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Sipnosis
Memento Mori
Tras el festival

Fue un mes de locura, el que transcurrió luego del Festival de Invierno, luego de los cepelios de las víctimas, el poder quedó en las manos del Gobernador, Everett Goodweatherm tendría el control total sobre la ciudad, pero Azuka había logrado parte de su objetivo: Los rumores de que el gobierno de Washington ya no estaba tan convencido de compartir el poder con los vampiros; la situación se estaba saliendo de manos, y los cainitas y garras rojas parecían estar ganando la partida. Pero ninguno de los artífices de la destrucción, pensaron que los berkeser se volverían un problema para todos, porque los vampiros que no fueron asesinado por ellos, se transformaron en berkeser, que se han transformado en una manada que deambula por las alcantarillas atacando a quien se les enfrente o quien esté en su menú del día.

Humanos y Vampiros ya no tenían una alianza tan sólida como antes, y las desconfianzas estaban surgiendo.

Mientras que en medio quedaban los licanos, o por lo menos, parte de ellos, Fenrir y Fianna, pero quien padeció la peor parte fueron los Fenrir que en el atentado perdieron a su líder, del que jamás encontraron el cuerpo. Quedaría en manos del nuevo líder de los Fenrir y de Gissiel Earhart, determinar el destino de su clan y tradiciones, pero entre los licanos, se sabía la atrocidad cometida por las Garras Rojas, comandados por Arthur Redclaw, que se habían vuelto muy fuertes.

Por su parte, los rebeldes, el pequeño grupo de disidentes ya no parecían estar tan solos en su lucha, el gobierno de Washington los contactaría extra oficialmente para conseguir sus fines: controlar la ciudad, de una o de otra manera. Etienne LeBlanc, tendría que decidir..

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Mensaje por Invitado Vie Feb 01, 2013 7:28 pm

10/Junio/2014
6:30 am


Las cosas sucedían demasiado rápido en la ciudadela. Demasiada muerte, demasiada intriga, misterios.

Poco había conocido a los comandantes anteriores, pese haber trabajado con ellos y haber hecho lo que le pedían, ninguno de ellos (o ella misma) se había esforzado por crear un vinculo más allá del respeto y la lealtad, aun cuando estaba en contra de las alianzas con la Brotherhood. En silenció había visto a cada uno de los líderes caer, manteniéndose firme e impasible. En silencio se sintió aliviada de no haberlos conocido mas, pues su pérdida era algo con lo que en ese momento no quería lidiar… Una actitud cruel, pero valida en los tiempos en que se vivían.

Habían pasado un par de días desde el funeral de Perkins y el ascenso de Victor Cavallari, había logrado hacerse de su expediente, casi impecable sin duda. Un prodigio en la milicia, podría describirse. Parte de ella podía sentirse cohibida o incluso inadecuada para el puesto que tenía ente la trayectoria de él. Ella no era militar, no por decisión propia, pero si era lo mejor para su gente, era lo que ella haría. Dejó el expediente de Cavallari sobre la cama y terminó de calzar sus botas; era temprano, y pese que madrugar se había convertido en parte de su rutina, no podía evitar extrañar los días en que se levantaba hasta tarde después de una fructífera noche de robos. Bostezó un poco, riendo suavemente ante los recuerdos, pero un movimiento en la cama la detuvo y miro a Etienne aun durmiendo, se avergonzó un poco, pues lo último que deseaba era despertarlo y prefirió levantarse y terminar de arreglarse.

Sujetando su cabello en una trenza, la escondió debajo de la boina militar y se acercó de nuevo a la cama, besando la mejilla del, aun, durmiente, salió del departamento y se dirigió a la base. A paso presto llegó hasta la oficina que conocía bien. Aquella a la que ya ni siquiera tratarle de asignarle un dueño, el guardia la miro en silencio y ella sonrió conciliadora
-¿Hay alguien presente?- preguntó con calma.
-Sólo el comandante, señor- contestó el joven con respeto, incluso si a impresión de Robyn, él lucia mayor que ella.

Tocó la puerta levemente y esperó a recibir respuesta.
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Mensaje por Invitado Miér Feb 06, 2013 2:53 pm

10 de Junio, 2014, 5:00 a.m

Bunker de la Ciudadela de Nueva York. Gimnasio.


Un par de toallas blancas de encontraban tiradas por aquí y por allá. Manchas de sudor en múltiples colchonetas, mojadas o con el mismo ya seco. Las máquinas puestas en su mayor peso posible. Aquella noche, había sido una noche de trabajo físico. Una gran noche. Victor había sido ascendido el día anterior, a la mañana del día anterior, para ser mas precisos. En unas horas cumpliría sus primeras 24 horas en el cargo. Ya le habían colmado de papeles, de cosas que firmar, de problemas que atender. No dejaron que estirara las patas siquiera. No era la forma para que un lobo se acomodara y acostumbrara a una nueva manada, a una nueva función de macho alfa. Por lo que necesitaba descansar la tensión que había en sus músculos y por lo visto, los tenía tan tensos. Victor se pasó la noche entera, trabajando su cuerpo en el gimnasio. Todos los músculos de su cuerpo, en las máquinas, en la barra, en el suelo encima de algunas colchonetas. Victor exigió a su cuerpo como era debido. Un par de soldados se quedaron viendo como el trabajaba, casi boquiabiertos por lo que estaban viendo. Se quedaron dormidos algunos, otros simplemente se fueron al no poder creer lo que estaba trabajando su comandante y mucho menos, la hora en la que lo hacía.

Ya estaba terminando al fin. Se encontraba colgado de la barra. Iba unas cien repeticiones. Cada cinco alternaba con un ascenso mas prolongado, precisamente hasta su cadera y luego bajaba lentamente. No llevaba puesto mas que unos pantalones oscuros, las botas típicas de los militares y unos guantes para no lastimarse de mas las manos. Su torso se encontró desnudo toda la noche. Goteando de tanto sudor, dejando mojada la colchoneta debajo de sus propios pies. Al contar 137, se detuvo. Respiró profundamente y se dejó caer al suelo de una vez. Hubo un pequeño estruendo en aquél buen equipado gimnasio, pero el comandante no tardó en incorporarse y mostrarse poco cansado, poco extenuado. Sus brazos y su cuerpo le dolían de tanto esfuerzo, pero el dolor no hacía mas que sacarle una sonrisa. El dolor significaba que había trabajado bien su propio cuerpo.


_______________________

10 de Junio, 2014, 5:55 a.m

Base de operaciones de la Ciudadela. Oficina de Victor Cavallari.


Ya estaba a punto de llegar.

Sí, Victor tenía que saber a quién tenía bajo su mando. Era de primordial importancia tener una conversación con aquellos que fueran importantes y con los que eran menos, pues el mismo vería como conocerlos a todos. No podía faltarle nadie, no podía darse el lujo de ser descuidado y mucho menos en un puesto tan endeble y cambiante como el de Comandante de las fuerzas armadas humanas. La primera citada de sus "fuerzas" era la teniente Robyn Amelie Wilson. Una de sus tenientes. Por lo visto la muchacha tenía una buena carrera militar, no iniciada adrede, pero una buena carrera al fin y al cabo. Tenía mas que un poco de talento. Quedaba en Victor, preguntarse si la muchacha era o no de fiar. No había nada registrado en ella, mas allá de un par de robos y un registro que la mostraba como una antigua esclava. Eso...podía significar un odio hacia las razas sobrenaturales, lo que era, de lo más útil.

Y la puerta finalmente sonó, develando con un par de palabras, que la teniente Wilson había llegado por fin.

- Adelante - Dijo Victor mientras dejaba a un lado el informe de la joven teniente, se ponía de pie y pasaba de su escritorio para recibir a la mujer. Con la mano extendida y un rostro serio y seguro de si mismo - Encantado de conocerla finalmente, Comandante Victor Cavallari a sus órdenes - Dijo mientras hacía la clásica presentación militar, para luego ofrecer la silla delante del escritorio a la mujer. Finalmente volvió a su lugar- Me alegra que haya podido venir, Teniente Wilson, creo que ambos estamos de acuerdo en el hecho de que era de imperiosa necesidad una conversación entre ambos, lo antes posible - Lo último lo dijo con mucha tranquilidad, pero algo en su tono, marcaba siempre su autoridad-

Ya estaban listas las presentaciones. Ahora comenzaba la charla real.

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