Eleonora Fortunati

- Un cuaderno de dibujo.
- Lápices de carbón.
- Algún libro sobre medicina, moderna o antigua.
- Libreta de anotaciones con su confiable bolígrafo de plata; anotaciones escritas como incoherencias que solo ella comprende por completo.
- Un pañuelo de seda negra, nunca se sabe cuándo se necesitará uno.

Es un desastre, un completo desastre; uno que vale la pena documentar para generaciones futuras, evitar que se cometan los mismos errores. Esa sería una de las razones por las cuales se ha recluido aún más a oler libros; pero si fuera sincera, diría que es allí donde encuentra calma. No es fácil permanecer sereno cuando es probable que la situación empeore lo suficiente como para morir en algún enfrentamiento. No es una guerrera, después de todo. Sin embargo, el prospecto de hallar conejillos de indias es excitante.

Si un individuo debe escarbar y deshilachar los misterios del mundo, prefiere que esa labor caiga sobre sus hombros. Le gusta el conocimiento y le gusta almacenarlo.

Es una persona que puede resultar extremada, extremadamente excéntrica.

No importa qué, sobrevivirá, Puede recuperarse, al menos mentalmente, de cualquier circunstancia. Le irrita que otros se rindan tan fácil a las fuerzas sin nombre del universo.

Ha aprendido a tomar las inevitables tristezas (y gozos) de la vida con calma. Tiene una mente serena, rara vez se molesta en expresar más de la necesaria cantidad de emoción; lo que hace que cualquier expresión tenga carácter plástico y falso, no importa qué tan genuina. Puede que su malcontento se libere con la bestia, dándole más poder aún, algún día; pero no hoy, no hoy.

Nacida en Sicilia, hija de una familia de clase media-baja, fue la única hija de una madre enferma; quien no tardó en morir cuando Eleonora tenía doce años. Una pequeña copia de su madre, adoraba leer y pintar; su madre, hija de una familia acaudalada que había caído en la ruina, le había impartido a su hija todo lo que sabía. Su padre, ya resignado a no tener ningún varón, se dedico a intentar enseñarle los trabajos duros de la vida, pero Eleonora era una niña muy débil y nunca logró más que dar levantar una silla.

Sabiendo cuál sería el mejor camino para su hija, su padre hizo todo lo posible para pagar estudios que luego le enviarían como tutora al hogar de una familia burguesa en Francia; donde viviría los mejores momentos de su vida y donde moriría a las manos de un vampiro.

Su padre murió durante la unificación de Italia, el mismo día que ella sería contratada por una rica mujer para pintar un autorretrato. La vampiresa, tan complacida por el talento de la joven italiana, le propuso una oferta que nunca podría rechazar: ¿Quieres vivir para siempre, ver los cambios que da el mundo, sin envejecer ni un día?

Pero aquella vampira no era quien decía ser, era una mujer desquiciada que convertía a artistas prometedores y los encerraba debajo de su propiedad para obligarles a realizar cualquier tarea que ella ordenara.

Años después, los vástagos se unieron y lucharon contra su progenitora; quemando el lugar, esperando ser salvados por Eleonora, quien se suponía debía guiarles cuando todo comenzara a arder. Pero Eleonora tuvo pánico, no quiso morir, escapando de los restos flameantes con miedo a que sus débiles hermanos le retrasaran.

Huyendo de Francia, decidió dedicarse a archivar su historia y la otros vampiros; oyendo sus relatos, viajando de aquí para allá. Razón por la que cayó en Nueva York, justo cuando todo comenzó.