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Sipnosis
Memento Mori
Tras el festival

Fue un mes de locura, el que transcurrió luego del Festival de Invierno, luego de los cepelios de las víctimas, el poder quedó en las manos del Gobernador, Everett Goodweatherm tendría el control total sobre la ciudad, pero Azuka había logrado parte de su objetivo: Los rumores de que el gobierno de Washington ya no estaba tan convencido de compartir el poder con los vampiros; la situación se estaba saliendo de manos, y los cainitas y garras rojas parecían estar ganando la partida. Pero ninguno de los artífices de la destrucción, pensaron que los berkeser se volverían un problema para todos, porque los vampiros que no fueron asesinado por ellos, se transformaron en berkeser, que se han transformado en una manada que deambula por las alcantarillas atacando a quien se les enfrente o quien esté en su menú del día.

Humanos y Vampiros ya no tenían una alianza tan sólida como antes, y las desconfianzas estaban surgiendo.

Mientras que en medio quedaban los licanos, o por lo menos, parte de ellos, Fenrir y Fianna, pero quien padeció la peor parte fueron los Fenrir que en el atentado perdieron a su líder, del que jamás encontraron el cuerpo. Quedaría en manos del nuevo líder de los Fenrir y de Gissiel Earhart, determinar el destino de su clan y tradiciones, pero entre los licanos, se sabía la atrocidad cometida por las Garras Rojas, comandados por Arthur Redclaw, que se habían vuelto muy fuertes.

Por su parte, los rebeldes, el pequeño grupo de disidentes ya no parecían estar tan solos en su lucha, el gobierno de Washington los contactaría extra oficialmente para conseguir sus fines: controlar la ciudad, de una o de otra manera. Etienne LeBlanc, tendría que decidir..

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Una razón para hablarte |Privado| Marcus

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Mensaje por Invitado Vie Dic 21, 2012 8:51 am

Ciudadela, 11 de Enero, 15:35 p.m.
Odiaba las multitudes. Más aún, las multitudes de New York. Y, aunque fuese casi imposible, odiaba aún más las multitudes de la destruida New York. Las caras tristes casi rendidas casi suplicantes por una muerte rápida y sin dolor. Esas sonrisitas conformistas y comprensivas de "estamos en la misma mierda" que se convertían en miradas de desagrado, por poco asco, cuando ella no les devolvía la hipocresía. Para qué. Ellos se creían muy desgraciados por la situación en la que estaban pero, ante el juicio de Linnea, simplemente eran incapaces de ver lo que tenían. Pese a todo lo malo, muchas familias seguían unidas. Estaban en su ciudad, su país, con sus costumbres y tradiciones. Podían considerarse muy afortunados y, sin embargo, no sabían más que lamentarse. Aquellas miradas enfermizas le hicieron caminar hasta las afueras de la ciudadela, en busca de algo de soledad. Había pasado toda la mañana entrenando y estaba segura de que debió haber continuado haciéndolo en vez de tomarse aquél "respiro" que le había producido más estrés que otorgarle descanso. Ni modo, pensó.
Se encaminó hacia su escondite. Un abandonado, sucio, viejo e inusual edificio de un sólo piso, que tenía las pintas de haber sido en sus días de oro un concurrido bar. Tenía allí algo que podría llamar su "habitación", una pequeña recámara secreta detrás de los estantes de licores que pese al daño del edificio en sí se había mantenido bastante bien. Evidentemente, nadie en la ciudadela se había detenido a examinar aquél lugar con detención, pues era bastante acogedor cuando le hallabas su toque. Mantenía papeles en las ventanas quebradas y utilizaba para descansar el piso subterráneo que, aunque era un tanto inseguro en términos de estructura, era mucho menos asequible. Y ella prefería morir aplastada por escombros que a manos de un desconocido. Sólo se permitía dormir dentro de la habitación secreta, donde guardaba los pequeños "tesoros", como ella los llamaba, que encontraba de vez en cuando.
Se quedó en la primera planta, y agarró una copa que encontró vagando por allí y la llenó con el agua que tenía en una botella llenada del pozo que había cavado en su escondite a las afueras de la tierra de nadie. Podrás notar, que había noches en que Linnea no dormía.
Bebió lentamente, saboreando el trago refrescante, sin desperdiciar una sola gota. Dejó la copa donde estaba antes y se quitó su chaqueta, para poder entrenar. No llevaba ni cinco minutos cuando sintió pasos y se deslizó sigilosamente cerca de la entrada. Cuando el desconocido entró, un chute de adrenalina la cruzó y le puso la punta de su daga a un centímetro del entrecejo. Cuando vio que era humano, bajó el arma.
-¿Quién eres, qué haces aquí? Venir hasta aquí para morir es un poco desesperado, lo sabes. -Soltó de inmediato, sin bajar la guardia. Preguntándose si le había dado por equivocación la locación de su escondite a algún cliente. Desde que era cazarrecompensas tenía más recursos, pero debía andarse con más cuidado. Se estaba creando algunos enemigos más que los de costumbre y el cómo, cuándo, dónde y por qué se generarían los encuentros para realizar acuerdos y contratos era algo en lo que tenía que ser extremadamente cuidadosa. Lo mismo sobre cómo contactarla. -Además -agregó- no tengo intenciones de matar humanos. Su agonía es demasiado simple. -Afirmó, fría y cortante. -Vete, tengo cosas que hacer. -Ordenó finalmente, sin prestarle la más mínima atención al humano rubio que había entrado de intruso en su guarida, guardando sólo la compostura para no olvidar mantenerse atenta hasta estar segura de que se hubiese marchado. No se podía confiar de nadie, aunque fuese un humano. Eso, la desconfianza que debía tener para todos los demás, era algo que tenía absolutamente claro.


Última edición por Linnea A. Holmgren el Sáb Dic 22, 2012 7:47 am, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Vie Dic 21, 2012 9:52 am

Eran contados los días en los que aquel hombre se dignaba como para salir de el frío Bunker de la parte que le habia tocado a los humanos mediante el gran arduo sudor de la frente de los mismos. Un hombre con una gran pistola entro al lugar , sin apuntarle , era solo otro soldado común de los templarios , esa organización que mandaba el mismo , siempre tenía nuevas ideas , pero por el momento estaba seco , solo bebía agua de sabor sentado en un lugar muy frío y oscuro. -¿Que quieres?- musitó el pelirrojo, un poco molesto por que la vida nunca es lo que esperamos. -¡Señor! se nos ha informado movimientos en un edificio abandonado... tememos de no tener registro de esa persona , inclusive puede que sea un error de categoría Z- Algo que no era ni importante , por que era la ultima letra del abecedario. -¿Y Quieren que vaya a ver yo?, Inutiles- el soldado hizo una cara de miedo ante la mirada del lider... podía decirse que la disciplina se habia estructurado nuevamente. -Sí señor , usted es el más apto para la misión , señor- respondio el soldado. El pelos rojos indico con su dedo indice que saliera de aquel lugar , a lo que rapidamente hizo el miembro de menor nivel en la organización.

El líder que se encontraba en ropa interior se puso de pie apoyandose en una silla de metal que estaba su lado , el bunker estaba vació , solo el.. & su soledad. Salió de ahí rapidamente igual en ropa de dormir , no le importaba demasiado su aspecto inclusive si tenía mujeres tras de él.. era raro que una chica se interesara en algun tipo de jefe como él. Paso por el cuarto de inteligencia y señalo -Preparen las cordenadas y Mi Jeep , saldré a dar un paseo- ; acto seguido se encamino a su cuarto , donde se puso su ropa & olvido su mascara, justamente un simple error de rutina , estaba algo abrumado por la reciente muerte de su ex-lider pero era algo que podía controlar sin duda alguna. Un sentimiento de cuestion se llego a su mente cuando se pregunto así mismo sobre la situación en aquel edificio. "Lo más seguro es que sea una persona sin registro , un demonio no puede ser por que este no va a recabar la tentación de el alma humana que se encuentra cercas y un vampiro es muy astuto , es una de las cuestiones que quedan.. si llega a ser uno, tendré que sacarlo a la fuerza"-penso , estableciendo un plan antes de salir por su jeep.

Se subio al auto que estaba en el garaje de el centro de operaciones , cercas del Bunker. Lo prendio con un simple apretón , el auto se mantenia vivo gracias al mercurio que tenian almacenado en los interiores de la organización , el cual convertían en un tipo de gasolina renovable que sacaba un buen provecho del lugar. En la parte trasera del carro se encontraba todo su armamento , excepto su motocicleta. Tomo el latigo , las katanas y un juguete nuevo.. su ballesta , para ponerlos en el asiento del copiloto. Acelero todo lo que pudo y llego hacia las cordenadas que marcaba en su automovil , al llegar a aquel lugar entro por la puerta , pero cual era la sorpresa.. que una chica le puso la navaja en la frente , a lo que el le apunto en una oreja con su ballestaa , apunto de disparar. ¿Reflejos? ¿Quien los necesita? -Marcus Edward Eunice , Lider de los templarios.. a su orden , señorita.. si es que se hace llamar así- respondio el hombre con arrogancia , mientras la observaba a los ojos. Siempre habia tenido ese tipo de instintos de sacarle platica a los demás , para investigarlos de una manera indirecta.. pero parece que con esta persona cambiarían las cosas totalmente.

-Tal vez la agonía de un humano es demasiado simple ¿Ya has probado con los vampiros?.. suele ser deliciosa en esos sangre sucia- respondio el humano , adentrandose al lugar y viendo como estaba compuesto , todas sus facciones , el tipo de piso. Pego en el techo dos veces con la punta dura de su latigo , haciendo un pequeño hoyo en este.. asemejando la presencia del sol en el piso. -No me ire , te hace falta un poco de compañía... además de luz- replico el humano un poco resentido por como actuo la mujer cuando aquel apenas entraba en el lugar. -Se me ha informado , que en este lugar hay actividad de alguien no registrado.. ¿Cual es tu nombre?- dijo muy confiado de si mismo , esperando que la mujer le respondiera , observando aun más adentro de aquel lugar que tenía unos toques demasiado Vintage. Parecía algo comodo & sin duda no pasara nada si el hombre pierde el tiempo dentro de este mismo lugar , al contrario parecía que le gustaba hacerse "menso" en otras situaciones que no son de importancia ni para la organización ni para el , solo por no llegar a tiempo a su fin.
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Mensaje por Invitado Sáb Dic 22, 2012 7:01 am

No lo había visto bien, debía admitir. No lo había visto bien y necesitaba algo de paz y ése, ése de cabello oxigenado no parecía querer cumplir sus deseos. Fingió que le ignoraba, mientras agarraba de nuevo su copa y la llenaba con agua. Así que líder de los templarios, ¿eh? Con razón han pasado dos años y toda esta porquería sigue igual, pensó. Aunque debía reconocerle que había encontrado su escondite. Tal vez le daría un puñetazo y la promesa de no matarlo si le decía a alguien dónde se escondía... pero no. Paciencia, querida Linn, paciencia; repetía en su cabeza. Pero entonces se quiso pasar de listo, pretendiendo provocarla con algo tan estúpido como dudar darle el título de "señorita". Como si ella le diese la más mínima importancia a esas cosas.
-Si vas a llamarme perra, sólo dilo y ya. No es como si fuera a herirme, de todas maneras. -Le espetó para volver a centrarse en su copa de agua, cruzando miradas con él sólo por un instante.
El aire arrogante que lo rodeaba le hacía notar que era un tío acostumbrado a que le tratasen con respeto, dando una imagen de niño rico y malcriado y que, de cierta forma, esperaba que ella cambiase sus actitudes con él sólo ante la mención de su nombre. Para su infortunio, Linnea no tenía idea de quién era. No le podía ayudar a cumplir sus misiones, no le servía. Punto. Así de simple.
Cuando sus miradas se cruzaron, Linnea se sintió estudiada, por lo que apartó la vista con violencia. Tampoco es como que él fuese a averiguar algo sobre ella si le sostenía la mirada, pero simplemente no le gustaba ese tipo, ni sus miraditas estudiosas.
Entonces, le prestó atención por primera vez. Ahora hablaban en el mismo idioma. Casi. Pero él sí que estaba diciendo cosas que le eran de interés a Linnea por primera vez desde que había entrado a su escondite, por lo que se acababa de ganar un cuarto de punto. Ahora ella escucharía realmente lo que tenía que decir.
-Lo dices como si lo hubieses experimentado en carne propia... y como si tuvieses motivos personales. -Dijo por toda respuesta. Puso los "como" sólo por cortesía. La forma en que hablaba de ello delataba al instante que ambas eran verdad. Entonces pegó en el techo dos veces con un látigo que le daba a él más pintas de vedetto que las que ella tenía de puta, y le hizo un hoyo al techo. Mierda, me va tomar días reparar eso, pensó, mientras le restaba quinientos puntos y dejaba una nota mental de mandarle al infierno. Pero él no parecía tener ganas de cerrar la boca y, a pesar de que ya tenía a Linn de los nervios, siguió hablando sin medir sus palabras. Encima ligón, no te jode. Linnea dejó la copa a un lado, y se paró frente a él, su dedo índice enterrándose en el pecho de él, a la altura de su corazón. Sus uñas pintadas eternamente de color rojo, con un poco de pintura al óleo que había conseguido hacía unos meses, en un mercado negro.
-Te dejaré las cosas bien claras. Este lugar estaba abandonado. Nadie lo usa, y nadie lo usaría, porque está que se cae a pedazos. A mí me sirve, y no le molesta a nadie. El que lo encuentra se lo queda. Ni tú ni tus templarios han hecho nada por mí, así que no les debo nada. Y mando vampiros derecho al infierno todos los días así que no soy una amenaza... -lo miró con cara de pocos amigos- aún. Así que vete por donde viniste y la próxima vez que intentes ligar en horas de trabajo no uses frases tan patéticas, oxigenado. -Le soltó pisándose las palabras por el enojo para girarse sobre sí y volver a donde había dejado su copa, con una sutil jaqueca que amenazaba con volverse infernal en pocos minutos si no sacaba a ese idiota de allí.
-Si quieres mi nombre, se lo puedes preguntar a quien te contó que estaba aquí. ¿O no tienes todas las respuestas, oxigenado? -Utilizó el improvisado apodo una vez más, sintiéndolo cómodo y sencillo. Le gustaba. El tal Marcus sería oxigenado para siempre, en lo que le concernía a ella.
Por qué le había aceptado las estúpidas vacaciones a su abuelo. Por qué había aceptado la órden de no venir con Anton. Por qué no se fue la semana antes. Por qué, por qué, por qué. Si esto era karma, se preguntaba qué cosa tan atroz había hecho para, encima, tener que soportar a alguien con los humos en la cabeza y la arrogancia tan ancha que no le pasaba por la puerta.
Si había un Dios en este mundo, que le tuviese algo de lástima, y le brindase una muerte rápida, ya.
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