Lorraine M. Lemoine #

El linaje Lemoine viene desde hace demasiados siglos, una de las familias parisinas más antiguas. Abuelos y padres de férreos valores, todos de matrimonios concertados. Una alcurnia respetada, conocida, señorial, con miembros que algún dia formaron parte de la nobleza, anclada en siglos anteriores tanto en aspecto como en ideales.

Lorraine creció en ese mundo de ostentosos privilegios y ropas, en el seno de París, educada en colegios mayores en los que sus ascendentes estudiaron. Y es que Lemoine, era un apellido para el recuerdo. Demasiada responsabilidad pública para una persona que afloraba rebelde, salvaje. Y fueron esos impulsos, esa rabia de acatar ordenes que la absorbía, lo que la condujo a huir. Un hombre, si se lo podía llamar de esa manera, la convirtió, un hombre del que se enamoró a pesar de todo el dolor que tuvo que pasar. Creció entre la espesura de los bosques, oculta entre la niebla, alimentada durante años gracias a los senderistas perdidos de buena fé, que se acercaban a ella como un conejo a una madriguera, con él. Pero le mataron, sí, los asquerosos humanos. Le mataron y ella no supo que hacer. Trastornos. De todo tipo. Se vió sola en el mundo. Y en esos momentos había un gran grupo de vampiros, llamados los Hijos de Caín, que también parecían moverse por la venganza, contra los humanos. Era perfecto, era su esencia. Era lo que deseaba y lo que la hizo resurgir de ese pozo. Pero no había acabado el sufrimiento. Todavía sufria esos ataques. Y acabó en Nueva York, desnuda y con un sobre con dinero bajo la lampara de la habitación del burdel. Sí, de protituta. ¿Que iba a hacer si no? Pero llegó ese ángel en cuerpo de demonio. Patrick. Dejó el trabajo, aunque esa lascivia aún recorre sus venas y le acarrea problemas. Y por supuesto, todavía sigue en los Hijos de Caín. Por la eternidad.