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Sipnosis
Memento Mori
Tras el festival

Fue un mes de locura, el que transcurrió luego del Festival de Invierno, luego de los cepelios de las víctimas, el poder quedó en las manos del Gobernador, Everett Goodweatherm tendría el control total sobre la ciudad, pero Azuka había logrado parte de su objetivo: Los rumores de que el gobierno de Washington ya no estaba tan convencido de compartir el poder con los vampiros; la situación se estaba saliendo de manos, y los cainitas y garras rojas parecían estar ganando la partida. Pero ninguno de los artífices de la destrucción, pensaron que los berkeser se volverían un problema para todos, porque los vampiros que no fueron asesinado por ellos, se transformaron en berkeser, que se han transformado en una manada que deambula por las alcantarillas atacando a quien se les enfrente o quien esté en su menú del día.

Humanos y Vampiros ya no tenían una alianza tan sólida como antes, y las desconfianzas estaban surgiendo.

Mientras que en medio quedaban los licanos, o por lo menos, parte de ellos, Fenrir y Fianna, pero quien padeció la peor parte fueron los Fenrir que en el atentado perdieron a su líder, del que jamás encontraron el cuerpo. Quedaría en manos del nuevo líder de los Fenrir y de Gissiel Earhart, determinar el destino de su clan y tradiciones, pero entre los licanos, se sabía la atrocidad cometida por las Garras Rojas, comandados por Arthur Redclaw, que se habían vuelto muy fuertes.

Por su parte, los rebeldes, el pequeño grupo de disidentes ya no parecían estar tan solos en su lucha, el gobierno de Washington los contactaría extra oficialmente para conseguir sus fines: controlar la ciudad, de una o de otra manera. Etienne LeBlanc, tendría que decidir..

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"But I'm also not kind enough to stop someone who wants to die" (Odin)

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Mensaje por Invitado Jue Feb 21, 2013 9:18 am

En el eterno resplandor de una mente sin recuerdos, el pasado ha sido escrito bajo un puñado de sangre. Recuerdos cuya fecha han sido olvidadas pero se mantienen fresco en las memorias.


La fría noche arrasa con el día, lo suplanta con crueldad y violencia. El vacío es notorio por las calles, casi, solo casi puede sentirse la paz. Salvo por un grupo de personas, reunidas en aquel parque tan perfecto. Su figura tranquila yace recostada en una de las bancas. El amargo atisbo de infelicidad comienza a abordar su mente. Aquel envió de ella como exploración a la tierra, solo era el preludio de las tragedias que se avecinaban. Su respiración aparentemente relajada, comenzó a acelerarse a medida que sus pasos se aceleraban poco a poco. No tenía nada que hacer allí, excepto llevar al cabo el pedido que su padre le había ordenado. "Recuerda ser discreta, nadie debe percatarse de tu presencia en ese mundo, mi querida hija. Ve, busca lo que te he pedido y vuelve como siempre, feliz de haber hecho un trabajo pulcro" las palabras de su padre resuenan en su mente, en un susurro suave. Podía sentir la mirada del ser en su nuca, tranquilo ante la maravillosa destreza que su hija querida poseía. Fue cuestión de minutos para darse cuenta que, todo iba mejor de lo planeado. ¿A quién engañaban? Ella no necesitaba la advertencia de padre. Como una sombra en la oscuridad, se desplazó con cuidado en aquel viejo poblado.

Debes saber que aquello que buscas, es traicionero y peligroso. Extermínalo cuanto antes, mi pequeña. había ordenado el supremo, deslizando sus manos por la cabellera de la chica. Orfiel le miró a los ojos, con una sonrisa traviesa. Y recuerda no causar ningún lío, traviesa. advirtió en tono severo, la chica asintió a sabiendas que aquello último no sucedería. Danzante, paseaba alrededor de la ciudad, con sus armas escondidas. El descenso de su vuelo fue lejano al lugar, por ello le tocó caminar más de lo necesario. Una risotada atrajo la mirada de un hombre menudo, con pobladas cejas y cuerpo encorvado. Le ofreció una rosa roja, y la chica la sostuvo sin perder la sonrisa. Caminó junto a él, entrando a un bar. Aquel que logré derrotar al más fuerte del bar, será recompensado con una noche a mi lado. soltó divertida la pequeña, sin la mínima intención de cumplir su palabra. El alboroto resonó, fuerte y alto, entre los hombres que se aferraban a la idea de pasar una noche entera junto a tal ser celestial. Cuando el caos fue incontrolable, se escabulló entre la muchedumbre en busca de un niño. Aquel mandato que su padre le había mandado a exterminar, yacía dormido en su interior, consumiendo la vida de la inocente criatura.

El exorcismo iba en calma, el demonio fue expulsado con éxito de su cuerpo. Por desgracia el niño no sobrevivió ante tales golpes. Y el demonio se esfumó al primer cuerpo sano que le fue puesto en el camino. Un hombre de familia, con un niño en su regazo, riendo junto a él. Murmurando un par de te quieros, a su hijo Odin.

Un momento indefinido, poco años después de aquella noche.

El susurro del viento es el único compañero de la mujer, su silueta estaba acomodada en el trono de aquel templo santo. Sus ojos contemplaban la espada con la cual debía de dar fin a la existencia del demonio. No se perdonaba aquella falla. Seguía enojada consigo misma, por haber permitido que el alma demoníaca que había extinto la suave flama de vida de aquel ser inocente, siguiese en el cuerpo de un hombre. Orfiel observó por esos años, el crecimiento de la familia. Sabía que ese hombre estaba muriendo, pero su interés no era ese, ni remotamente. A ella solo le interesaba el alma dentro del hombre, no lo suficientemente fuerte como para aparecer, pero si lo necesaria para quedarse aferrada al mundo terrenal. Carcomiendo cada luz del alma poseía. Gremmel, su siervo, penetró la salita donde ella estaba meditando. Inclinando su cabeza con cuidado, se irguió con cautela. "Mi señora, alguien demanda su presencia. Un lycano, cuya fuerza de voluntad por encontrarle es demasiado fuerte para ignorarle. Su padre lo ha sentido, y pedido que vaya a atender el asunto, mi señora. asintió a modo de respuesta al siervo, ordenando su retiro. Si su padre la autorizaba a bajar nuevamente, lo haría. Pese a todo lo que sucedía en el mundo, los asuntos que ella se negaba a aceptar, este fallo era por su culpa. Y debía solucionarlo.

Vistió de negro, como era habitual en ella en esos casos. Sus armas ocultas bajo el suave manto de su largo vestido. El satin ondeaba, un vestido ceñido en su parte superior, remarcando su esbelta figura, tomaba forma propia por debajo del pecho, bailando con suavidad. Ni el diablo mismo podría negar la belleza de la chica, que era más radiante que la luz del astro rey, tan pura como una rosa, y fresca como el rocío de las mañanas. Observó al chico frente a ella. Sé quien eres, Odin. Pero ignoro el porque has proclamado mi visita. ladeó el rostro curiosa, estudiando con inocencia a su acompañante.
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