Inalterable

5 de mayo de 2013
11:30 p.m.
El Bronx

No sería la primera vez que tenía que hacerlo… tampoco sería la última. Pero esa noche en especial marcaría el inicio de lo que probablemente sería el final de su tranquila vida, el final del gran secreto que por tanto tiempo había tratado de ocultar, aunque aún en el fondo de su alma esperaba que no fuera así.

Había prendido la vela blanca con sumo cuidado y ahora dejaba caer la bata roja sobre el azulejo del baño para dejar que su cuerpo desnudo se entregara por completo al agua mezclada con la infusión de Salvia, Jazmín, Romero, Lavanda, Canela y sal, con la cual había llenado la tina de baño casi hasta el tope.

La calidez del líquido provocó en ella un pequeño escalofrío que al poco rato daba paso a una relajación casi absoluta y al final su tersa piel se dejó seducir por esa sensación casi celestial.

- “No hay opción… en realidad nunca la ha habido“ – se repitió mentalmente y cerró los ojos para tratar de concentrarse- “al final eres lo que eres… completamente inalterable” – agregó abriendo los párpados y enfocando sus pupilas en la ventana.

Aquella noche el destino le había regalado una luna llena, tan grande y brillante que cualquiera hubiera pensado que era octubre. Era como si el astro diera su aceptación y bienvenida y la incitara a recitar las palabras que de pronto comenzaron a brotar de sus labios.


6 de mayo de 2013
Central Park
6:45 p.m.

La noche recién nacía y la gente ya se dispersaba entre las calles. Ninguno de ellos pretendía pasar afuera más tiempo del marcado por el encierro impuesto tras lo sucedido en la zona cero. Pero aquella muchacha de ojos claros no tenía intención de regresar al Bronx, ella tenía aún una misión que cumplir y sólo a esa hora, en la que el sol y la luna se encuentran en el resguardo del mismo cielo, podía realizarla.

Algo había cambiado en ella, caminaba con mayor seguridad y enfoque, metida en el hermoso vestido blanco de tirantes que ondeaba a la menor provocación del viento. Era como si no se diera cuenta del mundo que la rodeaba. Tan etérea y frágil… tan fuerte y decidida.

Sí… algo había cambiado.

Angelique había roto las ataduras que ella misma se había impuesto, con ayuda de su abuela, cinco años atrás antes de venir a N.Y. La noche anterior había dejado que el poder de sus ancestros (y el suyo propio) fluyera en su cuerpo. Al principio se había negado a hacerlo, pero si permanecía atada por aquel hechizo creado en el pasado no tendría el poder suficiente para evitar la catástrofe… ahora tendría que vivir con las consecuencias… porque cuando se trata de magia siempre hay consecuencias, y aún estaba la posibilidad de que terminara perdiéndose a sí misma.

Su joven cuerpo avanzaba con porte femenino a la sombra de los árboles hasta que al fin llego al centro de aquel inmenso terreno. Fue ahí donde al final se detuvo y observó a su alrededor, girando sobre su propio eje, enfocando sus ojos en cada uno de los tantos espíritus que se congregaron a su alrededor.

Y de pronto sonrió.