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Sipnosis
Memento Mori
Tras el festival

Fue un mes de locura, el que transcurrió luego del Festival de Invierno, luego de los cepelios de las víctimas, el poder quedó en las manos del Gobernador, Everett Goodweatherm tendría el control total sobre la ciudad, pero Azuka había logrado parte de su objetivo: Los rumores de que el gobierno de Washington ya no estaba tan convencido de compartir el poder con los vampiros; la situación se estaba saliendo de manos, y los cainitas y garras rojas parecían estar ganando la partida. Pero ninguno de los artífices de la destrucción, pensaron que los berkeser se volverían un problema para todos, porque los vampiros que no fueron asesinado por ellos, se transformaron en berkeser, que se han transformado en una manada que deambula por las alcantarillas atacando a quien se les enfrente o quien esté en su menú del día.

Humanos y Vampiros ya no tenían una alianza tan sólida como antes, y las desconfianzas estaban surgiendo.

Mientras que en medio quedaban los licanos, o por lo menos, parte de ellos, Fenrir y Fianna, pero quien padeció la peor parte fueron los Fenrir que en el atentado perdieron a su líder, del que jamás encontraron el cuerpo. Quedaría en manos del nuevo líder de los Fenrir y de Gissiel Earhart, determinar el destino de su clan y tradiciones, pero entre los licanos, se sabía la atrocidad cometida por las Garras Rojas, comandados por Arthur Redclaw, que se habían vuelto muy fuertes.

Por su parte, los rebeldes, el pequeño grupo de disidentes ya no parecían estar tan solos en su lucha, el gobierno de Washington los contactaría extra oficialmente para conseguir sus fines: controlar la ciudad, de una o de otra manera. Etienne LeBlanc, tendría que decidir..

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Mensaje por Invitado Sáb Sep 01, 2012 10:35 pm



Obscure
SHINee fanfic ф Taemin x Jonghyun - Onew x Key ф Capítulo 1
Advertencias-Categorías:
→Serial fanfic
→Romántico
→Yaoi {+18}


"-Tienes miedo a enamorarte, enamorarte tanto que no puedas volver atrás.- su voz bajaba y él poco a poco se acercaba más y más, hasta el punto en el que su hombro y el mío se rozaron.- El amor te consume, te quema…"



A mis casi 25 años, podía decir con total orgullo que era una de las pocas personas que jamás habían llorado por amor. En realidad, el amor era un concepto demasiado abstracto y surrealista para mí, o de eso estaba convencido hasta que le conocí. Hasta que se cruzó en mi camino con su piel de cristal y su boca venenosa, hasta que me abrió los ojos y me desgarró el alma. Fue entonces cuando me sentí vivo, cuando sentí que aquel amor en el que no creía, podía doler de verdad.

Todo había empezado un día sin nada en especial, mientras miraba fijamente las nubes danzando al otro lado del cristal de mi sala de trabajo, si es que se le podía llamar así. Unos golpecitos me arrancaron de mis vagos pensamientos y me acerqué a abrir la puerta con una reverencia. Un hombre más alto que yo, de considerable corpulencia y facciones duras entró seguido de alguien a quién no alcanzaba a ver. Sabía perfectamente quien era aunque jamás nos habíamos visto antes, nada más que conversaciones telefónicas nos habían llevado a aquel momento.

-¿Es usted el señor Kim Jonghyun?

-Así es.

-Encantado de conocerle, este es Lee Taemin.- aquel hombre, su manager, le presentó ante mí con una sonrisa ensayada que me resultó falsa y fría. Entonces él captó mi total atención apareciendo a su espalda con una bonita e inocente sonrisa en los labios y una mirada inocente en sus ojos castaños.

Aquel chico era el mejor y más joven bailarín de la ciudad, seguramente del país y cuando por fin le miré a los ojos no pude ver nada más que un sincero nerviosismo, quizás timidez. Sonreí, no pude evitarlo e ignoré a aquel hombre que le miraba como si fuera de su propiedad.

-Encantado de conocerte, Taemin, soy Kim Jonghyun, tu nuevo coreógrafo y profesor.

-El gusto es mío señor.

-No, no, ni se te ocurra llamarme señor, haces que me sienta viejo.- no sé que me empujó a revolverle el pelo con la mano y poner los dedos en su barbilla para hacerle mirarme a los ojos. Los suyos parecían estar hechos de caramelo fundido.-Espera… ¿Cuántos años dices que tienes?

-Veinte, seño… Jonghyun.

-Pareces incluso más joven.- me dedicó una sonrisa casi ruborizada y aparté mis dedos de su rostro.- ¿Preparado?

Asintió con una mirada que parecía tener luz propia y sin darme cuenta, dejé que aquel día, todo cambiase para siempre.

-

Era la criatura más malditamente dulce, y yo, como un idiota me convertí en un vigilante de sus movimientos, de sus expresiones y de sus palabras, siempre calculadas, siempre cautelosas y educadas. A veces me sacaba de quicio, a veces me hacía reír hasta que me lloraban los ojos aunque él nunca entendía el porqué. Cada día me dejaba más asombrado con sus avances y su talento hasta el punto en el que me preguntaba qué podía yo enseñarle a alguien como él y en ocasiones, no era capaz de entender por qué era yo el que ejercía allí de profesor, aunque era mi profesión, Taemin estaba por encima de mis expectativas. Y cuando bailaba, cuando el sudor empezaba a empapar su camiseta, marcando su espalda y las suaves curvas de su cuerpo, era incapaz de apartar mis ojos de él.

Llevábamos compartiendo tardes y casi noches desde hacía ya dos meses, siempre terminábamos en el suelo, jadeando y mirando la ciudad a través de la cristalera o nuestros enrojecidos y despeinados reflejos en el gigantesco espejo que ocupaba una pared entera.

-No sé que más quieres que te enseñe, creo que a este paso… serás tú el que me enseñe a mí.- me reí, apoyando la espalda en el suelo y dejando los ojos fijos en el techo.

-¡¿Qué dices?! Aun hay mucho que tengo que aprender de ti.

-¿Ah si? ¿Cómo qué?

Los dos estábamos tirados en el suelo, nos giramos para poder mirarnos, y vi como su pelo se le pegaba al cuello por el sudor.

-Quiero aprender qué es lo que te gusta, cuales son tus manías, tus pesadillas… quiero aprender… más de ti.

Pestañeé como si no comprendiese sus palabras, y en realidad no las comprendía ¿Porqué iba a querer Lee Taemin saber más de mi? ¿Por qué quería conocer mis manías, mis pesadillas?

-¿Mis pesadillas?

-Si. Creo que es una buena forma de conocer a las personas, una forma más profunda que los sueños, las pesadillas son más íntimas, siempre hay algo oculto en ellas.

No parecía un niño cuando hablaba… cuando dejaba de lado la timidez y dejaba ver una pequeña parte de si mismo. Se acercó un poco a mí, yo me acerqué un poco a él, aunque seguíamos sin tocarnos.

-Nunca recuerdo lo que sueño.- susurré sin saber a donde nos llevaba aquella conversación.

-¿Ni siquiera los malos?- me mordí el labio, en realidad si los recordaba, prácticamente todos desde que era niño, pero todos me parecían demasiado estúpidos como para expresarlos con palabras y demasiado personales, demasiado míos asique, negué con la cabeza.

Entonces, entre mis pensamientos, noté que se acercaba, hasta que nuestras frentes se tocaron y su respiración impactó con mis labios. Sus palabras bailaron en ellos cuando susurró.

-Entonces, intentaremos soñar despiertos.

Y me besó, rozó su boca con la mía, arrancándome los latidos más fuertes y acelerados que recordaba haber sentido en mi vida. Me aparté como si quemara, y lo hacía, me quemaban los labios con solo sentir su huella en ellos.

Abrió la boca para decir algo, pero no me quedé a escucharlo, solo podía escuchar mis desbocados latidos retumbándome en los oídos, en el pecho, amenazando contra mis costillas.

Llevaba toda mi vida huyendo de aquella sensación, de aquella intensidad y de aquella debilidad que no podía controlar en ese momento, me temblaban los dedos.

¿Por qué me hacía sentir así? ¿Por qué mi corazón latía tan fuerte? ¿Por qué mis labios sabían a los suyos?

Cerré los ojos cuando me azotó el aire frío de la calle en las mejillas, estaba nevando y yo apenas llevaba una sudadera en la que me acurrucaba para no helarme hasta los huesos. Aun temblando, sin sentir la nariz y las mejillas, caminé hasta la casa del idiota que tenía por mejor amigo. Sabía que si le aparecía a aquellas horas de la noche terminaría por echarme a patadas de allí, pero necesitaba que me hiciera entrar en razón, necesitaba que me sacase aquella sensación de encima.

Kibum abrió la puerta vestido con una camiseta puesta del revés y los pantalones mal cerrados.

-Oh, señor oportuno. ¿A qué se debe su maravillosa interrupción?

-Dime que no estabais…POR DIOS.- me di la vuelta para marcharme, riéndome, pero me retuvo y me obligó a mirarlo fijamente.

-Cuéntame que te pasa. Ahora.

-Jinki me matará si te secuestro ahora.

Hablando de él, apareció detrás de Key por el hueco de la puerta, directamente sin camiseta y le rodeó la cintura con el brazo, mordisqueándole la oreja hasta que se sonrojó y entonces, reparó en mí.

-Buenas noches Rex. ¿Todo bien?

-¿Interrumpo tu cena Onew?- Me reí y asentí, aunque fue tan poco convincente que evidentemente no me creyó.

-Si…- hizo un puchero, soltando a Key y haciéndose a un lado para dejarme entrar y huir del frío que ya me había dormido también las manos.- Después, quiero cena… y postre.- besó Kibum en los labios como si de verdad estuviera hambriento y le acarició la cintura antes de dejarnos solos.

-Caerá dormido en cuanto toque la cama.-sonrió Key sentándose a mi lado. Adoraba la relación que tenían, jamás había conocido un amor como el suyo, ni tan sincero, ni tan intenso, ni tan fuerte. Aunque no creyese en él, siempre había una parte de mi que deseaba saber como sería, por una vez, sentir lo que ellos sentían.- ¿Qué ha pasado?

Suspiré, me acurruqué en él sofá y él hizo lo mismo hasta descansar la cabeza en mi pierna, enredé los dedos en su pelo y empecé a jugar con él. Siempre me tranquilizaba hacer eso, pasara lo que pasara, aquello me mantenía cuerdo.

-Me ha besado.

-¿Tan torpe es el chico que has venido aquí a esconderte?

-Serás idiota…- ahogó la risa tapándose la boca con las manos y después alzó los ojos para mirarme.- No pude respirar… no pude pensar, me dolía aquí.- me llevé la mano al pecho, sintiendo de nuevo aquella asfixia que tenía nombre.

-Te gustó.

-La cuestión no es esa.

-La cuestión es que te gustó, que por una vez en tu vida has sentido algo y tienes miedo.

-No quiero sentirlo Kibum, no quiero y menos por…

-¿Lee Taemin?

-Si.

Me abrazó, aunque sabía que no se lo tomaba en serio. Él era un ferviente creyente del amor y para él, sin amor no había nada, sin amor no merecía la pena vivir y siempre había intentado convencerme de ello. Pasamos un buen rato así, hablando de nada y riéndonos como si con esa risa pudiera evitar sentir aquel miedo helado que la sola idea de estar a solas con Taemin empezaba a darme.

No te enamores.

Me dije a mi mismo. Llegué a casa bien entrada la noche, con un frío y hambre considerables, tanto, que con un sándwich, una manta y una película me quedé incómodamente dormido en el sofá. La luz de la mañana impactó contra mis ojos y me arrancó de mi profundo sueño, pero no era la luz del amanecer, porque había amanecido hacía dos horas, y yo tenía que estar trabajando hacía media.

Y ahora llegaba tarde, Taemin estaría esperándome. Estupendo.

Me vestí a toda velocidad sin siquiera parar a darme mi reglamentaria ducha mañanera, aunque no quedaba lejos de allí la academia donde le daba las clases, llegué jadeando y con la nariz roja y helada por el frío. Tragué saliva al poner la mano en el pomo de la puerta, intenté respirar con normalidad e incluso poner cara de indiferencia.

De poco sirvió, él no estaba allí. Entonces me sentí extraño.

¿Le habría hecho daño mi reacción? Al fin y al cabo era un niño, prácticamente eso y yo había salido huyendo ante su beso, sin ninguna explicación… ¿Le habría herido? Negué con la cabeza, eso no tenía porqué importarme, solo era un alumno, un alumno más que al finalizar aquellos meses se iría, nada más.

Aun así, no pude evitar esperarle toda la mañana, sentado en el suelo con los ojos fijos en el lugar donde nos habíamos acercado tanto. No hubo rastro de él.

Dejé que el día se desmenuzara en minutos eternos mientras las canciones pasaban una a una por mis oídos y no me levanté a bailar ninguna. Era el primer día en dos meses que Taemin no estaba allí bailando conmigo y mis músculos no parecían tener intención alguna. Miré el móvil unas quinientas veces esperando algo de él, una llamada, un mensaje, algo que me dijera porqué no estaba allí, si estaba bien o si era por mí.

Estaba consumiendo mi mente, odiaba que lo hiciera.

Llegué a casa hastiado, enfadado conmigo mismo y con unas ganas terribles de una cerveza fría y unas horas a solas con mi voz, apenas cantaba ya, no veía razón para hacerlo pero lo echaba demasiado de menos.

Me pegué una ducha que duró una hora, después me acurruqué en el sofá solo con la toalla y canturreé en voz baja mientras bebía y disfrutaba del calor de la calefacción en contraste con el frío de fuera. Mi cabeza daba vueltas sin permiso a la imagen de Taemin acurrucado en el suelo, besándome despacio, hablando de sueños y pesadillas, también traía a mí de forma incesante cada momento en el que me había mirado con su infantil sonrisa, cada movimiento que había terminado con los dos en el suelo riéndonos hasta ahogarnos.

De todas las personas que habían pasado por mi vida, solo él me hacía sentir así. Así de idiota.

Cerré los ojos, suspirando cuando me sobresaltó el timbre de la puerta. Salí como un rayo a ponerme algo decente encima que no fue más que un pantalón y una camiseta negra más ajustada de lo que habría querido. Abrí la puerta encontrándome de golpe con unos ojos castaños.

Y su sonrisa torcida, nerviosa. Rosas rojas en su mano, la piel descubierta de su cuello. Una botella de vino, sus labios diciendo algo que no llegué a entender.

-¿Qué?

-¿Llego en mal momento?

Una parte de mí quiso decir que si, que era un mal momento y que se fuera con su belleza, su voz y su flores a otro sitio, que yo no las quería. Pero no lo dije, estiré el brazo, agarré el suyo y cerré la puerta a nuestra espalda.

-¿Porqué no has venido hoy?

-Yo… lo siento. No sabía como enfrentarte después de haberme pasado ayer.

-¿Y porqué has venido entonces?

-Verás, hoy es mi cumpleaños y no quería pasarlo solo.- bajó la voz, dejó las rosas y la botella de tinto en la mesa y me miró- Quería pasarlo contigo.

-Es… ¿Es tu cumpleaños? ¿¡Y se puede ser porqué no me has avisado antes!?

-Porque no quería que te molestases en hacer nada, lo único que quiero es estar aquí.

-¿Conmigo?

Asintió, y entonces no supe que hacer. Quería abrazarle, sentir su respiración en la piel y besarle hasta quedarme sin aire, pero tampoco lo hice, solo extendí la mano hasta alcanzar su mejilla.

-Feliz cumpleaños.

Nos sentamos en el suelo después de servirnos dos copas hasta la mitad. Era algo extraño, nos habíamos visto pocas veces fuera de las clases y en aquel momento solo nos llegaban las luces de la calle y de una pequeña lamparita de luz dorada que solo creaba sombras sobre nosotros, Me fijé en que no iba vestido como siempre, llevaba una camiseta negra ajustada y unos pantalones del mismo color, la chaqueta roja contrastaba con aquel color y la palidez de su piel y el pelo castaño estaba cuidadosamente despeinado, al contrario que yo, que estaba realmente despeinado y con el pelo aún algo mojado.

-¿No hay nadie más con quien quieras estar?

-En realidad no. No tengo mucho en esta ciudad.

-¿Echas de menos tu casa?

Asintió, bajando la mirada y bebiendo muy despacio.

Hablamos de muchas cosas, incluso de cosas que no solía hablar con la mayoría de la gente y poco a poco empecé a comprender que estaba lejos de conocerle, tenía una imaginación desbordante pero nada infantil en ella, era dulce pero tenía una seriedad que no concordaba con su edad. Sus ojos parecían ensombrecerse cuando hablaba de él, cuando hablaba de su vida.

Entre las cervezas que había bebido y la media botella que llevábamos ya, empecé a notar la mente embotada, un calor más intenso y la extraña atracción que mis ojos tenían con su cuello y no podía apartarlos.

-¿Alguna vez te has enamorado?- su pregunta me cogió por sorpresa.

-No creo en eso, el amor es una ilusión.

-Me lo tomaré como un no.

-Y nunca lo haré.- susurré.

-No sé si decir que eso es porque eres fuerte o porque tienes demasiado miedo.

-¿Miedo?

-Tienes miedo a enamorarte, enamorarte tanto que no puedas volver atrás.- su voz bajaba y él poco a poco se acercaba más y más, hasta el punto en el que su hombro y el mío se rozaron.- El amor te consume, te quema…

Su voz era lo que me estaba quemando, su aliento, su mirada… el alcohol campaba a sus anchas por mis venas y bebí otra copa más casi de golpe para ignorar la sequedad repentina de mi garganta. Me aparté un poco, intentando huir de su calor y su magnetismo.

-Solo si dejas que lo haga.

-¿Crees que podrías evitarlo? ¿Crees que serías lo bastante fuerte para no consumirte?

-No lo creo, lo sé.

-Déjame intentarlo…- susurró en mi oído, dejando que su aliento me hiciese estremecer- déjame intentar consumirte, si no lo consigo esta noche, no volveré a intentarlo.

-¿Tan mal te ha sentado el vino?

Pero mi voz tembló y mi duda fue su respuesta, me puso los dedos en el cuello, sujetándome por la nuca cuando se acercó casi hasta besarme.

-Sabes que quieres hacerlo tan bien como yo.

-No…nh…- ahogó mis replicas en su boca, me retorcí intentando apartarlo pero mis manos se deslizaron por su pecho, sintiendo aquel fuerte latido a través de la tela y la piel.

-Pero… vamos a hacerlo a mi manera.

-¿Tu manera?

Asintió, asomando la lengua por su labio inferior, en el momento en el que comprendí que él nunca había sido lo que parecía. No había nada de inocente en él, la dulzura quedó desterrada y lo que tenía ante mí, era una fiera hambrienta.

Me empujó hasta que sentí el suelo frío en la espalda, se dejó caer sobre mi clavándome los dedos en la cintura, los dientes en el cuello, deslizando la lengua sin parar y acariciándome con las uñas bajo la ropa. Yo siseaba, intentaba apartarme pero estaba demasiado anclado al suelo y a su cuerpo.

Jadeé cuando me besó el labio inferior y lo encerró entre sus dientes.

Enredé los dedos en su cuello, en su pelo y sonrió con un suave gruñido encerrado en la garganta cuando me tiró del pelo, obligándome a dejarle toda la extensión de mi cuello libre para sus mordiscos, sus succiones y sus besos. Las caricias no eran caricias, me arañaba, me apretaba y me obligaba a arquear la espalda cuando sus caderas y las mías se encontraban y apretaba tan fuere que me dejaba sin respiración.

Empezó a tirar de mi camiseta, quise resistirme pero mis manos torpes no podían con su ansia y me encontré medio desnudo bajo su mirada hecha de un oscuro fuego líquido.

Cogió la botella de vino, bebiendo de ella directamente hasta que un fino hilo rojo se deslizó de sus labios a la barbilla. Parecía oscuro e inhumano como un vampiro, o un demonio que salía de lo más profundo de mi mente para invadirme por fuera y por dentro.

Se inclinó hasta que su boca casi roza la mía.

-Vamos, límpialo.

Le miré como si estuviera loco y me mordió la mejilla, dejándome marca seguramente. Apretó los dedos entorno a mi barbilla y saqué la lengua recorriendo aquel la línea dulce en su piel y también sus labios. Aquello no era digno de un beso, era incluso sucio, tanto que cuando sacó la punta de su lengua para rozar la mía no pude reprimir un jadeo que le hizo morderse el labio.

-Eres demasiado… No te haces idea de lo mucho que he esperado esto.

Me agarró del cuello, levantándome con él y una vez de pie apretó su frente con la mía, me recorrió el abdomen con los dedos y jugó con el botón de mis pantalones obligándome a retroceder. Antes de poder darme cuenta, volvió a agarrarme del cuello y me tiró al sofá.

Se quitó la camiseta, sonrió y se sentó sobre mí, dejándome sin aire. Me sentí a merced de un monstruo, cuando me recorrió el cuerpo con las manos y la lengua, cuando empezó a deslizar mis pantalones hasta hacerlos desaparecer y me mordió en el muslo, una vez y mil más, ronroneando, lamiendo las dolorosas marcas que el mismo dejaba.

-No quiero hacer esto, no quiero.- me rebelé, apartándole.

-¿Tienes miedo?

-No quiero ser tu juguete Taemin.

-Oh si, claro que quieres.- se abalanzó de nuevo sobre mí, acariciándome más allá de donde estaba mi cordura, obligándome a retorcerme y a clavar los dientes en el interior de la mejilla. Alcé el puño, lo estampé con su mandíbula y me aparté, dejándole por un segundo confundido en el sofá.

-¡¿Qué cojones te crees que estas haciendo?!- grité.

Pensé que aquello le asustaría, al fin y al cabo si algo tenía yo, era fuerza pero no pude evitar arrepentirme cuando lo vi allí limpiándose la sangre con los dedos. No dejaba de chocarme esa imagen inocente que adoptaba cuando quería para después mirarme mientras sonreía, con aquel tímido brote de sangre en la comisura de su boca.

Se levantó y yo retrocedí, terminé con la espalda en la pared y su cuerpo junto al mío otra vez, desprendía tanto calor que lo sentía sin tocarle. Golpeó la pared con el puño justo al lado de mi cabeza, temblé, sus ojos ya no eran caramelo, eran un frío acero.

-¿Así es como quieres jugar?- Me besó el hombro con falsa dulzura, me acarició los dedos con los suyos y se acercó a mi oreja con su boca envenenada de sangre y vino.- ¿Te atreves a jugar de verdad?

Sudaba, jadeaba y me dolía el puño por el golpe que le había dado, me dolía donde él me había mordido y tenía sed porque sus labios no estaban sobre los míos. Adicto a su boca, a la violencia de su tacto y a la fuerza de sus dientes.

Me desgarró la piel al deslizar las uñas por la curva de mi espalda, me besó hasta la cintura, se paró, me miró, sonrió, siguió volviéndome loco hasta que me temblaron las rodillas.

Nos enredamos, mis piernas y las suyas, mis manos y las suyas. En el suelo, no podía controlarme, tenía miedo y ardía al mismo tiempo, él me tenía en su trampa y la excitación era el veneno que me abrasaba por dentro. Entre mis piernas su boca jugaba con volverme loco, cada movimiento, cada roce de su lengua me hacía estremecer y agarrar su pelo. Sus manos estaban ancladas a mi cadera donde sus uñas ya habían dejado marcas del color de la sangre. El alcohol no me dejaba pensar, solo me hacía desearle más, me convertía en un ser incandescente e instintivo y todos y cada uno de mis instintos llevaban su nombre.

No había ropa entre su piel y la mía, no había nada más que un calor asfixiante y el sudor que se deslizaba por mi espalda, entre sus dedos, bajo su lengua. Mis piernas rodeaban su cintura, todo lo que podía ver era él, sus ojos, sus labios y sus dedos jugando con mi lengua.

-Eres mío…-susurró.

-Nunca lo seré.

Una risa fugaz, dulce y hechizante impactó en mi pecho, sus labios rozaron mi frente y me doblé sobre mi mismo con un grito en la garganta cuando le sentí dentro, con tanta intensidad que mis ojos se llenaron de lagrimas y sentí tanto dolor que estaba vez fui yo quien mordió sin piedad su hombro, siseó, gimió y empezó a moverse sin darme tiempo a acostumbrarme a aquella sensación.

-Mío.- volvió a decir mirándome, besándome, desgarrándome y yo no quería sentirme así, suyo, doblegado tras su violencia y su pasión pero cada célula de mi piel reaccionaba ante él y clamaban por más, al contrario que mi razón, dormida y encerrada en alguna parte de mi cabeza.

Gemía, se fundían sus gemidos con mi respiración y sus dedos se entrelazaron con los míos, apretando hasta que nuestras uñas se clavaron en la piel ajena.

-Bésame.- ordenó. No quise hacerlo. Empujó más fuerte. Grité. Le besé. Nunca había besado a nadie con tanta pasión, nunca había sentido nada parecido pero no había espacio para el miedo, solo mi cuerpo y el suyo. Pero me soltó, se alejó de repente y me dejó solo, confundido.

Trasteó por el salón y volvió a mí, tenía una de aquellas rosas en la mano, una con tallo largo y lleno de notables y puntiagudas espinas. Lo sujetó en su boca, hiriéndose los labios, me agarró se sentó en el sofá y a mi sobre sus piernas, cuando entró en mi de nuevo tenía una falsa sensación de control que duró poco, seguía controlándome él con sus manos, y me pasó la rosa por el cuello arañándolo, me la pasó por los labios. Sin pensarlo asomé la lengua y él se mordió el labio, pude notar su hambre en como le ardían los ojos. Las espinas me acariciaron dolorosamente la lengua pero apenas lo sentí, después me besó y calmó cualquier dolor con la suya. Perdimos el control de nuestros movimientos, no sabía de quién era cada jadeo y cada suspiro, solo sabía que nunca había sentido nada parecido y agarraba sus manos con las mías casi rozando la desesperación. Cogimos la flor y quedó entre la palma de su mano y la mía clavándose al mismo tiempo en los dos, aquella unión terminó de enloquecerme.

No pude más, sobre sus labios dejé el último jadeo, él sobre mi espalda apretó los dedos y nos deshicimos juntos con una mirada que nos encerró a ambos.

Me aparté de él quedando en el otro extremo del sofá, no podía mirarle a los ojos y mi respiración no quería tranquilizarse, cada centímetro de piel ardía y aún estaba mareado por la combinación de alcohol dentro de mí. Me tapé la boca con las manos, no sabía como enfrentar aquel momento, no sabía porque mi corazón latía con tanto frenetismo.

Se acercó a mi despacio con unos movimientos tan suaves que casi le hacían parecer un gato, apoyó la mejilla en el hombro y me apartó las manos de la cara mirándome fijamente.

-¿Estás bien?- susurró.

-¿Por qué hemos hecho esto? ¿Por qué me has hecho esto?

-Era la única manera de que supieras como soy de verdad.

-¿Un monstruo?

Aquella pregunta le dolió, lo noté en sus ojos pero no hizo más que asentir, me acercó mi ropa interior y la camiseta, él se vistió con lo mismo dejando a la vista la suave palidez de sus piernas.

Me abrazó por la cintura y se acurrucó a mi lado cuando estuvimos medio vestidos, yo seguía sin saber como reaccionar, todo mi cuerpo estaba confuso, dolorido, agotado.

-Yo tampoco puedo enamorarme. No siendo así.- me confesó

Asentí y cerré los ojos sintiendo su respiración tranquila en mi piel, poco a poco me arrastraba el cansancio, el miedo de sentirme tan perdido y la sensación de haberme arrancado algo desde que sus labios rozaron los míos. Me dormí con sus brazos aferrados a mi cuerpo, volvía a parecer un niño, la bestia dormía en su interior.

Desperté como si me hubieran atropellado o pisoteado una manada de elefantes. La boca me sabía a sangre y alcohol, al intentar levantarme un latigazo me recorrió desde donde la espalda pierde su nombre hasta la columna y reparé en que tenía las piernas llenas de marcas de dientes, enrojecidas por la sangre acumulada tras la piel de cada una de sus succiones. Él no estaba allí, me rodeó el silencio acompañado del aguijón que era su repentina ausencia.

Me abracé a mi mismo sobre el sofá, mirando al techo fijamente, había demasiadas imágenes cruzándome por la cabeza y cada una me parecía más irreal que la anterior. Alcé la mano derecha, la palma estaba marcada por los profundos arañazos de las espinas.

Me tocó hacer acopio de fuerzas para levantarme y recorrer el salón con los ojos, pensé que encontraría un desastre absoluto pero solo quedaba sobre la mesa una rosa, la misma que tenía el tallo con alguna mancha de sangre, bajo ella, había una notita escrita en un papel blanco.

“Ya no puedo ser quien era cerca de ti, no puedo mantener la máscara.
¿Y tú?


Dejé la nota arrugada en el mismo sitio, si me paraba a pensarlo, no sabía como podía enfrentarle ahora, quién era yo para él ahora y qué suponía él para mí después de aquella noche.

Me sentía diferente, al mismo tiempo destrozado y confundido pero algo se retorcía debajo de mi piel cuando lo recordaba, algo parecido al ansia. Los recuerdos hicieron arder mi piel otra vez, me metí en la ducha sin pensarlo bajo el chorro directo del agua fría. Siseé cuando todos los arañazos de mi piel empezaron a hacerse notar bajo el agua y las burbujas de jabón, sobre todo en el cuello y los muslos, estaba plagado de sus dientes, mis manos de las espinas.

No quería salir de mi cabeza, era como una enfermedad y odié el día en que él y sus ojos castaños entraron en mi vida, el día en que decidió mirarme y complicarlo todo.

Llamé al trabajo, inventándome la primera excusa que me cruzó por la cabeza, fuera creíble o no, no era capaz de presentarme allí con mis pasos torpes y todos los arañazos llamando la atención en mi cuello, tampoco me hacía a la idea de tener que mirarle de nuevo, mirarle como si nada hubiera pasado. Algo que no se volvería a repetir, me dije frente al espejo, algo que no volvería a pasar.

La tarde caía como una losa de piedra sobre mí, no dejaba de dar vueltas por casa. Encendía la tele y la apagaba, ponía música y la ignoraba, la simple idea de beberme una cerveza me asqueaba y en resumen, era un tigre enjaulado.

Dejé abandonado y apagado el móvil sobre la cama, no pensaba atenderle si llamaba, por mi, no volvería aquella cara de falso ángel, ni esos ojos de fuego, ni esa espalda… definitivamente, empezaba a tener un problema.

Me envaré cuando al anochecer sonó el timbre y me hice el loco encogiéndome inconscientemente sobre el sofá como si quien estuviera al otro lado de la puerta fuese a verme a través de ella.

-¡REX! ¡NI SE TE OCURRA DEJARME EN LA PUERTA!- la voz de Key se alzaba desde el otro lado. Suspiré aliviado.- ¡Deja de esconderte en el sofá y ábreme!

Definitivamente, me conocía demasiado. Me levanté sin reparar en que solo llevaba puesto un caído pantalón de pijama.

-Llevo llamándote todo el dí…-me miró de arriba abajo y cerró la boca de golpe- ¿Se puede saber que te ha pasado?

Me miré las manos, las marcas de dientes de mi cadera y por demás, los hombros y el cuello. No supe que decir, le agarré la mano y reparé en que detrás de él estaba Jinki con unas bolsas de lo que parecía ser la cena.

Los dejé pasar al salón y me dirigí a la habitación para taparme con alguna camiseta pero los dedos de Kibum en mi muñeca no me dejaron moverme.

-¿Qué te ha pasado?- su voz sonaba preocupada, y no podía mirarle a los ojos sabiendo que en ellos encontraría la misma preocupación.

-Yo… no lo sé. No sé como ha pasado.

-¿Me ves cara de imbécil Jonghyun?- tiró del brazo hasta darme la vuelta y me sujetó la barbilla con los dedos. Sus ojos brillaban.- Si alguien te ha hecho daño… lo mataré.

Ante aquella afirmación pude ver como Onew se movía, los dos conocíamos demasiado a Kibum, sabíamos como podía reaccionar a situaciones en las que alguno de los dos salía herido, lo malo era que siempre, el que peor terminaba, era él mismo.

-He perdido el control, ayer, Taemin y yo…

-¿QUÉ? ¿El osito ese te ha hecho eso?- se indignó de una forma que hizo sonreír casi imperceptiblemente a Onew. Intenté no sentir envidia por aquella forma en que le miraba. ¿Podría mirar yo así a alguien alguna vez? No. No quería hacerlo… o eso creía.

-Bebimos demasiado, solo eso.

-¿Solo eso? ¿Tú te has visto?

-Kibum…- me abrazó, rozó con la punta de los dedos las marcas que Taemin había dejado con su boca. Temblé al recordar como se sentía su boca, su voz susurrada en mis oídos y sus brazos aferrados a mi cintura.- Estoy bien, soy mayorcito para cuidarme solo.

Escuché su risa amortiguada en mi hombro, él sabía tan bien como yo que no era el mayor ejemplo de responsabilidad y autocontrol.

-Me estáis dando envidia- murmuró Onew abrazado a uno de los cojines del sofá y creo que en ese momento el mismo pensamiento se dibujó en mi cabeza y la de Key. Nos abalanzamos sobre él, lo aplastamos y nos dedicamos a abrazarle por el cuello y la cintura hasta que jadeó de una forma poco inocente y me aparté como si su cuerpo quemase.

-¡JÁ! Mi táctica es infalible para hacerte huir.

-No me tienes Jinki…

-¿Queréis no flirtear en mi presencia, señoritas?- se indignó Key mirándonos con superioridad.

-Si quieres podemos tentarte a ti… Kibum.-sonreí asomando la lengua entre los labios y empezamos a reírnos como idiotas.

Cenamos sin hablar de nada en particular, nos quedamos viendo películas hasta que Key se quedó dormido con la cabeza en las piernas de Onew y los pies sobre las mías. Él y yo nos miramos con la escasa luz que la televisión nos daba.

-¿De verdad estás bien?- murmuró jugando con los dedos entre los rubios mechones de Key.

-Debería decir que no, lo normal sería decir que no pero… estoy bien, estoy…

-Confuso.

-Terriblemente.- confesé.

-¿Sientes algo por él?

-Llevo toda mi vida convencido de que nadie me haría sentir así Onew, no puedo decir que si sin esperar consecuencias.

-El amor no siempre es una tortura, que el de tus padres no saliera bien no quiere decir que tú vayas a correr la misma suerte.

-¿Vas a decirme que no has sufrido por Kibum? Cuantas veces te escuchado llorar porque no soportabas quererle tanto, cuantas veces has dicho que sin él preferías morir.

-Pero eso solo hace que tenerle merezca más la pena.

-Sienta lo que sienta no importa, no puedo estar con alguien como él.

-No huyas de lo que sientes, aunque te asuste, no huyas de él si lo que quieres es estar con él.

-Yo pensaba que solo era un chico más, tímido y algo atontado pero… es diferente a todo lo que he conocido, es demasiado fuerte.

-Te atrae, se nota en tu voz.

-No quiero que me controle.

Sonrió, mirándome a los ojos.

-Ya lo hace.

No hablamos más desde que Key se despertó con la carita de niño que ponía cuando dormía y se acurrucó como un gato sobre Onew. Se fueron y yo me acurruqué sobre la cama sin taparme, los pensamientos en mi cabeza se encargaron de calentarme esa noche hasta que me dormí y mis sueños me arrastraron de nuevo a sus ojos.



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