranquilo, pero tras esa pseudo amenaza, se sentó en el sofá muy despreocupadamente -¿Qué quieres que te explique? Nos despedimos y me quedé abajo, en mi moto, haciéndole un par de chequeos antes de irme ya que no tenía ninguna prisa. Resultó que de buenas a primeras me pareció oir tu voz alzada, alterada ¿Crees que por vivir aquí arriba tienes una total intimidad? Te sorprendería lo que se puede escuchar desde la calle o desde la ventana de esta casa- su sonrisa se acentuó más, mirándola a los ojos -Mira, no tengo ninguna intención de ligar contigo, me importa muy poco lo bien que sepas echar polvos o lo mal que lo hagas, me interesa menos aún si eres una romántica empedernida o una pasota que adora hacer trios o lo que sea. El caso es que me has caido bien y esas estrellas- señaló hacia la ventana, pues había otra ahí -No son de alguien que va de tío duro por la vida, haciendo amenazas vacías. Si eso lo ha hecho tu ex novio, está metido en mundos muy oscuros, Helena- dejó de sonreir, tomándoselo con más seriedad. Se inclinó hacia delante, apoyándose en sus rodillas -No tienes luz ¿Verdad? ¿Y si no es una casualidad?- arqueó una ceja, intentando hacerle pensar que podía ser obra de John -¿Tiene la llave, no? Entonces puede entrar aquí cuando sea que no estés y hacer muchas, muchas cosas. Incluso poner alguna que otra camarita o micrófono. El mundo está en su declive y no es demasiado difícil encontrar objetos más propios de los militares... sólo necesitas matar a uno. Si él está haciendo tratos con... esa clase de cultistas y demás, como yo creo, no sería de extrañar. Quizá hasta te observa mientras te duchas- en esa última frase volvió a bromear, no podía evitarlo, adoraba jugar con ella -Así que ahora te propongo yo que me digas cuando viste estas estrellas y cómo y lo más importante... ¿Sabes como llegar al generador? Siempre he oido hablar de él pero no me ha dado por ir, ni siquiera cuando lo montaron. Creo que nos convendría echar un vistazo... quizá "alguien" haya trastocado el panel que da energía a esta zona ¿No te parece?- se puso en pie y se dirigió hacia ella, muy de cerca -Él no vendrá... y si vuelve, no lo hará solo. Si estás aquí, no serás más que presa de una violación sin sentido. Colabora conmigo, solo quiero devolverte el favor. Ellos pudieron matarme si no los hubieses detenido- mintió, pero tan solo pretendía convencerla. Le miró los ojos con mucha intensidad, casi sin pestañear. Estaba empezando a interesarse realmente por su propia mentira ¿Pero y si realmente había sucedido algo en el generador? Dependía de ella -Además... te invito a comer, si quieres- volvió a comportarse de forma jovial, como si no pasara nada. No le sobraba el dinero, pero cierto es que no le costaba demasiado encontrarlo en diversos cadáveres colindantes con su residencia, cuando morían por enfermedades o heridas que no podían llegar a pagar. Que Dios cuide de sus almas y perdone el hurto de dichos bienes...
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Mensaje por Invitado Miér Mar 13, 2013 2:27 am

Me crucé de brazos esperando la respuesta por parte de Mikhail. Estaba convencida de que fuese lo que fuese, le pondría pegas, porque de una forma u otra, volvía a estar pegado a mi como una lapa. -Te pareció oír mi voz y tienes un super poder que te hace saber el punto exacto del que proviene para llegar a mi casa corriendo sin dudar ¿No? No me lo creo. Se supone que no sabías que vivía cerca- comenté pero alterarme. Lo hecho hecho estaba y tenía peores cosas de las que preocuparme. Tomé el móvil que tiré al sofá para ponerlo sobre la mesa. Seguramente mi madre o mi padre volverían a llamar preocupados por mi, como siempre, y pasaba de ir más tarde a buscarlo para simplemente colgar. Mikhail empezó a defenderse de la situación. No era la primera vez que aclaraba que sus intenciones conmigo no relativaban al sexo o una simple relación, por lo que definitivamente descarté esa idea de mi cabeza. Señaló a la estrella de la pared y alegó que si las había hecho John, debía estar metido en un berenjenal bastante negro -Lo dudo mucho, es un grandísimo cobarde. Las habrá visto por Internet y al recordarme se le habría ocurrido la idea de pintarlas en mi casa para darme miedo. Hoy en día el mundo de por sí es oscuro, te metas donde te metas. Pero si ese tío fuese atacado por un vampiro...- me reí sólo de pensar la reacción de John, por lo que no terminé la frase -No te preocupes. Esta noche le dejaré las cosas claras-A pesar de mis explicaciones, el hombre se puso serio. Le conocía muy poco, pero hasta el momento jamás lo había visto tan serio. Sugirió que quizás el problema de la electricidad en mi casa no fuese algo meramente casual. Me apoyé en las rodillas e intenté pensar en ello -Sería imposible. Además, que se vaya la luz es bastante común en esta zona- comenté con cierto desdén intentando quitarle importancia al asunto, pero él no lo hizo. Siguió comentando posibles cosas que John podría haber hecho sin darme cuenta. Todas, todas imposibles -Ya has visto que cuando tiene ganas de algo, sólo viene y lo reclama. No es un tipo que se ande con camaritas como un adolescente, y mucho menos que se relacione con gente que le puede causar problemas- Me aparté de su lado intentando romper ese contacto visual que me estaba poniendo nerviosa.

Y entonces Mikhail propuso algo que estaba totalmente fuera de lugar, algo que me hizo pensar que el hombre era un auténtico ignorante ¿De donde cojones había salido un hombre así? -¿El generador? El generador está las veinticuatro horas del día vigilado por varios militares dispuestos a disparar a cualquier sospechoso. John ni nadie que se relacione con él ha podido entrar para cortar la luz de esta zona. Es simplemente imposible, tiene malas intenciones pero no es gilipollas. Ayer mientras me duchaba alguien entró en casa, lo busqué por todas partes pero el muy cabrón parecía escurrirse. Dibujó esa estrella de ahí y otra en mi habitación, después simplemente desapareció. Si fue él o no, no lo sé, pero no me extraña que solo sea un truco barato para conseguir lo que pretende.- El hombre volvió a ponerse serio, se puso en pie y se acercó a mi, me recordó lo que me tocaría sufrir esa misma noche y no parecía estar dispuesto a cambiar sus planes recién formulados. Solté una risilla nerviosa que sólo duró dos segundos, para seguidamente volver a ponerme seria -No puedes estar hablando en serio- Me puse en pie porque empecé a sentirme acorralada, no me quitaba ojo de encima, me miraba fijamente haciéndome entender que estaría dispuesto a meterse en un lío por descubrir algo totalmente imposible -Lo que pase esta noche no será problema tuyo, no me debes nada.- Me aparté de su lado intentando romper el contacto visual que me estaba poniendo nerviosa, hasta llegar detrás del sofá. -No, no, no no y no. Es imposible entrar al generador a averiguar si está manipulado ¿Que le diremos a los guardias? ''Sólo quiero saber si el capullo que intenta que vuelva con él me ha dejado sin luz en la casa''- comenté imitando una voz teatral.

Pero, ¿Y si era cierto? ¿Y si había conseguido entrar al generador para dejarme sin luz y poder entrar por la noche como desease? Era capaz de muchas cosas, pero de esa... Había dicho que había cambiado, que podía conseguir cosas. Si no fuese porque yo también había cambiado, no lo hubiese creído. Mikhail seguía al otro lado del sofá, expectante tras nuevamente invitarme a comer ¿Era rico? A saber, lo que si sabía es que era un descabezado impulsivo, con el tipo de persona que decidí no volver a relacionarme para no echar de menos las ganas de hacer locuras y vivir. Solamente de pensar en ir hasta el generador, colarnos en él y averiguar si estaba manipulado, provocó en mi otra vez esa sensación de deseo, como la de oler el humo del tabaco tras haberlo dejado.
-Te llevaré, pero... te pido que cuando acabemos te marches y no vuelvas a aparecer por mi vista- comenté tranquila y de forma seria. Aquel hombre estaba suponiendo para mi saltarme de cabeza mi propio muro, y estaba a tiempo de remediarlo, porque aún no me habían dolido las caídas. -Estas acostumbrado a meterte en líos ¿eh?- tomé el móvil, la caja de cigarrillos y las llaves, para meterlo todo en el bolso. Tomé mi chaqueta negra una vez más y me la coloqué. Estábamos en una época en la que empezaba a refrescar, y fuera aún seguía lloviendo -Como nos ocurra algo te juro que te mato-

Salimos del ático. Cerré la puerta con llave tras salir el hombre, a sabiendas de que era algo sumamente estúpido si otro tenía la llave. Al cruzar el portal , salí disparada en dirección al coche, para así no mojarnos demasiado con la lluvia que aunque caía de forma leve, era capaz de calar cualquier prenda. Decidí tomar el coche en vez de su moto porque era menos cantoso para lo que queríamos hacer. Conduje con tranquilidad hasta llegar aparcar aquel lugar, alejado de las viviendas pero justo a pie de los muros de la forzatela. Quedé mirándolos desde el interior del coche, absorta en ellos y en mis pensamientos. Había deseado muchas veces salir aunque sabía que el mundo seguía infectado ahí fuera y quizás la fortaleza fuese el sitio más calmado en todo el mundo. Pero sólo de pensar que quizás mi hermano se encontrase al otro lado, muerto o medio muerto, o peor aún, esclavo, hacía que me desesperase en tristeza rápidamente -No puedo evitar sentirme ahogada cada vez que lo miro. Si no hubiese pasado nada...- comenté casi en un susurro. En parte la que me ahogaba era yo, no me permitía salir de fiesta, enamorarme, vivir sin preocupaciones ni nada que hiciesen las demás personas de mi edad. Mirar aquellos muros, me recordaba porqué me privaba de todo aquello y me daba fuerzas para seguir adelante.-Vamos. Que halla aparcado en la parte trasera no significa que no vigilen por aquí- Saqué el arma de la guantera y se la cedí al hombre. -Por si acaso. Tampoco significa que porque estos muros estén aquí esos chupa sangre no entren. Y precisamente estas zonas alejadas, son sus favoritas- Salí del coche e irremediablemente empecé a mojarme lentamente por la leve lluvia -Es idea tuya, tú primero. Entrar, mirar si está manipulado y salir corriendo. No pienso estar mas tiempo del que debo aquí corriendo peligro-
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Mensaje por Invitado Miér Mar 13, 2013 4:04 am

Fue bastante complicado para el ángel el hecho de convencer a esa mujer para que cediera a su plan. Le resultó gracioso que se negara tanto en un principio cuando lo que pretendía era ayudarla, sacar un beneficio para ella ¿Tanto miedo podía tener un humano de otro? La cuestión le pareció digna de ser objeto de filosofía profunda, elucubrar razonamientos que todos diferirían unos de otros según el ente pensante. Lo bueno de todo aquello era que finalmente pareció ceder a la voluntad de Mikhail y se convenció para mostrarle el camino, no obstante, pidió a cambio que no volviese a cruzarse en su camino -El mundo es un pañuelo, Helena. Y más aún cuando han roto ese pañuelo en mil pedazos y estamos en uno de los diminutos- comentó, preparándose para irse -Eres muy optimista, muchacha. ¿Qué clase de ser humano puede moverse por una casa como esta sin que se le vea o se le escuche moverse? Das mucha confianza a temas que no deberían tenerla y desconfías demasiado de alguien que intenta ayudar sin pedirte dinero o tu cuerpo a cambio... Ya sabes como está el mundo- estaba irremediablemente serio, abriendo la puerta y saliendo de la casa. Descendió por las escaleras hasta su moto, pero se detuvo al ver que Helena se dirigía hacia el coche, por lo que aceptó su opción, al menos irían más resguardados.

Montó en el vehículo, algo húmedo por la lluvia. Guardó silencio durante el trayecto hasta el generador, el cual ya sospechaba que estaría muy vigilado como es obvio. El ejército en cuestión empezaba a parecerse en ocasiones a un gobierno corrupto, preocupándose solo por los bienes generales que les incumbe a ellos y dejando que otros se mueran de hambre, los más pobres, mientras a ellos no se les ensuciasen las botas. Pecadores, almas negras que serían devoradas durante eones en el infierno por el mismísimo Lucifer... ¿Cómo le iría, por cierto? Hacía demasiados milenios que no oía siquiera su nombre, ni de uno de sus lacayos. Era preocupante hasta cierto punto ¿Pero qué más daba? Dios también se había marchado, estaban solos, ángeles y demonios.
-Por cierto... no deberías extrañarte de que sepa dónde vives. Te bajaste de la moto y te vi entrar por la puerta- la miró arqueando las cejas -Ese tema de la infiltración no se te da especialmente bien... ¿Nunca has probado a jugar a Metal Gear Solid? Quizá aprenderías a cómo evitar que sepan por donde vas- comentó haciendo referencia a un videojuego que salió un año antes de que estallase el conflicto. Él había llegado a jugar pocos momentos, debido a que el cuerpo que habitaba lo tenía desde un año al igual que aquella vieja consola que había sobrevivido a los estallidos, aunque en bastante mal estado -...Aunque supongo que has tenido otras preocupaciones que un videojuego ¿No es así? Y prepárate porque vienen curvas...- comentó para ella y también para sí mismo, pues se mentalizaba de que ese tal John realmente podía estar aliado con ciertas conciencias oscuras.

Al llegar, Helena comenzó a divagar para sí misma. Había aparcado por la zona trasera, donde la vigilancia no se encontraba del todo activa en esos momentos. Ella le cedió un arma al ángel, pero éste se abrió la chaqueta y le mostró que llevaba la suya propia. Más concretamente una calibre 50, desert eagle, robada antaño de un militar que halló muerto en la oscuridad de la noche. Nunca la había utilizado y tenía el cargador lleno, además de llevar recambios de balas con sal en caso de hallar demonios
-Vamos...- salió del coche al mismo tiempo que la chica mientras comenzaban a mojarse. La alambrada que cercaba el terreno permitía ver si los guardias estaban rondando la zona o no, por lo que tenían esa ventaja, aunque también podían ser vistos.

Mikhail avanzó con cuidado, pisando la tierra mojada con pasos armoniosos que hacían el menor ruido posible. Se aferró a la muralla de alambres y la inspeccionó detenidamente
-No está electrificada... ¿Sabes escalar?- sonrió, pícaro. Sobre la alambrada había unas zarzas de espinas metálicas, pero eran fáciles de evitar si tenía cuidado. El ángel empezó a escalar haciendo un inevitable ruido que resonaba en todas las rejas colindantes, como una onda expansiva. Cruzó hacia el otro lado sin demasiados problemas, más que un par de cortes en las muñecas que se curaron con relativa celeridad -¡Vamos, seguramente vendrán a investigar este ruido!- gritó en un susurro, animando a la muchacha -Cuando llegues arriba, salta, te cogeré- esperó a que le hiciese caso y se preparó para tomarla al vuelo. Tenía fuerza de sobra para ello, de modo que la aferró con cuidado y la depositó en el suelo intacta -¡Vamos!- la tomó de la muñeca y echó a correr, dejando atrás el lugar por el que subieron, al que en pocos momentos llegaron un par de soldados a echar un vistazo.

No se hizo demasiado difícil llegar hasta la centralita debido a la lluvia. Toda la vigilancia estaba concentrada en la entrada principal al recinto, bajo unas lonas andrajosas, televisores portátiles, radios, armas y paquetes de patatas y ganchitos, esos de color naranja que tanto repudiaba Mikhail
-Vamos a la de tres...- esperó unos momentos para comprobar que ninguno se movería del sitio -¡Tres!- echó a correr nuevamente hasta la puerta de la centralita, la abrió, esperó a que la muchacha entrase y la cerró con suavidad. Justo en ese momento, la lluvia empeoró con muchísima fuerza. Mikhail se sintió extraño, algo no iba bien en el mundo, algo se acercaba... y no sabía qué era -Vamos a ver...- se aproximó a los paneles, que por desgracia eran demasiados. Algunos echaban chispas y otros estaban intactos. Él no tenía conocimientos de electricidad, por lo tanto desconocía qué hacer. Esperó a ver si Helena reconocía su zona en alguna de las coordenadas que había sobre cada panel, enorme panel -Supongo que las luces verdes indican que todo está bien y no hay problemas...- lamentablemente, muchas luces estaban naranjas o rojas, lo que indicaría, pensó el ángel, fallos de conexión o mal estado de los cables. Esperó a que la chica hiciera una inspección -Vámonos, no podemos estar demasiado tiempo, por si les da por venir- habían transcurrido unos diez minutos desde que llegaron y ya era más que suficiente. Al acercarse a la puerta y tomar el pomo, Mikhail escuchó un disparo -¿Qué...ocurre?- abrió la puerta con cuidado y observó el exterior. La lluvia arreciaba y solo veía a los soldados apuntando hacia la salida -Vamos, vamos, vamos- tiró de ella y la sacó del recinto lo más rápido posible. Rodearon la centralita con celeridad y estuvieron a puntos de ser avistados justo cuando unos soldados estaban apuntando también hacia lo que parecía ser un animal. Efectivamente, era un perro al que no dudaron en tirotear y abatir. Presumiblemente era callejero y ambos soldados hablaban sobre el peligro que suponía que un animal entrase en el generador, ya que podía ocasionar un cortocircuito -Maldita sea, salvajes...- comentó Mik, esperando a que se marchasen.

Una vez el camino estuvo despejado, se dirigieron hacia la puerta trasera, que sí estaba vigilada por un solo soldado. Al contrario que la principal, era una puerta de alambre pero con forma rústica, como la típica de una casa. Mikhail permaneció en silencio unos momentos, agazapado en la esquina
-Hay que distraerlo...- meditó, justo cuando un pequeño gatito se coló por debajo de las alambradas. El militar no lo vio hasta que pasó por delante de sus narices y éste le apuntó con el arma -No serás tan...- Mikhail tomó una piedra de entre tanta gravilla y la lanzó con toda su potencia, haciendo gala ante la chica de una fuerza excepcional y rara vez vista, al impactar contra las rejas lejanas. Varias voces comenzaron a sonar, dando órdenes y cuestionándose sobre ese ruido -Ahora o nunca ¡Vamos!- aceleró sus pasos tanto como pudo, sin mostrar sus habilidades sobrehumanas. Empujó la puerta y la abrió, haciendo un ruido aun más estridente -¡Vamos, vamos, vamos!- esperó a que la chica decidiese cruzar, sintiéndolo por el animal, que esperaba que se marchase del lugar cuanto antes. Apenas era una cría y si estaba solo, su madre debía estar muerta -¡Eh! ¿Quienes son esos?- vociferó un hombre con tono diligente, presumiblemente uno de los rangos superiores -¡Me ha parecido ver algo allí! ¡Rápido!- Mikhail instó una última vez a Helena para que se diese prisa y cerró la puerta tras ellos.

Corríó durante un par de minutos hasta llegar a la primera casa abandonada que encontró, la más cercana al generador. Abrió la puerta con una patada y dejó que Helena entrase antes que él, luego la siguió y cerró. Se sumieron en una total oscuridad, pues las ventanas estaban tapiadas con numerosos tablones de madera. Estaba empapado de agua y tormentas comenzaron a resonar en el cielo
-Ha faltado poco...- empezó a reir, excitado. Hacía muchísimos años que no entraba en situaciones tan tensas, que ponían a prueba su templanza y su conciencia. Habían salido ilesos, sin ser identificados y sin hacer uso de sus habilidades, todo un logro, un avance que le debía a Helena. Aún seguía sobre la senda de la luz celestial -Un momento...- dejó de reir, pues había algo en el ambiente. El aire era muy denso y cada vez se daba más cuenta de ello. La euforia le había hecho tardar en percatarse, pero ya era palpable. Era hasta incluso vomitivo, olía a sangre. -¿Qué...?- sacó el mechero y lo encendió. Alumbraba ciertamente poco, por lo que se movió con cuidado por la casa. En el suelo había rastros de sangre, mayormente seca, pero le llamó la atención de que algunos eran muy frescos, aún seguían líquidos -Helena...- siguió el rastro con cuidado, pisando despacio para no hacer ruido. El camino sanguinoliento le llevó a pocos metros, hasta la puertecita que daba al sótano de la casa -¿Podría ser que...?- haciendo caso omiso de lo que la chica pudiese opinar, abrió la puerta y comenzó a descender con el mismo cuidado. Alumbraba los escalones como podía hasta notar que había llegado a terreno llano. Palpó las paredes, pegajosas y rugosas, de madera vieja y descuidada, hinchada. Sintió un par de pinchazos de astillas, pero nada importante, menos aún para un ángel. Tardó un poco en llegar a encontrar el interruptor -He encontrado la luz... voy a encenderla, parece que no hay nadie- comentó con tranquilidad sin esperarse lo que estaba a punto de descubrir. Al pulsar aquel botón, una solitaria bombilla se encendió, colgada del techo con un largo cable negro. Ello mostró un horror repulsivo, pues del techo, rodeando la bombilla como si fuesen murciélagos en la oscuridad de una cueva, colgaban del revés innumerables cadáveres desnudos de hombres, mujeres y niños de ambos sexos. Los cuerpos estaban en descomposición, volaban mil moscas y el hedor era totalmente repulsivo, como en el piso de arriba; provenía de ellos -No... no puede ser... ¿Quién...?- bajo los cadáveres, había cubos de acero llenos de sangre, que se llevaba del líquido vital que manaba de las gargantas degolladas de los difuntos, así como de otras tantas heridas que había por todo su cuerpo; pechos, abdomenes, muñecas... -Esto es... monstruoso...- el ángel sintió cómo se le revolvía el estómago y su cabeza daba vueltas. Sintió tristeza, compasión y piedad por las almas torturadas, pero una ira ardiente le quemaba los ojos y el corazón -Helena... tenemos que irnos de aquí...- retrocedió un paso, acercándose a la muchacha -Esto es inhumano...- su voz estaba ronca y entrecortada, conmocionado por la maldad exhibida delante de él. Sospechó ligeramente quienes podrían ser los responsables de tales actos maníacos... pero guardó silencio, porque poca paciencia albergaba ahora su corazón. Sintió deseos de borrar de la faz de la tierra a los responsables, aniquilarlos... y enviarlos al infierno al que pertenecían.
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Mensaje por Invitado Jue Mar 14, 2013 4:04 am

Fue un alivio comprender que el joven al menos no andaba desarmado por la calle. Llevaba muy bien guardada un arma en su chaqueta, pues hasta el momento no la había visto. De no haber sido por eso, hubiese pensado que era un completo inepto y lo hubiese dejado allí mismo tirado en poco tiempo. Salí del coche y dejé el bolso dentro, pero por si acaso, me metí las llaves, el móvil y el arma en los bolsillos de la chaqueta -¿Cómo lo hacemos?- pregunté, con el ceño fruncido a causa de la lluvia. Avanzamos con cuidado hasta una alambrada lo suficientemente alta como para que nadie la saltase, lo peor era que las zarazas nacientes de los alambres estaban lo suficientemente afiladas como para arañar cualquier cosa. Mikhail preguntó si sabia escalar, para lanzarme así una sonrisa pícara que fulminé con mi mirada llena de desaprobación y desconcierto -¿Estas loco? No voy a saltar la alambrada- en realidad, como poder podía. Pero sin duda me había equivocado de ropajes para el día, un vestido veraniego de cuadros no era la mejor prenda para saltar una valla de zarzas, desde luego que no. Y no lo decía por la posibilidad de que el hombre que me acompañaba me viese las bragas, no sería el primer hombre desde luego. Lo decía porque el vestido era lo suficientemente fino y corto como para que acabase con las piernas arañadas. El joven hizo caso omiso a mi negativa y subió rápidamente por la valla provocando un ruido metálico que parecía provocar ondas en el ambiente, los suficientemente claro como para que los vigilantes lo oyesen. Sin duda alguna me puso en un aprieto enorme -¿Eres imbécil o que?- grité en susurros. Me puse nerviosa y bastante tensa, mirando de un lado para otro esperando que la reacción cayese del cielo. Mikhail me animó a subir, indicándome que una vez llegase arriba me dejase caer para que pudiese cogerme en brazos y hacerlo todo más rápido. Trepé por aquella enredadera de cables, evidentemente, arañándome las manos y las rodillas. Al llegar a arriba y ver a Mikhail esperándome abajo con los brazos abiertos, me recordó la situación a una prueba de confianza en las que te tienes que dejar caer esperando que el compañero te sostenga. Estupendo, y lo peor es que no me quedaba más opción que saltar y dejar fluir por mi interior la adrenalina tan deseada por mi del momento. Me dejé caer y me alegró la facilidad con la que el joven me sostuvo y me dejó en el suelo, pero corría prisa como pararse a pensar en su fuerza. Me aferró por la muñeca y salimos corriendo del lugar justo a tiempo.

En muy poco tiempo de carreras llegamos hasta la centralita, la cual quedaba frente a nosotros custodiada por unos vigilantes de lo más vagos. Aquello me deprimió
–Los únicos que pueden defendernos de los vampiros y se toman el tema con tranquilidad. Hay que joderse…- comenté por lo bajini. El joven comentó que a la de tres saldríamos corriendo para adentrarnos en el edificio, lo que no esperé fue que el orden numérico universal hubiese cambiado para quedar el tres en el primer lugar antes que el uno o el dos. Eché a correr tras él hasta la puerta de la centralita, consiguiendo que nadie nos descubriese. Cuando el joven cerró la puerta con suavidad y quedamos en la sala de paneles, no pude disimular la sonrisa breve que se dibujó en mi rostro. Nos acercamos a los paneles, los cuales por desgracia mostraban más fallos que normalidad en la luz. –Ya te lo dije, media ciudad está sin luz. Es normal- comenté en voz baja buscando mi zona hasta que la encontré. La luz que había sobre la misma estaba evidentemente en rojo –Espero que se arregle pronto, porque la necesito con urgencia- dije mientras Mikhail se separaba para marcharnos, y en ese mismo instante se escuchó un disparo que me sobresaltó e hizo que toda la emoción que sentía por la adrenalina se marchase. -¿Qué ha sido eso?- pregunté alarmada Abrió la puerta y me instó a salir rápidamente por ella. En la carrera, además de empaparnos como si nos hubiésemos duchado, me percaté de que un perro al que dispararon al momento nos salvó de que nos pillasen. No es que los animales me apasionaran, a veces los veía como comida de vampiro a falta de sangre humana, pero aquel perro me dio lástima.

Esperamos a poder entrar en una especia de estancia rodeada también de vallas que sólo un solado custodiaba. Como siempre andaba detrás del hombre, apenas podía ver que ocurría al otro lado de la pared en la que nos refugiásemos, pero esa vez alcancé a ver como un gatito de apenas días de vida se colaba por la valla y era motivo de distracción de aquel soldado que tuvo las intenciones de dispararle. Eso pareció cabrear a Mikhail, quien tomó una pierda y con una inmensa fuerza la arrojó contra una alambrada alejada, a la que todos los soldados acudieron. No dudamos un instante en salir disparados para llegar al edificio trasero, pero justo antes de entrar, el gatito medio asustado se cruzó por mi lado y sin pensarlo, lo tomé y lo estreché entre mis brazos, para llegar así a aquella especie de casa cercana al generador.

Nada más entrar me dejé caer contra la pared derruida para tomar aliento, obviando la oscuridad en la que nos habíamos refugiado
–Por poco…- comenté con la voz entrecortada y nerviosa. El gato se acurrucó entre mis brazos esperando desprenderse de aquella humedad que tan incomodo le volvía, igual que a mi. –Genial… ahora salvo gatos ¿Qué será lo próximo?- Mikahil se volvió nervioso, mostraba incomodidad -¿Qué ocurre?- pregunté mientras sacaba su mechero y lo encendía para proporcionar a la casa un mínimo de luz. Y los dos nos fijamos en lo mismo: había sangre en el suelo. Sólo de ver aquello me arrepentí de todo ¿Por qué? ¿Por qué le había hecho caso a ese hombre? ¿De verdad esperaba salir ilesa de una locura? Me había saltado mi barrera y había caído de bruces al suelo. -¿Dónde vas? Vayámonos ya- tiré de la chaqueta del hombre esperando hacerle retroceder, pero no lo conseguí. Llegó hasta una puerta que conducía hacia un piso subterráneo, cuyo camino seguía marchado por una hilera de espesas gotas y borrones de sangre. Tuve que seguirle por pánico a quedarme sola –Por favor vámonos. Si seguimos vamos a meternos en un lío- comenté bajando las escaleras tras el hombre. Encontró en el piso de abajo, el cual contenía un hedor espantoso, el interruptor que encendió una única bombilla que nos mostró lo horroroso de la situación. Varios cadáveres de adultos y niños colgaban del techo boca abajo, derramando cada gota de sangre en diversos cubos llenos de la misma por la mitad. Me llevé una mano a la boca para con la otra seguir sujetando al gato. No podía dar crédito a aquello, no podía mirar –No puede ser…no puede ser- comenté entre susurros. Tomé acopio de mis fuerzas para pasos adelante obviando al joven y mirar aquello sin apartar la vista ni un segundo. No, ninguno de ellos parecía haber sido mi hermano. Y sinceramente, no haberle visto entre aquellos cadáveres me derrumbó. No porque desease que mi hermano estuviese muerto en el sentido estricto, si no porque, definitivamente lo estaría ya, pero al menos me gustaría haberlo sabido, para terminar con todo de una vez.

En ese justo instante, las voces de unos hombres que habían entrado a la sala superior me distrajeron. Miré de un lado para otro intentando encontrar un sitio para refugiarme
–Apaga la luz- grité en la voz más baja que pude, para meterme tras unas cajas que posiblemente ya estuviesen llenas de cubos con sangre. Era casi imposible que los dos nos refugiásemos ahí, eran sólo dos cajas, pero no había otro lugar. Me agaché, encogí las piernas y pegué las rodillas al pecho para que el hombre tuviese más espacio. Me alertó oír como habría la puerta del sótano y el gato jugaba con las llaves que había metido en la chaqueta en la que se refugiaba. Lo inmovilicé como pude esperando que no maullara y… los hombres bajaron. Intenté no respirar, hacer que ni el sonido de mi aliento se oyese, y todo sin dejar de mirar a Mikhail, desesperanzada. Sabía que aquellos hombres estaban hablando entre ellos, pero apenas oía lo que decían. Estaba tan nerviosa y arrepentida que no prestaba atención a nada. Por fortuna, los hombres se movieron y entraron en una sala contigua que no habíamos visto, cerrando su puerta tras ellos –Vámonos ya-

Salimos corriendo escaleras arriba sin hacer ruido. Escapamos de aquella casa y llegamos, empapados por la inminente lluvia, hasta la verja con zarzas que anteriormente tuvimos que escalar. Esta vez me hice mas daño que la anterior, los nervios y las prisas, además de tener que sujetar al gato mientras la saltaba, hicieron que las piernas enteras acabasen arañadas, además de las muñecas y las manos de nuevo. Con cortes más profundos, de los que sangran y escuecen. Me metí en el coche y dejé el gato en mi regazo, esperé a que Mikhail entrase y no dude ni un segundo en arrancar y salir del lugar.

Conduje hasta aparcar el coche en el mismo lugar de siempre. No hablé en todo el camino, estaba tan nerviosa y consternada que no podía hacerlo. Quedé sentada en el asiento, sin salir del automóvil. Me eché los cabellos húmedos hacia atrás y coloqué mis codos en el volante
– Te dije que no quería relacionarme contigo…- empecé comentando en voz baja – Todo estaba bien, todo iba bien hasta que apareciste- esta vez la ira se apoderó de mis palabras –Te dije que no había nada. Te dije que no me debías nada más, te pedí que te marchases…- empecé a razonar, a darme cuenta de que había estado apunto de morir por una gilipollez y que aún así no había encontrado a mi hermano -¡Todo esto es culpa tuya!- inspiré hondo para no dispararle con el arma en ese mismo momento aclarándole que todo estaría mejor si el no hubiese sugerido nada y me hubiese hecho caso desde el momento en el que le dejé en el bar. Dejé la misma en la guantera, me puse el bolso en el hombro y le dí el gato al hombre –Lárgate de una vez…- le ordené en voz baja y calmada, con cierta tristeza en las palabras, para salir del coche y subir a casa sin mediar mas palabras con él. No, no quería estar cerca de alguien como él.

Al llegar al ático, busqué mis llaves en la chaqueta pero no las encontré. Rebusqué en el bolso y después volví a palpar la chaqueta
-¡Joder!- grité, para darle una patada a la puerta obviando el escozor de los muchos cortes de la pierna. El puto gato las había tirado en el sótano, ahora si que estaba perdida -¿Buscabas esto?- me giré horrorizada al identificar la voz de John detrás de mi. Tenía mis llaves en su mano, y jugueteaba con ellas -¿Dónde las has encontrado?- -Te dije que había cambiado a mejor, Helena. Pero el capullo de tu novio no me dejó terminar- pareció querer decir algo, pero calló, para mostrar una sonrisa maliciosa. Se adelantó y abrió la casa con las llaves, para empujarme hacia dentro con fuerza -Te dije que volvería, hace tiempo que no miento. Lástima que no esté ese al que te tiras, pero ya iré a por él- volvió a acercarse y me quitó la chaqueta con violencia, me tomó del brazo y lo inspeccionó, para hacer lo mismo con el otro brazo y las piernas. Chasqueó la lengua y negó con la cabeza, no podía creerme lo que mi mente me estaba diciendo a gritos - Deberías haberme hecho caso, si lo hubieses hecho, no tendrías tantos cortes, ni estarías tan empapada ni…bueno, quizá lo de empapada me ponga- no terminó la frase. Me propinó un bofetón que me cruzó la cara -Esta te la debía- le lancé una mirada llena de ira y rabia, notando ardor en el cachete -¿Por qué tienes mis llaves?- él rió - ¿Y como no las iba a tener? Fuiste tan despistada que además de dejar el suelo empapado de agua las olvidaste allí- Se colocó frente a mi muy de cerca, me obligó a sentarme en el sofá y me agarró por el mentón. –Ahí abajo, como a mí me gusta…- con su otra mano, sacó una pistola de su chaqueta, pero no se molestó en apuntarme con ella por el momento -¿Qué… has… hecho?- pregunté entrecortada. Siseó ordenándome que callase –Vas a decirme que hacías allí si no quieres que te duela lo que voy a hacerte cuando acabes- Fuese violarme y/o matarme, me iba a doler por igual si habia sido él que le había hecho aquello a esas personas que ahora sólo eran cadáveres en descomposcición. -No voy a decirte nada-
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Mensaje por Invitado Jue Mar 14, 2013 5:33 am

La situación se resolvió de una manera muy drástica y precipitada. Cuando aquellos individuos aparecieron de improvisto, afortunadamente Helena supo reaccionar a tiempo para esconderse, de modo que Mikhail la siguió e imitó. Pasaron de largo cuan dos sombras fantasmales y entraron en otra habitación contigua ¿En un sótano? Curioso a la par que extraño. Aprovechando la situación, ambos decidieron huir por donde habían venido intentando no hacer demasiado ruido, regresando a la lluvia.

Llegaron hasta el coche en poco tiempo y quedaron resguardados por fin del tempestuoso clima que asolaba el fuerte. Ambos mantuvieron el silencio durante el trayecto, solo el gatito jugueteaba con la ropa de Helena como si fuera la primera vez que veía prendas de ese material, como si lo cazara. El ángel no pudo evitar sonreir. Lentamente fue empezando a reirse, intentando hacerlo en un bajo tono.
Cuando la muchacha aparcó el vehículo, comenzó a cuestionarse la confianza en Mikhail y eso la alteró, hasta el punto de alzar la voz y comportarse de manera agresiva. Ordenó al ángel que se largase y se llevase el gato mientras ella se marchaba
-Oh no... la culpa es toda tuya, me ayudaste Helena... y eso te condenó- conforme ella marchaba y se alejaba más, él elevaba continuamente la voz para asegurarse de que le oyera -Te condenaste de una forma distinta a la que todos están condenados ¡Demostraste tener algo de humanidad aunque pretendas negarla! ¡Salvaste a este animal y no has puesto fin al peligro de un ex novio psicópata! ¡ME SALVASTE Y POR UNOS MOMENTOS CREISTE EN MÍ!- terminó vociferando mientras ella desaparecía de su vista. Mantuvo los ojos fijos en la puerta durante unos segundos por si ella regresaba; no lo hizo. Se dio media vuelta pensando en marcharse, en caminar, en buscar un lugar donde perder la esperanza -¿Sabes? Tú también estás condenado, minino. Tú, tu raza, tus enemigos... Este mundo apesta... Es imposible que Dios regrese, nos ha abandonado... y los humanos no merecen ser salvados en nombre de alguien que no está ¿No crees?- hablaba al gato como si él pudiera entenderle. Su única respuesta fue saltar de los brazos de Mikhail y marcharse rumbo a donde Helena, colándose por la puerta -Santísimo señor...- suspiró, aburrido, siguiendo al animal para salvarle de la furia de la chica.

Subió lentamente la escaleras hasta llegar al ático, donde el animalito maullaba raspando la puerta con sus diminutas uñitas
-¿Eres tonto?- se agachó y lo acarició -¿Te ha gustado esta tía? ¿O es solo su ropa?- negó con la cabeza -Definitivamente eres un animal sin raciocinio, nadie en su sano juicio tomaría...- calló al oir voces desde el interior. Como la vez anterior, se apegó a la puerta y plantó el oido en la misma, espiando la conversación. John había vuelto. Al parecer había quedado atrás alguna pista, en aquel lugar ¿Significaba que él era responsable de ello? Se seguía escuchando de su boca aquella prepotencia asquerosa que hacía desequilibrar la balanza en la que estaba Mikhail, esa delicada balanza entre la redención y ser un Caido -Así que no vas a decirme nada... Pues ¿Sabes? Te tendré que sacar las palabras- desde fuera, Mikhail escuchó un golpe sordo. El individuo golpeó a Helena con la culata de la pistola directamente en la boca -Se acabaron los juegos, zorra. Se acabaron las órdenes, se acabaron tus estúpidos caprichos de niñata inmadura. Se acabaron estos asquerosos golpes de rebeldía y orgullo. Eres una puta cobarde, te metes en ti misma, te encierras por temor a que otros te hagan daño ¿Qué pasa, sigues echando de menos a tu hermano? Quizá te hubiese gustado verle allí colgadito ¿Verdad? Sí, desnudo y lleno de heridas, desangradito y descomponiéndose lentamente al fino toque de moscas. Un plato exquisito para los perros- volvió a oirse el mismo golpe, un segundo propinado de la misma manera -Escúchame bien... Este es el fin de la humanidad, Helena. Todo cuando conocimos antaño se ha esfumado, extinguido. Apagado como una cerilla bajo la lluvia. "Ellos" son los que nos dominan y nos dominarán, son superiores, más fuertes, inteligentes y encima, las vampiritas están de toma pan y moja. Te ofrecí venir conmigo, podrías haber trabajado para ellos como yo. Una vida a la semana, solo piden a cada uno de nosotros una vida distinta por semana. Es una pequeña cuota muy fácil de pagar en este lugar, donde si no mueren a nuestras manos y por nuestro beneficio, morirán de hambre, en un altercado o bien enfermos- Mikhail sí que estaba enfermo, de rabia, ira, descontrol. Se mordía el labio inferior totalmente incolerizado y sus manos formaban un puño que apretaban con tanta fuerza que la piel casi se le tornaba blanca -Es una pena, la verdad, pero como no vas a entrar en razón al parecer, mejor te quito del medio y santas pascuas. Quizá hasta quieran tu cuerpo con la sangre dentro, ya me entiendes...-

Justo en el momento en el que se oyó la pistola cargarse para posteriormente disparar, Mikhail arrampló con la puerta con un fuerte empujón, abriéndola de golpe. La cerradura no se rompió ya que por fortuna no estaba cerrada con llave desde dentro. Avanzó tan veloz como le permitía su naturaleza angelical, aferró a John por el brazo y se lo retorció con tal fuerza que le obligó a dar una voltereta y caer al suelo
-Más vale que tú y todos los que trabajan contigo para "Ellos" os sepais mil plegarias distintas para vuestro Creador u os aseguro que vais a tener un tormento ilimitado y gratuito en el más candente de los Infiernos- decía entre dientes, iracundo hasta cifras incalculables -Sois la peor calaña, la peor mancha que ensucia la humanidad. No tenéis corazón, ni dignidad, ni honor, ni orgullo propio. Tú y los tuyos sois unos cobardes... unos cobardes asquerosos- el brazo se retorcía cada vez más y John, en el suelo, se dolía gritando -Has estado a punto de matar a esta mujer...- Mikhail agarró la cabeza del individuo y la dirigió hacia Helena al mismo tiempo que lo desarmaba y le tiraba la pistola a la chica, cayendo esta a su lado en el sofá -¿Cuan grande es la diferencia entre tú y ella? ¿Cuanta divinidad y misericordia reside en su alma inmortal, mientras que en la tuya pervive la llama del Caido?- John comenzó a derramar lágrima de impotencia -¡No, por favor! ¡Quítame a este loco de encima y juro que no volveré nunca más! ¡Helena, mi amor, por favor!- los ojos esmeralda de Mikhail se clavaron en Helena -El mundo está sólo y únicamente regido por los hombres y esas abominaciones. Dios no está, desapareció, se esfumó. Sus ángeles vagan en tierras baldías, sin alas. Los demonios campan a sus anchas, en cenagales de sombras, alimentándose de las lágrimas de sangre de aquellos que se hunden en sus oscuras aguas de pecado. Tienes todo el derecho, desde el mismo instante en que todo comenzó, de ser juez de tu propia vida y en lo que ello acontece. Decide el destino de este hombre- no parecía él. No parecía en ningún momento el Mikhail que Helena habría conocido, parecía un completo extraño, otra persona, otra mente, otra voz... más seria, pero suave, sacro santa, cálida y protectora, así como diligente y paciente -Tomes la decisión que tomes... debemos hablar- el gatito subió hasta el sofá y observó a Helena, dando pequeños maullidos. Todo iba a quedar en sus manos en ese mismo instante -Cuando quieras, Helena- un relámpago surcó el cielo gris, marcando el fin del tiempo, la decisión debía llegar cuanto antes...
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Mensaje por Invitado Vie Mar 15, 2013 3:49 am

Sentía que tenia que sentir miedo, un miedo interior que no terminaba de despertar y que por alguna razón no podía expresar. Quizás fuese porque me dolía en el orgullo sentir miedo por parte de un cobarde al que ya no amaba. Podía ser cualquier cosa, incluso la precipitación del momento, el no esperarlo. La cuestión fue, que a pesar de verle plantado frente a mi con el arma en la mano, sólo tenía para él miradas cargadas de rabia tras haber visto aquel horroroso asesinato en la centralita. Al callar y no decirle que buscaba en aquel lugar, me propinó un golpe con la culata de la pistola en la boca. En un principio la sentí húmeda, noté el sabor a sangre tan parecido al hierro, y tras ello, un dolor que acabaría muy posiblemente en inflamación. John comenzó a hablar de una forma que jamás había visto en él, y no me refiero a la prepotencia, sino a la seguridad que transmitían sus palabras. Había cambiado, había marchado al otro bando y había cambiado. Me dolió oírle hablar de mi hermano con esa sarna y esa chulería con sólo me daban mas ganas de matarle. Me propinó otro golpe, de igual forma y también a la boca, con el cual sentí más dolor aún y con el que no pude evitar gritar.

Decidio ponerle fin a mi vida comenzando a cargar el arma. Los ojos se me humedecieron, me levanté para intentar huir pero me empujó y me hizo volver al sofá
-¡Déjame! ¡Déjame ir!- grité desesperada. –John déjame- dije mirándole a los ojos. Extendió sus brazos y me apuntó con la pistola. Cerré los ojos y estube a punto de romper a llorar, pero tuve que volver a abrirlos al oir como la puerta se abria de par en par y… en un segundo, en un solo segundo, Mikhail entró, inmovilizó a John y retorció su brazo haciéndole gritar. ¡¿Cómo diantres había hecho eso?! ¿Quién era Mikhail? ¿Qué quería? No tenía palabras para decir, solo sabía que aquello no había sido humano, pero tampoco propio de un vampiro. Sentí miedo sólo de pensar que había compartido toda una mañana al lado de alguien así. Además, no se presentó alegre y risueño como de costumbre. Estaba serio, concentrado, incluso parecía furioso. Hablaba cosas que no llegaba a entender, pero me alivió entender en sus palabras, que por fín había encontrado a alguien entre tantos restos de almas destrozadas, que pensaba de igual forma a la mía. Después de tanto tiempo viviendo entre cobardes, gente perdida y desesperada, acababa de dar con quien también comprendía como yo que el mundo estaba como estaba por el comportamiento de las personas. Pero ¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser él? Agarró la cabeza de John y mientras le hablaba sulfurado, hizo que me mirase. Yo miré a ambos, uno detrás de otro, acabando por comprender las intenciones de Mikhail: quería que yo decidiese el destino de John, quien empezó a lagrimear suplicándome que le ayudase -¿``Mi amor? ¿Cómo puedes tener tan poca vergüenza de llamarme así?- le pregunté, ardiendo en ira por dentro. Me puse en pie y tomé su arma, para ahora ser yo quien apuntase con la misma a él, justo en su cara. –Eres un desgraciado, John. He pasado muchos años creyendo que te quería, y tú solo utilizaste esto cuando te apetecía. Sólo me llamabas así cuando venías borracho. He pasado mucho tiempo creyendo estar contigo, y lo que estaba era sola- las manos me temblaban, no quería llorar, pero mi decisión se acercaba – Siempre supe que serías capaz de cualquier cosa para poder seguir llevando la vida sin sacrificios que deseas, pero jamás imaginé que pudieses llegar a querer matarme. ¿Qué me impide no matarte a ti ahora?- John desesperó, pues rompió a llorar por completo y siguió suplicándome que le perdonase. Miré a Mikhail, desconcertada, pero encontré la tranquilidad y la paciencia para posar el arma sobre la frente del muchacho, rebuscar entre sus bolsillos mis llaves y la copia de las mismas, y arrojar el arma a la mesa – ¿Qué me diferenciaría de ti si te matase? Demuestra que queda en ti algo de honradez y cumple tu promesa. Márchate. Y nunca, nunca vuelvas a hablar de mi hermano- volví a mirar al recién llegado para indicarle, con una mirada serena y cargada de confianza, que le soltase. John poco tardó en marcharse, sin mediar palabra alguna.

Caí como un peso muerto al sofá, donde me acurruqué y hundí el rostro entre mis rodillas. Había estado tan cerca, tan cerca de morir, que no podía creérmelo aún. Me quedé en aquella posición un rato, por si alguna lágrima tenía que aparecer que se marchase rápido. Un sonidito desgarrador que se producía a mi lado, me hizo alzar el rostro y fijarme en el gato
–Tu gato… me esta destrozando el sofá- era una exageración evidentemente, pero el gato acababa de dejar sus uñas marcadas en el respaldo del sofá. Tomé al pequeño animal entre mis brazos y lo coloqué en mi regazo. Poco duró quieto, le molestaría la humedad de mi vestido, pues de un salto salió corriendo a juguetear por otra parte –Es un revoltoso…- comenté con media sonrisa forzada. Me fijé en el hombre, quien también seguía mojado. –Siéntate, puedes quitarte la ropa si quieres. Voy a traerte una toalla- fui a mi habitación y de la cómoda, tomé una toalla y dos mantas de lana gruesa, para volver al salón y tenderle la toalla y una de las sábanas. Yo me eché la mía por encima, haciendo que me rodease, y volví a acurrucarme en el sofá. –Siento no poder ofrecerte nada mas- le dije al hombre mirándole a los ojos. Incluso la manta era inútil, yo me la había puesto sin quitarme antes nada mojado. –Aquello que vimos, es donde hubiésemos acabado anoche si no nos hubiésemos quitado a aquellos dos hombres de encima- dije mirando al infinito, para después devolverle la mirada al hombre – No sabía que Jonh era uno de ellos. Hacía muchísimo tiempo que no hablaba con él, desde…da igual- tomé aire, sin quitarle la vista de encima. Me daba miedo, y no sabía porqué –Oye, no se como has hecho lo de antes, no se quien eres…pero gracias, por haberme ayudado. No tenías porqué hacerlo- aparté un par de veces la mirada, nerviosa –Has vuelto a subir así que supongo que estas buscando algo… No voy a preguntarte nada si no quieres responder, pero dime que quieres. No tengo nada, ya ves que incluso vivo sola y no me relaciono con nadie a quien pedirle. Pero por favor, te suplico que no me hayas ayudado para hacerme daño después- esto último lo dije con una sinceridad y una concentración en la mirada que no había tenido hasta el momento. El comentario estaba fuera de lo normal, pero aquel hombre no era normal.

Noté como el labio se humedecía cada vez más, y la inflamación hacia que notase un hormigueo que junto al dolor se hacía insoportable. Quizás debía ir al hospital, porque de curas no tenía ni la más remota idea. Lo gracioso de la situación, fue que la noche anterior, él estaba en mi lugar y yo en el suyo
-Parece que nos hemos cambiado-
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Mensaje por Invitado Vie Mar 15, 2013 4:46 am

La decisión de la muchacha no decepcionó en absoluto al ángel, aunque en su interior, él sabía que aunque hubiese apretado el gatillo tampoco se sentiría equivocado. John, el ex novio de Helena, terminó llorando como un niño pequeño, tomó su arma y se marchó desconsolado y asustado, cerrando la salida con un portazo -Parece que no quiere que le sigamos...- comentó el ángel observando la puerta para luego mirar de nuevo a la muchacha -Tu misericordia es comparable a la de pocos, mujer. Ese individuo no estaba dudando cuando te apuntaba. Lo sabes ¿Verdad? Yo lo sé, lo noté. Su pulso... no temblaba- reflexionó mirándose las manos con las que lo había agarrado. Sentía la rigidez de los músculos del hombre aún, como si lo sostuviese todavía. La lluvia del exterior no ayudaba a que se relajase -¿Cual es la razón? ¿El pensar que serías como él? Os diferencia las razones, Helena. Es más que obvio que su muerte hubiese supuesto una baja, quizá importante, para esa organización. Sus asesinatos se verían mermados, pues habría un trabajador menos y además, el fallecimiento y desaparición de un miembro los llevaría a ser más cautelosos y cuidadosos, quizá tardasen tiempo en volver a matar. No obstante, has preferido no apretar el gatillo y devolverle el arma...- la observó largo rato en silencio -...Sigo sin entender por qué- calló cuando la chica tomó al gato y alegó que estaba destrozándole el sofá. Mikhail sonrió nuevamente viendo al animalito marchar y jugar a los exploradores por la casa. Luego Helena se ofreció a llevarle una toalla y una manta para que se secara, cosa que agradeció. En otras circunstancias se habría negado, le habría dicho que no era necesario, pero odiaba sentirse mojado o húmedo, por lo que no rechistó. Confiando en las palabras de la chica, éste se despojó de la chaqueta y la camiseta, quedando solo en pantalones con el torso desnudo. Esa sería la visión para la mujer cuanto regresase, un hombre cuasi desconocido, de piel morena y cuerpo curtido y fornido aunque no demasiado, sentado en su sofá. Aceptó la toalla una vez le llegó, se repasó toda la cabeza y el cuerpo para luego abrigarse con la manta -Muy amable, Helena- permaneció sentado mientras la muchacha divagaba, al parecer perdida en sus propios pensamientos. La simple idea de vivir esa experiencia era aterradora incluso para un ángel, pues un demonio bien sería capaz de hacer cosas tan pervertidas como esa -No ocurrió, estamos a salvo, todo está bien... Pero... algo me dice que John volverá. Un hombre cobarde es muy peligroso, Helena. La cobardía, irónicamente, incita a cometer verdaderos actos de locura solo por querer protegerse. Esta vez no nos avisará antes de disparar- hablaba relajado, sin intención de presionar a la muchacha.

Agradecida, comenzó a hablar sobre lo que acababa de ocurrir y a cuestionarse el por qué de todo lo que Mikhail hacía. Esto le provocó risa al hombre, una risa pausada y de bajo tono, cálida, como desde que entró en la casa. Él mismo rebosaba tranquilidad y bienestar
-El hecho de que sigas respirando se lo debes a ese gatito de por ahí... Se me escapó de los brazos y vino hacia tu casa siguiendo tu olor, he de suponer que le has gustado. De modo que se acabó eso de "mi" gato... creo que quiere estar contigo- sonrió -Y te he dicho ya varias veces que no quiero nada, Helena. No quiero dinero, ni siquiera alimentos a parte para mi hogar. Tampoco quiero desnudarte y violarte, ergo tampoco pretendo enamorarte. Tan solo quiero ayudar y ser ayudado, muchacha... y tú eres especial- la miró a los ojos durante unos momentos -Ten por seguro que no tengo la más mínima intención de hacerte daño. Solo quería excarvar en esa coraza que te has construido y que me negaba el paso. Es gracioso que me había rendido cuando ese animal me trajo hasta aquí en el momento preciso. Sobre lo de John... bueno, digamos que se me da bien eso de las artes marciales- rió burlón y evasivo.

Pocos minutos después, ya seco, se vistió nuevamente y se disculpó ante la joven a pesar de que había sido ella la que le había dicho que lo hiciera si quería. Reparó entonces en el labio que poco a poco se le inchaba más y adoptaba un color rojizo oscuro. Mikhail no tenía intención de parecer más extraño de lo que ya había mostrado ser, no sabía si era seguro que ella supiese su condición celestial, de modo que inventó una argucia. Abrió la ventana y observó por unos segundos la lluvia que caía. El cielo estaba mucho más oscuro que antes y los relámpagos eran más recurrentes. El ángel pasó la mano por el aire, recogiendo gotas de esa fria lluvia otoñal
-Déjame hacer algo con ese labio...- tenía la mano empapada y varias gotas caían de su mano hasta el suelo. Se arrodilló ante ella y acarició la zona herida con el dedo índice a la par que usaba sus habilidades curativas. Haciendo creer que el agua de lluvia fria era un gran analgésico y que ella lo desconocía, lo cierto es que estaba sanando la herida poco a poco con aquel toque físico. No quiso hacerlo de forma descarada, sino disimulada, de modo que la herida tan sólo dejaría de dolerle y poco a poco se iria recuperando -Afortunadamente no te dio muy fuerte... En una hora más o menos estarás bien. Un viejo truco de mi padre, que en paz descanse... allí donde esté- se volvió a sentar junto a ella y lanzó un largo suspiro. Se avecinaba un tenso silencio, de esos incómodos que solo rompe las manecillas del reloj -...¿Qué le ocurrió a tu hermano?- se aventuró a decir -Lo siento si es un tanto... complicado o doloroso de recordar o hablar de ello. Pero creo que si me lo quieres agradecer, no estaría mal que nos conociesemos un poco más- sonrió alegre, como siempre hacía. Parecía que no había más preocupaciones, a sabiendas de que John volvería -Da la casualidad de que tu ex... ha hablado de él un par de veces y...- no sabía cómo seguir -Quizá quieras hablar de ello... para desahogarte o al menos elucubrar si tiene algo que ver con él. Si quieres y tienes, no me importa prepararte un café. Ya sabes, has tenido un peor día que yo desde lejos... Encontrarte con tu ex pareja dos veces en un mismo día y bajo amenaza de muerte... La noche está muy próxima y va a ser tormentosa y fría- reflexionó para ella -Quizá te resulte un tanto atrevido, pero no quiero dejarte sola hasta dar un tiempo de seguridad. Si cree que soy tu novio por alguna razón, si no me ve salir de aquí, pensará que te estoy haciendo compañía- reparó unos instantes en lo que decía y rectificó -Tampoco quiero decir, o sea, que me quedaré en la noche. Sólo hacerte compañía, un rato, si no te es molestia. Cuéntame eso si quieres o no, no pasará nada, es obvio- se puso nervioso y las palabras se le travaban, por lo que se puso de pie y dio un corto paseo por el salón de un lado para otro -A ver... perdóname, es solo que no acostumbro a tratar con chicas y no quiero que se me malinterprete. Te aseguro que soy el hombre más inofensivo que has podido conocer en toda tu vida- y tenía razón, pues el auto control de los ángeles le hacía totalmente inmune a sus encantos físicos, que no eran pocos ni mucho menos. -Así... si tienes también más dudas sobre mi, te las responderé encantado- sonrió de nuevo, relajándose -Así que... te ofrezco empezaar de nuevo ¿Qué te parece?- como si se tratase de un antiguo caballero, se dobló sobre sí mismo en una cortés reverencia. Acostumbrado a como solía hacer ante Dios cuando lo llamaba a ayudar a los humanos en alguna cruzada, por aquellas edades medievales -Me llamo Mikhail, Michael para algunos muy, muy viejos amigos... más bien, para mis hermanos- la miró alegre, esperando su reacción
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