bonito lugar para cazar a un animal. — Alexandra Asimov

No había tenido una buena noche, por no haber tenido ni si quiera había tenido una buena semana. Su padre había comenzado a insistir cada vez sobre su misión, cada día quería tener resultados que él no era capaz de conseguir; y cada vez las escapas de Alexandra lo estaban dejando peor ante los ojos de los demás cazadores, algo que estaba consiguiendo ponerlo de los nervios. Las cosas se estaban complicando entre ellos, mucho más de lo que él mismo había esperado.
Sin más se había lanzado a por ella, tras la caída del sol. Por una parte necesitaba cazar, por la otra... ¿Que era lo que se lo impedía? Ni si quiera sabía porque aun no la había atrapado, la había tenido tantas veces a su lado; y aun así se había ido y él se lo había permitido. ¿Que le estaba pasando? Esa noche había conseguido seguirla hasta un lugar apartado, al menos a esas horas; un lugar donde nadie iba a presenciar lo que iba a pasar, al menos nadie humano. Pues había llegado hasta el zoo. Un bonito lugar para cazar a un animal, se dijo a si mismo mientras intentaba descubrir donde se había ido su presa, intentando oír algo extraño por encima de todos los ruidos que producían los animales.

-23 de Diciembre

Pronto sería 24 de diciembre, pronto sería noche buena en donde las familias se reunían en torno a una mesa, en torno al calor de las chimeneas encendidas en medio de las noches que helaban tanto, pero otros no tenían esa suerte, y Alex pensaba en eso mientras vagaba por la ciudad de New York, ¿su familia?, estaban a salvo lejos de aquel sitio, sólo le quedaba su medio hermano Tyler, al que encontró gracias a su padre. La única cosa que valía ser reconocida.

Apretó los puños, y el cuero de sus guantes emitió un rechinido sordo. Las mejillas de la joven habían perdido color y sus labios se habían vuelto realmente rojos, frutos pecaminosos de una lujuria contenida; pero que la tentación llamaba a ellos, atrayendo como el cantar de sirenas a las islas de la muerte. Entornó los ojos, las largas pestañas cubrieron por unos instantes los orbes zafiro que poseía. ¿que hacía corriendo por la noche, sin dormir, sin detenerse? Olor a sangre, una tenue fragancia que llegaba a ella, sus instintos que la llamaban... y ahí encontró la respuesta, era esa... huía de ella misma, siempre huía de sí misma, incluso cuando se trataba de él.

-Lucien,.- al decir ese nombre se sintió condenada, ese maldito nombre que contenía sus pensamientos y que en los momentos libres llegaba a ella como una maldición tan grande como la sangre. Sí, así lo necesitaba, como a la sangre, pero jamás lo asumirá, ni se lo permitiría. Ambos estaban condenados, embrujados por la misma condición de ella, y él, por las órdenes de su familia.

Le había dicho que era tarde, que era mejor, le dijo que no sabía que era el amor, y que en la almohada que había compartido, le había contado sobre el amor, pero partido en dos... Alex lo había lastimado, y humillado incluso, pero no prediría perdón, porque no iba en su personalidad, porque no iba con la relación que debían tener. Le había dicho mil veces que era tarde, que era mejor... y su corazón se fue endureciendo, pero sólo por fuera, porque mientras más se negaba a él, más caliente por dentro se volvía.

Los animales rugían, respondiendo a su paso gélido, que a pesar de no ser una vástago, tenía a la muerte detrás de ella, en su aroma, en su sangre. Levantó la mirada, y los vio agitado a los felinos, sus ojos verdosos y brillantes como espectros en medio de la noche, Alex sonrió, podía verlos como ellos a ella, y disfrutó del blanco de sus colmillos ensangrentados, de ahí venía el olor que había llamado a la Dhampiro. Pero un sonido se escuchó, ella se giró, y su cuerpo delgado se encogió, dispuesta a atacar al que fuese que anduviera, pero el sonido era lejano, unos pasos que casi podría distinguirlos.

- mmm...- una reacción natural, sus pupilas se dilataron, y sus colmillos se volvieron más notorios, al igual que sus progenitores, solo que era la mitad de fuerte, la mitad de ágil, la mitad de todo, era mitad humana también. Se movió sigilosamente, pero esos pasos se volvieron más familiares y no debió ni verlo para reconocerlo cuando su corazón se detuvo, ¿era él?. Peor aunque fue él no podía bajar a guardia, entre las jaulas se escabulló como una ladrona hasta quedar a su espalda.

-el cazador cazado. salió de entre las sombras, con su arma apuntando a la cabeza de su cazador, su cabello tomado en una coleta y aquel flequillo sobre su ojo derecho que lo cubría ligeramente le hacían parecer una muñeca vestida de cuero, encantadoramente peligrosa -¿dónde has dejado a tus refuerzos?.- susurró burlezca, y su dedo se deslizó por el gatillo de su arma, podría dispararle, si fuese otro, no lo dudaría, pero Alex sabía que si lo llegaba a hacer, el siguiente acto que haría sería meterse una bala en la cabeza, y de momento apreciaba su vida porque necesitaba hacer cosas, como arañarle la espalda a ese cazador. El haberse quedado viendo a los felinos había despertado ese fuego interno que contrarrestaba con el frío tacto de su piel.

Aunque se había sentido abandonado y despreciado por su padre después de la conversación que habían tenido apenas unas horas antes. Lucien no tenía con quien consolarse, ni si quiera con quien hablar. Y en los días que estaban pasando para el resto de mortales, todo esos días no eran más que un recordatorio de lo que el joven había perdido. Por lo que estaba más cabreado que cualquiera de otros días. Y con más deseos de cazar a Alexandra, para poder al fin contentar a su padre.
Pero al parecer la cosa no iba a serle para nada un camino de rosas. Podía oír el sonido que los animales hacían al sentirla cerca, el siseo que pronunciaban las bestias en señal de alarma en un intento de ahuyentar a la amenaza. Pero no podía saber bien donde se encontraba su vampira, todo los animales se movían y bufaban a la vez al sentir el olor de la muerte que la acompañaba. Él mismo había probado el olor de esa muerte, y aunque le costaba admitirlo no le había parecido tan malo. Incluso podía llegar a gustarle, pero era algo en lo que jamás se iba a parar a pensar. Tenía cosas mejores que hacer, ¿no?
Se podría decir que no se había sorprendido al ver como su voz provenía de su espalda, y que al girarse la había visto salir de las sombras; pues siempre se habían encontrado de la misma manera. Siempre tan sigilosa y tan cerca que él, que ha veces lo llegaba a sobresaltar. Pero esta vez no había sido así, la había esperado, había esperado que saliera a su encuentro. Quería atraparla de una vez... Espera, ¿realmente quería eso? -¿Cazado? Que yo sepa no he caído en ninguna trampa, ni me tienes aun acorralado.- Dijo con tranquilidad mientras la examinaba de arriba a bajo. Amaba como recogía su pelo en una coleta y dejaba su flequillo hacía un lado, pero no quería fijarse en eso, ni en su figura que tanto le tentaba. -Contigo no necesito refuerzos.- Dijo en su mismo tono burlón mientras se acercaba un paso hacía ella, sin pensar si quiera en el arma que le estaba apuntando. -Además no creo que mi ego soportara ver como te caza otro.- Dijo con fingido dolor, aunque lo cierto es que la idea de que otro acabara con su vida hacía que su pecho comenzara a dolerle.

Podía notar como su frialdad se iba consumiendo a cada paso que daba. Podía ver el interior del cañón cada vez más cerca de él, con cada paso que se aproximaba a ella. Siempre apuntando hacía él. La idea de que ella llegara a disparar el arma no había pasado por su cabeza en ese momento, aunque siempre que lo había pensando se había dado cuenta de que no le importaría, de que para él no sería ningún problema si era ella la que apretaba el gatillo. -Porque yo no he puesto ninguna trampa.- Y era sincero, sabía que con ella eso no le funcionaba. ¿Para que hacerlo? Siempre acababa saliendo de las sombras, sorprendiéndole donde él menos lo esperaba. ¿De que le servían entonces? -Tú lo sabes bastante bien. Me conoces lo suficiente.- Comento con arrogancia, mientras no cesaba de caminar lentamente hacía ella.
-Debería sentirme alagado entonces.- Se sorprendió al ver como se acercaba a él, y de repente, se encontraba montada sobre su cuerpo. Siempre le había sorprendido la rapidez con la que se movía la joven, los momento en los que creía que la tenía justo en sus manos y al otro estaba en otra parte muy lejos de él. Pero siempre le había gustado en cierto modo esa agilidad. Mecánicamente rodeo la cintura de la joven con sus brazos, mientras ella ponía sus piernas alrededor de su cintura. Le gustaba sentirla contra su cuerpo, la había tenido así tantas veces, que no le incomodaba tenerla tan cerca que sus alientos casi se tocaban. Estaban tan juntos, que solo tenía que mover un poco la cabeza y podría besar sus dulces labios. -¿Y como quieres que sea esa otra manera?- Dijo impetuosamente mientras acercaba un poco más su cabeza a ella pero sin que se tocaran. Ni si quiera se inmuto cuando paso su lengua sobre sus labios, tan dulce, pero aun contuvo las ganas de aprisionar su boca con la suya. No demostró mucho entusiasmo por el juego, tenía ganas de estar con ella, pero esta vez no tenía ganas de jugar al mismo juego de siempre. No podía estar con ella, y dejar que al rato se escapara entre sus manos.
Sin saber muy bien que es lo que pasaba por su mente, o la de Alexandra. Lucien la abrazo con ternura mientras se estremecía entre sus brazos. Las palabras lastimeras, dejaron que los pensamiento del joven se congelaran en su cabeza. Podía volver a hacerlo, volver a dejarlo todo por ella. Olvidar lo que quería su padre de él, olvidar lo que era ella, olvidar lo que era él; olvidarlo todo y ser solo ellos. Pero no podía olvidarlo todo siempre, tarde o temprano el juego debía acabar... Y Lucien pensaba que era mejor cuanto antes.

Sintió como Alexandra apretaba su bello cuerpo contra él, podía sentirle a través de todo la ropa que llevaba puesta. Sabía lo que eso significaba, sabía lo que la chica quería de él en ese momento. Y lo mejor era que él quería proporcionárselo. De alguna forma, al mirarla lo único que Lucien quería es hacerla feliz, ver como disfrutaba de sus caricias, ver como ambos sucumbían al deseo. Pero ella volvería a escapar después de todo eso, se marcharía como había hecho siempre. Intenta dejar de pensar en todo lo que lo atormenta, ella siempre le había tranquilizado, le había hecho olvidar todo ese odio que sentía hacía los vampiros, le había hecho olvidar una parte de ella. Aunque sabía que tarde o temprano tendría que aceptar.
No sabe que responder. Claro que puede dejarlo para mañana, como cada vez, posponiendolo una y otra vez. Pero en sus pensamientos no había caído la posibilidad de ver como ponía el arma en sus manos. Su corazón comienza a latir más deprisa cuando ve el cañón justo donde esta el corazón de la joven. Solo tenía que apretar el gatillo y adiós a las interminables peleas con su padre. Pero al levantar la vista y mirarla a los ojos, se da cuenta de que no puede hacerlo. -No puedo.- Suspira bajando el arma.
La abrazo con ternura, ¿con amor? No, él no podía sentir eso hacía ella. Pero así la estaba abrazando. Dejo paso libre a sus deseos y correspondió con fuerza el beso de la joven, jugando con su lengua en el filo de estos antes de entrar por completo en su boca. La había besado más veces así, dulce y apasionado, con fuerza. No era la primera vez que sentía el tacto suave y sus cálidos alientos fundiéndose. No era la primera vez que la apretaba contra su cuerpo, sintiendo la piel bajo toda aquella ropa. Conocía su cuerpo, y ella el de él; se habían estudiado, se habían palpado hasta la saciedad. Pero aun así todo era como la primera vez.
Sus pensamientos se congelaron por completo, junto con sus preocupaciones, al escuchar su gemido ahogado entre sus labios. Adoraba esos sonidos. -Olvidemos lo todo. Quedemos solo tu y yo, como otras veces.- Dijo entrecortadamente mientras intentaba recuperar el aire, y tranquilizar su desbocado corazón un instante. Todo se volvió más claro para él ver como se mordía el labio y volvía a besarlo. -Solo una vez más.- Susurro contra sus labios, al tiempo que comenzaba a pasear sus manos por la espalda de la chica.

Las palabras que le había susurrado rebotaban como ecos en su cabeza. ¿Realmente esa iba a ser su última noche? A pesar de que su mente racional le hacía jurar que si, el joven podía sentir que cada fibra de su cuerpo le decía todo lo contrario. ¿Pero que era lo que él realmente deseaba hacer... Volvió a pasar por su cabeza todas aquellas veces que había escuchado las reprimendas de su padre, todas aquellas veces que le había gritado, todo aquello que le había hecho creer cuando era joven. Y mientras se debatía por un momento contra todos esos sentimientos que le revolvieron el estómago, fijo sus ojos en los de Alexandra. En ese mismo instante lo sintió, tan claro y rotundo que supo que era lo único que necesitaba en ese momento.
Todo en su interior se había calmado, solo con ella estaba a gusto, solo en ese momento se encontraba donde debía estar. Aunque sabía que todo eso que sentía, lo perdería cuando amaneciera. Cuando se fuera de su lado, cuando el sol despuntara. Y entonces todos sus problemas volverían, todos aquellos problemas que tenía con su padre volverían. Pero pensaba hablar con él, para cambiar de misión. Necesitaba otra cosa que mantuviera su mente distraída de la joven híbrida. Escucho sus palabras intentando contener un gemido, más de dolor que de otra cosa. Algo en su interior se había dañado, pero teniendo a ella aun en sus brazos, Lucien intento contener eso. Pero no quería pensar en nada de eso. Solo en tenerla a ella a su lado, en disfrutar de su dulce compañía. Siguió probando sus dulces labios, paseando su lengua por el borde de estos; jugando con la de ella.
Comenzó a sentir la tirantez y el deseo por el cuerpo de la joven, cuando escucho esa dulce palabra de sus labios. -Demuéstramelo.- Susurro siguiendo su juego, mientras sus manos comenzaban a adaptarse a la parte baja de la chica. Como de costumbre, a penas se percato de que le había empujado hasta que choco contra el tronco del árbol. Aunque había sentido un pinchazo en uno de sus costados por el impacto, el dolor solo había aumentado el deseo que había comenzado a crecer en su interior. No había escuchado los ruidos que los animales seguían haciendo, no debía importarle, nadie se atrevería a entrar en aquel lugar solo para ver porque los animales estaban haciendo algo más de ruido de lo normal.
En el momento en el que sus labios se volvieron a encontrar, Lucien dejo a un lado todos sus pensamientos. Sintió que el deseo aumentaba mucho más al sentir su cuerpo con el de ella, pero lo que más deseaba era que pusiera sus labios sobre su cuello; siempre había sentido placer cuando sus colmillos le habían atravesado. Por lo que dejo que ella vagara por su cuello a placer. -Hazlo.- Dijo apretando el cuerpo de la joven, intentando que ella se percatara de lo que comenzaba a pasar en su entrepierna. -No...- Respondió a su ultimo comentario. No se había percatado de lo que había dicho, hasta que había pronunciado el monosílabo. Pero su mente no estaba racional, no era capaz de pensar algo para excusarse. En ese momento no se había parado a pensar en nada, ni en que lugar se encontraban. Solo quería seguir con lo que estaban haciendo, terminar con lo que habían empezado.

Sabía que había metido la pata. Y bien hondo. Pero no se había parado a pensar en lo que hacía, simplemente se había dejado llevar por esa pasión tan arrebatadora que solo ella podía provocar en él. Ese calor que había añorado tantas veces, ese calor que solo su cuerpo y sus labios podían proporcionarle. Pero sabía que eso no era lo único que le gustaba de ella; sus palabras y sus maneras también le habían hecho enloquecer muchas otras veces. La había tenido tanto tiempo a su lado, había ido y venido tantas veces entre sus brazos; que Lucien no podía imaginar que fuera de otra manera. Aun por más que lo deseara, aun por más que hubiera sido capaz de expresar sus más hondos pensamientos en un solo momento. Aun por todo eso... el joven aun no sabía que era lo que le pasaba con esa mujer que no dejaba de atormentarlo y complacerlo de igual manera.
Había sentido tanto placer con solo sentir sus labios en su cuello... Y ahora ella se había separado de él, todo eso que había hervido entre ellos se había congelado con solo una palabra. Con tan solo un ligero error. No podía creer sus palabras y no ver su cara, sus ojos mientras las pronunciaba, hacían que algo comenzara a vibrar dentro del joven. -Si es lo que quieres.- Había deseado soltar un bufido como ella, no estaba de acuerdo con ninguna de sus palabras y sabía que por más que ambos quisieran separarse siempre iban a volver al mismo punto. ¿O quizás era lo que él deseaba? Pero no podía hacer otra cosa, ella misma lo había dicho, eso tenía que pasar. Además, porque quería que fuera diferente; él siempre había intentado meterle esa idea a ella en la cabeza. ¿Porque ahora era diferente para él?
Se había alejado de él, y eso había hecho que el frío volviera a invadir su cuerpo. Algo que le hizo sentir un extraño dolor en el pecho, pero se concentro en sus palabras deseando que aquella noche hubiera sido diferente. -Eso es lo que piensa mi padre; que todos sois iguales, que solo sois monstruos.- Esta vez había sido él, el que se había alejado de ella. Por un momento lo único que cabía en su mente eran los horribles pensamientos que su padre le había metido en la cabeza desde que era pequeño. Había cambiado tanto su manera de ser desde que la había conocido. Se sorprendió al sentir sus labios contra los suyos, que apenas había sido capaz de hacer algo; simplemente le había correspondido. Pero tras un momento corto el beso separándose de ella, sin alejarse mucho pero manteniendo una distancia prudente. -Si de verdad es lo que quieres, que todo tenga que ser como debió ser. Empecemos ahora.- Se dio la vuelta para intentar que la voz no se le quebrara mientras la miraba a los ojos, podía sentir esa voz diciéndole que no quería hacer eso, que no lo hiciera. -Márchate ahora. Y como has dicho, en nuestro próximo encuentro uno de nosotros morirá.- Se dio la vuelta para encarar la. No quería hacerlo, pero si era lo que debían hacer. Era lo que iba a hacer.