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Memento Mori
Tras el festival

Fue un mes de locura, el que transcurrió luego del Festival de Invierno, luego de los cepelios de las víctimas, el poder quedó en las manos del Gobernador, Everett Goodweatherm tendría el control total sobre la ciudad, pero Azuka había logrado parte de su objetivo: Los rumores de que el gobierno de Washington ya no estaba tan convencido de compartir el poder con los vampiros; la situación se estaba saliendo de manos, y los cainitas y garras rojas parecían estar ganando la partida. Pero ninguno de los artífices de la destrucción, pensaron que los berkeser se volverían un problema para todos, porque los vampiros que no fueron asesinado por ellos, se transformaron en berkeser, que se han transformado en una manada que deambula por las alcantarillas atacando a quien se les enfrente o quien esté en su menú del día.

Humanos y Vampiros ya no tenían una alianza tan sólida como antes, y las desconfianzas estaban surgiendo.

Mientras que en medio quedaban los licanos, o por lo menos, parte de ellos, Fenrir y Fianna, pero quien padeció la peor parte fueron los Fenrir que en el atentado perdieron a su líder, del que jamás encontraron el cuerpo. Quedaría en manos del nuevo líder de los Fenrir y de Gissiel Earhart, determinar el destino de su clan y tradiciones, pero entre los licanos, se sabía la atrocidad cometida por las Garras Rojas, comandados por Arthur Redclaw, que se habían vuelto muy fuertes.

Por su parte, los rebeldes, el pequeño grupo de disidentes ya no parecían estar tan solos en su lucha, el gobierno de Washington los contactaría extra oficialmente para conseguir sus fines: controlar la ciudad, de una o de otra manera. Etienne LeBlanc, tendría que decidir..

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No era así cómo lo imaginé (Kris)

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No era así cómo lo imaginé (Kris) Empty No era así cómo lo imaginé (Kris)

Mensaje por Invitado Mar Ene 29, 2013 1:34 pm

Quizás el ir a la zona cero a entrenar no era la mejor idea que pudiera ocurrírseme, pero ese día quise aprovechar el sol, si no entrenaba no había forma de que pudiera obtener la sangre de ningún vampiro y eso era algo de lo que simplemente no podía privarme. Odiaba el no hallar al maldito culpable de mi no tan nueva obsesión, pues había convivido con ella por mucho tiempo, más del que me hubiese gustado, para ser honesto. Cuando diera con ese imbécil lo golpearía tanto que ni su madre lo reconocería, si es que esos anormales tienen madre, como fuera, odiaba en lo que me había convertido, detesto la violencia y por ese imbécil ahora dependía de ella para saciar la irremediable sed que me asediaba todos los días, tenía miedo, no puedo mentir, no sabía qué podía suceder si no bebía, temía que me volviera loco, completamente loco y acabara con todos sin importar quienes fueran. Cierto es que ya no tenía una familia de la que preocuparme, ni amigos a los que proteger, pero la idea de ser capaz de dañar a inocentes aunque fueran extraños me causaba el mismo dolor que si pudiera hacérselo a alguien cercano.

No tenía opción, debía entrenar y estar preparado, aunque fuera peligroso el lugar la práctica era buena, nunca me había topado con nadie demasiado poderoso que no pudiera vencer o escapar, era entretenido para mí, tampoco es que tuviera mucho para hacer en el fuerte. No sé cuanto tiempo llevaba ya con el entrenamiento intensivo que yo mismo me imponía, pero esa sed, esa extraña y molesta sensación de sed que hacía arder mi garganta mucho más que la necesidad de agua, que resecaba mis labios y me volvía impaciente y nervioso, comenzó a hacerse presente. Comencé a preguntarme qué podía hacer, no había divisado vampiro alguno en todo el día, había llegado en la mañana y eran más de las 19 horas, lo sabía porque ya quedaba muy poco de los rayos de sol, la iluminación era demasiado escasa y ver demasiado lejos me era imposible ¡Qué descuidado había sido! debía haber regresado a mi hogar hacía horas, o al menos procurar no olvidarme esa botella con sangre de vampiro que guardaba de reserva, soy demasiado precavido como para no guardar algo de ese cálido elixir que tan repugnante me resulta pero sin el que no puedo vivir, vaya ironía, absurda y horrenda ironía. Ahora no tenía caso, no podía volver así, podía dañar a alguien, necesitaba un vampiro, uno debil que rondara cerca, era urgente, pero no creía en los milagros. Estaba agotado, hambriento y perdiendo la poca cordura que me quedaba, me odiaba a mí mismo por olvidar algo tan importante, estaba en una situación crítica de la que no veía salida alguna.

Estaba frustrado, no logré nada y dudaba lograrlo a esas alturas, no quería adentrarme más, ya estaba en una zona demasiado peligrosa, no podía ser tan estúpido como para continuar. Me senté en una roca y escondí mi rostro entre mis manos suspirando agotado, revolviendo mis cabellos y lanzando un gruñido por la frustración cuando algo me empujó al suelo de repente, un peso ajeno que me hizo abrir los ojos y forcejear, todo lo que alcancé a ver con la poca luz fueron un par de ojos aterradores viendome con gula y un par de colmillos puntiagudos acercándose peligrosamente a mi rostro, en la desesperación pateé al ser como pude para apartarlo de mi cuerpo, la espalda me dolía por el golpe de la caída y él no parecía contento de que me opusiera a ser su cena. Nos trenzamos en una batalla en la que no tenía posibilidad alguna, aunque necesitara de su sangre no podría obtenerla, era demasiado fuerte para mí y mi cuerpo estaba demasiado agotado como para responder bien, no podía huir, me atraparía en breves instantes, no había en dónde esconderse, estaba decidido a aceptar mi cruel destino, arrinconado como un animal, respirando agitadamente, invadido por el terror, cerrando mis ojos con fuerza como si eso pudiera mitigar el dolor que sentiría cuando el peso del cuerpo ajeno y ese apestoso aliento desaparecieron de repente, sólo oí un quejido y un fuerte golpe, cuando me atreví a abrir los ojos todo había acabado, no podía ver a mi atacante en ninguna parte, pero podía oír una sonora respiración como de alguien agitado y, quizás, adolorido. Fruncí el ceño y me acerqué con cuidado a los matorrales que parecían esconder al que sea que respiraba de tan terrible modo, temía que fuera mi atacante y no mi salvador, pero la curiosidad era más fuerte; aparté las hojas y me aproximé con cautela, apenas podía ver un par de ojos viéndome, estos no parecían ser los de antes, sin embargo, me resultaban extrañamente familiares, mi sed de sangre vampirica seguro me estaba jugando una mala pasada-¿Estás bien?-Me aproximé tanto como pude, dispuesto a ayudarlo, su herida parecía grave aunque no estaba seguro de que él quisiera mi ayuda, su mirada era demasiado penetrante, me hacía temblar con sólo verla, ni siquiera necesitaba que me amenazara-Sólo quiero ayudar-Me incliné a su lado con cuidado para revisar su cuerpo, en cuanto aparté un poco su camisa el fuerte olor a sangre me golpeó, era un maldito vampiro, aterrado retrocedí un poco mirándolo fijamente, sentado en el suelo mientras mi deseo de beber se hacía incontrolable, nunca antes me había sentido así, era peor que nunca, el ardor en mi garganta me hacía desear arrancármela. Carraspeé un par de veces buscando el valor para acercarme de nuevo, al parecer mi inesperado "visitante" , salvador o lo que fuera, estaba gravemente herido, era mi día de suerte, podía beber sin ser herido, sonreí alegrándome de mi buena fortuna y volví a acercarme a él, aparté la camisa nuevamente, casi arrancando los botones, la herida en su pecho era lo suficientemente profunda y de ella manaba bastante sangre como para beber, aún así, no parecía que comprometiera su vida, sólo bebería y me iría.

Lo miré a los ojos y miré la herida humedeciendo mis labios con mi lengua, mi corazón estaba demasiado acelerado, el deseo de beber era incontenible, aunque lo intentaba, no quería convertirme en una bestia, pero no era posible resistirme, cuando quise darme cuenta ya tenía mis labios suavemente apoyado en la herida, el sabor era exquisito, era la primera vez que probaba la sangre de un vampiro que no me asqueara o produciera arcadas, por el contrario, me hacía querer más, no me comprendía a mí mismo, y lo peor era que sentía... Estaba seguro, de que este sabor lo había provado antes ¿Sería posible que él...? Me alejé lentamente de su pecho, el líquido cálido aún corría por mi garganta cuando lo miré con temor-Tú...-Murmuré dejándome caer sentado a su lado, tantas veces había deseado que este momento llegara para poder aniquilarlo, pero ahora, no podía hacerlo, no sentía ese deseo de golpearlo como antes, ahora no podía hacer más que mirarlo en silencio intentando descifrar qué demonios sucedía conmigo.
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No era así cómo lo imaginé (Kris) Empty Re: No era así cómo lo imaginé (Kris)

Mensaje por Invitado Dom Feb 03, 2013 3:18 pm

En algún lugar de Central Park_

7:30 pm_


Odiaba esa asquerosa y molesta sensación... sensación de desnutrición y debilidad, el mareo constante, retorcijones de estómago incesantes, labios resecos por la sed de sangre y ¡ni hablar de mi apariencia física! Si normalmente mi aspecto era pálido y escaso de vida, cuando estaba en este estado cambiaba hasta mi forma de caminar, quitándome todo el atractivo que quizás pudiera tener. No estaba cerca de entrar en estado de frenesí, más bien estaba sólo debilitado, muy debilitado, pero si no conseguía rápidamente un cuello del cual saciar mi sed, no sabía cuánto más podría contenerlo, evitar que pasara lo peor y me saliera de las fronteras de la racionalidad... Qué maldición... Odiaba la dependencia, la necesidad de un elemento tan precioso y tan caro como la sangre humana para poder sobrevivir, pero esto me ganaba a cambio de la vida eterna. La vida que nunca pedí.

Más de un pobre animal había perecido en mi camino, arrojaba sus cadáveres de lado a lado en cuanto acababa con sus vidas, tratando de no marcar ningún caminillo que guiara a alguien hacia mi ubicación, no quería que me encontraran con lo mal y débil que me encontraba, esperaba a que apareciera uno, sólo uno que se dignara a alimentarme. Pero la suerte continuaba a jugar en mi contra, ni siquiera los malos ratos los podía pasar en soledad o tranquilidad. Mis agudos oídos captaron un forcejeo no muy lejos de donde me encontraba, y sin saber muy bien de qué se trataba, me dirigí en dirección a la actividad lo más rápido que pude. Quizás era intuición, o quizás era simple sentido del deber. Durante casi toda mi vida vampírica me había dedicado a la protección de los más débiles, siendo capaz de incluso atacar o pelear contra los de mi misma raza para tratar de mantener la paz en estos tiempos tan difíciles.

El asunto era que en cuanto pasé una gran cantidad de árboles a tal velocidad que mis pasos apenas se escuchaban y el suelo apenas se sentía bajo mis pies, llegué a un claro del parque donde nada más se visualizaba un montón de ropa en toda esa tenue oscuridad.



Pero se movía, el montón ropa se movía incesablemente, y a tan corta distancia pude diferenciar dos tipos de aroma de dos tipos de sangre distintos; una era espesa, de un ser que la había tenido estancada en su cuerpo por mucho tiempo y cuyo corazón no bombeaba más, justo como la mía; otra era liviana, saludable, y podía apostar que tenía el color más apetitoso y el sabor más delicioso, porque entonces supe que se trataba de un humano. Ahora las cosas tomaban un giro distinto. Si me encargaba de cumplir con mi trabajo y protegía la vida de esa persona, quizás tendría una recompensa a cambio... Bueno, no quizás, debía exigirla. Ahora el verdadero problema era cómo luchar contra otro vampiro si mi estado no era el mejor de todos y no tenía idea de a qué me enfrentaba.

No había tiempo de detenerse a pensar, nada común en un estratega como yo, pero a veces las mejores estrategias me salían espontáneamente durante la pelea. Esperaba que este fuera el caso, puesto que ya me encontraba a medio camino hacia los dos cuerpos y en pocos segundos tenía su ropa entre mis manos. Era una franela negra de algodón que acompañaba un par de jeans desgastados, algo bastante simple y por lo que no esperaba que se tratara de alguien demasiado entrenado en el arte de la pelea. Lo empujé lejos del humano, yéndome con él en el acto y aprisionándolo en el suelo por los brazos. Me costaba sostenerlo, él estaba en ese estado frenético y necesitaba aún más la sangre que yo, pero si le permitía que tocara al humano, sin duda succionaría toda su sangre hasta matarlo.

—No lo hagas... Deberé acabar con tu vida.—

Fue una mala idea intentar charlar con alguien que no entendía razones en ese momento. No vi el momento en que una de sus manos había buscado la forma de ir hasta su bolsillo y sacar un puñal. Un simple puñal que no me haría la gran cosa si me apartaba a tiempo, y así lo hice. La daga rasgó mi piel profundamente e hirió uno de mis músculos pectorales, bajando hasta mi abdomen, donde la herida ya no era tan profunda. Al apartarme, aquél vampiro abestiado desapareció tan rápido que pareció desvanecerse entre las sombras, pero sus pasos se escucharon alejarse entre los árboles, y supe que por el momento era problema de otro Guardián, yo necesitaba alimentarme, y quizás este humano me serviría... En cuanto pudiera levantarme...

Rodé sobre mí mismo en aquella cama de arbustos, tratando de quitarme de entre las hojas y arrastrándome hasta recostarme del tronco de un árbol. A pesar de que estaba “muerto” vaya que podía sentir dolor, no tanto como un humano o un licántropo, pero sentía un gran ardor en mi torso. Me examiné con la mirada y a través de la tela azul de mi camisa pude ver el color carmín oscuro de mi sangre traspasarla y mancharla... Excelente, ahora gracias a la maldita debilidad, la herida tardaría horas en cerrarse.

—¿Estás bien?—

Aún no lo había visto, pero su voz retumbó en mi cabeza y me hizo tener tal sensación de Déjà Vu que pareció darme un viaje en el tiempo a los días de mi niñez. Mis ojos se cruzaron con el rostro del dueño de esa suave voz y juraría que por una vez en más de cien años mi corazón pareció latir una única vez... Maldita sensación repugnante y engañosa, eso no podía ser, hacía años que mis esperanzas en volver a sentir algo se habían desvanecido, yo mismo las había matado, así que eso no estaba pasando. Era sólo la enorme ironía de que cada vez que me encontraba con este individuo, usurpador de rostros, mi forma no era la mejor. Siempre estaba débil, hambriento y confundido. Y siempre terminaba sintiendo lo mismo hacia él, recelo y más confusión.

¿Qué eran estas incontrolables ganas de preguntarle su nombre, de saber de él, y tratar de resolver el por qué tenía que parecerse tanto a él?... ¿La reencarnación entonces existía?... “¿Quién eres?, ¿cómo te llamas?, ¿de dónde has venido?” no era tan difícil de inquirir... Pero por otro lado, ¿qué culpa tenía aquél pobre diablo de la cantidad de dudas que me invadían? Él nunca podría resolverlas, y esa era la cruda realidad que debía aceptar.

No pude decirle que se alejara, que no necesitaba su ayuda, las palabras no salían de mi garganta y apenas podía mover torpemente mi cuerpo, tratando de apartarme cuando me tomó la camisa. Él retrocedió, y yo en seguida recordé lo que había pasado la primera vez que lo vi... Aún tenía la cicatriz de su infame mordida en mi hombro, justo encima de mi clavícula, nunca la había podido arreglar por completo. Sabía que había sido una mordida fuerte y que le había dado la oportunidad de probar mi sangre, y ya sabía lo que sucedía con los humanos que probaban ya fuera la más mínima cantidad de sangre vampírica. No pude evitar reír silenciosamente cuando lo vi lamiendo desesperadamente la sangre de mi pecho, era tan paradójico y extrañamente excitante, se veía necesitado, era un verdadero adicto. Cuando lo vi alejarse de nuevo y caer observándome atónito, ya en mi rostro se mostraba una sonrisa amplia y terriblemente pacífica, lo observaba directo a sus ojerosos e hinchados ojos, mi mirada fija y sombría sobre la suya confundida.

—¿Estás satisfecho?... Apuesto a que no.— mi voz apenas se escuchaba, estaba cansado y malherido. —¿Por qué no pruebas más, si es lo que en verdad deseas?— mis manos fueron a los pocos botones de mi camisa que seguían abrochados y los quité poco a poco, mostrando el resto de la herida, y las oscuras gotas que resbalaban hacia los lados de mi torso. Volví a dejar caer mis manos débilmente a los lados y mi ceño se frunció ligeramente por el dolor, pero mi sonrisa no se borró. —Pero escúchame bien... También necesito recibir algo a cambio... Estoy hambriento y mientras más sangre pierda más cerca estoy de entrar en estado de locura. Eres el humano más cercano a mí, y apenas entre en ese estado buscaré matarte, cosa que no quiero... Aunque corras, te alcanzaré y atacaré. Pero... podrás evitarlo si... me alimentas ahora.— el hambre se estaba volviendo insoportable, pero debía mantenerme en control mientras podía, así que recurriría a lo que normalmente recurría cuando quería que algún humano o humana desconocida me alimentara, e intentaría seducirlo con las más sencillas acciones.

Aprovechando su cercanía, tomé una de sus manos con cuidado, sin despegar mis ojos de los suyos, y me incliné hacia él, rompiendo con casi toda la distancia entre ambos. Guié sus dedos hasta mi herida y los bañé en mi sangre, mordiendo mi labio inferior y ahogando en mi garganta un gemido de dolor. Volví a sonreirle de medio lado —Lo quieres, ¿cierto?—, hablé cerca de su rostro, y sin soltar su mano, guié sus dedos hacia su boca, aprovechando el momento para inclinar mi rostro hacia su cuello. Ansiaba cortar su piel con mis colmillos, que ya hacían aparición; deseaba ya herir su yugular y succionar el delicioso líquido vital que hace ya dos días que no probaba. Abrí mis labios y los posé sobre su piel, sintiéndolos cálidos de pronto y suspirando por lo bien que se sentía. —Déjame hacerlo...— susurré casi inaudiblemente contra su cuello, aunque no era más que la necesidad lo que me hacía rogar de esa forma, porque ya era más que seguro que lo haría.

Finalmente pude sentir la gloria. Tras una leve presión de mis filosos colmillos contra su piel, se rompió sin mucho problema y la sangre salió a montones de la herida. Mis labios represaron el líquido para que no se escapara y tras sacar los colmillos de la herida, me encontré succionando con desesperación la sangre más deliciosa que había probado. Una de mis manos lo tomaba de la nuca por si se le ocurría escaparse, y por lo mismo mi otro brazo rodeaba su cintura, por que no dejaría que pasara por nada, el hambre era demasiada y por fin la estaba saciando.
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Mensaje por Invitado Sáb Feb 23, 2013 8:15 am

Me quedé sentado, mirándolo fijamente mientras me hablaba, ni siquiera había respondido su pregunta cuando mis ojos siguieron a sus manos que desabotonaban el resto de la camisa, se veía demasiado sexy por razones que no lograba establecer. Podía sentir mi corazón acelerado golpeando contra mi pecho cada vez que uno de esos botones terminaba de salir del ojal, no podía evitar seguir con la mirada el rastro del líquido rojizo que resbalaba en la piel del rubio, quizás él lo notó, porque seguía provocándome para que probara más, no puedo negar que tenía razón, su sangre me había abierto aún más el apetito de lo que pudo haberme saciado, tenía un sabor tan exquisito que me hacia desear más y más, aún no sé cómo lograba controlarme para no saltar sobre él y beber desesperadamente de ese manjar que me llamaba. Tragué saliva y lo miré a los ojos mientras volvía a hablarme, no quería darle nada de mi sangre, era su culpa que yo necesitara beber de la suya, que me convirtiera en lo que era ahora, dependiendo de seres que me asqueaban para poder llevar una vida "normal"; sin embargo, he de admitir que tenía razón, su debilidad era notable y si eso que decía en verdad podía suceder, yo no tendría escapatoria, ambos estábamos débiles, eso era algo que podía notarse a la distancia, pero era imposible que un humano pudiera escapar de un vampiro por más ágil que fuera, o por muy herido que el vampiro estuviera, no tenía demasiadas opciones.

El silencio entre ambos había crecido de nuevo, yo no estaba seguro de qué responder ante su propuesta, me negaba a dejarme morder. Sin embargo, su voz embriagante y su mirar profundo me tenían embelezado, mi cuerpo no se había movido ni un centímetro cuando tomó mi mano, acercándose peligrósamente a mi cuerpo. En un instante pude sentir algo húmedo y cálido cubriendo mis dedos, conocía bien esa sustancia pegajosa que contrastaba con lo suave y frío de la mano que guiaba la mía sin que pusiera resistencia, de sólo pensarlo la boca se me hacía agua ¡¿Qué demonios pasaba conmigo?! Nunca antes había sentido tanta sed por sangre vampírica, por esa repugnante, vizcosa, rojiza y... dulce, dulce sangre que ahora rozaba mis labios, tentándome, provocándome con ese delicioso aroma al que sucumbí en cuanto un cálido aliento rozó mi cuello haciéndome temblar, aunque deseaba apartarme no podía hacerlo, mi cuerpo no respondía, estaba paralizado con el suave y agradable sabor de la sangre que cubría mis dedos, mi lengua no podía dejar de recorrerlos, mis ojos se entrecerraban por el placer, honestamente, me desconocía a mí mismo. Ya ni siquiera oía o notaba la presencia del hombre cercano a mi cuello, hasta que un ligero dolor me hizo cerrar los ojos con fuerza y soltar un gruñido, apartando los dedos ya limpios de sangre de mi boca para enterrarlos en el hombro del mayor, debería haberlo empujado para apartarlo por morderme sin permiso, o golpearlo por su atrevimiento, pero no podía, sólo suspiros salían de mi boca, era demasiado placentero, mejor dicho, la sensación que recorría mi cuerpo al sentirlo tan cerca era extraña, imposible de describir para mi por ser algo nuevo, dolía, pero a la vez me gustaba sentir sus labios húmedos y suaves sobre mi cuello mientras succionaba haciéndome sentir un agradable cosquilleo que me recorría el cuerpo; creo que le hubiese permitido beber de mí por toda la eternidad mientras descansaba mi frente en su hombro, disfrutando de la agradable sensación al tiempo que mi corazón parecía luchar por bombear más sangre al cuerpo y reponer la que el rubio tan despreocupadamente tomaba haciendome olvidar mis ansias de beber su sangre espesa una vez más.

Cuando un pequeño y ahogado gemido se atrevió a salir de mis labios lo detuve empujándolo lentamente desde sus hombros, no podía ser brusco, podría herirme a mí mismo con esos dientes-Ya basta, es mucho-Me quejé con voz suave, llevando mi mano hasta mi cuello para tocar la zona herida, el tacto de mis dígitos en ella causaba un ligero escozor sobre mi piel, pero estaba curioso por cómo debía sentirse. No había bebido tanto, pero me encontraba tan débil y cansado que sentí que si le permitía continuar no podría defenderme luego, nada me aseguraba que fuera a detenerse por motus propio, no podía confiar en él sólo por estar débil, era un vampiro después de todo, esas criaturas no razonan demasiado-Bien, suéltame, ya quiero irme-Una vez más mis ojos habían chocado con los suyos, paralizándome, había algo en esos ojos oscuros y en esa mirada fría, que me hacía sentir extraño, asustado, tal vez, lo que fuera, no era agradable, quería salir de allí pero sentía como si algo me jalara hacia él. Lo había buscado por mucho tiempo con una sed de venganza atroz, solía soñar con las miles de formas distintas con las que podía acabar con su existencia, pero, ahora, teniéndolo frente a mí no me nacía ser violento, probablemente por un instinto de preservación que debía estar actuando al verlo, su presencia era amenzante de algún modo, provocando que mi mente se debatiera entre decirle a mi cuerpo que huyera y ordenarle que volviera a beber. Cada vez que veía esas pequeñas y finas gotas deslizarse por su piel me resultaban tentadoras, pero ahora parecían haberse detenido. Fruncí el ceño confundido, no podía ver bien su torso debido a la oscuridad, sin embargo, podía jurar que la herida había cerrado por completo, no parecía que manara más sangre de su cuerpo-¿No estabas herido?-Mi curiosidad me obligó a preguntar mientras desplazaba un dedo por dónde se suponía que estaba el corte antes, su piel se sentía suave y algo fría, aún quedaban restos de sangre que mojaban mi dedo tiñiéndolo de rojo, pero nada más que eso, era la primera vez que veía algo así.
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Mensaje por Invitado Lun Mar 04, 2013 10:10 pm

Sentía mis fuerzas regresar poco a poco a la vez que el intenso dolor en mi pecho y abdomen iba desapareciendo. Sabía que mis heridas se estaban cerrando y mis capacidades volviendo en su totalidad con cada gota de la sangre de aquél joven que pasaba por mi garganta. Su sabor era exquisito, calmaba mi respiración y me hacía gemir casi inaudiblemente de satisfacción; quizás era el hambre y el tiempo sin probar la sangre humana que me hacía creer que aquella era la sangre más deliciosa que había probado. El cuerpo del más joven se había relajado también, y yo podía sentirlo, estaba más pesado en mis brazos, recostado sobre mi hombro, aunque ahora que lo pensaba, más que relajado parecía ligeramente excitado. Un corto gemido de la boca del chico me hizo abrir los ojos en seguida; siempre me había preguntado por qué para los humanos eran tan placenteros las mordidas de un vampiro... porque, evidentemente, para mí no lo habían sido. Sus manos comenzaron a empujarme, y yo rápidamente lamí la herida que había dejado antes de alejarme y ver que, efectivamente había dejado de sangrar y se había sellado un poco. Cuando vi que acercó su mano a la herida lo detuve, tomando su muñeca y apartando su mano, o temía que pudiera abrir la herida y empezar a perder sangre; así que una vez más me acerqué a su cuello y relamí la herida, sellándola por completo, y dejando solo un par de marcas rosas de irritación que no tardarían demasiado en desaparecer. Sin embargo su voz volvió a captar mi atención, y lo que dijo hizo que mis ojos se fueran fijos contra los suyos... Era obvio que este idiota no sabía con quién estaba tratando, pero si volvía a darme una orden lo cortaría desde la vejiga hasta la garganta...

O al menos trataría de contenerme.

A veces sentía que era una maldición tener este absurdo y limitante sentido de protección dentro de mí, porque no me permitía lastimar sólo por placer; por poner en su lugar a gente que me sacaba de mis casillas por las más mínimas tonterías... No me permitía dejar a la deriva a humanos indefensos como el que tenía justo en frente de mí... Me eché hacia atrás, sentándome en el suelo frente al chico, apoyándome en una de mis manos, mientras la otra recorría mis cabellos una única vez. Lo mejor sería salir de aquí ahora, ¿cierto? Estaba oscureciendo... Pero, ¿luego por cuánto tiempo debía quedarme con él, o a dónde lo llevaría? Yo lo había dejado en aquellas condiciones, así que por el momento era mi principal preocupación... Además, sólo tenía que ver su rostro para darme cuenta de que no quería dejarlo sólo... ¡¿Pero por qué?! No era la misma persona, tenía que empezar a aceptarlo, y no comprendía por qué era tan difícil entenderlo... ¿Quizás porque me habían quitado muy pronto a mi mejor amigo? Y lo peor de todo, sentía que había sido por mi culpa, y con sólo ver al joven chino delante de mí me entraban unas ganas infinitas de enmendarlo todo.

Aunque al mismo tiempo quería golpearlo por confundirme de esa forma.

Lo volví a mirar cuando me habló, respondiéndole de forma clara y tranquila, aún un poco ensimismado en mis propios pensamientos, y quizás también en las caricias que propinaba el otro a mi pecho. —Soy un vampiro... Mis heridas sanan rápido.— obviamente no le daría demasiados detalles de cuándo sanaban más lentamente o cuándo instantáneamente... que fuera físicamente idéntico a mi mejor amigo no implicaba que fuera siquiera alguien de confiar. Señalé su cuello desde lejos antes de volver a hablar. —Y es gracias a mí que no tienes una sola marca en tu piel... De nada.— en realidad sólo bromeaba; no esperaba ningún agradecimiento porque nunca lo obtenía, pero en mi rostro no había señal de diversión alguna; prefería que aquello quedara en completa ironía a que el chico de pronto pensara que este era el comienzo de una hermosa amistad o alguna basura de esas.

Un ligero cosquilleo en mi abdomen me hizo llevar la mirada de nuevo para ver como una gota de sangre resbalaba hacia uno de mis costados; y de pronto, la impavidez de mi rostro desapareció por completo. ¿Cómo pude ser tan descuidado? —Rayos...— Me puse de pie de golpe, quitándome la chaqueta negra que llevaba encima y despojándome del trapo roto y ensangrentado que fue una vez parte de mi guardarropa. Usé la camisa para limpiarme el resto de la sangre, procurando no dejar rastros demasiado notables, y la eché a un lado entre los arbustos. Realmente no era el momento para preocuparme por el medio ambiente, prefería salvar mi propia espalda de lo que podía estar a punto de suceder. Volví a colocarme raudamente la chaqueta y sin perder más tiempo lo tomé de nuevo de la muñeca. —Levántate, ahora.— ordené con voz firme y mi mirada fija en la suya. —Estás débil y necesitamos sacarte de aquí ahora mismo. Este no es sitio para ninguno de los dos.— lo último lo susurré, escrutando cuidadosamente el sitio con la mirada, poco después devolviéndola a los ojos ojerosos del menor. —¿Puedes correr, o debo llevarte?—
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